Tus deseados ojos lectores se posan sobre mi palabra tierna acaso con desinterés, como acariciándolas al pasar, o acaso ansiosamente, con esa inocencia de vulnerable curiosidad. Mis oraciones se erizan al imaginar colmada tu vista de inesperados hallazgos, en esta realidad líquida en la que te invito, vení, corazón, vení, ojitos: derritámonos sin que nada nos importe y fundámonos juntos en esta temática que propongo para nuestro encuentro: tu riqueza personal, y un ‘tip’ para que puedas dejar, lenta, paulatinamente, pero en forma cada día más definitiva, tus preocupaciones materiales a un lado, en la certidumbre de que tu vida, por fin, abandonará el tobogán, el columpio de la incertidumbre y el riesgo, alcanzando la madurez, en cambio, del juego seguro de la decisión consciente.
Es fundamental, Amada Mirada Cada Vez Más Mía, que recuerdes que el único objetivo del buen consejo financiero -cuando realmente es financiero, es bueno, y es consejo- es acompañarte para que te apropies a sabiendas de esa riqueza que, de tan a mano, te pasa inadvertida, y es, sin embargo, la base de toda forma de posesión y logro material: tu tiempo. ¿Para qué busca una persona el éxito financiero, si no es para disponer placenteramente, tan placenteramente como retozan mi letra y tu lectura, para disponer, digo, así, con tanto tierno goce, para disponer, poseer, afirmar, el libre uso del propio tiempo? Voy ahora mismo, mientras enciendo este cigarrillo postrero, a despojar de sus vestes manchadas al problema principal, Mi Amor, que te impide atraer hacia vos la libertad del caudal financiero. A tomar nota:
Tu tiempo, te pertenece. No lo enajenes: cambiarlo por dinero es perder. Riqueza y tiempo son, en última instancia, lo mismo. Tampoco tiene sentido atesorarlo, porque, mientras dura -al igual que cualquier bien terrenal lo afecta la finitud- se cuenta con él constantemente. Aprender finanzas es, cuando se las aprende «como Dios manda», saber primero que ya se lo posee todo.
Siento sobre mi escritura la inevitable caída del placer en Nuestra Mirada: tras el clímax que compartimos con ilusión, ahora la palabra se muestra relajada, escueta. Yo, querría igual seguir compartiendo un rato más nuestros ojos, posando atemporalmente los míos en estas y estas otras nuevas letras que emergen en mi pantalla hacia el inevitable encuentro con la caricia futura, imprecisa, de tu pasividad alfabetizada y cómplice. Quiero dejarte, como recuerdo, cual un perfume levemente agrio pero dulzón que nos quede de nuestra intimidad compartida recién, unas palabras del Evangelio Según San Marcos (11:24): «crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo tendrán».
Hernán Arias Saavedra, escritor.
