La poesía me devolvió la infancia tanto apretar lágrimas que al final oyó en mis ríos la suavidad de los peces me enfrentó a los añicos de los espejos familiares ahí donde fueron cubiertas todas las imágenes de la muerte ahí donde aprendí a afeitarme protegiendo la cabeza siempre fue una amenaza mi país de adulto formándose a sus pies crecía a medida de los versos que intentaba buscaba por las noches su albergue entre los perros ¿dónde poner el acento de la palabra sangre? la poesía formó mi lado humano yo que fui el primer desertor de un ejército con mayor ilusión que los Guerreros de Terracota con más desobediencia que cualquier renegado la poesía anticipó mi educación acá se debe acá se puede acá se tiene y redimí la población de mis demonios cada uno en su infierno alucinado pedía fuego como pido fuego ahora para que la poesía me dé ley de cenizas todo fue un rito a su dominio inminente como uno que muere sin saber por qué como uno que nace sin saber dónde como quién espera ser cubierto con una bandera de trapo entregado a la profundidad de la hoja en blanco papel me queda al descubierto que ahí se pierdan nacionalidad verbo y todas las palabras como apología de un idioma jamás escrito.
Daniel Quintero, escritor.