Ernesto Ardito: «El tiempo se suspende en la creación»

Devenir 111:
Entendemos que el disparador del presente número de la revista, “memoria”, tiene una relación peculiar con el “cine documental” –que vos también realizás-. ¿Cómo pensás los distintos aspectos que hacen a la singularidad del cine documental?
Ernesto Ardito:
En efecto, hago ficción y documental… Creo que es necesario dividir entre documento y documental. El primero lo veo como el registro expositivo que da cuenta de un suceso o persona asentando un registro; pero luego ingresa la poesía del documentalista y toda su subjetividad interpretativa del mundo.
El documental tiene una libertad absoluta a diferencia de la ficción y por eso muchas veces es un abismo, es decir, todos los recursos, todas las líneas temporales, todos los materiales filmados, de archivo y no filmados, es decir documentos, fotos; todo se puede incorporar a un documental y no hay una barrera de estructura. Por tanto su montaje es mucho más delicado que la ficción según mi experiencia. Y más cercano al experimental o a los formatos híbridos.
Por otro lado, la diferencia que encuentro con el cine documental es lo impredecible. Cuando uno inicia un proyecto no sabe cómo termina, porque la realidad se transforma todo el tiempo, lxs protagonistas se transforman. Y el estar presente filmando en un momento vivo de nuestra realidad, o en la intimidad de una entrevista con una persona que vivió hechos únicos; es conmovedor y apasionante. La diferencia con la ficción es que si bien convoca a mucho más público y tiene más alcance; todo está mucho más controlado, ya partís desde un guion que te dice de antemano lo que vas a filmar y luego están los controles de la producción ya que es una aventura que tiene más riesgos económicos. Por tanto, me sentiría mucho más liberado haciendo una ficción que sea impredecible, que sea una búsqueda constante, desde la historia, lo actoral y la producción. En nuestra última película, el guion lo seguimos escribiendo en el montaje, dimos vuelta la historia y eso fue apasionante a pesar de ser una película de época súper riesgosa desde lo productivo, pero al ser nuestros propios productores y al tener el corte final lo pudimos hacer. Toda obra de arte tiene que crecer en su realización, no quedarse estanca, controlada y reprimida por factores externos. De ese modo, todo queda a medias, no da todo su potencial y el impacto en el público es más mediocre, frustrando muchas ilusiones.

Devenir 111:
¿Nos contás acerca del “nuevo cine latinoamericano”?
Ernesto Ardito:
El nuevo cine latinoamericano fue un movimiento de los años 60 y comienzo de los 70 en donde el cine estaba muy vinculado a los procesos de liberación anticolonial y anti dictatorial de América latina. Para comunicar los conceptos políticos desarrollaron estéticas únicas y revolucionarias como la del Cinema Nuovo en Brasil de la mano de Glauber Rocha, Cine Liberación en Argentina y Santiago Álvarez en Cuba; para dar un ejemplo. Se pensaba al cine como una herramienta de transformación social. Lo interesante es que no fue solo una cuestión de contenidos sino que desde lo político pasó a ser una vanguardia estética. En mi caso, el nuevo cine latinoamericano fue mi escuela de cine, ya que cuando realicé mi primer documental “Raymundo” a los 26 años, sobre Raymundo Gleyzer, un cineasta secuestrado y desaparecido por la dictadura militar, investigué viendo el cine revolucionario latinoamericano y me relacioné con sus autorxs. Esa escuela, esa influencia me quedó para toda mi vida.

