Abel Santos: «La bella lejanía»

Según se constata, 10.466 kilómetros de distancia no impiden ciertas cercanías. Tiempo atrás conocimos la obra del poeta español hoy residente en Barcelona Abel Santos. Desde entonces, además de constituirse en activo colaborador de la revista, cada tanto charlamos por chat o correo electrónico. Es por esa vía que surge esta entrevista donde nos cuenta genuinamente sobre su vida, sus infiernos y amores, la palabra poética y en particular su nuevo libro: La bella lejanía.

Devenir111: Contanos algo de tu vida, del devenir desde tu infancia hasta hoy día…
Abel: Tuve una infancia agridulce, fui querido sí, por mi familia, pero me marcó la ausencia de mi padre biológico, que era un hombre casado, y nunca quiso conocerme, y al que nunca he visto y del que apenas me han contado nada. Siempre hay un halo de misterio entorno a mi padre. De ahí viene mi Realismo Bastardo, de hacerme preguntas desde muy pequeño sobre quién era yo, por eso mi poesía tiene un trasfondo de filosofía existencialista. Soy un hombre y un poeta hecho a sí mismo. Mi formación es autodidacta, una mezcla de mi aprendizaje en los doce años que fui adicto a la cocaína y el alcohol, y de lo que he aprendido devorando libros, sobre todo de poesía. Llevo trece años sobrio. He conocido el amor verdadero, varias veces, y varias veces lo he perdido. He tenido muchos trabajos no cualificados, pero llevo desde hace ocho años trabajando de conserje, porque es el escondite perfecto para un poeta (jajaja) ya que me da momentos de soledad para escribir o leer y me obliga a observar en detalle a las personas. Soy padre separado de un niño de tres años y medio, dulce y divertido, que ha cambiado para siempre mi forma de ver la vida.

Devenir111: ¿Qué es para vos escribir, qué la poesía?
Abel: Siempre fui un niño introvertido y reservado después de saber que el padre de mis hermanos no era mi padre, que era mi padrastro. El papel en blanco siempre fue mi espacio de intimidad, el espejo lírico de mi voz. La poesía me salvó la vida, fue y sigue siendo a día de hoy mi terapia, mi venganza contra la insensibilidad del mundo, y mi venganza contra  mi propia autocrítica o mi autocensura, mi venganza contra todos los poemas que el olvido me robaba, calle abajo y mojado hasta los cuernos camino de casa del camello, en su deseo de sentirse así un poco más humano.

Devenir111: ¿Cuándo, cómo fuiste encontrándote con la literatura/la poesía –con su lectura y con tu escribirla-?
Abel: Mi hermano mayor era cantante de un grupo de heavy metal, y las letras de sus canciones fueron mi primer contacto con la expresión escrita. Fue en la adolescencia cuando mi cuñada, que le apasionaba escribir poesía, y lo hacía francamente bien, me empezó a prestar sus libros y a interesarse por mis intentos de hacer literatura. No fue hasta que cumplí los veintiún años que publiqué mi primer poemario, Esencia, un libro que ya contenía el poso de lo que serían mis temas principales, el amor y el desamor, la búsqueda de Dios, la soledad, la filosofía, o la crítica social.      

Devenir111: ¿Algunos autores que te hayan marcado, dejado una huella? ¿Otros que estés leyendo en estos tiempos y nos quieras comentar?
Abel: Cada etapa de mi vida ha tenido un autor que me ha marcado o he tenido como favorito. En la adolescencia fue Bécquer, y Jim Morrison jajaja, dos autores totalmente opuestos. Luego le siguieron Nicanor Parra, Pablo Neruda, Bukowski, que fue totalmente sorprendente para mí. Pero el poeta que me cambió para siempre fue el poeta y escritor Roger Wolfe, su obra y su persona me enseñaron a hacer una poesía realista, minuciosa, autobiográfica, y también fue una clara influencia para que yo abandonara mi adicción a las drogas y al alcohol; con Wolfe descubrí que era posible ser poeta y además mantenerse sobrio después de haber pasado por el infierno. Yo llevo a día de hoy trece años sobrio, él lleva más de veinte.
El último poemario que he leído y que he esperado tanto tiempo leer es Paradero desconocido, de Benjamín Prado, que tiene mucho que ver con mi situación emocional actual, en el que has llegado a un punto en tu vida en que todo es irreconocible, en el que todo está bien aunque no fuese lo esperado.

