Ana Laura Justel: «La población infanto-juvenil siempre me llamó la atención energéticamente. Me entusiasman, me sacan la garra.»

  Devenir111. ¿Te podés presentar para enmarcar la entrevista?
  Ana. Mi nombre es Ana Laura Justel, soy psiquiatra infanto-juvenil, homeópata. Hace unos años que estoy trabajando en salud mental y la angustia es un tema que aparece mucho por ahí. Siempre viví en CABA, trabajo en hospital público y me formé en instituciones públicas. Me recibí de médica en la UBA y después hice la especialización en psiquiatría con el sistema de residencia; porque hay varias formas, en el hospital Elizalde que es conjunta entre médicos y psicólogos en el 2020, trabajé también en Malvinas Argentinas en un hospital de niños y ahora estoy trabajando en el Hospital Álvarez en la parte de salud mental infanto-juvenil.

  Devenir111. Ser psiquiatra infanto-juvenil ¿Es una especialización dentro de la psiquiatría?
  Ana. No, no, la carrera es psiquiatría infanto-juvenil, no es posbásica.

  Devenir111. ¿Cómo surgió en vos la inquietud por tu especialidad?
  Ana. Tiene varios planos esa inquietud. En principio estudié medicina porque en algún momento se me ligó con que quería comprender algo de nuestra existencia como seres humanos y entender un poco el padecimiento en general y a los diecisiete años me pareció que la medicina podía acercarme a ese conocimiento. Terminé la carrera y me di cuenta de que seguía sin entender nada del ser humano, de su existencia. Comprendí que no era por ahí, que la medicina no daba respuestas a lo que yo me estaba preguntando. Entonce empecé a estudiar homeopatía como para adquirir otra mirada del ser humano y del tratamiento de la enfermedad. A la hora de pensar en mi especialidad elegí salud mental, en principio porque es algo que no se estudia en la carrera; si bien tenemos psiquiatría y en primer año esta la materia Salud Mental, que es anual, queda en un plano secundario porque hay otras materias más preponderantes, no hay una gran formación en salud mental dentro de la carrera de medicina. Pensé que, quizás, encontraba una llave para abrir la puerta hacia lo que estaba buscando. La población infanto-juvenil siempre me llamó energéticamente, hay algo que me pasa con ellos que no sé explicar bien; pero los siento más cerca, me conmueven, me sacan la garra, me entusiasman. Hoy, que ya terminé la especialidad tampoco aparece eso que en algún momento quise encontrar, y aunque a veces creo que jamás lo encontraré, la cosa estará en seguir buscando. Actualmente estoy haciendo un posgrado en Medicina Tradicional y Cosmovisión Indoamericana para conocer la cosmovisión y la medicina de los pueblos originarios de Latinoamérica.

Devenir111. ¿En qué consiste esa carrera?
Ana. Es una diplomatura que depende de la Universidad de Rosario. Se dicta en forma virtual y este es el segundo año de cursada en modalidad diplomatura.
Es una formación que apuesta a transmitir conocimientos pertenecientes a la medicina tradicional indígena de América. Está planteada para que profesionales de distintas áreas, formados por conocimientos atravesados por el colonialismo podamos, con responsabilidad ética y respeto, acercarnos a ese patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad en constante peligro de degradación y desaparición.
También promueven y traen la palabra directa de distintos maestros y maestras sanadores tradicionales de distintas etnias. Y algo que también proclaman como eje de la formación y que me parece necesario e interesante es evitar que las prácticas ancestrales se utilicen en nuestra sociedad, aisladas de la cosmovisión de donde provienen y sean comercializadas de manera errónea y “new age”.