Devenir 111:
Va un planteo. Aunque precisamente no es tu caso, a veces el cine documental –y/o lo que el público espera de él- parece tentarse en exceso por cierto tono “épico”, por cierto discurso lineal –que evita tensiones, quiebres, que tiende a producir un efecto de “redondez”, más de cierre que de apertura-… ¿Coincidís? ¿Cómo ubicás ese punto?
Ernesto Ardito:
Exacto, hay una tensión en el documental tradicional entre lo periodístico y lo cinematográfico, cuanto más expositivos y didácticos somos, más nos acercamos a lo escrito y nos alejamos de la poesía cinematográfica. Eso es algo que me cuestiono continuamente. Ese es un planteo por el cual no quiero hace más ese tipo de cine documental.
Devenir 111:
¿De dónde viene –en tu historia- tu pasión por el cine –y el cine documental-? ¿Recordás, o podés reconstruir, el momento en el cual “decidiste” algo así como “me voy a dedicar a esto”?
Ernesto Ardito:
Sí, si bien tengo una formación académica dentro de la ficción, la primera película que hice fue “Raymundo” y la planteé como documental porque no tenía los recursos para hacer una ficción de época y más en 35 mm que era lo que había en ese momento. Hacer Raymundo significó en principio viajar a Nueva York a recuperar todas las fotos, documentos, películas inclasificadas y creídas perdidas. Encontrar los backstages de películas clandestinas, recuperar materialmente la memoria de toda una generación de cineastas que nos había borrado la dictadura y la teoría de los dos demonios. Toda esa obsesión por buscar, toda esa adrenalina y toda esa incertidumbre y angustia, me marcó para siempre y me enamoró de la aventura que es hacer documental.
Devenir 111:
Estudiaste Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires y Realización Cinematográfica en la Escuela de Cine de Avellaneda. ¿Cómo fueron ambos estudios, qué te aportaron?
Ernesto Ardito:
En la Escuela de Cine de Avellaneda vi todo lo operativo y técnico. En la UBA todo lo teórico de las teorías comunicacionales. Creí que esto último no me servía para nada, pero después de un tiempo me di cuenta que fue fundamental para la metodología de investigación que uso en el cine documental. De todos modos, creo que un documentalista debe estar formado en varios roles técnicos porque la mayoría de las veces estás solo con la cámara y el sonido.
Devenir 111:
¿Cómo precipita en vos “una/cada” película? ¿Cómo se define qué querés contar, su devenir… cómo vas viviendo su viaje?
Ernesto Ardito:
Sentís que no podes estar contando otra cosa en el mundo, que es lo más importante. Con el tiempo, con el oficio, con la edad te vas distanciando de ciertas emociones o ya no querés que la policía te pegue o te balee con balas de goma mientras filmás como nos pasaba con “Corazón de Fábrica”. Cuando ponés el cuerpo, cuando estás en el lugar del conflicto viviendo día a día con tus protagonistas no hay distancia entre tu vida cotidiana y lo que filmás. Pero eso lo fui perdiendo con el tiempo y por eso estoy buscando nuevas estéticas y métodos para volver a enamorarme del cine impredecible.
Devenir 111:
Dirección, producción, guión, fotografía… Intervenís en las diversas trazas del “hacer una peli”…

Ernesto Ardito:
A nosotrxs, a los que trabajamos de ese modo nos llaman y nos llamamos “realizadores integrales”, no directores de cine. Es decir, estamos capacitados para poder llevar adelante artísticamente cualquier rol, desde el guion hasta la música, pasando por la cámara y el montaje. Como decía antes el proceso creativo no se detiene nunca desde el inicio hasta el final. Y un pintor no le da el pincel a un técnico en color azul. En la ficción tener la cámara en el rodaje significa encontrar cosas nuevas, un gesto, un movimiento, un plano poético, un rayo de luz, que no se vuelve a repetir en una retoma. Y dar la indicación a otro significa capaz perder esa inmediatez mágica. La sensibilidad con que uno mismo encuadra, habiendo hecho el guion o conociendo muy bien a los actores se siente en la química de lo filmado. Lo más importante de todo es que somos también nuestros propios productores y esa autonomía nos da mucha libertad creativa. En la ficción si bien tenemos que ser técnicamente más de 30 personas en un set, hay roles claves que prefiero no ceder, para no alejarme de la esencia del proyecto, porque siempre hay que estar reinventando frente a conflictos materiales.
Devenir 111:
Tu filmografía suele abrevar en “causas colectivas”, sociales/políticas. ¿Por qué? ¿Cómo lo pensás? Y ¿cómo pensás la relación entre cine y transformación social y/o acción política?
Ernesto Ardito:
A pesar de lo que dije antes que parece que quiero hacer todo, jajaja… No es así. Solo unos roles que creo necesarios, porque lo colectivo es lo más hermoso de un proyecto. Muchas almas embarcándose en una locura que es hacer una película independiente aquí, que te pasa las mil y una y eso te da relaciones fuertísimas para toda la vida.
No estoy motivado por el cine de entretenimiento, no tengo vocación. Me resulta indiferente, si no pudiera hacer otro cine, ya lo hubiera dejado. Las historias me tienen que atravesar desde lo político, buscando una reflexión que lleve o que acompañe un cambio social. Y las películas que hice, que hay algunas mejores y otras peores; se siguen pasando a pesar del paso del tiempo, por tener justamente esa raíz del conflicto colectivo. Lo peor es hacer una obra que luego del impulso de su estreno nadie quiera pasarla.
Devenir 111:
En “Ataque de pánico” tomás un así llamado “mal de la época”, que además de entramar lo íntimo con nuestra cultura, bordea el filo, el temor a la muerte/la vida. ¿Qué te llevó a realizarla?
Ernesto Ardito:
Yo mismo tuve ataques de pánico, era un taboo y por tanto cuando ya estuve mejor tuve el impulso de hacerla para que quienes no lo sufren puedan comprender lo que le pasa a alguien que tiene su vida detenida por el trastorno.
El arte nos salvó a muchos de caer en grandes trastornos, enfermedades o depresiones. De liberar por ahí. Hago cine porque es la barrera más grande que encuentro frente al concepto de la muerte. El tiempo se suspende en la creación, habitamos mundos paralelos o nos zambullimos de lleno total a lo más profundo de nuestro mundo y el concepto del tiempo desaparece. Toda declaración de amor es urgente, porque vamos a morir, dice Raúl Zurita.