Devenir111: Si contamos bien has publicado 11 libros. ¿Podés distinguir cambios, modificaciones en tu escritura a lo largo de los años?
Abel: Los temas que trato en mis libros son básicamente los mismos como te decía antes: el amor, el desamor, el padre ausente, la crítica social, el existencialismo, la búsqueda de Dios o la redención por los errores cometidos en mis adicciones. Ahora bien, mi escritura, mi Realismo Bastardo ha cambiado totalmente a causa de un acontecimiento que creí que nunca sucedería, y es el de mi paternidad, el de ser padre. Mi última obra La bella lejanía se centra en los momentos con mi hijo, en descubrir de nuevo el mundo y la poesía en esos pequeños momentos con él, porque no hay nada más real y más noble que un niño. Un hijo te vuelve a enseñar la vida.

Devenir111: Solés firmar “La poesía continúa”. ¿Cómo ubicás ese continúa, esa dimensión en el tiempo?
Abel: Esta expresión la acuñé poco tiempo antes de que estallara la pandemia y que cobró en mí mayor significado en los meses de confinamiento tras el estado de alarma. Era y es mi forma de no tirar el escudo al suelo, de no abandonar las esperanzas, de no rendirse. En cualquier momento puede haber un cataclismo que haga desaparecer todo registro de nuestra cultura, pero mientras la humanidad tenga memoria de un puñado de versos o unas líneas de prosa, la vida continúa. Hay un poema de Piedad Bonet que he puesto al frente de un libro que reunirá toda mi poesía publicada, que dice así:
“Devórame la piel, niégame el humo que al borde de la noche huele a infancia. Rompe todas las cuerdas, destruye los violines, gangrena las gargantas de los pájaros. Destroza mi estructura hueso a hueso, conviérteme en arena, en polvo, en nada, pero déjame, virgen asesina, la inocente ilusión de la palabra”.

Devenir111: En tu cuenta de Facebook te detallás cual “poeta/escritor/ex-adicto”. ¿Cómo entendés las adicciones, qué han sido/son en vos?
Abel: El mayor error de mi vida. Daría todo lo que he escrito a cambio de volver al momento en el que mi vida descarriló por completo y poder así cambiar las cosas, reparar el daño que hice y que me hice. Pero quién sabe, igual cambiaría las cosas pero cometería errores aún peores. Así que mejor dejar las cosas como están. Ahora bien, he descubierto en mí una fuerza que nunca creí que tenía. No es fácil luchar cada día contra tus impulsos, mantener la guardia alta contra tus demonios interiores. El poeta y cantante Manolo Tena dijo: “La adicción es una enfermedad que no te mata, quiere que te mates tú”. Y es jodidamente triste y cierto. Yo tuve intentos de suicidio, brotes psicóticos, llegué a autolesionarme varias veces. No hay nada de grandioso en ser adicto ni te va a convertir en mejor artista. El artista que consume drogas para ampliar su energía creativa cae en una terrible trampa, pues seguramente ya estaba dentro de él todo lo necesario para serlo. Yo empecé tarde, a los veinticinco años, a ser adicto de drogas duras, pero yo ya era poeta antes de ser bebedor, no me hacía falta. Si pongo lo de “poeta/escritor/ex-adicto” es para advertir a quien se asome a mi vida y mi obra que va a encontrarse con una escritura mordaz, realista, desnuda, con alguien que está puesto a prueba cada mañana que abre los ojos, no con uno de esos autores o autoras de Instagram que parece que te están vendiendo cajas de bombones, en lugar de literatura.

Devenir111: Juguemos a que ahora estás caminando por la calle y te encontrás con vos mismo a tus catorce años. ¿Qué le dirías hoy a ese pibe?
Abel: Le diría: Nunca vas a conocer a tu padre. Soy uno de sus mejores amigos, y vengo para decirte que tu padre ha muerto, que debes quererte a ti mismo, que no te desprecies, que no te sientas culpable. Olvida todo pensamiento de que la gente no te quiere, porque vas a ser muy querido. Si no te valoras es posible que sufras graves problemas psicológicos que te lleven a la bebida y a las adicciones, y harás mucho daño a los que te quieren intentando ser otra persona. Recuerda: nunca conocerás a tu padre, porque tu padre ha muerto. Pero aunque no lo creas, tú algún día serás padre, el mejor padre del mundo, de un precioso y dulce niño que te necesitará en su vida. Mientras tanto, escribe, lee mucho. A tu padre le gustaba mucho la poesía. Eso es lo único de él que debes imitar.

