Annabel Lee Teles: «En el despliegue del deseo: transformaciones éticas y políticas. Apuntes de una lectura de textos spinozianos»

Una cierta inquietud corre por las calles, un murmullo anónimo insiste y muestra una preocupación que nos concierne, la preocupación por el deterioro de los cuerpos, por las condiciones en que pensamos, percibimos, sentimos; nos relacionamos y producimos. Dice también la urgencia por pensar la existencia singular, la vida política en sus distintas expresiones: por desplegar modos de encuentros signados por el respeto y el apoyo mutuo como vía para el despliegue de nuevas posibilidades de vida.

Vivimos un tiempo donde predominan formas de opresión que devalúan la vida en sus distintos aspectos. A diario percibimos como se siembra la tristeza mediante el autoritarismo, la impunidad y la ignominia; cotidianamente nos topamos con la presencia de la crueldad velada por una vieja y gastada racionalidad discursiva, tergiversadora, mentirosamente neutral. Percibimos como se afianzan rigurosas antropotécnicas que operan sobre el pensamiento, la afectividad y los cuerpos con el afán de dominar y apropiarse de la potencia productiva de los seres que pueblan y constituyen la naturaleza.

Asistimos a la infamia, a la propagación de modalidades subjetivas modélicas que nos hacen olvidar nuestros más preciados anhelos. Nos gana la confusión, el embotamiento, vivimos en medio de una bruma que disminuye la experiencia de la relacionalidad, de los encuentros. La tristeza cala hondo, surgen formas de existencia empobrecidas: no podemos dejar de verlo.

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Sin embargo, la vida insiste, a pesar de las condiciones del mundo, experimentamos situaciones que aumentan las ganas de pensar, de hacer; de intensificar y expandir las tramas relacionales que se van generando en  sus diferentes tendencias expresivas.

Sin duda, son situaciones puntuales que envuelven las potencias mutacionales propias del acontecimiento y fuerzan a pensar, a resistir, a disolver el enorme  caudal de ideas-imágenes clichés que dicen sobre el bienestar, la salud, la seguridad, el entusiasmo y la felicidad; y lo grave es que terminamos creyendo que en eso consiste lo que queremos.

En el siglo XVII, Spinoza  lo advertía:

Ahora   bien,  el  gran   secreto   del   régimen  monárquico y  su   máximo  interés   consisten   en   mantener  engañados a   los  hombres  y  en  disfrazar,  bajo   el especioso  nombre de  religión,  el  miedo   con  el  que  se  los  quiere  controlar, a  fin  de  que   luchen   por  su   esclavitud,   como   si   se  tratara   de   su   salvación,   y   no   consideren   una   ignominia  sino el máximo honor dar su orgullo y su sangre para el orgullo de un solo hombre. [1]

En el presente, al leer este texto, sólo necesitamos unas pequeñas modificaciones para sentirnos en las mismas condiciones. El engaño y el disfraz, el miedo como arma de control siguen produciendo modalidades existenciales que luchan por su esclavitud como si fuera su libertad.

Por eso, la necesidad de pensar, de resistir, de disolver las representaciones que se han construido sobre lo que son las cosas, sobre cómo se debe pensar, querer, actuar: sobre cómo se debe vivir. Y en ese mismo movimiento crear condiciones de pensamiento, imágenes de pensamiento que incentiven las  aparición de situaciones que porten transformaciones beneficiosas para el aumento de la potencia de existir.

Sin duda, la tarea es ardua, involucra al pensamiento, al cuerpo, a la vida afectiva, al ejercicio mismo de la potencia-deseo; requiere modificaciones subjetivas que son a la vez mutaciones éticas y políticas. Específicamente, en el campo del pensamiento filosófico, en diálogo con diferentes prácticas y saberes, la apuesta es disponernos a investigar, a volver a preguntar  por cómo seguir la pista de nuestra legitima rareza[2], la potencia singular de pensar y de actuar: la vía genuina para las prácticas de libertad tanto en el devenir ético como en las situaciones políticas.

En la senda de Spinoza

En este texto, se realizará una apuesta de pensamiento-investigación con Spinoza, en cuanto consideramos que su filosofía brinda condiciones para pensar de un modo renovado lo humano singular, el ejercicio de la potencia-deseo en el despliegue de resistencias creativas y de modalidades existenciales libertarias.

En ese sentido el pensamiento de Spinoza se vuelve próximo y lejano; estimula a abandonar ciertas certezas y a concebir una idea peculiar de lo humano en su singularidad relacional que deja de lado la forma hombre como entidad sustancial y separada, y considera que aquellos que siguen insistiendo en la separación parecen concebir al hombre en la Naturaleza como un imperio dentro de otro imperio[3]

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El pensamiento de Spinoza en diálogo con sus lectores contemporáneos otorga la posibilidad de trazar una imagen de pensamiento en la cual se distinguen tres dimensiones imbricadas entre sí: ontología, ética y política; y una cuarta que se da en la conjunción de las tres, donde se plantea la cuestión de lo humano singular en su mutua apropiación con lo colectivo, con lo común como instancia relacional.