Devenir 111:
Volviendo a la “memoria”… En “Memoria iluminada” -aquella serie que hiciste para canal Encuentro- recorrés los trayectos de importantes escritores argentinos (Pizarnik, Cortázar, Borges, Walsh, Bioy Casares, Urondo…). ¿Cómo fue ese trabajo? ¿Cuál es tu relación con la literatura?
Ernesto Ardito:
Cuando nos propusieron Memoria Iluminada fue un riesgo porque teníamos 3 meses para hacer todo un largometraje sobre Pizarnik dividido en 4 capítulos. Y nosotros (junto a Virna Molina con quien codirijo muchas veces) tardábamos de 3 a 5 años con cada película. Pero ahí el concepto del tiempo real desapareció, nos sumergimos en el universo de Pizarnik y salió una de nuestras mejores películas. Nos encerramos con su poesía y los equipos de cine en un departamento antiguo, rodeados de espectros, de máquinas de escribir que funcionaban solas en medio de la noche y no salimos hasta tenerla terminada.
La vida de un poeta es hacia adentro, hacia un mundo mágico propio, que no se puede filmar expositivamente, racionalmente. Y esa fue la locura, empezamos a experimentar con ópticas antiguas, con los marcos, con las deformaciones, dándole otra forma y otro sentido a los elementos, a los rayos enigmáticos de luz, a los conceptos visuales y llegamos a capturar esa esencia de Pizarnik. Con los demás autores pasó algo parecido, pero Pizarnik fue única.

Devenir 111:

Hace poco vimos tu notable “Sexo y Revolución” –que presentaste junto a Jorge Giacosa, a quien también entrevistamos en este número de la revista-. ¿Nos contás sobre ella –qué te llevó a rodarla, con qué te encontraste en el proceso de investigación/realización, los avatares de su difusión, etc.-?

Ernesto Ardito:

 Sexo y Revolución narra la militancia homosexual en los años 70’, pero no es clásica, está hecha desde imágenes de archivos de diferentes orígenes montadas conceptualmente, para hablar de la liberación sexual y del patriarcado. Al subgénero se le llama “found footage”. La  película es un puente entre dos generaciones. “Caminamos sobre huellas”, dice Jorge Giacosa en el film y esas huellas había que narrarlas. Lamentablemente vino la pandemia en el momento de estrenarla en cines y por tanto se pasó por primera vez en televisión.

Devenir 111:
¿Algunas películas que te hayan marcado en la vida? ¿Algunas que recomiendes ver, y por qué?
Ernesto Ardito:
Todas las de Kievlosky, Gleyzer, Santiago Álvarez.
Devenir 111:
¿Cómo evaluás la actualidad del cine documental en Argentina?
Ernesto Ardito:
Luego de una lucha muy dura que dimos en el 2007 lxs documentalistas creamos lo que dentro del INCAA se llama la “vía digital”, documentales de bajo presupuesto pero con una libertad productiva y creativa única, fuera de las ataduras del modelo industrial. Eso creó un desarrollo nuevo de las formas estéticas, de las narrativas y de los temas, colocando al cine documental argentino entre uno de los mejores del mundo y más prolíficos. Con la vía digital se hacen más de 100 documentales al año, dando también trabajo a muchas personas.
Devenir 111:
Entendemos que integrás RDI. ¿En qué consiste, qué tareas desempeñan?
Ernesto Ardito:
Integro la Asociación de Realizadores Integrales RDI y nos organizamos para colectivamente mejorar las situaciones de producción y exhibición del cine argentino.
Devenir 111:
Solés filmar junto a la cineasta Virna Molina –tu pareja en la vida-. ¿Cómo es, en la diaria, ese otro “hacer (en) pareja”?

Ernesto Ardito:
Filmamos juntos desde la escuela de cine, no nos damos cuenta qué plano filmó cada uno, tenemos la misma mirada, ya nos conocemos mucho, estamos muy integrados en el momento de filmar. No se siente la chispa de dos artistas diferentes discutiendo o frustrándose por no poder colocar todo de sí en una obra por ceder a la búsqueda del otro. Sino que nos potenciamos. Desde el guion hasta el montaje hacemos todo juntos.
Devenir 111:
Para finalizar, contanos en qué andás hoy, qué estás haciendo y/o proyectando…
Ernesto Ardito:
Terminamos el año pasado el rodaje de nuestra segunda ficción La Bruja de Hitler; que tuvimos que suspender anteriormente por la pandemia y estamos esperando su estreno para fines de año…


Ernesto Ardito, cineasta.