Devfenir111: “La bella lejanía” nos parece un nombre hermoso. Aunque, convengamos, la lejanía no siempre se vive bella… ¿Nos contás, entonces, sobre esa expresión que intitula tu nuevo libro recién editado?
Abel: El título lo tenía apuntado en una nota en el móvil desde noviembre de 2021. Y no recordaba de dónde lo había sacado. En esa época leí a Borges y a Nathaniel Hawthorne, y creía que lo había sacado de algún relato o poema de esos grandes autores. He descubierto finalmente dónde lo leí, en un poema de Alejandra Pizarnik que reza así: “Signos en los muros narran la bella lejanía”. Esa belleza lejana de la que hablo en mi libro es la distancia (y la despedida) que hay entre lo que un día fuimos mi exmujer y yo, y es sobre todo la distancia que queda cada vez que me separo de mi hijo después de pasar el fin de semana con él, y es ver también cómo ha cambiado, cómo ha crecido cada sábado que voy a recogerlo, porque lo tengo conmigo cada quince días, ya que su madre y él viven lejos de Barcelona, donde yo resido y trabajo. La bella lejanía es la búsqueda de un nuevo camino, de un nuevo sueño, en el que me acompaño de mi hijo y de la poesía que me ayuda a soportar el dolor en los momentos de despedida y soledad, mientras dejo atrás los recuerdos de la mujer que amé, pero también es, lo confieso, descubrir a cada paso una parte de mí mismo que desconozco, es amor a mí mismo.

Devenir111: Hablanos sobre La bella lejanía… ¿Cómo surge el libro, cómo decidiste la sucesión de poemas que lo integran, cuándo precipitó como tal; qué implica para vos en tu obra? ¿Y qué implica en tu vida? (Hay un poema que llamás Pasando página: ¿hay algo de eso en juego?)
Abel: El libro lo envíe a varios certámenes literarios de España, que por supuesto no gané, pero era un libro entonces muy distinto. Finalmente decidí hacer lo que siempre me hizo feliz, que es preparar un libro y llamar a puertas editoriales a ver si me lo querían publicar. Y él libro tomó la forma que ahora tiene. Los poemas están estructurados por orden alfabético (de la Z a la A, como en una cuenta atrás) según su título, en el que los poemas a su vez avanzan a través de cinco capítulos en el que varios están titulados igual: El siguiente paso. Este nuevo libro implica el equilibrio entre la luz que fue mi diario en verso El camino de Angi en el que narraba mi relación de pareja con la madre de mi hijo, y la sombra de mi anterior libro Algo te queda, en el que narraba buena parte del proceso de divorcio de dicha relación. El poema Pasando página era la pieza que me faltaba en este juego de rompecabezas para asumir que esa relación ya no tenía vuelta atrás, que echarla de menos no me la iba a traer de vuelta, que la poesía continúa, aunque la felicidad no esté incluida, que hay que ir en busca de otro amor.

Devenir111: De cuatro poemas de La bella lejanía recortamos algunos versos; no desde un criterio estrictamente poético, sino para charlar contigo: para que nos digas lo que se te ocurra…

  • De “Pasando página”: Ella/ya rehízo su mundo con su cara más bonita,// Pero has de saber que la mujer de tus sueños/ya no atiende a razones, nostalgias o poemas:/ya había superado todo el duelo/un año antes de romper contigo. El final del poema me trae a cuento una frase proferida con gracia y seriedad por cierto amigo algo después de una separación de pareja: “El hombre comienza a hacer el duelo cuando la relación termina. La mujer deja la relación cuando ya terminó de hacer el duelo”…
    Abel: Jajaja Pues a ver si va a ser el mismo amigo, porque este poema, la pieza del rompecabezas que me faltaba para el libro como antes te decía, lo escribí después de una profunda conversación con mi amigo escritor Gustavo Latrrechiana, que es de Buenos Aires, pero afincado aquí en Barcelona. Él también está pasando por un duelo de separación de pareja, y quedamos de vez en cuando para desahogar las penas y echar unas risas tomando un café. El poema, de hecho, está dedicado a él en el libro. Y es una verdad como un templo, cuando descubres porqué tú llevas años solo echando de menos a la mujer de tus sueños pero ella ya tiene otra pareja y ha rehecho su vida, entonces lo comprendes todo: ella ya se había despedido de ti poco a poco, ella ya había llorado todo lo que tenía que llorar por el fin de vuestra relación aunque durmiera cada noche a tu lado.
  • Pareciera haber una reinscripción, un re-ubicar(te) desde diversas perspectivas, respecto a una relación “soñada” con una mujer… De “No conoces mejor vino que tu sangre”:  A pesar /de que los muros donde ahora habitas/sean un desastre y la vida un poco más,/revisa tus recuerdos y afirma/que fuiste un hombre/amado por la mujer de sus sueños/  Y de “Observando el vaivén de las olas”: «Los fragmentos/de todo aquello que se rompe, tuvieron,/durante un precioso tiempo,/sueños parecidos,/completos.» …
    Abel: Mi nombre, Abel, significa “Efímero”. Y si algo ha aprendido en estos últimos años este corazón romántico que tengo y que cree en el amor eterno, si algo he comprendido en mis tres últimos libros publicados es lo efímero que es todo, que los sueños se cumplen, pero que es más difícil cumplir que el sueño se mantenga, que no se disuelva, que no se transforme. Pero hay belleza en la brevedad de las cosas, y eso es lo que las hace más valiosas, a las cosas y a nuestra relación con las personas. Esa es su perfección. La detestable perfección de lo efímero, que decía la poeta Blanca Varela.
  • Hablando de amores otros… ¿Nos podés contar una anécdota, un momento, de alguna tarde de domingo con tu hijo? Emociona el final de “Otro poema de un autor que me encanta”: cuando tengo visita con mi hijo/y nos tiramos/juntos,/felices,/por el pequeño/tobogán. …
    Abel: Una tarde de vuelta a llevarlo con su madre, el ascensor de la estación del tren estaba averiado, y teníamos que bajar a pie las largas escaleras. Empecé a cargarme al hombro y a la espalda las mochilas y a desmontar el carrito. Se acercaron a nosotros un par de chicas jóvenes, de unos veinte años y se ofrecieron a ayudarme a cargar con algunas cosas. Acepté, y una vez abajo, mi hijo les preguntó su nombre, una respondió: “Mía”. Yo dije: ¡Ah, Mía, que nombre más bonito!. Y mi hijo contestó: “¿Mía? ¿Es tuya, papa, la chica?” Hubiera sido una buena ocasión para ligar jajaja
  • ¿Y qué escribe tu andar, Abel? Cierra así “No conoces mejor vino que tu sangre”: Nosotros, tus viejos demonios,/te veneramos y tratamos/como a un igual/al que aún no hemos logrado/torcer.//Este es tu único camino.
    Abel: «No conoces mejor vino que tu sangre» es una frase que he tomado prestada del gran poeta Antonio Porchia, y que la llevo a mi terreno para recordarme que ahora no hay nada que me estimule más creativamente que la sangre sobria, pura y limpia que corre por mis venas y las de mi hijo, que no necesito ningún paraíso artificial, que no necesito demostrar mi fuerza a nadie, que nunca me faltó de nada antes de tenerlo todo.

