Karina Lerman (y otrxs): «Prólogos en tándem»

Karina Lerman:
Porque la poesía, a lo largo de cada poema, va dejando letras sueltas que nos alteran y aliteran. Salpican la página con el ritmo a través del cual danzamos: somos afluentes de esa potencia que se va desplegando, que se va soltando.
Respiramos del fuego más real. De las voces plant(e)adas de ellas: Sarah y aNNa.
La poesía inunda en Noviembre. La fiesta, como esa “nostalgia dichosa” que se avecina cada vez que nos ponemos en marcha y sostenemos la antorcha del vigor y la esperanza.
A continuación,
Fuego real y Dice Sarah Vaughan


Acerca de Fuego real 1 de Karina Lerman,
Lectura en clave coral por Paula Novoa:

Fuego real es un libro con una fuerte presencia de lo coral, podría afirmar esto y continuar con el análisis de los tópicos, lo marginal / la ciudad, o del personaje central del libro, Anna, pero quisiera ir más allá y detenerme brevemente en este recurso tan exquisitamente utilizado por Karina Lerman, ¿qué significado tiene el elemento coral en la poesía de la autora? ¿Cuál es la función del coro en Fuego real? A continuación, intentaré aproximarme a las respuestas a estos interrogantes pues considero que esta es una de las características que distingue a Lerman (así como a Claudio Archubi) dentro del mapa poético actual de nuestro país.
El teatro nace en Grecia de una representación ritual en torno a Dionisio y era el coro la voz que llevaba los designios del dios. Con el tiempo, de ese coro se independizan los actores y el mimo. Esta evolución va de la mano de cambios en relación con los temas y la necesidad de preguntar y cuestionar que tiene el hombre.
De acuerdo con Roland Barthes, el teatro griego evoluciona a lo que hoy llamamos el drama a medida que dejó de hablar de conflictos de destino para hablar de conflictos de carácter, a medida que abandonó las preguntas religiosas para dar lugar a temas más profanos, cuando comienza a dejar de lado el signo mitológico para acercarse a la filosofía con formas más intelectuales. Lo que ha marcado esta transición ha sido la atrofia del coro y la aparición de los actores como elemento interrogador. El teatro se aleja de los rituales para acercarse a la pregunta de carácter.
Steinberger, profesor de filosofía política estadounidense, afirma que el significado político de la tensión entre el coro y los actores en la tragedia griega reside en la preocupación por cuestiones vinculadas a la relación entre el individuo y su comunidad. Sostiene que, en la tragedia, el coro podía funcionar como un tipo de comunidad civil ficticia, defendiendo las leyes y las costumbres ante el individuo en conflicto. Cuando los temas de la tragedia ya no son públicos y se hacen más íntimos y psicológicos, la presencia del coro ya no es tan evidente. En esos dramas de índole más privado, el coro dejaría de representar a la humanidad o a la comunidad, y se restringiría al papel de un confidente útil. En esta transición, el coro empezaría a desaparecer gradualmente de la escena y el actor va ganando protagonismo.
¿Qué ocurre con el coro en Fuego real, de Karina Lerman? La autora porteña utiliza el elemento coral, ya presente en Las hijas de Lot, como uno de los recursos literarios que tracciona la lectura y, si lo analizamos desde la perspectiva evolutiva del coro en el teatro, esto ocurre porque Lerman nos va a hablar de un tema público. Si bien existe un individuo con nombre, Anna, visiblemente tomado de la realidad (hay una foto), a la hora de ficcionalizar, este personaje se transforma en un colectivo y encarna una problemática social. Entonces, se acerca a los orígenes del teatro griego dándole un lugar fundamental a un discurso coral. La originalidad de la poeta radica en la multiplicidad de voces que hay en su escritura al servicio del tema del libro que, en este caso, es el margen en un contexto determinado. Anna está al margen, es una “expatriada”, “casi difunta”, “pobre”. ¡las aNNas son la peste!, dice una de las voces al comenzar el libro y esta intervención nos deja en claro cómo Anna representa a un sector de la sociedad y, sobre todo, qué mirada se tiene sobre ese sector; repito: ¡las aNNas son la peste!, y ella responde, haciendo foco en el aspecto coral desde el primer poema:

me he tragado un volcán
y bailo sin techo ni abrigos
en un fuego más real
mar adentro naufrago las orillas