  Devenir111: ¿Cómo se estudia homeopatía?
  Ana. Homeopatía es un posgrado que dura tres años, es decir tenés que ser médico o médica. No es oficial, no está oficializada como práctica médica acá en La Argentina. La homeopatía tiene otra concepción de los procesos de salud y enfermedad de los individuos partiendo de la base de que son una unidad y de que todo lo que nos va pasando sintomáticamente a lo largo de la vida responde a la misma esencia. Considera a la enfermedad como un desequilibrio más interno, más de la energía vital. Esos desequilibrios se pueden manifestar como algo específico, como ser una afección renal o cardíaca. La homeopatía tiende a ligar todas las sintomatologías con las distintas personalidades. Cada uno enferma de lo que puede y como puede, tiene esa lógica. Lo singular de la homeopatía es que trabaja con preparados naturales que son sustancias muy diluidas al nivel que si se pueden dosar químicamente no se encuentran. Eso es lo que se critica desde la alopatía, dicen que se les está dando a los pacientes agua con azúcar. Pero lo químico no lo es todo, hay cuestiones físicas de las sustancias que dejan huellas. Esa es la característica de la homeopatía, en la terapéutica se basa en sustancia naturales que pueden provenir de todos los reinos; pero muy diluidas. La farmacéutica homeopática si está regula en La Argentina. Si bien las médicas y los médicos homeópatas no tenemos una matrícula específica porque no existe, sí podemos prescribir medicación porque ese medicamento si está regulado por el Estado.

  Devenir111. ¿La psiquiatría es prima de la psicología, pariente lejana, compatriota o no tiene nada en común?
  Ana. Sí, tienen mucho en común. También depende de desde donde lo encares. Tienen muchísimo en común si se piensa desde un lugar de pregunta. Son disciplinas que buscan acompañar y colaborar con el bienestar psíquico de las personas con todo lo que eso incluya. Ahora, si nos metemos en la teoría hay mucha distancia. También dentro de la psicología hay muchas corrientes teóricas, algunas de las cuales son más biologisistas. La psiquiatría más que prima hermana de la psicología es prima hermana del sistema penitenciario, sale más de la segregación de los individuos socialmente y de lo que había que sacar de la sociedad para que no genere ningún disturbio en el orden social. La psicología es más joven porque se comprendió que por medio de la palabra había algo que se podía movilizar. Por un lado están emparentadas porque en un punto se dedican a lo mismo; pero vienen de cunas distintas. Yo diría que son de una familia ensamblada más que primas. Vienen de distintos lugares; pero se encuentran en un punto.

  Devenir111. ¿Conocés psiquiatras que sean psicólogos o viceversa?
  Ana. Sí, no tanto de mi generación; pero en una generación anterior se daba mucho, sobre todo a partir del auge del psicoanálisis aquí en el país, hubo muchos psiquiatras que también se recibieron de psicoanalistas. Hoy lo que está sucediendo, al menos en mi generación, es que muchos psiquiatras se forman en psicoterapia, en líneas psicoterapéuticas más cognitivo- conductuales que son más metódicas, más basadas en la evidencia, más cercanas al método científico; lo que les permite llegar a los pacientes más allá de la medicación.
 De todos modos pienso que, el hecho de que una persona sea todo es raro. Antes se daba mucho eso de que el psiquiatra de una persona también era su psicólogo. Eso obstruye la posibilidad de las miradas múltiples, del trabajo en equipo y monopoliza un poco el poder; porque tenemos que tener en cuenta que todos los profesionales de la salud tenemos cierto ejercicio de poder sobre la persona que nos viene a consultar, se establece una relación de base en la cual alguien viene con un pedido y el profesional tiene el saber. Estaría bueno deconstruir ese esquema y transformarlo en otra cosa. No creo que esté bueno que un profesional monopolice toda la atención. En cambio el trabajo en equipo, que es frecuente dentro del área de salud mental, y que a mí me parece fantástico; propone un enriquecimiento profesional que redunda en un beneficio para los pacientes.

