Querida Gaia:
Anoche soñé con la “moreneta”. Sí, sí, la mismísima virgen negra de Montserrat. Volví a su montaña, allá arriba donde parece que uno toca el cielo con las manos. ¿Cuándo fue que estuvimos en Barcelona? Ya recuerdo, en el año dos mil nueve.
Viste que Barcelona no nos gustó mucho; sus catalanes son bastante toscos y poco educados. Además viven enojados con todos, se creen los mejores de España y, si se los deja, los mejores del mundo. Los que pasan por ahí como turistas se enamoran de la Barceloneta y yo la recuerdo sucia. Sucia como la calle donde vivimos detrás del Monte Guinardó donde en cuarenta días nadie recogió las botellas de cerveza rotas de las calles.
¿Por qué volví? ¡Y con tan intensa emoción!
La mente me trajo partes de un recuerdo que estaba oculto.
Ahora comprendo que aquella vez cuando subimos por la cremallera yo estaba en otro viaje. ¿Te acordás? Me preparaba para cruzar al desierto en busca de un hombre que no había visto nunca más que en sueños. Iba en busca de una parte de mi alma con los pocos datos que entre los sueños y la búsqueda en internet había conseguido. Y te confieso que yo, que siempre pensé que era muy tonto hacer fila para saludar una estatua, hice fila junto con muchas personas para pararme frente a esa estatua de madera oscura decorada con mucho oro y le pedí ayuda para encontrar a ese hombre. Y lo encontré.
En cambio anoche caminé, observé y me extasié con toda la vista de la tierra hacia abajo, hacia adelante, hacia atrás. Entonces vi lo que no había visto diez años antes. Vi un bellísimo lugar del mundo y sentí que mi ser está sanado, que algo de lo vivido en un medioevo triste entre el hombre que tiene una parte de mi alma y la parte que tengo yo, está curada. Entonces me pregunto y te pregunto: “¿Mi alma se desprendió y voló a Montserrat?”.
¡Ay, Gaia! Diez años más tarde, me encontré abriendo los ojos en mi cama de Buenos Aires diciendo esta oración:
“Rosa de abril,
morena de la sierra.
Regresé a tu monasterio a pasar la noche,
desperté con las campanadas de las laudes matinales,
y esta mañana cae al abismo
mi corazón de amor.
Niña negra cuida mi raza”.
Madre Deu de Montserrat
Gaia Orbe, escritora, docente, farmacéutica, radialista, viajera. Socia fundadora de la cooperativa de trabajo La Taba, que desarrolla y comercializa servicios de comunicación. Escribe Fuga de Palabras, una columna mensual para Revista la Taba y Relatos domingueros en IG: @cooperativalataba. En 2014, publicó el libro Cartas a Nashira. El camino de las sombras largas. Y los relatos: “Hágase la luz”, en la Antología Jada Sirkin (Peces de la ciudad, 2017) y “Hechizo de jazmines”, en Ecos (Cuatro hojas, Madrid: 2019). Realiza las Crónicas Gaia en Radio Gráfica y Radio Hache. Su primera nouvelle saldrá en 2021 por Grupo Editorial Sur.
@nosotrosgaia FB: Gaia Orbe
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