Héctor Urruspuru: «La cuerda de Betelgeuse»

Caía la tarde de un domingo lluvioso cuando me acerqué a la casa de Urruspuru para concretar la entrevista. Charlamos sobre el barrio de Sáenz Peña, sobre el llamado progreso… Y enseguida, de la letra. Del torrente lírico y andariego de su poesía.

Devenir111:
  Aun sin conocerte mucho… Creo posible concluir que sos un tipo ligado a las letras, los libros, la lectura, la escritura, desde pendejo; y que eso es un vector principal, decisivo en tu existencia…
Héctor:
  Tal cual. Creo que mi naturaleza es la poesía, estoy hecho de eso. Lo cual no implica que me crea un gran poeta. Uno lee a Lorca, a Borges… y se da cuenta que no les llega ni a los talones. Aun, suelo traer una frase de León Felipe: “Mi voz es pequeña y sin brillo, pero me sirve muy bien para cantarle a Dios desde estas alturas.” Entonces teniendo una voz pequeñita… ¿Qué me importa? Yo canto a Dios, hablo, escribo –trataré de mejorar, sí…-. En principio uno escribe para uno, y solo en la medida en que uno se siente bien con lo que escribe puede mostrarlo al resto. Ese camino me armó como escritor, como poeta. Aunque vivo en duda con mi letra. De mil poemas que tenga escritos, novecientos quizás sean una porquería… Pero es una lucha interna linda.
  Ahora… ¿Por qué escribo? Como otros se preguntan por qué tengo que hacer esta escultura, o pintar un cuadro… El artista –y volvemos a lo que me decías el otro día porque me quedó dando vueltas-, el artista tiene como un grito interno, una necesidad de decir. Está compuesto de esa naturaleza y lo tiene que hacer, no se sabe por qué, es un misterio, pero le tocó a él convertir de ese modo el entorno en belleza.
  Eso me acompaña desde el comienzo y ya no me abandonó nunca.

Devenir111:
  ¿Desde cuándo, tenés idea cómo surgió?
Héctor:
  De muy chico era asmático. No podía salir a jugar a la pelota, debía quedarme encerrado… Me atacaba sobre todo a la noche el asma, pero menos si me mantenía despierto. Entonces escuchaba la Spica –ahí descubrí a Hugo Guerrero Marthineitz y esos silencios vibrantes que ya no existen en la radio- y como en casa había una biblioteca empecé a agarrar libros, que me salvaban de esa situación espantosa, que me mantenían despierto porque me maravillaban. Y de ahí pasé a admirarlos, a quererlos, a imitarlos… Y un día comencé a escribir, primero cuentitos y luego pasé a la poesía, encontrando en ese vehículo mi forma donde expresar lo que sentía.
Devenir111:
  ¿Hubo algún momento en el que sentiste que la poesía era lo tuyo, que ibas a dedicarte a eso?
Héctor:
  Yo era vecino de Marco Denevi –estudié con su hermana- y de Ernesto Sábato –algunos de sus libros son muy poéticos-. Me puse a leer todo de ellos y un día con un amigo le fui a tocar el timbre a Sábato, nos hizo pasar, y terminó yendo a dar una charla a mi colegio donde yo dirigía una revistita literaria. Cerca también había un lugar de encuentro de escritores; en cierta ocasión me presenté, y leí todo acelerado, nervioso, un poema que había escrito. “Sacando la velocidad que le puso a la lectura, está muy bueno lo que escribió”, me dijeron. Esa fue la primera vez que sentí que alguien había escuchado algo interno mío, y fue difícil, extraño ese quedar expuesto no se sabe ante quién… Pero sentí que podía hacerlo y así se fueron dando las cosas…