  Devenir111. Más allá de los efectos en la así llamada Salud Mental, si tuvieras que pensar en la mente ¿Es de estructura biológica o es de estructura psíquica no biológica? ¿Es de estructura sustancial en relación a la biología, a la química, a los soportes que el cuerpo provee, o se sostiene en la palabra o en algún otro soporte que no sea estrictamente físico?   
  Ana. Yo pienso que somos materia, somos biología, eso es innegable. De todos modos creo que hay distintos planos de existencia y cada uno de ellos tiene un cierto espectro de existencia. Hay un plano más material que es éste y otros más sutiles, menos concretos, que tienen otros lenguajes y otra formas de existir. Nosotros existimos en todos esos planos, estamos compuestos de todos esos lenguajes. Tenemos un cuerpo, un campo energético, tenemos algo inmaterial, que está y no sé cómo llamarlo. Desde este más concreto que habitamos a veces cuesta un poco evidenciarlos. Lo que soñamos, los pensamientos o las emociones, lo que sentimos cuando llegamos a un lugar y hay algo que nos pasa. También somos todo eso y todo eso construye claramente el psiquismo. Por eso es interesante lo de “la cabeza”; porque para mi hay otra cosa, algo que no está en la cabeza, está en todos lados. No es que sentimos o pensamos con la cabeza, sino que la cabeza es la estructura biológica que nos permite la traducción de todo lo que nos pasa en el plano material. Tenemos distintas partes y cada una de ellas se debe encargar de alguna cosa. Es una cuestión de unidad física. Tendemos a separarlo porque siento que hay una tendencia intrínseca de nuestra especie de comprender por los métodos lógicos de los que dispongamos en cada tiempo y espacio en los que existimos. No es igual la comprensión del mundo hace mil años que la actual. Tendemos a separar como un intento de mantener un control, aunque sea mínimo, sobre nosotros mismos, sobre el otro, sobre ciertas cuestiones.
En resumen, no creo que sea la cabeza únicamente, sino creo que cada plano de existencia, que son muchos, no tengo idea cuantos ni como se dividen, si es que se dividen; pero existimos en todos ellos. El biológico es uno de ellos. Atribuirle todo lo que somos a uno solo de esos planos sería una pena, porque implicaría perderse otra forma de transitar los años que nos tocan.

Devenir111. Hablando de lo concreto, de lo físico ¿Cómo opera el fármaco en la organización psico-física, en la conducta?
  Ana. Esa pregunta refiere a biología pura. Depende de cada psicofármaco. Hay distintos circuitos en el sistema nervioso central que se van estudiando y se van relacionando con determinadas sintomatologías. Entonces, en una sintomatología depresiva; por ejemplo en una depresión mayor que cumple con determinados requisitos diagnósticos y demás, se ve que está comprometido tal circuito y que en ese circuito hay ciertos receptores o neurotransmisores que están en falta o están en exceso. El fármaco lo que hace es responder a esa hipótesis teórica que indica que si esa persona está manifestando esta conducta es porque está sucediendo algo que no debería estar pasando, algo que consideramos una falla. En el intento de esa corrección los fármacos tienden a reparar ese circuito. Lo curioso es que no todas las personas responden igual a los mismos fármacos, no todos los cuadros que tengan el mismo diagnóstico se pueden tratar de la misma manera. El fármaco en definitiva, es una sustancia que va a suplir alguna deficiencia de algún circuito. Lo que pasa es que estos fármacos influyen directamente el sistema nervioso central y por eso, a veces, presentan tantos efectos adversos porque es un poco difícil circunscribir la acción solamente al circuito al que se le apunta. En una depresión tratada con fármacos puede pasar que ya no estés deprimido; pero que no estés nada. En el caso de alucinaciones, con ciertos fármacos dejás de alucinar; pero tenés una hipertonía muscular que hace que te cueste levantarte de la cama. Los medicamentos psiquiátricos tienen algunos efectos adversos que no tienen los que se dirigen a un órgano más específico y cuyo estudio está más comprobado.

  Devenir111. Una de las diferencias que marcabas entre la psiquiatría y la psicología era que ésta se basa más en la palabra. ¿Para el diagnóstico psiquiátrico influye más lo actitudinal del paciente o la palabra también es fundamental?
  Ana. No, la palabra siempre está. Hay algún síntoma digamos objetivo, que yo puedo percibir desde afuera; pero la mayoría de los síntomas son subjetivos; es decir que nos manejamos con lo que la persona nos dice. La palabra siempre está y están también todos los demás lenguajes, desde que te mandan el mensaje de texto, pasando por cuando llega el paciente y cuando se va. Es verdad que es una práctica común dentro de la psiquiatría el hecho de circunscribirse a la prescripción farmacológica y la consulta se convierte en una mecánica de: -¿Estás mejor? ¿Peor? ¿Tuviste tal efecto? Y en base a eso prescriben el medicamento. Eso existe; pero también existe otra corriente que necesita que la consulta se enriquezca más a través de la palabra. En la psiquiatría la palabra es más bien diagnóstica y en la psicología más terapéutica.