En dicha imagen de pensamiento, destacamos el concepto de ser unívoco en tanto pliegue de lo uno y lo múltiple; consideramos la relevancia de los conceptos de cosa singular,  de modo; de conatus, de deseo; de afección y de afecto; de derecho natural y de multitud. A su vez, señalamos la movilidad causal y productiva que posee y se expresa en la conjunción de la causa de sí -aquello cuya esencia implica la existencia[4]y de la causa inmanente, en términos del Tratado Breve,

Tu razonamiento es, pues, éste: que la causa, puesto que es productora de los efectos, debe estar fuera de ellos. Y tú dices esto, porque tan sólo tienes noticias de la causa transitiva y no de la causa inmanente, la cual no produce en absoluto algo fuera de ella. […] Por tanto, tampoco Dios es, respecto a sus efectos o creaturas, otra cosa que una causa inmanente… [5]

En suma, la imagen de pensamiento spinoziana, en nuestros días, presenta riqueza conceptual y movilidad productiva que estimulan una mutación en el pensamiento ético y político.

El deseo es la esencia misma del hombre…

En este contexto, nos interesa hacer énfasis en la idea de lo humano singular, relacional y en relación, en consonancia con la definición del deseo como esencia del hombre[6]; lo que fuerza a considerar el concepto clave, por su radicalidad ontológica, de cosa singular.

Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser.[7]

El esfuerzo con que cada cosa intenta perseverar en su ser no es nada distinto de la esencia actual de la cosa misma.[8]

Las palabras de Alexandre Matheron muestran su importancia:

Cada cosa, según su potencia de ser, (quantum in se est), se esfuerza por perseverar en su ser. Tal es el único punto de partida de toda la teoría de las pasiones, de toda la política y de toda la moral de Spinoza.[9]

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El conatus es la esencia intensiva de la cosa, en los seres humanos adquiere el carácter de apetito-deseo y, en su movilidad afectante-afectado, se singulariza, se individua y adquiere su intrínseco carácter relacional. A la vez, el conatus-deseo siempre en acto expresa y efectúa la potencia infinita de la Naturaleza.

La potencia por la que las cosas singulares —y, por consiguiente, el hombre— conservan su ser es la misma potencia de Dios, o sea, de la Naturaleza, no en cuanto es infinita, sino en cuanto puede explicitarse a través de una esencia humana actual.[10]

Entonces, el conatus-potencia, deseo es la esencia misma de lo humano singular, es fuerza interna, relacional; su ejercicio afectivo determina al pensamiento, a la acción a la vez que efectúa el vínculo con la Naturaleza gracias a lo cual, la existencia, en su devenir finito, adquiere una impronta peculiar.

I.— El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a hacer algo en virtud de una afección cualquiera que se da en ella.[11]

Desde esta perspectiva, el deseo singular es una causa eficiente inmanente, no es considerado bajo la matriz de la carencia, de una inclinación que opera de acuerdo a un fin determinado. Aunque, en virtud de las afecciones que lo determinan, en la movilidad afectiva de su despliegue, puede ejercerse imaginariamente como voliciones y apetitos en función de ciertos fines, lo que conduce a modalidades existenciales empobrecidas y serviles.

Hay que destacar que este pensamiento está regido por la causa de sí y la causa inmanente, siempre hay aunque sea un grado ínfimo de potencia-deseo creativa y transformadora. De ahí el peligro que presenta la regencia imaginaria de la causas finales planteada en el apéndice de E,I y en el prefacio de E, IV. Liberarnos de esta ilusión es un propósito filosófico, ético y político, puesto que el deseo en sí mismo no carece: actúa y produce.

… es apetito singular es una causa eficiente, considerada como primera, porque los hombres ignoran comúnmente las causas de sus apetitos.[12]

En la movilidad de las afecciones y de los afectos, el deseo-potencia se regenera y varía, aumenta y disminuye. En su poder de afectar y ser afectado, es plural y dinámico; posee un carácter productivo a la vez que constituye la potencia misma del pensamiento y de la acción; es, a la vez, la esencia actuante del cuerpo y de la mente, las apetencias en el cuerpo y las voliciones en la mente son aspectos de la potencia.

