TU SANGRE FRÍA a mi padre, Miguel Valiente Ausente amor que yo imagino abrazándome más allá del sueño raíz de mi fantasía y de mi empeño ausente amor que yo imagino por ti no sé adonde me encamino el frío me va cortando leño a leño el mismo frío que sentía de pequeño por ti no sé adonde me encamino estoy perdiendo la fe que domino se arruga mi cara se frunce mi ceño y eso es todo lo que al espejo enseño ausente amor que yo imagino. EL BOXEADOR a mi padrastro, Francisco, y a mi madre, Mercedes Ni cuando venías aporreando puertas de madrugada, desentrenado por gastarte todo el dinero en vino, ni cuando ciego te retiraste a quitarte los guantes vencido, contando 15 asaltos o 15 días con la luz cortada. Ni cuando los errores te redujeron a ser el sparring del sinsentido, a ti, que dejaste fuera de combate a más de 30 con prometedora rabia. Ni cuando prometías a madre no tirar nunca la toalla, y madre lleva 10 años, 20 años, con el mismo abrigo. Y cuando mis noches se bañaron en alcohol y delirio, tampoco viste claro en mí el reflejo de tu casta. Nunca se te vio tan derrotado llegar a casa como cuando en el sanatorio me dieron asilo. Nunca me faltaron épocas de crisis contigo, y tampoco te faltaron desde aquel día las lágrimas. Sólo fueron dos semanas, padre, dos semanas, para vencer, juntos, al peso pesado del tiempo perdido. HE PERDIDO MUCHOS PREMIOS IMPORTANTES El día de mi comunión me fumé cinco cigarros. Fui un poeta prematuro y místico. Que fueran cinco besos de mi padre —a quien a mis 47 tacos nunca he conocido—, o ya por pedir de mi padrastro, el boxeador, sí que habría sido —qué diablos— un acto divino. Pero soy de esos ganadores que pierden muchos premios importantes. FOTO DE FAMILIA a ti, lector, que también pasaste miedo en la pandemia Estarás totalmente de acuerdo conmigo de que este año nos ha ido a todos de pena. ¿Dónde está la respiración, el mayor placer de nuestro cuerpo? Pero hoy —24 de diciembre de 2020— aunque sea por videollamada tiene que ser Navidad, porque tengo el amor de mi hijo. RÉGIMEN DE VISITAS a mi hijo Eduardo Siempre que te entrego al amor de los brazos de tu madre (porque un ser tan hermoso no lo hubiera conseguido hacer uno solo de nosotros), qué fácil es morir y que difícil es vivir cuando te digo adiós. Hijo mío, acuérdate, acuérdate de mí: sálvame.
…
Abel Santos, escritor (Barcelona, 1976). Ha publicado los libros de poesía Esencia (1998), El lado opuesto al viento (2010), Todo descansa en la superficie (2013), Jass (2016), Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas (2016; segunda edición 2017), Huelga decir (2019), El camino de Angi (2020), Algo te queda (2022, libro con el que quedó finalista del XXIV Premio de Poesía Ciudad de Salamanca), y su Antología Poética 1998-2014 Demasiado joven para el blues (2014). En 2015 coordina la antología La casa de los corazones rotos. En 2018 gana el II Concurso de Poesía “Perfecto Esperpento” contra el Estigma en Salud Mental. Algunos de sus poemas han sido traducidos al árabe clásico, al catalán y al inglés.
www.abelsantospoesia.blogspot