Aixa Rava: «Los sitios de mi cuerpo»

(Selección de poemas del libro Los sitios de mi cuerpo -Añosluz Editora, 2019-)

Los sitios de mi cuerpo

Sitiar tiene impronta latina

y su forma replica la de una muralla.

Sitiar es acción colectiva, individual, acción humana.

Sitiaste una parte minúscula, suelo de mi pelvis.

Sitié entera la corteza donde se alojó el recuerdo.

Sitiamos los ratos libres, las noches de celo

cada vocablo dulce, cada veneno.

Poco a poco cercados

los sitios de mi cuerpo.

No, no lo hice sola

no puedo sola con tanto

territorio vivo.

Escudo

Tetas como pirámides

sueño que camino por el desierto

y no encuentro mi camello.

La túnica se me sube hasta las rodillas

me enreda las piernas

me tira hacia abajo, me aterra

que me sepulte tanta arena.

Tetas como pirámides

sobre los médanos que desmonta el viento

sueño que una lengua afiebrada

me lima los pezones

se hontana el ardor entre mis piernas

no sé de dónde me viene esta saliva

no es mía, no es mía.

Tetas como pirámides

en el espejo del baño

que apenas alcanzo

no hay suficiente carne y sueltas

no quiero que estén.

Pican, quién puede disfrutar

quién puede querer

triángulos en el pecho

enlomado como camello.

El escudo se atasca

Resbala

¿Con qué me voy a defender?

Armadura

Debajo del árbol me arrulla

como el viento a las ramas esa tarde

que me enfrenté a papá.

Diestra en el sostén de cuatro hijos

sus brazos rodean mi espalda

entrelaza las manos

y nos balanceamos las dos

una canasta humana.

Me dice No le contestes, hija…

palabras que puedo entender

y nos hundimos en las lides del cuerpo

y de la mente

como queriendo justificar

levantamientos y sumisiones.

Así, la vida-contienda, el hogar-campominado

el lenguaje-aguja y estos hilos que

se enredan y no se cortan.

Madre, todavía no aprendo

y me encierro en el abrazo

debajo del árbol, al arrullo del río.

A veces la armadura

se parece a un cascarón

y se parte.

De tu boca

el cuerpo no miente…

se volcaron las palabras de tu boca

como un oráculo esa madrugada

el cuerpo no miente…

pero no pudo entender entonces

soltó la sonrisa

serena, amplia

mientras te tuvo cerca.

Yo amaba y me ardía la piel todas las noches

daba vueltas y me enroscaba en un instante

—había que tomar distancia:

el cuerpo no miente

pero pudo

acondicionar un capullo a su lado

resguardar de la tormenta el cuerpo

que no miente

como la frazada verde, el abrazo

y esa lista de reproducción en continuado.

El universo profuso en duplicaciones

me indica ahora

respirá por la nariz, vení

acostate acá

y el cuerpo

no miente

no se cae

no se desmaya

pero igual, de alguna forma

se escapa.

Lo que saben mis plantas III

Me golpeo el pie con la pata de la cama

y me quejo ¡estúpida! de mi torpeza

mientras me froto encorvada

y te escucho repetirme que por qué

no pongo más cuidado

que por qué termino siempre golpéandome, cortándome, quemándome.

No te querés lo suficiente, dictaminás,

qué tontería, como si pudiéramos querernos todo el tiempo

constante lo suficiente y en todo caso

¿cuánto sería lo suficiente?

Bajo las escaleras, siento punzante

un dolor que se quiere escapar

del trozo magullado,

pongo la pava al fuego, me encuentro con el vecino

que hace el desayuno en su cocina del otro lado de la ventana,

desviamos la mirada, ninguno puso cortinas

pero tampoco queremos vernos semivestidos

entre los rituales de nuestras casas.

Vuelvo a mi pie, el mismo que cobijó la espina de alpataco,

el que me doblé en las sierras, el que me duele cuando se estresa

mi nervio ciático,

el que la semana pasada me torcí dando una vuelta al parque

porque siempre se puede

incluso en este amplio universo de posibilidades

tropezar con el mismo pie

aunque la piedra cambie.

Esos ojos meteoro

Me enamoré fuerte

pero no me enamoré bien

sin darle cabida al miedo

al desaliento.

Me enamoré a primera vista, queriendo

con total conciencia, casi con obstinación

caer a esos ojos meteoro

a su piel morena, ay  —qué infierno

su piel morena.

Me enamoré muy mal, muy torpe

-mente, y quise escapar y refrené la entrega

el beso deseante el amparo

la mano tibia la pregunta y otra vez

esos ojos meteoro, su sonrisa —ay

su piel morena

hueso con hueso nuestras caderas…

Mirá que hay que ser cobarde

para adentrarse en el bosque tanto

y aun queriendo morar

volverse ave.

Muda

La niña junta los granos mientras baja la escalera. Ha trepado el muro y, caminando por la cornisa, ha llegado al techo. Techo, techo, techo, alcanza la esquina y ahora desciende hacia otro patio. La vecina la mira desde la ventana, es la siesta y no tiene ganas de gritarle que se vaya.

La niña sigue bajando, se arrodilla, junta, guarda. Los granos se funden todos en sus bolsillos, marrón pardo y atigrado que se mueve, que se estira, toma forma y se arrebata. Más granos y más grande se torna el cuerpo, molesta en el bolsillo que es ahora una jaula; se estira la niña y otro grano se esconde bajo una garra. Asombrada mira su brazo, de niña a fiera se cambia. Se encoge sobre sí misma hasta alcanzar el piso y camina, lenta, sensual, mortal sobre sus cuatro patas. La vecina advierte el fenómeno. Se asusta. Quiere gritar y emite un gemido, quiere correr y se queda inmóvil.

El tigre la mira desde el rellano, baja los últimos peldaños y se acerca a la puerta. No ruge, no amenaza. Se inclina hacia adelante y en una mueca, que es más de dolor que de asco, vomita un vestido pequeño y cientos de granos de café, y se marcha.

Aixa Rava, escritora, editora, docente. Nacida en 1982 (Tierra del Fuego), forma parte del Comité Editorial del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” (FADU-UBA) como correctora de la Serie Tesis del IAA. Está a cargo de la cátedra Didáctica de Segundas Lenguas del Profesorado de Sordos e Hipoacúsicos del IFD N.º 4 (Neuquén). Publicó los libros de poemas Barda (Buenos Aires Poetry, 2014), La luz no se corta como el papel (Ediciones con doble zeta, 2016) y Los sitios de mi cuerpo (Añosluz Editora, 2019). Participó de las antologías Rumiar. Volumen I (Rumiar Editorial, 2018) y Poesía Añosluz (Añosluz Editora, 2020). En el 2019 fundó el sello editorial Tanta Ceniza Editora en el que participan diseñadoras, ilustradoras, traductoras y escritoras argentinas. Forma parte de la Colectiva de Escritoras Patagónicas, proyecto que difunde las voces de escritoras de la Patagonia en el canal de YouTube “Algún poema tiene que haber”: https://www.youtube.com/channel/UCZ7UuCvltvHRasTFWoxz7Hg/featured.