  Devenir111. Específicamente en el caso de niños y adolescentes, ¿Siempre concurren con un mayor?
  Ana. Si, si, igual no es lo mismo el consultorio que la guardia. Yo siempre trabajo con la familia tanto de una niña o niño como de adolescentes, es inseparable el vínculo de ellos con su entorno primario. La mayoría de las cosas que les sucede tiene que ver la constitución familiar, o con lo que sea su núcleo primario de apoyo. Es muy necesario trabajar con todos. Después es muy artesanal porque vas escuchando, vas viendo, vas pensando, es muy dinámico, las cosas van cambiando todo el tiempo. Por ejemplo, tenés un caso en el que el niño se porta mal, pega muerde, rompe cosas y si gracias a un trabajo en conjunto ese síntoma empieza a ceder, va a aparecer en otro lugar de la familia. Por otra parte tanto niños como adolescentes lo piden a través de su discurso, te cuentan cosas que pasan en su casa, siempre traen cosas de su entorno, entonces sería como desoír  sus demandas. Todo el tiempo intervenimos con los mayores, de hecho, en algunos casos, intervengo más con ellos que con los niños. Muchas veces se revierte la sintomatología charlando con los mayores, no en todos los casos se medica al paciente. En mi calidad de homeópata, el uso de esta medicación en los chicos también me abre un campo de acción mayor con la familia.

  Devenir111. ¿En los dispositivos institucionales también podés intervenir homeopáticamente? ¿En el Álvarez lo podés hacer, por ejemplo?
  Ana. No, nunca lo hice. No es algo que esté permitido, tampoco otras corrientes, digamos alternativas. Bueno, lo institucional es un capítulo aparte, podrían hacer un número de su revista dedicada al tema. Vos representás a la institución, sos la institución y la institución te come, te encarna. Te vas espejando.

  Devenir111. Si la intervención fármaco-homeopática, no sé si se dice así, está avalada, es raro que las instituciones que de algún modo representan al Estado no compartan ese aval. Ahí hay como un casamiento con la esencia oficial que parece ser lo único.
  Ana. Sí, claro, y también hay un montón de terapias de fitomedicina, herborísticas que están avaladas y que tampoco se practican en instituciones públicas. Es que están conceptualizadas como terapias complementarias o alternativas, no como primera línea terapéutica. Con esta pregunta se me abren a mí otras preguntas, porque nunca le pregunté a un Director de un hospital, ni le pedí que me mostrara dónde dice que no se puede usar homeopatía en ellos.

  Devenir111. ¿Qué es la angustia? ¿Qué cosas les producen angustia a los niños y a los adolescentes? ¿Cómo la procesan?
  Ana. La angustia tal como la concebimos los adultos está relacionada con la tristeza, el desgano, el llanto. Pero eso es una construcción que responde a algo más complejo a nivel psíquico. Hay muchas cosas que les genera angustia. Como dije antes todo es vincular, a lo largo de la vida en general; pero en niños y adolescentes quizás esté más explícito porque son todo vínculo. Les genera angustia no sentirse queridos, que los reten, muchas cosas. Los niños más pequeños la pueden manifestar rompiendo cosas, o a través del movimiento; no pueden quedarse quietos. Con ellos todo se trabaja a través del juego. En el caso de los adolescentes, últimamente, están muy comprometidos, muy angustiados en el mejor de los casos, por dos temas fundamentalmente. El vacío y la soledad. Esas dos palabras y sensaciones que aparecen cada vez con mayor asiduidad en las consultas.

