
(Los poemas de esta selección pertenecen al libro La luz no se corta como el papel -Ediciones con doble zeta, 2016-)
El rastro
Me quedé
en esa llamada —etapa de la niña
il ritornello,
mirando el árbol
subiéndolo
reptándolo
uniéndolo al tiempo.
En el instante último encontré
el bucle infinito de los recuerdos
como un gusano que una y otra vez
pisa el rastro de sí mismo.
Así, toda la tarde
después de que te fuiste.
Todo vuelve
Yo trabajo en las horas propias del rocío,
cuando la luz se desmaya en trozos
sobre los adoquines
y vos dormís y soñás
que volvés a rendir matemáticas,
que caés preso y la cárcel es una escuela
o la escuela es una cárcel —da igual.
El sueño se vuelve pesadilla y gritás
te movés y tirás del acolchado
con fuerza
como si arrastraras un ancla.
Cuando me contás un sueño,
estamos tomando mates
o bañándonos.
Me pasás el jabón por la espalda,
te agachás y me mordés un pezón
y el sueño se interrumpe
y caemos los dos
en un continuado de caricias y roces,
todo vuelve a ser hermoso
cálido
como el verano en que nos conocimos.
Lo primordial
Desde temprano zurcí a mis omóplatos
unas alas traslúcidas
y fue secreta mi insistencia con el aire
ese ritual del viento bajo los brazos.
Me soñé golondrina, paloma, búho en la noche,
recolecté de páginas, figuras, imágenes
las historias más idóneas, el personaje.
Sobre las sillas compuse un cielo contenedor
para ejercitarme
y cuando llegó el momento, ni una duda:
¿qué importa la altura si se tiene fe en el vuelo?
El claro destaca el árbol más próximo,
una rama fuerte —creo— accesible.
Nos llega espeso el olor a sal marina
y una vista imperfecta del Cabo Santo Domingo.
Papá despliega la mesa,
vos la colmás desde tu canasta,
el estéreo reproduce
un sueño con serpientes.
Me parto en tres un brazo, asumo luego
no son tiempos de ogros, dragones ni encantos.
A los cinco años no se saben muchas cosas,
por ejemplo, cuánto mide un metro y medio,
que los huesos se rompen y los padres
detestan llevarte al médico.
Pero sí, supe
que volar es una maravilla
y hasta el cuerpo más pequeño
tiene lugar para la fantasía.
Casi un sueño
Invitarte a escribir acá conmigo
en una hoja grande que ocupe
toda la mesa
con lapiceras que tengan tinta interminable
y una música roscada
de mar y bosque con viento.
Vos prepararías el mate
todo el rito en mi cocina que se inunda
del sol de la mañana:
yerba-agitar-sacar el polvo
la pava esconde burbujas
primer chorro
y la sonrisa del sabor
a la temperatura justa.
Ya no tendrías ese dolor en la rodilla
se habrían recuperado
todos tus cartílagos
te sentarías en el sillón y metódicamente
escribirías en tu cuidada letra de imprenta.
Parece imposible.
Los años malos se ven por una lente
las cosas quedan lejos pero se agrandan
y pesan.
Una bolita emplomada se pierde
en la corteza del cerebro, navega
se ahoga y reaparece más allá
más acá, quién sabe, ¿no, papá?
Invitarte a escribir acá conmigo,
yo me siento otra vez como una nena y vos
tomás mi mano.
Aixa Rava, escritora, editora, docente. Nacida en 1982 (Tierra del Fuego), forma parte del Comité Editorial del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” (FADU-UBA) como correctora de la Serie Tesis del IAA. Está a cargo de la cátedra Didáctica de Segundas Lenguas del Profesorado de Sordos e Hipoacúsicos del IFD N.º 4 (Neuquén). Publicó los libros de poemas Barda (Buenos Aires Poetry, 2014), La luz no se corta como el papel (Ediciones con doble zeta, 2016) y Los sitios de mi cuerpo (Añosluz Editora, 2019). Participó de las antologías Rumiar. Volumen I (Rumiar Editorial, 2018) y Poesía Añosluz (Añosluz Editora, 2020). En el 2019 fundó el sello editorial Tanta Ceniza Editora en el que participan diseñadoras, ilustradoras, traductoras y escritoras argentinas. Forma parte de la Colectiva de Escritoras Patagónicas, proyecto que difunde las voces de escritoras de la Patagonia en el canal de YouTube “Algún poema tiene que haber”: https://www.youtube.com/channel/UCZ7UuCvltvHRasTFWoxz7Hg/featured.
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