El coro puede tener cierta influencia sobre el desarrollo del texto, pero nunca como la de los personajes protagónicos. ¿Por qué la autora necesitó buscar un personaje central en esta obra? Dice Lerman: “Se trata de que a través de una aNNa sobreviva cada aNNa y, en medio de esto, lo coral denunciando, cobijando, cuestionando”.
Anna es oráculo, Anna es refugio, Anna es espejo. Anna es quien hace reflexionar al yo lírico, es quien hace que se cuestione, es quien, muchas veces, la contiene:

descanse mija el tiempo no espera a nadie
por la mañana deberá fregar su cara
y palpar la verdad del día


a menudo somos
un cuerpo que arrecia entre las sobras
fronda mordida por el frío
la precariedad descolgada
de un azul a medianoche

Mientras la voz poética descubre a Anna, describe Buenos Aires (“ciudad de plazas cercadas”, “ollas que se arrastran en la oscuridad de los cuerpos”), mediante secuencias narrativas da cuenta del hambre, de la pobreza y de las infancias rotas. Están también las “madres de la plaza”. Fuego real nos muestra en sus versos qué veríamos si acaso nos sentáramos en una plaza, junto a una mujer al margen, y miráramos a nuestro alrededor:

crónicas de la mala piel
malparidos de todos los confines
la música contraria
del desastre sobre las bocas

Y en otro poema:

Dije: aNNa, ¡arrojá la miseria a las fauces del poder!

Dijiste: avivé por un rato mi partícula ardiente.
Las notas manuscritas que te pido
sobre el corazón de una ciudad
desfondada.

En el libro que nos convoca se intercalan dos tipos de textos: poemas en verso y poemas en prosa; dentro de estos hay fragmentos en bastardilla para incluir las distintas voces. Una de ellas es una gitana que señala un destino, así como los dioses lo hacían en la tragedia griega a través del oráculo. La idea de “destino” es fundamental para la construcción de la tragedia, también para la construcción de Fuego real. Todos estos recursos gráficos y simbólicos no hacen más que reforzar y justificar la coralidad del corpus.
Para terminar, nos detendremos en una construcción semántica que, a simple vista, plantea una redundancia: fuego real, ¿puede el fuego no ser real? El fuego real del que nos habla Lerman es análogo al fuego divino o sagrado de la mitología griega, aquel que roba Prometeo para que los hombres obtengan calor y puedan cocer la carne que comían. Prometeo se atrevió a robar una semilla del fuego divino desafiando la voluntad de Zeus y lo entregó a los hombres que enseguida comenzaron a iluminar y calentar sus hogares y cocinar la carne.
Según los versos de Szpunberg que funcionan como acápite de este libro, el fuego real, la llama, es “luz, calor, historia y alimento”, pero agrega: “siempre y cuando alguien se inclinesobre ella”. El fuego per sé puede tener una función sagrada, sí, pero cuando sobre este elemento alguien se inclina, cuando se lo utiliza para cuestiones concretas y prácticas, el fuego sagrado se transforma en fuego real. Y este fuego también es palabra, es el germen del poema:

Dijo: lo mismo fuego que palabra, y en la crónica hacia el destajo -yéndose- itinerante con su atadito de ropa.

aNNa también es fuego, es origen, es principio. El último poema afirma:

...Ana
era la lonja de ese fuego real
en las horas
del poema por venir...

