Franco Santéramo: «¿El cuerpo?»

¿El cuerpo como efecto de un engaño necesario?

El cuerpo del psicoanálisis no es el cuerpo de la medicina. ¿O será que sí, pero la medicina no lo sabe (mejor dicho, lo forcluye)? Freud, como se sabe, antes de inventar el psicoanálisis, ejerció su profesión de médico. Pero este saber no le alcanzó para curar a las pacientes histéricas que atendía. En el cuerpo de éstas, había dolencias de otro orden. Junto a Breuer, las escuchó. En esas palabras, se escuchaba un sentido de otra dimensión – inconsciente – que favorecía la formación de los síntomas histéricos conversivos, que se manifestaban en sus cuerpos.

Hubo una corriente de “post-freudianos” que parecen ignorar este asunto (Utilizo las comillas para interrogar el término “post-freudiano”. Lo son sólo si se toma el “post” de forma cronológica. Pero, ¿qué han hecho con el hallazgo freudiano, lo han forcluido también? ¿Están realmente “después” de Freud si, lógicamente, no lo han superado? Quizá por eso, Lacan propone retornar a Freud). Llamativamente, la palabra “cuerpo” no aparece en el “Diccionario de psicoanálisis” de Laplanche y Pontalis. Ya con Lacan, podemos decir que el sujeto –¿también el cuerpo?– es lo que un significante representa para otro significante. ¿Cómo se constituye el cuerpo, para el psicoanálisis? El cuerpo está afectado por el lenguaje. Esto se puede decir mejor, el cuerpo está efectuado por el lenguaje. Es decir, vamos a ubicar al cuerpo como efecto del lenguaje, efecto del Otro, Otro del espejo. Sin embargo, como señala la psicoanalista argentina Jorgelina Elstelrrich: “La escuela estoica antigua ya había entrevisto una peculiar noción de cuerpo por la vía del objeto incorporal, aquello que es del orden incorpóreo, algo intangible, objeto impalpable. El vacío, por ejemplo. Para la enseñanza estoica, todo es cuerpo. Inclusive la incorporeidad”, vamos a encontrar algo que el espejo no devuelve en su imagen, un cierto vacío de significación. El cuerpo está hecho no sin esa incorporeidad de la que hablaban los estoicos.

Acompañado por Oscar Masotta, voy a servirme en el presente artículo –que recorrerá algunas vicisitudes concernientes al cuerpo para el psicoanálisis– del escrito de Jacques Lacan titulado “El estadio del espejo como formador del yo, tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”. Porque, como se sabe, Lacan también fue médico, pero tampoco le alcanzó, como a Freud, el saber de la medicina. Masotta va a decir respecto a este escrito lacaniano, en “Lecturas de psicoanálisis. Freud, Lacan” (un seminario que dictó en Barcelona, en el año 1975, a personas que recién empezaban a escuchar algo de la obra de Lacan):

”En primer lugar, nos interesa el título mismo del ensayo de Lacan, que tiene que ver con la idea de que el estadio del espejo es el formador de la estructura del yo. (…) La idea es que lo que ocurre en el estadio del espejo determina y forma el yo humano.

“Lacan comienza el artículo haciendo, por un lado, una analogía y, por otro lado, señalando una diferencia entre el comportamiento del nenito humano y el del animal frente al espejo. (…) El cachorro humano es capaz de acceder al espacio especular en tanto tal. Es decir, capaz de escindir el espacio meramente real y empírico en espacio real y espacio imaginario. O sea, no confundir lo que ocurre en el espacio imaginario con el espacio real, darle al espacio imaginario su propia profundidad.

“Esto no es lo que hace un mono ni lo que hace un perro. No lo pueden hacer. El mono, en la época en que, desde el punto de vista de la inteligencia instrumental, es capaz de dar este paso, se mira al espejo, parece que tiene cierto interés en la imagen, pero rápidamente corre a ver qué hay detrás del espejo, como si la imagen que ve fuera la de otro animal.

“Mientras que el nenito humano en primer lugar, dice Lacan, responde a su propia imagen en el espejo con signos de alegría. Saluda la aparición de su propia imagen con alegría. Por los movimientos de la cabeza y los ojos muestra, además, que reconoce y explora el doble entorno: el entorno imaginario y el entorno real. Y compara. Mira a la madre, mira al espejo y además lo hace con alegría. Por lo mismo, desde entonces, el nenito ya no va a confundirse – salvo que sea un psicótico –. Captura su imagen en el campo especular; al mismo tiempo, desdobla el campo en real e imaginario. Es capaz de hacerlo.

 “Pero no es menos importante, dice Lacan, el hecho de que el niño pueda hacerlo incluso cuando no está todavía mielinizado, cuando aún no está consolidado todo el aparato de sostén (el estadio del espejo se puede situar entre los 6 y los 18 meses). Lacan llama la atención sobre el hecho de que el nenito da grandes sacudidas de cabeza ante el espejo, como para “capturar”, dice, el instante, la unidad de su propia imagen en el espejo. Al niño se le ilumina la cara, sonríe con alegría ante la aparición de esta imagen suya especular. Aquí se constituye una matriz, dice Lacan, cuyos dos vectores fundamentales son: por un lado, la capacidad de desdoblar el campo real e imaginario o, lo que es lo mismo, capacidad de otorgar al espacio imaginario estatuto de tal; por otro lado, la inmaduración biológica en ese momento del desarrollo. El nenito, aun mucho más inmaduro que el mono, que el perro…, que cualquier animal, puede hacerlo.

