Óscar Sánchez: «Algo; no todo»

Es un placer conversar con Óscar –autor de la casi trilogía “El beso de la finitud”-, leer sus escritos… Las preguntas que le enviamos a título de reportaje también lo llevan a decir: “… algo, o sea beso, pero no todo, o sea no coito… La expectativa del Paraíso podrá ser todo lo esperanzada que se quiera, pero cuando se hace demasiado larga amarga cada pequeño rato de la espera, porque nunca es lo que debiera ser. O, como decía Emil Cioran, que no es en absoluto santo de mi devoción: ‘Los días no adquieren sabor hasta que uno escapa a la obligación de tener un destino.’”

Devenir111: Contános algo de tu infancia, adolescencia, juventud…
Óscar: Triplete muy tolstoiano…. Escribí cuarenta páginas sobre esas etapas de mi modesta existencia hace unos años, como memoria para mis hijos cuando crezcan. No es mucho, para ser una autobiografía, pero si son tan masoquistas las envío. Por el momento baste con lo siguiente:

Devenir111: A la hora de vivir, ¿qué has “tomado” de tu madre, qué de tu padre? ¿qué de tus hijos?
Óscar: En psicología soy más de Alfred Adler que de Sigmund Freud. No creo que la infancia cuente mucho a la hora de forjar una personalidad, sino que más bien dependemos de nuestros planes de futuro. Así que no creo que haya tomado de mi madre más que la afición por leer y de mi padre una cierta honestidad insobornable, aunque me esté mal el decirlo. De mis hijos, en cambio, he tomado la inspiración total de esos libros que tienes entre manos. Antes de que nacieran, mis piezas mentales no completaban ningún puzle; ahora, pienso que quien no tiene hijos podrá sin duda ser muy feliz y virtuoso, pero nunca entenderá nada de nada del llamado “sentido de la vida”, por la sencilla razón de que quizá no haya experimentado profundamente lo mucho que te transforma vivir el sacrificio, real o imaginario.

Devenir111: ¿Cuándo/cómo te “encontraste” con la filosofía? Y ¿cuándo/cómo decidiste dedicarte, hacer tu vida con/en ella?
Óscar: Ya era reflexivo, atorrante y hasta religioso desde niño. Creo que eso no se encuentra, te toca, como tener la nariz larga. Ahora, que te toque no significa que tengas talento para ello, por desgracia…

Devenir111: Empecemos de cero. ¿Qué es (y para qué) la filosofía?
Óscar: La filosofía es la secta de raigambre pitagórica que ha llevado a la cultura occidental al dominio teórico y práctico de la totalidad del globo, y si no nos lo montamos mal, también de los extrarradios del planeta. Nada más y nada menos…

Devenir111: En tus escritos solés convocar otros campos (literatura, cine, noticias, etc.). ¿Nos contás al respecto?
Óscar: Aristóteles decía, creo que con razón, en Ética a Nicómaco, que una persona sólo sirve para hacer realmente bien una única cosa, pero, a su vez, él es el mejor ejemplo de que ello no impide que uno no pueda fisgar en todas las demás materias o tareas. Un texto de El beso de la Finitud primera parte se llama, por este motivo, “El discurso del metomentodo”…

Devenir111: ¿Hay algunos filósofos con los que frecuentes pensar/dialogar más que con otros? ¿Cuáles?
Óscar: Aristóteles, como acabo de señalar, que es El Filósofo con mayúsculas, Nietzsche, en una catuliana relación de odio y amor, Chesterton, con admiración inacabable, el cabronazo de Heidegger, que es la fuente de toda filosofía real del s. XXI, Hannah Arendt, con un respeto que roza el servilismo, y Bill Faulkner, el escritor. Yo de verdad creo que abundan los milagros en la vida real, pero si hubiese alguno en la literatura sería Bill Faulkner.
No sé si la lista me ha salido demasiado larga…