Devenir111:
  Creo advertir en lo que escribís distintas formas poéticas, distintas métricas… Uno puede decir “Éste es Urruspuru”, y aun así hay cierta diversidad…
Héctor:
  Desde hace mucho divido mi poesía en dos ramas, la lírica y la social. Son dos maneras de decir la poesía. En la lírica voy más a algo simbólico, hermético, aunque no por eso menos social o doloroso –no es una lírica de amorcito, mariposas…-. En la otra es un lenguaje más llano, social y contundente, con golpes de efecto más entendibles por muchos, o generalizados en su manera de producir el efecto. También pienso que la poesía social tiene que tratar de trascender el tiempo en ese poema. Porque puede ser un hecho periodístico que les acontece a ciertas personas en cierto pueblo, y el tiempo hacer que ese hecho se olvide. Entonces el poema tiene que tener belleza; algo que lo sustente más allá de la anécdota que lo hizo. No se trata de agarrar un megáfono y decir para la monada, demasiado lineal, carente de recursos poéticos; tiene que tener una estructura artística que lo mantenga más allá de la pose con la que se lo dice, de la proclama o de lo meramente periodístico.

Devenir111:
  En algunos de tus poemas parece haber cierto “diálogo” para decirlo así, un dejo de evocación de otros textos. ¿Jugás con eso, te sale solo?
Héctor:
  Sí… Me sale, porque… De golpe en la creatividad surgen cuestiones que te remiten a un hecho del pasado, y dejás que eso que apareció corra, que vuele hacia allá, aunque de modo que encaje en lo que estás escribiendo sin que moleste, de forma que al lector le guste sin necesidad de saber su referencia específica. No es gratuito meter un insert o una cita. Por otro lado suelo decir que la mejor influencia es aquella que no se nota en tus escritos. Yo tengo héroes en la poesía (Lorca, Borges…), y encuentro cositas de ellos en mi escritura. Pero creo que mi poesía no se parece a la de ellos. No porque me escape de parecer, sino porque han entrado dentro de mí y salen casi como ocultos en mi propia letra.

Devenir111:
  Algunos poetas enfatizan mucho el final, hacen una suerte de “culto al remate”. Me parece que esa no es tu preocupación, que en vos hay laburo en el despliegue del poema. En todo caso ¿cómo trabajás los poemas?
Héctor:
  Puede ser… Es algo que uno no se lo propone, pero… Gabriel García Márquez –aunque es un novelista creo que vale también para la poesía- decía que era importante captar la atención del lector en la primera página o en la primera parte porque a partir de ahí lo tenías con vos y lo conducías. Eso es el comienzo. En cine también son importantes los primeros cinco minutos de una película, que te atrapen. Después pueden venir remansos –que ojo, para que la persona no se vaya a dormir por la mitad del poema o la película, hay que subir y bajar…-. Y el final, que puede ser abierto o cerrado. Un poema con un final abierto, como una bomba de retardo que te estalla en el transcurrir del tiempo. O con un final cerrado, donde haya para volar en lo que se dijo. Yo trabajo eso. Pero creo que no conviene quedar prisionero del remate, como si toda tu poética dependiera de eso y no del transcurso. Dejate llevar, fiel a tus sentimientos; tu naturaleza te va a decir cómo tiene que terminar ese poema.

Devenir111:
  En ese despliegue supongo que hay un momento en que el poema te lleva a vos, más que vos al poema…
Héctor:
  Es lindo eso… Generalmente uno tiene disparadores para empezar a escribir. Un verso, o versos… que si no los anotás, cuando querés hacerlo algo cambia y se te fue al carajo… Ese disparador muchas veces va a generar el resto del poema. También hay poemas que mágicamente salen desde el comienzo hasta el final, redondos, pero en pocas ocasiones. El resto es trabajo. La poesía puede tener situaciones, personajes, diálogos, criaturas que se van moviendo dentro de ella, y de pronto algo hace que aparezca otra, que necesariamente era una voz que tenía que encontrar… Y empezás a escribir sobre ese otro ser que aparece y que cambia al resto. Ahí fuiste llevado, algo sucedió… Me acuerdo de Clemente y Bartolo. Primero aparece Bartolo que era un hombre de tango que llevaba un pajarito mal dibujado y decía sólo pío pío. A la gente le empezó a gustar el pajarito, empezó a tomar más fuerza y pasó a llamarse Clemente. Hasta que un día se ve a Bartolo yéndose en el tranvía para siempre… Eso es la poesía también. Vos estás escribiendo y de repente aparece algo, que hay que dejar que vuele; también hay que observarlo… porque no todo lo que surge suma –quizás redunde o empalague jajá-. Me gusta –es un reto, un juego- trabajar el poema, ya sea breve o largo. Son distintos, pero no en la esencia. Poco tiempo, poco espacio para decir algo. En ocasiones me surgen poemas que no llego a escribir. Yo los llamo poemas a Dios, porque pienso que sólo él los escuchó.

