Eduardo Maggo Nico: «Treinta y seis grados»

Reseña, por Alicia Dujovne Ortiz:

«Una única gran conversación jamás interrumpida». Así describe el poeta su relación con Federica, la bella, la «ninfa» que tiene «un alma tan llena de almas», aquella para la cual los acontecimientos futuros existen ya, tiempo circular que roza lo eterno, pero que, como todo tiempo, se termina. Y lo curioso es que este libro es eso: una larga conversación, íntima, irónica y dolorosa, con quienes al leerlo entramos en el secreto de esa «habitual ironía» que esconde a duras penas el deseo de luz (pienso en la «tentación de la claridad» de la que hablaba Bayley). Confesión de moralista, con cierto airecito de Siglo de Oro en algunos giros (particularmente) perfectos de sus versos (pongo el adverbio de modo entre paréntesis como él mismo lo hace, sospecho que para subrayar la insistencia en su uso), que se siente traicionado por la vileza del mundo y que, se lamenta, hubiera deseado llegar con sus palabras a los solitarios, a los insatisfechos. Ya que ha tenido la confianza de pedirme estas líneas, me gustaría contestarle que los solitarios y los insatisfechos, vale decir, las y los lectores de poesía, pueden leerlo tranquilos, y aclarar por qué. Porque la charla ininterrumpida es también un arte poética surgida de una comprobación por suerte renovada, como el mar: «Se escribe al dictado, se es un copista». Porque este libro contiene hallazgos (claramente) dictados, en los que ellas y ellos podrán reconocerse a sí mismos: «Una casa enorme, inmensamente deseada y común, la intemperie». Y porque cuando este poeta raro, que ha llegado al momento en el que puede permitírselo todo, incluyendo las palabras terminadas en «mente», alude a la materia poética, está señalando el término exacto que refleja su poesía, centrada, anclada en la materia. Solitaria e insatisfecha, yo volvería una y otra vez al amarillo de las mariposas amontonadas alrededor de la camisa incandescente, en el farol al que antes llamábamos sol de noche y ahora no sé, o a los ojos de los pulpos (profundamente) fijos en los nuestros. Por esas mariposas y esos pulpos aconsejo leer a este Mister Magoo que podrá sufrir de cualquier cosa en su vida, menos de ceguera.

Selección de poemas:

La diáspora argentina
 
Supongamos que en un poema cualquiera
Se intentara un registro minucioso
De los amores
Los viajes
Los encuentros
Los almuerzos
Los lugares
Las fiestas
Las conversaciones...

De todo aquello
Que pueda quedar inacabado
No dicho
En los tiempos por venir
Como si se estuviera escribiendo
Un diario
De lo que no termina de suceder
 
Haría falta entonces
Dar a la palabra su pleno valor
Pues cada palabra
Es rica en sí misma
Y de ella puede nacer
El comienzo de una historia:
Fue la palabra inicial
La encarnación misma
De nuestro sueño
Y su fracaso

El amor no conduce
(Sino raramente)
A la realidad

Los que viajan
Viajan solos
Su pasión no logra alcanzar
(Sino raramente)
La realidad del otro
No suele ir más allá de su imagen
Que lo paraliza
(Irremediablemente)
En una radiante contemplación
 
Cuando el fin se acerca
(¿De la vida?)
(¿Del amor?)
Ya no quedan, casi
Reminiscencias en el recuerdo
Quedan palabras
Palabras desplazadas
Comprimidas
Mutiladas
Palabras de otros
Y la palabra que dio origen a la historia
Será en breve una palabra más...
 
Se cierne ahora sobre el mundo
Una época implacable
Nosotros la forjamos en parte
Nosotros, que ya somos
Su víctima
Nuestro destino se parece
Al de un caballo ciego
Que tantea el terreno
Antes de dar el próximo paso
Cada porción de tierra
Cada mata de hierba comestible
Se hace sacra para él
 
Así también las palabras se sacralizan
Ante un peligro inminente
Las pocas palabras
Que en la confusión reinante
Aún conservan la virtud de ser
(Claramente) distintas
 
