Pablo Vázquez: «Despierten, sueños de un Dios vengativo»

Breve resumen y reflexión de la tragedia Bacantes de Eurípides

No conviene que los dioses se asemejen a los mortales en su cólera
(Bacantes, Eurípides)

La tragedia Bacantes (Eurípides, siglo V a.C.), comienza con el Prólogo recitado por el mismo Dioniso, inicio excepcional ya que no solían ser los dioses los que abrían las obras trágicas. En el mismo, Dioniso se presenta como hijo de Zeus y Sémele, llegado a la tierra de Tebas a castigar a quienes no le rindieran culto -como era el caso de Penteo, rey de Tebas que no lo incluía en sus plegarias y que consideraba la religión báquica como un pretexto para la lujuria-. Dioniso es el dios del vino, de la ambigüedad, de la fusión del individuo con la naturaleza, de la unión de los fieles con el dios, del desenfreno sexual, de las orgías (en su sentido más amplio de desborde emocional), de la epidemia (epí, “sobre” y démos, “pueblo”) y de la locura.

A pesar de las advertencias del Coro, Penteo insiste en no reconocer a Dioniso como dios, incluso lo injuria al tenerlo frente a frente e intenta castigarlo, sin poder reconocer que se encuentra efectivamente frente a un dios, al punto que Dioniso termina ridiculizándolo. Pero por sobre todas las cosas, al querer el rey de Tebas castigar a este supuesto extranjero, Dioniso termina enloqueciendo a Penteo, quien comienza a sufrir visiones de fantasmas inexistentes, producto de la posesión dionisíaca, y haciendo inútiles sus intentos de capturar al dios. Estamos ante un agón (del griego clásico ἀγών), es decir: lucha, disputa, certamen. Este es un término utilizado en palabras compuestas como agonía, antagonista o protagonista.

Pero Dioniso no enloquece solamente al rey Penteo por sus actos de hybris, es decir, su exceso de soberbia al rechazar a Dioniso como dios e impedir que la ciudad celebre sus misterios; Dioniso también enloquece a las bacantes de Tebas en el Monte Citerón, a saber, las mujeres adoradoras del dios aún no iniciadas en su culto. Las ménades, esto es, las bacantes enloquecidas por el dios, amamantaban cachorros de lobos salvajes, golpeaban su tirso (especie de cetro) contra el suelo, del cual brotaba vino. Otras arañaban sus dedos contra la tierra hasta hacer brotar leche de la misma. También descuartizaban a las terneras cercanas con sus propias manos y herían a los hombres que se encontraban en las llanuras del monte.    

Hay en Bacantes una estrecha relación entre la desmesurada altanería de los mortales ante los dioses -y su ceguera al no poder reconocerlos- y la manía que en este caso Dioniso les infunde de tan diversas formas. En el rito dionisíaco hay integración con la naturaleza, alucinación, danza desenfrenada (oreibasía), despedazamiento de animales vivos (sparagmós) y consumo de carne cruda (omofagia), al punto que las ménades tebanas terminan asesinando a Penteo y despedazándolo, siendo una de ellas Ágave -su propia madre, también enloquecida por el dios-. Dioniso rompe los límites de la naturaleza, de la cordura, de lo humano y de lo animal. No perdona la arrogancia de los mortales, y no hay peor locura que la falta de humildad.

Referencias Bibliográficas
Eurípides (2003). Bacantes, Traducción, estudio preliminar y notas: Nora Andrade. Buenos Aires Argentina, Editorial Biblos.


Pablo Agustín Vázquez, escritor, fotógrafo, dibujante, licenciado en Historia de las Artes, nacido en 1988 en la ciudad de Buenos Aires. Inició su formación a muy temprana edad, comenzando con el dibujo para luego volcarse a la fotografía analógica, la poesía y el teatro.
Web: www.vazquezpablo.com
IG: @pablovazquezarg

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