«Ocurre que del lado de la imagen el chico captura algo así como, podríamos decir, su unidad guestáltica: la imagen se le da como un todo guestáltico. Pero del lado del cuerpo propio, lo que le ocurre es que recibe los datos propioceptivos de la percepción interna en general. Y estos datos, en cambio, son discontinuos: y aquí estaría la atomización. Mientras en el nivel imaginario del espejo me percibo como unificado, en el nivel propioceptivo de mi propio cuerpo me percibo como atomizado. Y yo, ante este cuerpo autoperceptivo atomizado, lo “reprimo” para alienarme completamente en la unidad de la imagen guestáltica especular”.

Esta extensa cita de Masotta, con su modo “ni erudito ni alambicado” –en palabras del psicoanalista Norberto Ferreyra–, permite al lector no familiarizado con el discurso del psicoanálisis, tener un acercamiento más ameno al estadio del espejo que Lacan propone.

Si bien puede hacerse una lectura estructural del estadio del espejo –lectura que comparto, por ejemplo, gracias a la siguiente cita de Lacan: “Basta comprender el estadio del espejo como una identificación en el sentido pleno que el análisis da a este término: a saber, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen. (…) Será también el tronco de identificaciones secundarias”– no conviene dejar de ubicar este estadio como constituyente, como “formador”, parafraseando el título. Digo, de entrada, que la imagen que se tiene del cuerpo queda constituida a partir de este momento. ¿Cómo se constituye el cuerpo? A partir de una imagen de completitud, que el Otro afirma. “Ese cuerpo soy yo”, podría ubicar el nenito frente al espejo. La imagen que el espejo nos devuelve es la de un cuerpo unificado, esto es el engaño necesario que el amor hace posible. Un cuerpo unificado (el del espejo) se anuda al cuerpo despedazado (el de los datos propioceptivos). Aquí se diferencia el humano del animal, puesto que este último, por más maduración biológica, no logra hacer este anudamiento. Como sabrán, Lacan se sirve de la experiencia de la psicología comparada en la que un bebé, “la cría de hombre” dice él, ya desde los seis meses, colocado frente a un espejo, es capaz de reconocer su imagen como propia. Se produce un efecto Eureka, acto de inteligencia o insight, y, de ese modo, se anuda la imagen del espejo con la percepción del propio cuerpo. A su vez, la no mielinización en este estadio va a permitir pensar que lo orgánico (cuerpo de la medicina) no comanda en estos asuntos –si bien, obviamente, sí interviene-. Hay un Otro que afirma el cuerpo del sujeto. “Tenés hambre”, puede decirle y así constituir el hambre en ese cuerpo. O “sos hermoso” y así constituir la hermosura de ese cuerpo. Siempre y cuando opere la alienación. Con palabras de Lacan: el “dinamismo libidinal, hasta entonces problemático” encuentra, ahora, un orden. Citándolo nuevamente, se afirma lo constituyente de este estadio: “Es que la forma total del cuerpo, gracias a la cual el sujeto se adelanta en un espejismo a la maduración de su poder, no le es dada sino como Gestalt, es decir, una exterioridad donde sin duda esa forma es más constituyente que constituida”.

Pero hay un término en el escrito de Lacan –que también se encuentra en el comentario de Masotta– que es problemático. Cuando se habla de los datos propioceptivos del cuerpo propio, o del cuerpo despedazado que se integra en la imagen especular, ¿se da a entender que hay un cuerpo antes del cuerpo? ¿Allí se encuentra lo incorpóreo? Surge aquí un problema. Freud lo dice sencillamente; prafraseándolo desde el “Proyecto de psicología para neurólogos», podría decirse que hay una tensión corporal, que se simboliza, para ser aliviada. Es el ejemplo anterior: La madre que dice sobre su bebé: “Tiene hambre”. El nene no sabe que tiene hambre, hasta que la mamá le dice que tiene hambre. Sin embargo, siempre queda un resto, puesto que tal alivio nunca es absoluto. En el ejemplo del estadio del espejo, podríamos decir que la imagen que el espejo refleja, nos puede dar una imagen muy bonita, pero no muestra el dolor de muelas que se puede estar sintiendo (ejemplo que utiliza Masotta). El cuerpo es un nudo. No hay antes y después, hay “al mismo tiempo”. Dice Lacan: “Este acto, en efecto, lejos de agotarse, como en el mono, en el control, una vez adquirido, de la inanidad de la imagen, rebota en seguida en el niño en una serie de gestos en los que experimenta lúdicamente la relación de los movimientos asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de ese complejo virtual con la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas, incluso con los objetos, que se encuentran junto a él”. Decimos nosotros: en ese acto, no sólo se constituye el cuerpo; sino, también, el cuerpo de los otros, el contexto que los rodea, los objetos, en suma: el espacio. El espacio –como el tiempo– constituye un anudamiento.

Bibliografía:

  • Freud, Sigmund. (1899) “Proyecto de psicología”. Amorrortu Editores.
  • Hope Moncrieff, A. R. (1995) “Mitología clásica”. M. E. Editores.
  • Lacan, Jacques. (1949). “El estadio del espejo como formador del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”. Segio XXI Editores.
  • Lacan, Jacques. (1962-1963) “Seminario 10: La angustia” – Clase V: “Lo que engaña”. Paidós.

Franco Santéramo, psicoanalista. Miembro del Movimiento Psicoanalítico del Oeste.

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