El pensamiento más fugaz obedece
Sin jamás sospecharlo
A un dibujo invisible
Nadie es alguien allí...
Así nosotros
Exiliados del suelo seguro
(Que una vez pisoteamos)
Ansiamos la llanura inagotable
Que resuena bajo los cascos
El nuestro es el mundo de la renuncia absoluta
A todos
Y a todo
 
En otras reclusiones
Yo habría cedido tal vez
A la tentación
De contar los días y las horas
En esta, he sido un niño
Una muchacha
Un loco
Un asesino
Un pájaro
Y un mudo pez obligado a camuflarse
En una continua metamorfosis tentacular...
El océano es un gran almácigo de formas
 
El mayor afán

De mi involuntaria servidumbre
Es haber dado una palabra al poema
(Que nos sujeta y escribe)
Y que en la sublime justicia del desastre
Ya no pertenece a nadie
 
Auguro a mi palabra
Ser arrastrada por el flujo y el reflujo
Del más llano y simple de los lenguajes
(Que como todo lo verdadero)
Abarca lo perfecto y lo imperfecto:
Solo los más horrendos errores
Son y serán por siempre, nuestros

Estando juntos

En los antiguos tiempos
La tierra nos ignoraba tanto o más que hoy
En cuerpos que temen ya la tumba
He encontrado la vida
Que anhela la vida

Yo nos veo danzando con nuestros hijos
En el espejo del agua
La mano en la mano
Jugando sin saberlo
Ustedes me han regalado la sed más profunda
Amigos
Siento el agua viva, y cuando la bebo
Ella también me bebe

Me han dado muchísimo y lo ignoran
Amigos amados
¿Pero cómo habría podido yo descubrirlo
Sino con la ayuda de la distancia?
Siendo extranjero

¿Por qué buscas lo imposible?
Me preguntan
Ven aquí, y sé como nosotros...
Pero el cazador ha sido también la presa
El volátil fue reptil
Aquello que somos demora sobre los montes
Y erra imperceptible en el viento

La vida está más allá
Es todo lo que vive...
Creo, sin embargo
Que si lo que digo
Es una parte de la verdad
Debería revelarse en una voz más clara
En palabras más afines a nuestro pensamiento
Querría volver a volar y partir

Nuestra forma de amar
(La de cada uno)
Nace en la más tierna infancia
Mi amor (como la niebla)
Ha recorrido tantos caminos
Los ha conocido en la alegría y en el dolor
Para ustedes, yo quise ser como un valle entre montañas
Y estos arroyos que me atraviesan, cantarán aún
Más dulces que una sonrisa...
Cuando yo haya muerto

Me alcanza ahora la sombra de un hombre inmenso
Del cual todos nosotros somos células y nervios
Un hombre cargado de flores
Como un roble gigantesco
Cuya fuerza nos ata a la tierra
Y libera en el aire su fragancia

Ciertamente, mis amigos se parecen a un Océano
Y se comportan como las Estaciones
¿Y qué cosa es la palabra, si no la sombra de algo conocido
Que no ha podido expresarse?
Tal vez el cristal que nos separa

Es solo niebla que desvanece
Y esa palabra inexpresada que nos une
Es el más preciado bien
De todos los bienes que hayamos podido recibir
Estando juntos

No hay vida

No, no hay vida en esta vida pibe
No hay novella
Algunos ruidos extraños que ya escucharás
Y lo demás es puro cuento
Un carrito de rulemanes en una ruta de aceite…
Mi alma está lubricada
Es la lubricidad misma

Erguido y aterrado
Por alguna razón
Mi cuerpo
Hoy se siente angélico...

Cúpulas invertidas
Con vetas negras
En un cielo rosa Tiepolo
El chispazo en un instante
De dos patos en un charco

Cuando la naturaleza se incorpora
Y el hombre se hace estaca
Hasta el más leve pestañeo
En la mirada de una vaca
Puede destruirlo todo

Pero entonces creía saber algo de ese todo
Y lo sabía en el momento
En que, acabando de romperse
Ya no sabía nada

Nos haremos odiar

Es una pesada carga...
Se escribe para nadie 
Llegar con mis palabras a los solitarios  
A los insatisfechos
Hubiese sido mi deseo

Que como una ola de agua fresca
(De agua paranaense)
Llevaran a los oprimidos
Mi desprecio por los opresores
Mi rabia y mi ira
Contra toda forma de manomuertismo
Y de suicidio social