…el alma y el cuerpo son una sola y misma cosa, que se concibe, ya bajo el atributo del pensamiento, ya bajo el de la extensión (…)el orden de las acciones y pasiones de nuestro cuerpo se corresponde por naturaleza con el orden de las acciones y pasiones del alma. [13]

Gracias a esta concepción de la potencia-deseo, el alma-mente y el cuerpo son lo mismo y, a la vez, se distinguen en cuanto expresan distintos atributos. Se trata de un doble movimiento que afecta profundamente la manera de comprender a los seres humanos. La univocidad sigue vigente en la composición de lo humano singular, aquí no hay lugar para el dualismo mente – cuerpo.

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Respecto de la mente

El deseo es esencia activa, causa eficiente inmanente en la mente-pensamiento:

Así pues, queda claro, en virtud de todo esto, que nosotros no intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos.[14]

Deleuze enfatiza lo expresado por Spinoza:

Lo que vengo diciendo desde el comienzo implica que pensar y desear son la misma cosa. La mejor manera de no ver o de rechazar que el deseo es pensamiento, posición de deseo en el pensamiento, verdaderamente proceso, es ligar el deseo a la falta. Cuando hacemos esto estamos instantáneamente en el campo del dualismo, ya hemos asumido sus bases.[15]

Se disuelve así la forma hombre en tanto sujeto de conocimiento tal cual lo concibe el cartesianismo y la filosofía posterior. Lo que significa que el modo humano singular pliega y expande el pensamiento, expresa en el ejercicio de su potencia-deseo la fuerza creativa del pensamiento mismo.

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Respecto del cuerpo

La teoría spinozista del cuerpo comienza en E, II y se afirma en E, III, toma distancia de la tradición del cuerpo máquina y lo hace en consonancia con su ontología univocista. Por ello, como dijimos, en el mismo sentido la potencia-deseo es esencia actuante del cuerpo y de la mente.

(…)Y el hecho es que nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede el cuerpo, es decir, a nadie ha enseñado la experiencia, hasta ahora, qué es lo que puede hacer el cuerpo en virtud de las solas leyes de su naturaleza, considerada como puramente corpórea(…)[16]

Los cuerpos van tan lejos como pueden, tanto en pasión como en acción, en su movilidad, en su capacidad de expandirse, de configurarse y restituirse: en su capacidad de afectar y ser afectado.

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En Spinoza y el problema de la expresión, nos encontramos con un texto esclarecedor en el cual Deleuze ilumina esta peculiar concepción del cuerpo en el pensamiento de Spinoza. En el mismo sostiene, que en su filosofía, como en la de Leibniz, se opera una reacción anticartesiana  que da lugar a un nuevo «naturalismo» que  trata de restaurar los derechos de una Naturaleza dotada de fuerzas o de potencia, de virtualidad y de poder inmanente. Dicho naturalismo no invoca entidades ocultas, no deja de lado ciertos aspectos del mecanismo, puesto que toda potencia es actual y en acto; de esa manera, le devuelve a la Naturaleza su fuerza de actuar y de padecer.[17]

En otras palabras, se desarrolla una concepción de los cuerpos que introduce una transformación radical. Los cuerpos son figuras y  movimientos y, a la vez, son potencia en acto, poseen una esencia propia que expresa la potencia misma de la Naturaleza.

Los cuerpos se vuelven afectivos, en movilidad relacional con otros cuerpos; lo afectivo es índice de relacionalidad y pluralidad. Se trata entonces de cuerpos en sí mismos múltiples, cuerpo de cuerpos, siempre en relación con otros cuerpos.

Cuando ciertos cuerpos (…)se comuniquen unos a otros sus movimientos según una cierta relación, diremos que esos cuerpos están unidos entre sí y que todos juntos componen un solo cuerpo, o sea, un individuo que se distingue de los demás por medio de dicha unión de cuerpos.[18]

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En la filosofía de Spinoza no hay supremacía del alma sobre el cuerpo, ni del cuerpo sobre el alma.

Ni el cuerpo puede determinar al alma a pensar, ni el alma puede determinar al cuerpo al movimiento ni al reposo, ni a otra cosa alguna (si la hay).[19]

Por ello, no se trata de invertir los términos, pasar de una supremacía de la mente sobre el cuerpo a una supremacía del cuerpo en detrimento de la mente que no permitiría abandonar la matriz del dualismo, sino de trazar una configuración en la cual la mente y el cuerpo actualizan una potencia de pensar y de actuar, que en su distinción muestra su «mismidad».

Así como no sabemos qué puede el cuerpo, tampoco sabemos qué puede el pensamiento[20]. La potencia-deseo, en su ejercicio en el cuerpo, en el pensamiento, en su movilidad intensiva muestra lo no sabido radical; su potencia de creación, su capacidad de producir efectos en la existencia, en la ética y en la política.