Instrumentos que suele tocar Héctor en su condición de músico: Antara (recta) en Mi Menor y quena de ébano Gabón con incrustación de piedra semi-preciosa…

Devenir111:
  Has dicho que escribís para vos. Aun así, el interlocutor ¿qué función o lugar tiene?
Héctor:
  Claro. Muchas veces se pregunta “¿Cómo es el rostro de tu lector?” Y si fuera por el rostro… Pero no, no pienso en alguien al escribir. Primero pienso en una situación, algo que me dispara, un ahogo, un dolor, un desamor… Y en eso me siento humano, como abrazando al mundo del que soy parte. Y de alguna manera tengo que retribuir con eso que decíamos al principio, con lo que me tocó.
Devenir111:
  No hay un rostro a quien te dirigís, pero quizás a veces haya alguno que “cause” un poema…
Héctor:
  Ah sí, eso es diferente, ahí puede haber miles de rostros… Rostros que me están diciendo algo… El grito de Munch es un rostro, el caballo del cuadro de Picasso elevándose y abriendo la boca, la peluca de Trump que se le volara con el viento… El rostro de algún amor, el odio, el resentimiento –que es una flor a la que se la debe cuidar y regar… porque te permite una revolución por ejemplo, enojarte con las cosas que te están haciendo mal y ese resentimiento transformarse en un grito capaz de modificar el entorno-. Vos podés estar hablando del dolor, de la pobreza, la guerra, la muerte… pero la poesía siempre requiere belleza. También se pueden escribir deliberadamente versos lineales, contundentes, cuando a la vez la realidad es un acto poético en sí.
Devenir111:
  ¿Participás de la idea de que el lugar donde se vive, crea y dice, incide en la escritura?
Héctor:
  El entorno te condiciona, sí. Está eso de “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, y está bien. Sin embargo hay excepciones. Escritores que han hablado de circunstancias muy creíbles de otros tiempos y lugares sin nunca haber estado ahí (Verne, Salgari…). El poeta también puede irse a otras geografías, otras historias, indagar, viajar con la mente… Y ese poema volverse amigo de ese otro terruño.

Devenir111:
  Leyendo tu poesía hay encuentros que insisten. Te pregunto por dos: Dios (o algo así), y la soledad.
Héctor:
  Me he dado cuenta que le escribo mucho a Dios, lo menciono muchas veces. Soy profundamente creyente. Hablo de un Dios universal, que contempla a todos los universos de gente que cree en la Tierra. La fe es algo humano, viene con nosotros desde el comienzo de los tiempos y ha obrado maravillas, más allá de los errores cometidos por las religiones, por el hombre. A mí me ha acompañado mucho… ¿De qué lado ese Dios en mi poesía? Desde la soledad tal vez. Ese último recurso que tiene uno ante la finitud de la vida. Cuando ya no tenés amigos alrededor y estás solo, necesariamente tu voz –como un grito– requiere comunicarse, y hay alguien que sabés que te escucha –que creás, exista o no-. Es muy poderoso eso.
  Hay algo que llamo cantos del cisne. Muchos poetas y músicos antes de morir es como que emiten un canto al cisne. Porque el cisne no es un ave cantora, pero dice la leyenda que antes de morir canta y mejor que cualquier otra ave. Entonces yo creo que los poetas frente a la muerte, frente a ese final, tensan esa cuerda de ese arco, cargan su última flecha y la disparan al Infinito… ¿Es tu propia voz, tu reflejo, es Dios? Ponele el nombre que quieras. Entonces muchas de mis poesías, desde la soledad, tienden a mencionar a Dios. Hace decenios que no voy a una iglesia, que no rezo… Pero tengo esa impronta dentro mío.
  Y la soledad… vaya leit motiv. Ha creado maravillas. Cervantes en su celda escribiendo Don Quitote, la soledad. Cuando el hombre queda recluido y apartado necesariamente tiene que volar; si no muere. Y el artista trasciende su propia soledad, sus propios barrotes; y en ese canto ya no está tan solo.