  Devenir111. ¿Se puede hablar de una angustia digamos normal, esperable y de una angustia patológica?
  Ana. Sí, hay de las dos. También están las angustias socialmente aceptables y las angustias que no lo son. Estamos inmersos en una cultura, no es lo mismo angustiarse acá que en La India, en China o hace cien años. En esa lógica, hay angustias que se aceptan como normales según el parámetro para esta cultura y para este momento, y hay angustias que no reconocen esas condiciones; esas serían las patológicas. Pero sí, dentro de la psicopatología hay angustias esperables, normales y también patológicas. ¿Cuándo una angustia se convierte en patológica? Cuando impide la sociabilidad del sujeto, cuando interviene en su vida cotidiana. La persona no se conecta con la familia o con su entorno, compañeros de escuela, amigos, no puede ir a trabajar.
Siempre hay que mirar con lupa. Por eso son fundamentales las primeras entrevistas. El médico tiene que tomarse el tiempo para conocer a esa chica, a ese chico y a la familia. Cuando se comienza un tratamiento y el paciente te cuenta su problema es muy difícil, en ese momentos, dilucidar qué es lo que lo provoca. Ese aspecto es uno de los que me apasiona de mi trabajo, esa sorpresa al descubrir, a lo largo del tratamiento, las causas y cómo enfrentarlas y para eso es fundamental hacer un buen diagnóstico.

  Devenir111. Se dice que el nacimiento es un episodio traumático, ¿También es angustioso para el bebé?
  Ana. Y… seguramente. Debe ser angustiante simbólicamente, porque estamos hablando de una emoción un poco superior en términos de complejidad. Un bebé recién nacido no puede experimentar esa sensación porque su aparato psíquico está en construcción. Decir que un bebé siente angustia al nacer sería una traducción nuestra, de los adultos, de lo que le está pasando a ese ser.

  Devenir111. ¿Los niños superan con mayor facilidad la angustia que los adultos? ¿La procesan más rápido?
  Anita. Los niños son más plásticos o resilientes en general, incluso físicamente. Se caen y se levantan como si nada. Eso no pasa con los adultos. Yo creo que a medida que vamos creciendo vamos también incorporando vicios, y quizás algo de eso puede ser que nos vuelva más rígidos y haga que, a veces, siempre a veces, nos cueste más movernos de alguna posición, cambiarla o modificarla hacia un lugar de mayor liberación.  En los niños la angustia es más puntual y; en general, tiene que ver con algo más vincular. La pueden expresar con mayor determinación, sin tapujos. Es como si lo gritaran con megáfono, evidencian claramente que les está pasando algo, entonces se puede intervenir de una forma más eficaz. En cambio, de grandes, reaccionamos de otra manera ante la angustia. Suele haber angustias que se van renovando cada vez y las vamos tecnificando de otras formas. Con los niños hay más campo de acción. Se establece una cercanía que con los adultos es más difícil.

  Devenir111. Cuando hablabas de los adolescentes decías que los temas más frecuentes de consulta tenían que ver co la sensación de vacío que sentían y con la soledad. ¿Qué significan para ellos estas dos sensaciones? ¿Qué las provoca?
  Ana. La soledad se les presenta porque les cuesta mucho establecer lazos reales con casi nadie. Hay algo de la adolescencia que tiene que ver con la exogamia, de ese vínculo con pares, de identificarse en el otro. Les falta ese fervor necesario, ese impulso que en muchos casos no está. Se mezclan muchos factores en esta cuestión. La pandemia y la post pandemia hicieron estragos en las relaciones; pero también todo lo que tiene que ver con el mundo tecnológico y la falta de cuerpo y de encuentro. No saben qué hacer con el cuerpo. La soledad aparece porque les queda muy lejano el contacto, el vínculo real con el otro. Tienen la sensación de que todos están; pero, a la vez, nadie está. Es una clínica nueva porque son las primeras generaciones con una construcción de psiquismo con este tipo de tecnología mediante.
El tema del vacío tiene que ver con que nada tiene sentido, con que nada tiene un costo. Ese sinsentido genera un vacío porque no hay motivaciones o son muy efímeras y vienen cargadas de mucha angustia. Es lo que pasa con las redes, con eso que tienen de lo ilimitado, de lo accesible, de lo que no tiene costo en algún punto y eso se vuelve muy intrusivo y muy enloquecedor para algunas edades. Parece que no hay otro cuando te comunicás exclusivamente en forma virtual.