Algunos poemas de Fuego real:

lleva el quejido clavado en su garganta
la expatriada aNNa

partículas de aire impuro
inhala
junto a su tienda de baratijas

y sin tierra

exhala improperios
casi difunta

¡las aNNas son la peste!

boca de labios flojos
costura que se deshace


la expatriada aNNa
vocifera lo que se pega a su lengua de pobre
fuera del edén la siguen sus gurises
bolsas de nylon, latas y perros
¡vieja loca! le gritan
y ella responde: me he tragado un volcán
y bailo sin techo ni abrigos
en un fuego más real
mar adentro naufrago las orillas



¿Soy yo esta tarde en las pruebas del vivir? Veo al cuerpo gastado de los sueños, todas las verdades ante mí; la poca sustancia entre los dedos de quien devora la segunda piel por inanición. En la palma de mi mano releo: el aire es de vidrio y está a punto de quebrarse. Tarde. Yo. A destiempo. Es la hora del sumario en las noches con urgencia. No hay que dejarse atrapar. No dejes las manos sin pedir, te digo.


deambulaba bajo los techos
sin anidar
unas gotas de lluvia
le acercaban la letra estancada
y se le oía ¿dónde estás?
¿has comido, había...

...humedad en el aire?

tenía el pelo tan lábil ella
sabía que la palabra perro
no era mordedura
y la noche la regresaba
entre los restos siempre más fríos
ahí no hay nada
ni cama ni moneda ni yo
pedazos de un fuego real
marcan las calles


alguien se había devorado todo
y la vieja

atada a su falta
divagaba

y repetía


Veo al cuerpo relamer un poco de tierra ámbar y el arco de la luz: una llamarada casi intacta. La muda sustancia en los suburbios. No habías perdido, dije, tampoco la ilación de ser yo vos nosotros; sobre la palma de la mano la epopeya de la vida. Como si corresponder con el tacto a la propia voz fuera acaso invocarse: santa mujer de piel vencida en la tarde por instinto.

Acerca de Dice Sarah Vaughan de Noelia Palma,
Reflexiones alrededor de Dice Sarah Vaughan por Alejandro Mendez Casariego:

¿Qué dice Sarah Vaughan?
La voz de Sarah Vaghan se establece de fondo como una complicidad; nos dice cosas, pero también la hacemos decir cosas. ¿Es esa voz la que sugiere, la que induce, la que exhala el pensamiento, o es, por el contrario, esa voz, el resultado de un proceso de extrema intimidad que está sucediendo, y que la invoca para darle entidad? En el momento de mayor concordancia, cuando el decir se confunde con esa voz. El sentido aparece reflejado, como en una serie de espejos que multiplican una mínima imagen. “Su voz ordena lo que nadie reclama.” Al escucharla, alguien puede pensar que lo único que está ocurriendo allí es aquella voz que alude por proximidad a aquello que “nadie reclama”; el acontecer está detenido. No se presenta como una serie de eventos desencadenantes, no hay allí acciones que precipitan consecuencias. En las secuencias en las que el decir de Sarah Vaughan se hace presente, nada ocurre más que aquello que la voz encierra, esa posibilidad, ese anhelo. Ese espacio limitado, en el que suena el decir de Sarah Vaughan encierra todo posible sentido.
En la poesía de Noelia, el acto está subordinado a sus infinitas posibilidades; los hechos no pesan en sí mismos, las dimensiones no son las que limitan las apariencias, los límites no existen. La potencia reside en la destilación de lo más puro, de lo único que, en cada vibrato de aquella voz y aquellos olores y colores con los cuales se alterna, se revela. Pero esa voz se apaga cada tanto, queda en una especie de penumbra sonora. Es entonces cuando los perfumes, los colores, las esencias imponen otro tipo de mensaje. Pero todo el tiempo el entorno está diciendo, y esos límites se quiebran como un delgado cristal, y hay una inmensidad allí afuera. Es en ese ida y vuelta entre el espacio íntimo en que los estímulos musicales, visuales y aromáticos ocurren, y esa inmensidad que invocan, donde el juego de percepciones, toda la fuerza de lo insinuado, de lo no dicho va hilando su entramado, aquello que es necesario capturar en el instante en que sucede, porque se desvanecerá de inmediato, como se desvanece en el último acorde, la voz de Sarah Vaughan, el humo aromático de la salvia, los pálidos colores del día.

