Marian Raméntol: «Líquido naufragio»

EL SUEÑO ABRE LA BOCA Y NOS OXIDA

El infierno respira sobre el dintel
y el gato imanta nuevas lunas.
Se enhebra lentamente la noche
y baña mi apenas torso
con niebla de espuma
sobre el borrador de mi arrecife.

El sueño afila sus molares, observa la lumbre
y se traga el hedor de la vida, su espejismo,
el nombre indescifrable de la sed,
su violenta caligrafía,
y el ostentoso perfume de la angustia.

El sueño abre la boca y nos oxida
nos torna crepusculares sobre el musgo
y rezuma frío, boquea rehenes
              sin alas
                    con toda la miseria atravesándonos.


LA ESTATURA DE MI SOMBRA

La cicatriz se hace escama
y muerde mi cuerpo.

Busco la sonrisa del mar
y su puño me recuerda
cómo duele su interminable geografía,
el golpe del coral
que escribe con violencia mi alfabeto.

Calles líquidas me interrogan.

El murmullo de los pasos,
la silueta oculta de tus ojos y tu nombre
conforman la estatura de mi sombra,
te adivino tras el viento que me define
como la espuma secreta
de todas mis criaturas, todas imitando tu muerte,
todas vertiéndote y regresándote,
pero en este vestíbulo azul
no cabe ya el escándalo de la sal,
ni el nombre solo de un invierno
ni mis manos urgentes y sin remite,
tan sólo la soledad del mundo contemplándome.

MIL MANERAS DE ESTAR EN EL MUNDO

No debiste nacer y estarás frío para siempre.

En esta casa que no te conoce, los nombres
cantan bajito por amor a los muertos.

Los sitios mudos
recuerdan habitaciones inclinadas como labios,
carcoma en las fotografías,
el redoble de un verde-negro,
párpados casi rotos
que inventan océanos apátridas
y paisajes que mueren mordidos.

Hay mil maneras de estar en el mundo
pero todas caben en la hoguera.

No debiste llover ni abrir el equipaje
ahora es ya muy lejos para repujar con angustia
tu líquido autorretrato.

LA HUMEDAD DE MI FUGA

Se pierden las palabras,
crujen en el otoño del verbo insalubre.

La herida se queda sin voz
y paraliza mis dos manos
que olvidan nombres y geografías
bajo el insomnio del océano
y se ponen a bailar
con cientos de interrogantes.

Perdemos el corazón en ese baile
mientras se vierte el mundo y nos salpica,
y queda muy poco por hacer,
por palpitar, por revelar
con tanta sombra tallada en la frente.

Sigo bailando y perdiéndome,
se abisma la humedad de mi fuga,
los peces ya no son de colores,
se pierde el sol
cuando me desclavo de la noche hambrienta
y sobrevuelo mi líquido naufragio
siempre contigo, contigo, contigo
navegándome la garganta.

Todos los poemas pertenecen al libro aún inédito “Mi fonética de calcetín zurcido”.

Marian Raméntol, poeta, escritora, traductora. (Barcelona, España, 1966). Reconocida por su obra, es también Directora de la revista cultural La Náusea. Y miembro del grupo musical O.D.I.

Un comentario

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.