  Devenir111. Claro, porque una cancelación, un visto que no te responden, o una falta de like puede frustrar mucho, ¿no?
  Ana. Claro, sí, es que es todo así, todo está al borde porque no hay construcción y todo el tiempo se cae, no existe una estructura que lo sostenga. Vienen a las guardias adolescentes con situaciones en que los disparadores finales son aspectos relacionados a los mensajes no contestados, a fotos que alguien sube a las redes y que son privadas. También hay una cuestión con la exposición y de la comparación con un mundo mucho más amplio que el que había años atrás. El mundo era más limitado y era más fácil controlarlo. Salvo que estés muy plantado. El vacío y la soledad a la que ellos se refieren, tiene mucho que ver con los grupos de pertenencia, con la dificultad de establecer vínculos sólidos en términos de saber que pueden contar con alguien de verdad, genuinamente.

  Devenir111. ¿Les preocupa el futuro? ¿Los angustia?
  Ana. Sí, sí, les preocupa y los angustia en una cuestión identitaria y de sentido de vida. También se ven chicos que están muy aplanados, que no le encuentran sentido a nada.

  Devenir111. ¿Existe algún otro sector de la sociedad que funcione como demandante de los servicios públicos de salud mental?
  Ana. Si, también recibimos muchas derivaciones de las escuelas. A veces ameritan la consulta y otras no. En muchos casos las escuelas detectan situaciones de violencia familiar contra niñas, niños y adolescentes. En esos casos no es la familia quien acude a la consulta por iniciativa propia, sino que es la escuela quien detecta el caso y hace la derivación. Se presentan casos que padecen violencia de todo tipo, física, verbal, sexual, simbólica, etc. Casos de abuso sexual se presentan muchísimo, más en niños y niñas que en adolescentes. De hecho el año pasado yo estaba trabajando en el hospital de Malvinas Argentinas y llego un chico al que habían golpeado en su casa y estuvo en UTI tres horas y después murió. A ese pibe se lo comieron todos, todas las instituciones, porque no debía ser la primera vez que le pegaban, ese tipo de violencias se sostienen en el tiempo y se llevan acabo por personas muy cercanas al niño o niña. A partir del caso Lucio se promulgó una ley que tiende a capacitar a todos los actores sociales, sobre todo a la justicia, para que se actúe con más celeridad y pericia en estos casos de violencia, que son crónicos.  

  Devenir111. ¿La identidad de género es un tema que aparece en la clínica terapéutica?
  Ana. Sí, la clínica de identidad de género está muy presente hoy sobre todo en preadolescentes y adolescentes. Esas situaciones no siempre son motivo de angustia para los chicos que vienen a atenderse; pero sí es algo que genera un revuelo en su entorno. También se presenta muchos casos de bullyng. Los chicos que son objeto del bullyng sufren mucho, se angustian mucho. En esos casos la angustia se presenta de una forma más franca.

  Devenir111. Vos tenés mucha población latinoamericana ¿Esa situación sigue generando bullyng? ¿Las nacionalidades siguen siendo motivo de bullyng?
  Ana. Sí, quizá no estrictamente relacionado al gentilicio; pero si ligado a eso, más bien a las costumbres familiares, a su cultura. De todos modos observo que el bullyng está más relacionado con lo corporal, con las características físicas, a la conducta alimentaria, al peso. También existe la segregación hacia niños dentro mismo de su núcleo familiar. A veces sucede que no todos lo hijos ocupan el mismo lugar y sufren, por separado, distintas situaciones de abuso.

  Devenir111. ¿En esos casos interviene el Estado más allá del aspecto sanitario? ¿Interviene la justicia, la policía?
  Ana. Sí, sí ante cualquier vulneración de los derechos de niñas, niños y adolescentes tenemos la obligación de informarlas a la justicia. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires es al Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. En provincia de Buenos Aires es son los Servicios Zonales y Locales. Así como nosotros tenemos la obligación de informar estos casos ellos tienen la obligación de intervenir. La violencia hacia niñas, niños y adolescentes es un delito de instancia pública, quiere decir que todo aquel que se entere de un caso está obligado a informarlo.