Devenir111: El disparador del actual número de la revista es Molinos de viento. ¿Qué te evoca?
Abel: A ver más allá de nuestra propia nariz, a no conformarse con lo que nos venden a cada segundo en cada ventanita que se abre publicitándonos algo. Me evoca vivir, que no es lo mismo que sólo respirar. Si Don Quijote viviera en nuestros tiempos creo que los gigantes contra los que lucharía no serían ya molinos de viento, sino pantallas de móvil. En este número vamos a estar a quienes no nos engañan con eso de: “Mira la pantalla, es el futuro”.

Devenir111: Nuestra revista se hace desde Buenos Aires, Argentina. ¿Nos contás acerca del presente de la literatura, y en particular de la poesía, en España?
Abel: Hay de todo, desde los poetas de moda entre el público adolescente y que venden 10.000 ejemplares, inexplicablemente, a los poetas de la vieja guardia como Luis García Montero, Benjamín Prado, Eloy Sánchez Rosillo, o el gran observador de la ciudad que es Karmelo C. Iribarren. Se puede decir que hay que agradecer que en España tenemos diversas e interesantes opciones tanto de autores como de editoriales. He tenido el gusto de publicar en sellos como Chamán Ediciones, Boria, o ahora con La bella lejanía en La Garúa Poesía, que son editoriales independientes llevados por los que yo llamo “editores de raza”, de los que pican piedra para dar a conocer tu libro, de los que se patean las pequeñas librerías o las grandes superficies para hablar de ti, de los que saben que los libros no se van solos a la caja registradora para venderse.

Devenir111: ¿Algo que quieras agregar, Abel?
Abel: Me he sentido muy a gusto contestando a vuestras preguntas. Siempre es un placer colaborar como autor en cada número de vuestra revista, que se levante este puente de amistad entre Barcelona y Buenos Aires. Gracias a vosotros la poesía continúa…


Abel Santos, escritor, poeta (España. Barcelona, 1976). Ha publicado los libros de poesía Esencia (1998), El lado opuesto al viento (2010), Todo descansa en la superficie (2013), Jass (2016), Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas (2016; segunda edición 2017), Huelga decir (2019), El camino de Angi (2020), Algo te queda (2022, libro con el que quedó finalista del XXIV Premio de Poesía Ciudad de Salamanca), su Antología Poética 1998-2014 Demasiado joven para el blues (2014), La bella lejanía (2023). En 2015 coordina la antología La casa de los corazones rotos. En 2018 gana el II Concurso de Poesía “Perfecto Esperpento” contra el Estigma en Salud Mental. Algunos de sus poemas han sido traducidos al árabe clásico, al catalán y al inglés.
www.abelsantospoesia.blogspot

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