Devenir111:
  Me es inevitable preguntarte a esta altura de tu partido, cómo ves hoy Maldita Ginebra
Héctor:
  Maldita Ginebra fue un divertimento. Una unión de muchos amigos, y la búsqueda de exaltar y celebrar la palabra escrita vuelta belleza que es la poesía. Y difundir a todos, sin excepción. Sin importar su naturaleza política, su bandería, sino que venga y lea sus cosas. Nunca discriminamos en ese sentido. Porque Maldita Ginebra se creó en sus orígenes hace más de veintipico de años dejando la política aparte y fue un éxito durante décadas. Bajo esa idea siempre fue una fiesta, una reunión de todos –radicales, peronistas, comunistas… -. Comíamos asados, nos juntábamos, amigos. Después bueno… vinieron los fanatismos. Y yo no la quise entregar a eso, a una sola manera de ver la realidad desde un lugar poético y desde una militancia. Maldita Ginebra también fue una locura, una alegría, fue una desmesura llevada y tratada hacia el lado del artista, del poeta, de lo teatral. Todos nosotros éramos actores en la noche de Maldita Ginebra, actuando una situación que era un acto poético. Al mismo tiempo éramos reales, verdaderos. Si había pobreza había pobreza, si había un momento sublime era ese momento sublime. Cada quien iluminaba la noche y maravillaba. Cuando había micrófono abierto se hacía una lista y nosotros decíamos “Si en este momento viniera Borges tendría que esperar su lugar en la lista”. Otra vez entonces la frase de León Felipe… “Mi voz es pequeña y sin brillo, pero me sirve muy bien para cantarle a Dios desde estas alturas.”

Devenir111:
  Seleccionaste 5 poemas tuyos a partir de Grito. ¿Te va leerlos, y charlamos algo de cada uno?

I-

Devenir111:
  Situás un desgarro, y del otro lado del río un amor que te salvaba… pero no.
Héctor:
  El desgarro es proclive al grito. Un cuchillo que rasga, violento, doloroso; sea inducido o el golpe que te sucede. Tengo otro poema que habla del amor del otro lado del río; un bombardeo en la segunda guerra mundial que destruye un puente quedando una persona en una orilla y otra en la otra. El puente también es una figura leit motiv. Une orillas, necesidades, instancias, ansias… El puente roto no, las olvida definitivamente, las deja libradas al cauce del río que por su naturaleza no podés cruzar…

II-

Devenir111:
  ¿Recordás en qué momento escribiste este poema, en qué estabas?
Héctor:
  Está escrito hace muchos años, era muy joven… Nace de una borrachera total, metido en mi habitación escuchando rock, que sentí me mandaba al otro lado, que no podía salir… Lo escribí rato después, creando ese personaje Lucio el eremita que está encerrado… pero vuela. Ese es el origen del poema, que deriva en otra cosa…
Devenir111:
  Nombrás una máquina de escribir…
Héctor:
   Sí. También en otros poemas… Tengo la idea de que al escribir, la mente se acomoda al adminículo, al vehículo con que se escribe. Una forma es escribir con pc, otra distinta con máquina de escribir, otra a mano… Borrar en la máquina de escribir es engorroso; entonces pensabas mucho antes de escribir párrafos ya muy estudiados. En cambio con la pc es mucho más veloz y eso interviene en el acto mismo de la escritura.