  Devenir111. ¿La respuesta estatal es pertinente y eficiente?
  Ana. No, generalmente no. El Consejo funciona muy mal, no paramos de pelearnos. Es un gran “como si”. No digo que no se ayuda a ningún pibe, porque estaría mintiendo; pero si que es bastante inoperante y, hasta a veces, dañino. Hay problemas de recursos y de gestión, mucha burocracia y vacío institucional, entonces el pibe queda entrampado en una calesita que no conduce a ningún lado. Hay casos en que los chicos quedan internados en el hospital por más de un año. Esos chicos finalmente terminan con problemas de salud mental.     

  Devenie111. Para ir terminando, ¿recordás alguna presentación clínica que a vos te haya angustiado? ¿Te suele pasar?
  Ana. No me suelo angustiar hasta ante las situaciones más crudas; pero en estos años de clínica hospitalaria, más que nada, me di cuenta de que hay ciertos episodios que me angustian mucho y que responden a un denominador común. Una vez entró un adolescente de dieciséis años al hospital a terapia intensiva porque se había pegado un palo con el auto. Manejaba el hermano de diecisiete años al que habían derivado a otro hospital. Resulta que le habían sacado el auto al viejo, habían tomado y tuvieron este accidente. Uno de los dos quedó con muerte cerebral, estuvo en coma un tiempo; pero después salió de ese cuadro en un estado muy basal. El otro lo tuvieron que intervenir, perdió un riñón, estuvo grave. Más allá de eso empezó a presentar un cuadro de mucha angustia porque se sentía muy culpable por el estado de su hermano. Los padres se tenían que turnar para verlos. Entonces me llaman porque este chico que ya había pasado a sala; pero le habían quedado muchas secuelas a causa de esa daño cerebral que había tenido; mostraba, a veces, algunas excitaciones psico-motrices involuntarias, no podía hablar y necesitaban que lo evalúe un psiquiatra para determinar si era factible administrarle alguna medicación porque en esos movimientos se sacaba las vías. Llego a la habitación para evaluarlo y estaba la mamá con él. Ella me contaba la situación desde un lugar de mucha sabiduría en el sentido vital, de mucha resignación también, con mucho amor. Cuando salí de la habitación me angustié mucho y me di cuenta de que era porque a veces pasan cosas que no debían haber pasado y cambian la vida de todos de un momento para el otro. Estando en un hospital infanto-juvenil sabemos que no todas las enfermedades se pueden curar, que los niños también se mueren por causas que, a veces, no quedan del todo claras; pero están dentro de las cosas que pasan en un hospital y las acompaño de otra manera. En este caso lo que me angustiaba era lo imprevisible, esa sensación de que es posible que todo suceda y que eso que sucede y te cambia para siempre la vida de un cachetazo. Ese caso me angustió mucho. Cuando decidí infanto-juvenil y no adultos también fue porque sentía que había algo en esa franja etaria que no me permitía desplegar mi idea profesional ni podía llegar a tomar la distancia necesaria para poder accionar con eficacia. No tiene que ver con la enfermedad ni con la posibilidad de la muerte, porque los niños mueren también, es así.

  Devenir111. ¿Te quedó algo por decir?
  Ana. No, quizás decir que frente a la angustia nunca hay que estar solo. Siempre buscar, pegarse a alguien, buscar en otros lados. Siento que hoy hay una tendencia de lo “auto”, autoayuda, autocontrol, autoconocimiento, etc. Se dice que el poder está dentro de uno y no siempre es así. Pienso que es un mensaje neoliberal disfrazado de progresismo que nos cierra, nos limita, no nos deja crecer y trascender y ser personas plenas. Siempre está bueno enlazar con otros, buscar en otros, que otros te miren, te digan, te nombren, te vean, te hagan existir. Eso es muy sanador.                         

Ana Laura Justel, psiquiatra infanto-juvenil, homeópata.

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