Abel Santos: «Tu único camino»

NUNCA DEL TODO 

Todavía no sé por qué me hice poeta 
cuando recobro el sentido cada mañana y la ciudad  
contiene la respiración bajo la pandemia.  

Y no puedo dejar de preguntarme 
para que se dedica uno a la poesía, a la educación sentimental 
de los ciudadanos del mundo 
(vuestro mundo tan moderno e intuitivo), 
y no sé para qué hay genios 
que observan las estrellas del espacio infinito, 
el agua, los átomos, las sílabas, las bacterias, 
el imperativo categórico 
de quien se permite filosofar, 
si luego vienes tú, inútil, pelmazo,  
a darnos vergüenza ajena una vez más,  
a cortarte las uñas, por ejemplo, en el vagón donde 
persigo la dignidad de mis horarios; 
tú, siempre nocturno, pero nunca del todo la noche, 
tú, siempre brillante, y en cambio, 
luz nunca es del todo en el vacío tu nombre. 

Todavía no sé por qué me hice poeta 
cuando ya he descansado, pero no consigo 
despertar, después de 43 años de cuarentena. 

Yo tan sólo sé 
―como dijo entre arena y espuma el 
profeta― que mis más bellos ropajes 
fueron tejidos por otro, 
que el alimento más sabroso 
y la cama más cómoda 
que me pueden ofrecer 
están en la casa y en la mesa 
de otra persona. 

Por tanto os digo: ―¿Cómo puedes separar 
tu ser interior de los demás? 

Todavía no sé por qué me hice poeta.  

Y quizás soy el hombre más pobre que hay aquí, 
pero tengo la sospecha 
de que existe algo más, 
y con ello ya gano todas las riquezas 
necesarias para vivir. 

NO CONOCES MEJOR VINO QUE TU SANGRE 

A pesar 
de que los muros donde ahora habitas 
sean un desastre y la vida un poco más, 
revisa tus recuerdos y afirma 
que fuiste un hombre  
amado por la mujer de sus sueños 
y que en la dura caída 
te tendieron su mano 
valerosos versos y enemigos. 

Deja de pensar en rendirte o en beber 
—ya no eres esa clase de loco—: 
sabes que no hay mejor vino 
que contemplar a tu sangre crecer 
aunque intentaran separarte de tu hijo. 

Nosotros, tus viejos demonios, 
te veneramos y tratamos 
como a un igual 
al que aún no hemos logrado 
torcer. 

Este es tu único camino.

PASANDO PÁGINA 
para Gustavo Lattrechiana 
Yo soy apenas la burbuja 
que te refleja, que destruirás 
con sólo un parpadeo. 
JULIO CORTÁZAR 

Ella  
ya rehízo su mundo con su cara más bonita, 
y cuando miro hacia atrás todo lo comprendo. 
Sí, me hacía el amor, me protegía de los enemigos, 
y me daba la mano, retrasando el momento  
de llevarse las cosas más bellas, 
y me abrazaba, llorando de risa con mis chistes, 
pero sufría, sufría cuando no la veía nadie, 
por mi corazón ya destrozado sin ella. 
Yo me pasaría lo que me queda de vida triste 
en la luz y la sombra de las calles 
si la tristeza la retuviera conmigo, 
si la tristeza me la trajera de vuelta. 
Pero has de saber que la mujer de tus sueños 
ya no atiende a razones, nostalgias o poemas: 
ya había superado todo el duelo 
un año antes de romper contigo.

ENTRE TÚ Y YO  

Nunca te voy a perdonar, Dios mío: 

me lo has quitado todo, a ti no te falta de nada,  
tienes un hijo en cada árbol,  
cada brizna de hierba o cada hoja verde caída en la ventana,  
en cada nueva oportunidad de experimentarlo todo  en esta 
lluvia que cae y que nunca falla,  
en las palomas que se acercan despacito  
a pedirme limosna, tuyas son las motas de polvo,  
el amanecer y el ocaso, tuya es mi obligación  
de estar tan sólo yo al alzarme o al caer.  
Contigo van las Navidades, la Semana Santa,  
el silencio de las bibliotecas,  
devuélveme mi sueño más nuevo,  
mi voz, la humanidad, desclávame de la luz y de la sombra,  
no me quites las cosas más bellas, dame tus manos,  quiero 
recuperar el amor de mi ex-mujer,  
ver crecer a mi hijo, jugar con mi perro,  
llegar del trabajo y encontrar la luz de mi casa encendida.  
Déjame decir yo con el corazón ya estoy bien,  
déjame decir “yo”, aunque esta expresión  
no le esté permitida a la parte,  
pues dicha expresión sólo tiene sentido para el todo.  
Tuyas son las iglesias, las ermitas y las catedrales,  
los caminos del peregrino, la ceniza que el amor  
convierte en madera, como dice el poeta,  
tuyos son los puentes, las puertas, las estrellas, los panales,  
tuya es la poesía y toda esa poesía que nunca cabe en un poema, 
el infierno y el cielo de esta mente  
que siempre está soñando la felicidad.  

Dime, ¿por qué es tuya también esa expresión  
de divertida tranquilidad que me pones  
mientras lloro y te escupo estos versos con rabioso dolor?  

Justo en ese momento, Dios, se sonreía,  
mientras me señalaba el tren  
que me llevaría a un nuevo amor.

LOS POEMAS QUE MUERDEN 
Vemos las montañas asomarse 
como caninos en el cielo estrellado. 
LAURA BOSCARDIN 

De vuelta a casa, 
el poeta quisiera ser el mejor amigo 
del hombre. 

 (Abel 
no tiene razón, 
pero siempre puedes 
fiarte de él. 
 Caín 
tiene razones, 
pero deberías confiar 
solo en ti). 

Ya sabéis entonces porqué escribo: 

si los perros hablasen  
yo haría pedazos  
todos los poemas que muerden, 
me dejaría acariciar, 
besaría manos; 

si los perros hablasen yo  
no sería escritor.

Abel Santos, escritor, poeta (España. Barcelona, 1976). Ha publicado los libros de poesía Esencia (1998), El lado opuesto al viento (2010), Todo descansa en la superficie (2013), Jass (2016), Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas (2016; segunda edición 2017), Huelga decir (2019), El camino de Angi (2020), Algo te queda (2022, libro con el que quedó finalista del XXIV Premio de Poesía Ciudad de Salamanca), y su Antología Poética 1998-2014 Demasiado joven para el blues (2014). En otoño de 2023 verá la luz su nuevo poemario ‘La bella lejanía’, con prólogo de Manuel López Azorín. En 2015 coordina la antología La casa de los corazones rotos. En 2018 gana el II Concurso de Poesía “Perfecto Esperpento” contra el Estigma en Salud Mental. Algunos de sus poemas han sido traducidos al árabe clásico, al catalán y al inglés.
www.abelsantospoesia.blogspot

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