Jorge Hardmeier: «La Máquina de Recordar a Holga»

Toma 3

El Hospital Interzonal “Dr. José A. Estéves”, está ubicado en Temperley, partido de Lomas de Zamora, conurbano bonaerense. Actualmente residen más de seiscientas internas. El ferrocarril Roca es una de los medios de transporte que permiten abordar dicho destino.

El edificio responde a lo que se puede denominar arquitectura monumental. El parque interno es extenso. Algunas internas deambulan, otras tejen, una decena atienden un bar.

Lucía, la hermana mayor de aquella joven que había formado parte del grupo gestor de La Máquina de Recordar a Holga descansa sentada en un banco de cemento del parque del hospicio. Ojos grises y acuosos en su mirada perdida. Fuma. Con cierta frecuencia balancea su torso hacia adelante. Su pelo es grisáceo y está sujeto por dos peinetas de carey. No sociabiliza con el resto de las internas. Expulsa a aquellas que se le acercan con un gesto de fastidio y cierto rictus de asco en la comisura de sus labios.

¡Fuera asquerosas!

Viste un kimono. Lucía no posee signos de rasgos japoneses. Fuma cigarrillos negros sin filtro. Frecuentemente pasa sus manos sobre la falda de su vestimenta, cual ritual.

Lucía.

¿Qué ocurrió con su hermana?

Observa el pasto y permanece en silencio. Esboza un gesto de tristeza. Mira hacia el costado, su mirada se fija en el limonero. Repite el acto de deslizar las palmas de sus manos por la falda de su kimono.

¿Qué fue, Lucía, de La máquina de Recordar a Holga?

La carcajada es estruendosa y genera eco en todo el parque del Esteves.

El resto de las internas la observan.

¡Qué miran asquerosas!

Un leve temblor azota a sus finos labios.

¿No recuerda donde llevaron a la Maquina?

Llora y enciende otro cigarrillo. Se incorpora.

Camina hacia el bar atendido por algunas de las internas.

Su kimono es naranja y le calza muy bien. Es delgada y alta.

La tarde avanza y las asistentes comienzas a referirle a las visitas que el tiempo ha caducado.

Toma 17

Ciertos estudiosos del caso relacionados con La Máquina afirman que el disparador para el diseño y construcción del misterioso artefacto fue la lectura de uno de aquellos tres adolescentes de “La dama de las camelias”. Esta obra fue escrita por Alejandro Dumas hijo basada en su relación amorosa con Marise Duplessis, prostituta parisina. Uno de sus clientes, afirman, era Fran Liszt. La obra de Dumas hijo está basada en las formas atildadas y elegantes de ciertas prostitutas con sus clientes. Duplessis fue una de esas cortesanas, luego prontamente fallecida. Ciertos investigadores afirman que uno de los tres adolescentes, luego de un debate grupal, convenció a Lucía de actuar teatralmente como esa Dama de Las Camelias con los otros dos integrantes del grupo como meros espectadores. La Máquina, diseñada también para registrar fílmicamente, documentó estos sucesos de un alto voltaje erótico y, afirman ciertos estudiosos, este hecho mermó el intelecto de Lucía y su aspecto psicológico pues en las semanas subsiguientes sus compañeros de diseño de La Máquina realizaron muestras privadas con sus amigos en las cuales se podía visualizar a Lucía realizando diversos actos y ejercicios sexuales en ropas íntimas o sin ellas por lo cual, según el guion improvisado de la supuesta obra, recibía una cierta suma de dinero. Este hecho, iniciado como un juego entre amigos devino en una filmación erótica y en cierta traición hacia una de las inventoras de La Máquina. Tal fue el motivo por el cual Lucia decidió separarse del grupo y no volver a tener relación con ninguno de los integrantes varones del proyecto. Ese acontecimiento la turbó sin atenuantes. Su padre y su madre estaban desesperados por las actitudes de la joven. Permanecía en silencio, comía mínimamente y solo entonaba el tango Gricel, seguramente herencia sonora de las escuchas de sus padres. Lucía solía caminar horas por las calles del barrio y su familia, luego de cierto lapso de tiempo, procedía a buscarla. La guía era la escucha de ese tango compuesto por Mores y Contursi que provenía de alguna de las esquinas del barrio.

Toma 20

Las que se deslizan, conduciéndolos, son las calles, no los automóviles, esa suerte de dictadura autoimpuesta y ampliamente aceptada. La ciudad es una fantasmagoría. Las luces se encienden al amanecer, niños y niñas son obligados a concurrir en su espacio educativo en plena noche. Las raíces de los árboles buscan sustento debajo de las calles. Seres durmientes transitan las calles. Holga. Encontrar la Máquina de recordarla. Los noticieros emiten noticias falsas. El televisor transmite lo que la psicosis colectiva genera. La verdad ha sido vulnerada. La Máquina de Recordar a Holga debe ser encontrada, ese instrumento sin órganos que genera relatos, los amplía, los ramifica. Holga como todas las mujeres y todos los mujeros que pululan por las calles con sus cabezas gachas mirando las baldosas. La búsqueda incesante de un hogar imposible. La Máquina de Recordar a Holga: una suerte de infinita cinta magnética que genera y reproduce relatos de toda índole. Una película soviética sin final previsto. Seres pululan desnudos por la ciudad, vestidos con los mejores trajes y vestidos. Las autopistas son un engaño de la construcción psicótica de la sociedad. El tiempo ha sido devorado y los relojes se derriten en un frenesí alocado. Y la búsqueda de La Máquina, su paradero según dicen ciertos informes en algún pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Una incógnita. La ciudad es un perpetuo anochecer. Todo otro afincamiento es lejano. Parlantes dispuestos en ciertos sectores de la urbe reproducen una música machacante, sin dejos de armonía. El sonido preponderante es el de las ambulancias: su destino es incierto. Toda esta situación había sido predicha por La Máquina de Recordar a Holga, fundamentalmente desde sus grabaciones realizadas en un neuropisquiatrico de ubicación desconocida o tal vez, según algunos informes, del Hospital Estéves, sur del conurbano bonaerense.


Jorge Hardmeier, escritor, dibujante, arquitecto, guionista. Publicó los libros de cuentos “Sobrespejos” (1998), “Animales íntimos” (2002) y “Arquitectura antigua” (2011); los de divulgación “Artaud para principiantes” (1998) y “Poe para principiantes” (1999); el poemario “Juguetes antiguos” (2015); “16 entrevistas a escritores” (2015), “Miguel Ángel Bustos, biografía de un poeta militante” (2018), “Entrevista a la música argentina” (2020), “Perfiles Vernáculos. Diálogos” (2020) -una serie de entrevistas a personalidades de la cultura argentina-; Variaciones Di Benedetto (2023). Fue secretario de redacción de la revista “El Anartista”, incursionó en la dramaturgia y en la radio, colabora con sus notas y entrevistas en diversos medios.

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