Inquietud.
Despertador involuntario.
Los párpados no cierran, las pupilas arden.
Hormigueo la noche.
Paso apresurado a no sé dónde.
Tal vez sí.
Al punto que estalla la congoja del después, a la catedral donde todo pecado es purificado y devuelto a la cadena de consumo.
Listo para ser ofrecido y adquirido por sólo pocas inseguridades.
Estoy en la góndola del destierro, franqueando amaneceres, llenando mis ojeras con maquillaje y malevaje.
Débito de mi alma, empeño de las partes que caen, soñando con un río que me sepa.
Que se trague mi inicio inconformista.
Sueño con un río. El río risa del aquelarre tan perfecto que no derrama vacio.
Mientras las multitudes que pueblan mis palabras saludan cada sílaba torpe que se tapona al salir.
Se tapona por no sé qué invento fonoadiológico.
Eso tranquiliza.
Exime la incongruencia de mi ser. Me indulta por años, tal vez por siglos.
Para seguir el devaneo de esos nombres que enterraron mi calma.
***
INICIO (O FINAL 2)
Déjeme entrar
Salir
Permanecer
Ocultar
Saltar
endurecer la carnada sin tono muscular
que añade sombra al temblequeo de mis dedos
Déjeme soltar
Salivar
Enchastrar
Sofocar
Palidecer la devota araña acicalada frente
al espejo húmedo de la derrota
Cómo pedir un capullo de espera que pierde travesia cuando madura?
Punto límite
exacto
Irritable de un final soñado
Desafinado e incrédulo
vive desafiante la pesadez cárnica
del desafortunado encuentro
Déjeme exhalar insultos por entre mis condenadas maldiciones
Maldito
Mal decir tu agravio justificado ante la bosta espurea del atropellado final
Maledetto
Mal dicho mi sombra
Mal pronunciada la oración que nos unía
Déjeme pagar una a una la carcelaria epopeya de mis desventuras
Déjeme déjeme déjeme
Coger sin dientes la velocidad
del viento
La pestilencia del héroe que perdió
su hidalguia.
Luis Zavatto, Psicoanalista, Poeta