Devenir111: ¿Tres libros que hayas leído últimamente, te hayan impactado o recomiendes?
Óscar: Yo es que hago reseña de todo lo que me gusta. Ahí van…

Devenir111: Suponte que hoy salís a dar un paseo, a la vuelta de una esquina te cruzás con vos mismo a tus trece años y ese pibe te requiere que le digas algo. ¿Qué le dirías?
Óscar: “Eres un romántico de mierda y te va a ir fatal con los amores…”

Devenir111: Si entendemos bien, otro de tus andares es la enseñanza, particularmente en escuela secundaria. ¿Qué es para vos transmitir/enseñar? ¿Por qué tu decisión de dirigirte a muchachos/as de esa edad?
Óscar: No lo decidí, a decir verdad, era mi única salida laboral. Pero enseguida descubrí que se me daba bien porque los adolescentes, sobre todo masculinos, son los únicos seres vivos que son tan tontos y payasos como yo, y lo digo muy en serio. No obstante, enseñar es algo mucho más profundo de lo que parece. Quien entienda que enseñar es suplir con esfuerzo una carencia de la naturaleza que se podría implantar como se implantaba en diez segundos el kárate en el cráneo de Neo en la película “Matrix” se equivoca. Enseñar y aprender es, por el contrario, producir variantes en términos de expresión, es como lo que llaman “patrones epigenéticos” en genética, es decir: que cada vez que una lección (no “información”, eso es una bobada dataísta) pasa de maestro a alumno, se genera una diferencia, una interpretación nueva por parte del segundo, amén de una nueva forma de aparecerse a la humanidad la cosa transmitida, aunque suene patafísico, y por tanto la enseñanza es para la naturaleza algo tan necesario como la reproducción sexual para obtener individuos distintos y originales, en vez de jodidos clones. No sabría decir por qué, pero la naturaleza parece repugnar de los clones, y en esto hay que reconocer que tenían razón los nominalistas…

Devenir111: Desconociendo dónde pivotea estos días tal práctica educativa en España te preguntamos: ¿Se trata de explicar autores/jalones históricos del pensamiento filosófico; de interpelar filosóficamente la realidad actual; o cómo se encara oficialmente y cómo lo hacés vos?
Óscar: Se trata, para ser sinceros, de aburrirles soberanamente a fin de adjudicarles un número a final de curso, así de fácil. Lo malo es que en un entorno social en que la verdadera educación la suministran las redes sociales, los programas de TV de relaciones picantes y, en general, la cultura del consumo de masas, no se me ocurre una manera mejor de hacerlo, te lo aseguro. Y a los alumnos, curiosamente, tampoco.

Devenir111: Para decirlo así… “Hoy hay un mundo que habitamos”. ¿Qué evaluás lo define? ¿Cómo suponés conviene interpelarlo?
Óscar: Obrando a favor de su incremento y beneficio, en vez de hacerlo en incremento y beneficio de las cuentas corrientes de unos cuantos, así de fácil.

Devenir111: Tiempo atrás leí a un filósofo cuyo nombre no recuerdo afirmar que las generaciones venideras tendrán que abordar sí o sí: 1) El cambio climático 2) El algoritmo –la inteligencia artificial, etc.). ¿Lo plantearías así o de qué otro modo? ¿Qué dirías sobre esos puntos?
Óscar: Coincido enteramente con esos dos temas como predominantes del inmediato futuro y añado dos más: la ingeniería genética y la teoría de género, que va a tener mucho que ver también con la edición genética –que, por cierto, quedé asombrado al leer hace una semana que ya se ha aceptado en Europa recurrir a ella por motivos, o con pretextos, médicos (https://elpais.com/ciencia/2023-12-17/nace-la-medicina-crispr-con-la-promesa-de-salvar-millones-de-vidas.html#) Lo que puedo decir sobre todo ello es lo de Yiesus en la cruz: “perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen…”, aunque a menudo me regaño por verlo así, con perspectiva de vejete prematuro.