Las transformaciones éticas y políticas

En la imagen de pensamiento esbozada, en relación con la lectura de los textos spinozianos, es posible trazar una dimensión de problematicidad ético-política que supone las transformaciones en el pensamiento, la movilidad afectiva y corporal de los humanos en sus despliegues existenciales, a la vez que alberga diversos modos de relación consigo mismo y con los demás, como así también diferentes maneras de construir territorialidades relacionales y productivas.

Los seres humanos singulares son partes de la naturaleza, en el ejercicio de su deseo, experimentan una dinámica afectante-afectado que genera un espeso entramado pasional donde los modos de pensar, las acciones, los micromovimientos afectivos, traen consigo efectos, variaciones de la potencia que se expresan en múltiples tonalidades anímicas que operan en los procesos de subjetivación individuales y colectivas.

En ese sentido, en el presente, cobra importancia la pregunta por cómo generar las mejores condiciones de transformación, de aumento y expansión de la potencia-deseo de existir en los devenires éticos y en las situaciones de la vida política. Lo que trae consigo la urgencia de intensificar mutaciones a nivel del pensamiento, de la percepción y del modo de hacer que permitan atender a las movilidades, a los campos de resonancias, a las territorialidades existenciales, que favorecen tonalidades afectivas activas y alegres. Y, de ese modo, estimular las transformaciones imprescindibles para abandonar los conservadurismos, las minorías y las mayorías identitarias endurecidas y, en ese movimiento, volvernos parte de apuestas políticas emancipatorias que favorezcan el apoyo mutuo, las prácticas libertarias, el deseo del advenimiento de nuevos modos del mundo.


[1] Spinoza, B., Tratado teológico político, Alianza, Madrid, 1986.

[2] “Desarrolla tu legítima rareza”. René Char citado en Eribon, D., Michel Foucault (1926-1984), Anagrama, Barcelona, 1992, p. 13.

[3] Spinoza, B., Ética, III, Prefacio, trad. de V. Peña, Hyspamérica, Madrid, 1980. Todas las citas hacen referencia a la misma edición.

[4] Ética, I, Definiciones 1

[5] Spinoza, B., Tratado breve, Alianza, Madrid, 1990,p. 74.

[6] Spinoza, B., Ética, III, Definiciones de los afectos, 1.

[7] Spinoza, B., Ética, III 6, Demostración: «En efecto, todas las cosas singulares son modos, por los cuales los atributos de Dios se expresan de cierta y determinada manera (…), esto es (…), cosas que expresan de cierta y determinada manera la potencia de Dios, por la cual Dios es y obra, y ninguna cosa tiene en sí algo en cuya virtud pueda ser destruida, o sea, nada que le prive de su existencia (…), sino que, por el contrario, se opone a todo aquello que pueda privarle de su existencia (…)y, de esta suerte, se esfuerza cuanto puede y está a su alcance por perseverar en su ser. Q.E.D.»

[8] Spinoza, B., Ética, III, 7

[9] Matheron, A., Individu et comunité chez  Spinoza, Les Éditions de Minuit, Paris, 1988, p. 9.

[10] Spinoza, B., Etica, IV, 4, dem.

[11] Spinoza, B., Etica, III, Definiciones de los afectos, 1

[12] Spinoza,B., Ética, IV, Prefacio

[13] Spinoza, B., Ética, III, 2, esc.

[14] Spinoza, B., Ética, III, 9, esc.

[15]Deleuze, G., Derrames, Cactus, Buenos Aires, 2005, p. 183.

[16] Spinoza, B., Ética, III, 2, esc.

[17] Deleuze, G., Spinoza y el problema de la expresión, Muchnik, Barcelona, 1975, p. 219.

[18] Spinoza, B., Ética, II, 2, Axioma 2.

[19] Spinoza, Ética, III, 2

[20] Tatián, D., Spinoza disidente, Tinta Limón, Buenos Aires, 2019, p. 93.

Annabel Lee Teles, filósofa. Nacida en Uruguay, Montevideo -ciudad donde hoy vive- en 1975 se mudó a Buenos Aires hasta el 2005. Cursó la carrera de Filosofía (UBA) y paralelamente profundizó en filosofía contemporánea. En la búsqueda de un modo de enseñanza que sostuviera la rigurosidad conceptual y recogiera la emocionalidad propia del pensar con otros, suele realizar seminarios y talleres en movimientos sociales y emprendimientos productivos de Uruguay y Argentina. A partir de 1981 y junto a personas de distintas disciplinas y saberes se abocó a la tarea de construir Espacio de Pensamiento, dictando seminarios donde la filosofía se plantea como una actividad crítica y creativa que alcanza expansión y efectuación ético-política. Ha escrito numerosos artículos en libros colectivos, diarios y revistas. En el 2002 traza por primera vez en el formato de libro la articulación de su pensamiento al publicar “Una Filosofía del Porvenir”. En el 2009 se edita “Política Afectiva. Apuntes para pensar la vida comunitaria».

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