Federico Vecchio: «Calor de una noche memorable»

Nomás la dejaba entornada, podía ver sus dedos dejando la puerta del garage y enseguida la forma de su calza subiendo uno a uno los escalones. En la curva de la escalera frente a la mirilla de metal  también entornaba la puerta de entrada. Mientras yo entraba no pensé: qué iba a pensar en vos. Yo cerraba la puerta, haciendo un poco de presión por la humedad que hinchaba la madera y dejaba la mochila en un sillón bajo el espejo del recibidor,

¿Recibidor: viste la palabra que uso para hablarte?

No el sillón, ahí mudaba una bandeja la televisión encendida arriba de una tarimita con rueditas durante la noche, un mate, una pavita… La escuchaba en patas, el sorbido de la chupada a la bombilla, camino del living a la habitación. 

Aunque no estuvieras, empecé a ir igual. Las rejas cancel estilo castilla rebotaban contra la pared exterior de la casa. Se asomaba entre un manantial de pelo, y a la tercera vez ya no preguntaba si te buscaba a vos y tiraba las llaves.

Mama te trata como un rey, me dijiste. Y sí. Que me recostara en tu cama;  

No dormía pero la sensación era de estar despertando con el cuchicheo de un papel abriéndose sobre la mesa. De seguro se chupaba las yemas en el mismo acto de abrir el envoltorio con vigilantes y media lunas de grasa… 

Descalzo, rozando apenas la baranda, bajé la escalera semienroscada al tronco de la casa, una noche odiosa que se pegoteaba pensando que aquello que oía lo oía desde mediados de diciembre. 

Pero que oír, la oía esta noche. La tosesita jadeante apretada mientras descendía los últimos escalones. Y la v que formaban sus piernas. Dí dos pasos y rechinaron las maderas en algún lugar de la casa. Sus piernas se movieron apenas. Su cuerpo giró sobre un costado de sí mismo, en el sillón individual que conocía desde chico. 

La espalda con una remera corta las piernas un poco recogidas ahora y el elástico con un nudito en las puntas de la bombacha que sobresalía de su short, que seguro te lo sacó a vos.

Simulé frenar y simulé ponerme frente a la ventana, tomar aire. Pero no simulé sentir la mirada que venía desde adentro.

Había por lo menos tres marquillas de Marlboro común arrugados vacíos en medio de un silencio de brasa avivándose contra la oscuridad del pasillito que daba a su estar. 

Abrí la canilla dejé correr el agua y la volví a cerrar.

_la cocina está imposible. 

No sé si oí su voz a través de un bostezo. O si lo decía la televisión.

Aparté el carrito. Y pasé. Descolgó la punta del pie y me acercó un banquito. Parecía dormida todavía. Despeinada parecía peinada.

El volumen bajo del televisor de una novela que daban a las 11 de la noche subió de golpe.

No podés dormir yo tampoco. Ahí sentí que no era la madre de mi amigo, la Noe, acudiendo un par de cigarrillos dentro de un marlboro  común: convidó el primero que se asomó.

_La primera vez que fumamos juntos… pero no que fumas.

Me defendí diciendo que sabía que ella sabía. Se río sin ganas, fumamos. Y al rato me fui a dormir, si podía. El calor del verano en las habitaciones nos hacía sacar los colchones a la terraza.

Noe me quedo, le decía, cuando la casa empezaba a anochecer o ni le avisaba siquiera.

Noté que cada tanto se quedaba dormida, mientras mirábamos la pantalla.

Mi mano reposaba en el apoyamanos de su sillón y resbalaba. La toqué y pude sentir la respiración abyecta y temblorosa cuando la piel de medio culo, suavizó el canto de mi mano. Cuando salí del baño la luz fría le dio de lleno a las cejas que parecían crisparse, la cabeza inclinada a un costado sobre su hombro, las piernas a lo largo sobre el apoyamanos, y unas sandalias de lona por ahí encima de una revista abierta en un crucigramas.

El espejo guiñó un ojo en un arrebato de reflejo desde el cartel de la farmacia.

«Disculpa si te dí otras expectativas», la actriz que no sé quién era, parada al costado de una mesa de bar ponía cara de estar diciendo Disculpa si te dí otras expectativas. Era Arnaldo André, el que soltaba una bofetada a oscuras con la luz del televisor, la noche manchaba las maderas del piso en el calor de una noche memorable.


Federico Vecchio, escritor, poeta, actor. Estudió con Dalmiro Sáenz, Vicente Zito Lema; teatro con Pablo de Nito, Omar Fantini, Pompeyo Audiver; periodismo de investigación en la Universidad de Las Madres. Ha editado el libro de cuentos «Huérfana luz de invierno» (2010).
Facebook: Federico Vecchio . Instagram: Frederiksolar
porvecchio.blogspot.com

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