Devenir111: “El beso de la finitud” nombra bellamente la rotundez de tu libro. ¿Cómo surgieron?
Óscar: La “finitud” a la que me refiero en esta trilogía –ya amenaza el tercero…- no es únicamente la de la muerte, que es una obviedad, aunque también se tematiza en estos libros. Tiene que ver, más bien, con la finitud misma del discurso humano. Somos conscientes por primera vez en la historia occidental, hasta donde yo sé, de que todo lo que decimos o hacemos no es más que materia para consumo propio, y por tanto que no podemos salir de nosotros mismos en ningún sentido. Sin embargo, tal como yo lo veo -un poco brumosamente, para qué negarlo- tiene que haber “beso de la finitud”, es decir, una interpretación o una actitud de asentimiento casi agradecido hacia la condición finita de la posición humana precisamente en contra de viejos filósofos como Hegel, ya que Hegel lo que prometía era más bien una especie de “beso de la infinitud”. Quiero decir que, para él, todo estadío histórico anterior al hipotético final de la historia (o sea, la articulación última en el concepto de todas las potencialidades del Espíritu) es forzosamente insatisfactorio, y de ahí que no tenga lugar jamás beso de la finitud, sino como mucho “piquito” de la finitud, un piquito calientabraguetas, por así decirlo. Como encima parece poco claro que Hegel creyera de verdad en un desenlace estable para la totalidad de la experiencia humana, como en cambio sí alentó en el marxismo posterior (o sea, que Marx era más hegeliano de derechas que el propio Hegel, visto así), entonces hasta él tendría que reconocer que algo de aceptación de la finitud de cada momento histórico y de cada vida particular tendrá que haber, o seríamos las criaturas más infortunadas del cosmos -algo, o sea beso, pero no todo, o sea no coito… La expectativa del Paraíso podrá ser todo lo esperanzada que se quiera, pero cuando se hace demasiado larga amarga cada pequeño rato de la espera, porque nunca es lo que debiera ser. O, como decía Emil Cioran, que no es en absoluto santo de mi devoción: “Los días no adquieren sabor hasta que uno escapa a la obligación de tener un destino.”