Vuelvo como un niño nacido
De una linfa y una raíz común
A quien arrancó ese brote
Y lo ha hecho crecer muy lejos
Para luego abandonarlo a su destino

Desde entonces
He tratado de permanecer en la luz
Y de recibir las heridas con ánimo ligero
Fruto de esa semilla
Mis innumerables hijos
Lúcidos pensando 
Amables en el habla
Abiertos siempre al sol

Hasta en mis sueños
Te has negado a recibirme...
Veintidós jóvenes Bretones

Dieciocho versos de Juan L.
Tres veces tres lamentos
De Marina Tsvietáieva
Te he dedicado
Y declamo ahora en mi desconcierto

Nosotros, finalmente
Nos haremos odiar
¿Qué otra cosa nos espera?
Nos levantaremos en armas
Contra este mar de estupidez
Contra este mar de vulgaridad
Y contra esta baja ralea de imbéciles...
Esa no es ninguna novedad

Yo fui hacia mi destino sin quererlo
Vos fuiste sabiendo
Es una señora flaquísima, pero amorosa
Me decías...
“Los dioses la han premiado de tal modo
Que recibe más placer de cuanto puede dar”
Por donde solíamos caminar, ya no camino
Y me parezco cada vez más
A una persona que acaba de partir

Solo por un momento te has apoyado en mí
No eras tan culta como creías...
Me has rozado sin quererlo
Como una golondrina
Que casi choca contra un muro
Ligera como la sombra del pez
Que atraviesa con sigilo
El verde pálido de las aguas poco profundas

Yo bramo por tus labios

Por tus senos apretados
Yo declaro que a tus dieciocho años
Eras ya una celebridad en potencia...
La lluvia ahora se filtra por las fisuras
Todo lleva a la ruina
Bajo el ruido asordante del tiempo
Pero resta un nombre como ornamento
Que no podrán tan pronto cancelar

Mis versos concluirán el viaje
Que alguna vez iniciaron
Con las esquirlas de una botella
Que explotó en mi mano
En una casa clandestina...
Sobre el montón de restos
De lo que fue mi vida
Ya prontos y embalados
Como están
Para ir a la basura

O reposarán aún, quién sabe...
Por algún tiempo
Sobre aquella silla
Donde una muchacha (en mi memoria)
Espera sentada a su amante taciturno
(Usándolos como almohadón)

Eduardo Magoo Nico, poeta nacido en 1956 en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. Publicó en Argentina su primer libro de poemas, “La Polaca” (Ediciones Cronopio Azul, 1995), el relato “Resurrección” en el diario Perfil (Buenos Aires, 6/1/2008) y el libro de poemas “Puros por Cruza” (Editorial El fin de la noche, 2011). Víctima de la crisis económica que en el 2001 asola a la Argentina, se traslada a Trieste, Italia, donde reside hasta la actualidad. En Italia ha publicado la fotonovela “Escuela de Sirenas” en el suplemento semanal de el diario Il Manifesto (Alias, 9.02.2002). En el 2012 es convocado por el Museo Nacional y Centro de Arte Reina Sofia de Madrid para la muestra colectiva “Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina” curada por Ana Longoni. Ha editado recientemente el poemario “Servidumbres” (La Cartonera Edizioni, Roma, 2023), y “Treinta y seis grados” (La Cartonera Edizioni, Roma, 2024).
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Alicia Dujovne Ortiz, periodista y escritora argentina. En 1978 se radicó en París, Francia. Recibió una beca de la Fundación John Simon Guggenheim en 1986. Fue galardonada con el Premio Konex – Diploma al Mérito 2004 y el Konex de Platino 2014. Como periodista trabajó en los diarios La Opinión (Buenos Aires) hasta 1978, La Nación (Argentina), Excelsior (México), La Vanguardia (España), Le Monde (Francia). También se desempeñó como consejera literaria para la editorial Gallimard entre 1978 y 1995. Su último libro es Andanzas. Trilogía autobiográfica, compuesto por los libros El agujero de la gitana, Las perlas rojas y Aguardiente.
https://es.wikipedia.org/wiki/Alicia_Dujovne_Ortiz

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