III-

Devenir111:
  Si bien la palabra grito aparece en un verso, todo el poema parece escribir un grito, en particular el de “arrojarse”…
Héctor:
  Y en este caso –es una imagen temeraria- arrojarse de espaldas al vacío. Muchos años atrás realizaba expediciones en las montañas, espeleología –meterse en las cavernas-. Las primeras veces que hice rapel, descender de espaldas era terrible y eso me quedó, “un tajo en la Tierra / un saco de huesos rotos”…

IV-

Devenir111:
 Pintó el humor…!
Héctor:
  Lo utilizo en varios poemas… Recuerdo uno que termina diciendo “para ver si un ángel rubio se la garcha”… Otro donde muere toda la familia, una niña de bucles dorados, un padre que es un Ceo de Connecticut que se culeaba a la inmigrante ilegal mejicana que lavaba planchaba enceraba, y al final digo “cómo no lo previeron, cómo no compraron en el shopping un oso hormiguero”…
  El humor es un valioso santo grial que tenemos los hombres. La ironía… también, es una maldad que uno se permite… Es humor, y el humor nos hace posible transcurrir situaciones adversas, difíciles, qué se yo, “ponete una cacerola en la cabeza y seguí”. Y decir lo que de otro modo no puede decirse: el bufón era el único que tenía piedra libre –aun a riesgo de que le cortaran la cabeza- para decirle al rey cualquier cosa, lo que nadie se atrevería.
  Y el humor es popular, entra muy fuerte en la sociedad. Entonces también es un arma valiosa, que cuenta a favor del poema.

V-

Devenir111:
  Somos arpón, quien lo dispara, y ballena… y mar/viaje…
Héctor:
  Claro. Es la tragedia. Nos reflejamos en ella y en todos su ítems. Somos arpón y ballena, sí. El viaje… me gusta imaginarlo errabundo y errático, “sin brújula” como digo en otro poema. El mar… me encantan los motivos marítimos. El piloto que se ata al timón y navega un barco en la tormenta para no caerse fuera; o aquel que tira el timón a la mierda y navega feliz a los arrecifes. O cuando muere el mar, o las filosofías nacidas al lado del mar –los griegos-. Siempre el mar como esa necesidad de grandes espacios abiertos, donde nada te interrumpe la vista hacia adelante, tan distinto a lo que nos pasa en la ciudad. Se dice que del mar vinimos. Por ahí frente al mar estamos ante nuestros orígenes. Frente al mar –y al fuego, otro elemento- el hombre vuela, piensa en la noche, se le dispara esa cuerda…
Devenir111:
  “Peces voladores”… Y aun una palabra, “Betelgeuse”…
Héctor:
  Betelgeuse, una estrella que estamos viendo, en su luz… y tal vez ya desapareció…


Héctor Urruspuru, poeta, escritor, conductor de ciclos literarios, gestor culturalmúsico, hacedor de radio. Ha publicado: “Prosas Bucólicas” Ed. El Suri Porfiado (2014). “Breviario” (2001). “Poetas argentinos del 2000” (2000) Ed. del Matadero, Antología de poetas argentinos, por la Universidad de Buenos Aires. “Travesías Poéticas” (2011) Ed. L’Harmattan, Antología bilingue (francés-castellano) de poetas argentinos editada en Francia. “Poetas y putas” (2008) Ed. Patagonia, Antología de poetas argentinos y extranjeros. “Oir ese Río” (2017), compilación mundial de poetas traducida a varios idiomas, por E. Charpentier y Robert Max Steenkist. Antología “Arbolarium” (2019), compilación mundial de poetas, traducida a varios idiomas. “Prosas poéticas y versos noéticos”, selección de poemas propios (2019). “Grandes éxitos Volumen I” (2020), antología conjunta con E. Charpentier. Premiado en numerosas ocasiones. Ha sido publicado en muchas revistas literarias (“La Guacha”, “Diario de poesía”, “La Masmédula”, “Revista Ñ”, etc.), como así también en sitios blog, universidades, etc., en el extranjero.
Desde hace más de 20 años dirige el célebre ciclo literario «MALDITA GINEBRA». Y desde hace 2 el programa radial por Facebook: «Esperando a Berny».
Pueden leerse algunos de sus poemas en el sitio web http://www.elmaestrodellongbow.blogspot.com
Contacto: malditaginebra@gmail.com

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