Devenir111: Nuestra revista se llama así por un manojo de 111 sinrazones. Ahora bien: Heráclito, Nietzsche, Deleuze… “Devenir”… ¿qué comentario te despierta?
Óscar: La verdad es que a estas alturas no de mi vida, si no de la historia humana con minúsculas, me impresionan poco esos tres, fetiches incuestionables por otra parte de cierta cultura posmoderna y desde luego de la tradición filosófica occidental. En Finitud II hice una parodia de Heráclito, precisamente con respecto del Panta Rhei, que es una cosa tan tonta que realmente no puede ser suya, siendo como es tan fino en todo lo demás. Pero Platón se la tomó al pie de la letra, y nosotros con él. Heráclito era hermano de un rey, no lo olvidemos, y eso tal vez explique el tono de sentencia incontrovertible con el que emitía sus aforismos, casi como si fueran decretos regios. Nietzsche, sin duda, es muy grande, y su intuición de la “inocencia del devenir” es un punto de partida insoslayable para la filosofía del porvenir, pero creo que su exagerado romanticismo, casi propio de un adolescente, le impidió dar el paso siguiente, que en mi opinión consistiría en sostener que si la moral es una construcción histórica, por qué no seguir usando libre y responsablemente de ella, más responsablemente que nunca, a condición de saber que la ética no es un dato de la naturaleza, sino un proyecto humano deliberado. De hecho, la frase “soñar sabiendo que se sueña”, que tanto gustaba a Gianni Vattimo, es del propio Nietzsche, y tal y como yo lo entiendo, un proyecto ético a escala global consciente de su propia fragilidad es mil veces mejor que asumir la moral como un código suprahumano –pongamos Dios o el iusnaturalismo- que debe ser impuesto por grado o por fuerza al conjunto de la humanidad.  Otra frase del Zaratustra, “hay mil islas de salud”, corrobora esta idea, la de que existen mil proyectos de vida legítimos, y no se me alcanza por qué Nietzsche no vio que la moral, cristiana, confuciana o ilustrada, podría atravesar y enriquecer muchos de ellos, a sabiendas de su carácter artístico, construido.
En cuanto a Deleuze, siento decir que no merece estar en esta enumeración a la misma altura que los dos autores mencionados anteriormente. Es cierto que debemos a Deleuze algo así como la expansión ilimitada de la filosofía de la afirmación de Nietzsche, de tal manera que obstruye todas la interpretaciones del filósofo (que, por cierto, se llamaba a sí mismo al final de su vida lúcida “el bufón que anuncia nuevas eternidades”) que han querido hacer de él un existencialista oscuro y retorcido, pero creo que se pasa de largo. Es vitalmente inviable afirmar todo sin negar algo, por mucho que Deleuze piense que con eso está frenando a Hegel (vetando, pues, la irrupción de las antítesis, como si no fuesen tan “acontecimiento” como todo lo demás), y, de hecho, su propio maestro, Nietzsche, lo enunció meridianamente con las siguientes palabras: “Esta es la fórmula de nuestra felicidad: un sí, un no, una línea recta, una meta…” –El anticristo; el subrayado del “un no” es mío.
Por concluir, tengo la impresión de que Deleuze, por aquello de mezclar “agencia” con “acontecimiento”, no desliga la ontología, que sin duda ha de ser pluralista y afirmativa, de la praxis, para la cual no cabe duda de que hay que seleccionar, filtrar, a no ser que uno sea un dios, y por tanto sus célebres “mil mesetas” creo que nos desbordan por completo…

Devenir111: ¿Y el disparador del presente número, “Locura”?
Óscar: Ya envíe mi aportación, un tanto apocalíptica. De toda la vida me encanta la acertadísima frase de G. K. Chesterton, en Ortodoxia: “El loco es aquel que lo ha perdido todo excepto la razón”…

Devenir111: ¿Algo que quieras agregar, Óscar?
Óscar: Únicamente que en la actualidad debemos tratar de pensar sobre lo que se nos impone desde el exterior de nuestro mundo pensar. Ni Heráclito ni Nietzsche ni Deleuze, por volver a tu pregunta, nos sirven ya lo más mínimo para enfrentarnos al cambio climático, la superbacterias, el reto de las IAS o el populismo que mina los ideales progresistas de Occidente. Como trato de argumentar en algún lugar de estos libros, alguien como Jeremy Rifkin, que jamás figurará en un manual o vulgata de filosofía reglamentaria, es el tipo de intelectual que necesitamos, si lo que se desea es realmente pensar el mundo y no, una y otra vez, fatigosamente, la enigmática naturaleza de la propia filosofía. Que la filosofía dependa de los sucesos del mundo, no los sucesos del mundo de la filosofía. Esto último está ya muy viejo, en mi opinión, y no se puede decir que haya salido precisamente bien -recapitulando, casi todas las grandes catástrofes bélicas y políticas del s. XX, excepto en la Argentina de Videla, han salido del cerebro de intelectuales fanatizados. Viva la filosofía, pero también viva la medicina, las matemáticas, el urbanismo, la ecología, la obstetricia, la investigación en nuevas formas de energía, etc.
Gracias de verdad por vuestra atención, Devenir111…

Reproducimos aquí dos párrafos de El beso de la finitud I:

-El que viaja en el mundo cronológico cambia con el propio viaje, se metamorfosea, y ya nunca volverá a ser el mismo. El que viaja en el mundo del espacio ve cambiar al mundo por el que viaja, pero él permanece siendo él mismo, o sea, nadie en particular, un viajero. No se producen metamorfosis, tan solo desplazamientos. Caben migraciones, por ejemplo, en las que no se arrase a nadie, no se triture o se revuelva al pueblo de acogida. El lenguaje común lo dice, con agudo instinto: pasan dos años y uno vuelve al trabajo que dejó guardado en un cajón, o a la partida de ajedrez en la que estaba metido, y dice “¿dónde lo habíamos dejado?…” Atención: dónde, no cuándo… El “cuándo” no cambia las reglas del juego de aquel trabajo, o del ajedrez. El “dónde”, en cambio, marca un lugar concreto en que se detuvo la aplicación de aquellas reglas para dejar fijada una posición. De esa posición hay que volver a arrancar. Nuestra vida, repito, consiste ya más en esas posiciones que en los momentos determinados que pudieran proseguirlas o interrumpirlas. Me toca el rato de ser padre, por lo tanto lo que vivo es la situación -que ya se ve que es una metáfora espacial- de ejercer en la posición del padre; me toca el rato de ser ciudadano, por tanto lo que experimento es la situación de ejercer la posición de introducir el voto en la urna, etc. Son tiempos, luego son espacios. Si fueran sólo tiempos, me desgarraría interiormente al pasar de unos a otros, pero como también son espacios, me desplazo llanamente de unos a otros sin contradicción, en el mejor de los casos. Mucho de lo que hoy llamamos “conciliación laboral y familiar” no es más que eso: no hay que preguntarse ya si “soy” madre, trabajadora o ciudadana: eres cada una de esas funciones en el espacio que te corresponde para ellas. 
(¿Qué es posmodernidad?, Finitud, I)

-Porque este sería un bonito cambio de mentalidad, tal y como yo lo veo: ver la física de lo infinitamente grande y de lo infinitamente pequeño como el paulatino descenso al caos, al absurdo, mientras que tratamos de que el “tamaño natural”, por así decir, aquel en el que nos movemos, sea estimado como bello y como bueno, ya que no como estrictamente verdadero. Visto así, el hecho de que a nuestra escala manejemos la simultaneidad, las tres dimensiones, los sucesos como cuerpos, las caídas como atracción gravitatoria, etc., podrían ser contemplados en tanto órdenes superiores o coronas de un cierto orden cósmico, en vez de como estrechez de miras. Se oye mucho hablar acerca de la belleza de lo muy grande y de lo muy pequeño, discurso que suele venir acompañado de recreaciones fantásticas de planetas, nebulosas, quásares, agujeros negros, supercuerdas, no-sé-qué de gusano, etc., todas refulgentes de colores y extrañamente cerquita unas de otras. ¿Y no es eso una canción burdamente amañada a lo primacía de lo inerte sobre lo  vivo? ¿Y si, al revés, lo bello fuera una suerte de Divina Proporción que tiene lugar justamente en la Tierra, al modo de una magnitud así mismo intocable como la velocidad de la luz, sin descartar que tal Proporción, dándose como se da en la Tierra, no sea exclusiva de la Tierra? ¿Acaso no es la orilla, o la borda de un barco, lo que hace bello el mar, que en caso contrario sería no más que un desierto móvil…? Ciertamente, hay en todo aquel romanticismo de lo muerto ciclópeo, por decirlo así, una rara fascinación por lo Infinito que todavía tiene mucho de teológico, y considerado así la acusación me parece que se vuelve del revés: los que hablan de nuestro ridículo papel e irrisoria situación en el grandioso Cosmos desprecian al pobrecito hombre porque echan de menos a Dios, y terminan por encontrarlo repartido por el inagotable firmamento…
(Relatividad general y principio antrópico, Finitud I)


Óscar Sánchez, filósofo, escritor, nacido en España donde hoy vive, aborda desde tales campos actualidad, cine, cómic, política…
Correo: tejumin36@hotmail.com

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