Estos poemas se deben atrapar en su transcurso, porque la poeta (y aquí cometo la imperdonable arrogancia de citarme a mi mismo en un poema que le dediqué) “deshace los poemas con la misma mirada que los traza” lo cual no evita que dejen “una herida rasante”. Los poemas de Dice Sarah Vaughan no se articulan solo en torno a símbolos, sino, y sobre todo, al estímulo de percepciones; quien escribe es alguien que no quiere quedar atrapado en la obviedad, pero quiere, y lo logra, conmocionar con el temblor de la percepción. El valor de lo dicho, su significado, aquel elemento consciente del cual bien podríamos prescindir, no está en lo aparente.

¿Puede una emoción, una emoción intensa reflejarse, sin ser mencionada, puede el contexto, el aura, los objetos reflejados, los sonidos de una canción que suena de fondo, invocar, evocar, atravesar el núcleo, tocar el punto más sensible sin que eso, ese acontecer en particular sea siquiera mencionado?. Este libro es la respuesta: se puede, pero requiere una destreza que es casi inhallable; demanda una fina, meticulosa concentración de sentido en cada punto de referencia, en cada objeto mencionado. Pero para quien está del otro lado, para quien lee, el proceso es el contrario: como en aquellas láminas del “ojo mágico”, para descubrir la silueta encerrada en ese laberinto de formas intrincadas, es preferible dejar que la vista se relaje, que no busque, pero esté abierta al descubrimiento, a escuchar lo que dice Sarah Vaughan, sobre todo cuando calla y sobrevive en el aire la inercia de su voz.

Algunos poemas de Dice Sarah Vaughan:

I

A las cuatro de la tarde
el piar de los pájaros
anuncia un viento celeste y de nadie.

Sarah Vaughan se viste de novia y canta Misty.

Tu nombre es un órgano vivo.

¿Existe,
en otro lugar del mundo,
una tarde así?

II

Sobre el pelo, una corona de verbena.

Abro la plegaria:
¿habrá barco,
Señor,
que atraviese
la bocanada larga
de tu última luz?

¿Cómo escribir el poema que lo antecede?

III

Solo veo tu rostro
y es como una luz.
JUANA GUAIQUIL LIPICHEO


Prendo la radio:
la música descansa sobre los huesos
de Sarah Vaughan.

Sarah Vaughan toma café y habla con las sombras.
¿Así de imposible es tu corazón?

Su voz ordena lo que nadie reclama.

¿Escuchás?

"Mi hijo llora
y yo soy tan feliz."

IV

Los indios de América del Norte
quemaban salvia blanca sobre una ostra marina
para recibir,
en sus cuerpos,
el quinto elemento.

Repito tu nombre:
el humo blanco impregna las paredes de la casa.

Repito tu nombre:
las hojas tornasoladas se achicharran.

El carbón arde y voy dando pequeños pasos
como si no pudiese sostener al ángel
de los ancestros.

¿Oíste los cuervos sobrevolando el campo?

Creí que me llamabas.

Créditos de fotos: Karina Lerman/ Gabi Salomone – Noelia Palma/ Sergio Cavazza – Alejandro Mendez Casariego/ Facundo Gastón Floria


  1. Descarga gratuita: https://edicionesacapela.wordpress.com/2024/11/23/fuego-real/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR1fAbv-JBuA8aO4ZKMLlhx4jW5e7qeQTdwUDvpLwexmrklcNRyO7XfdP4Q_aem_4xZqj6yH22VA-jR5JF4Yyg ↩︎

Karina Lerman, poeta, psicoanalista, artista visual, gestora cultural, docente, maestra de idioma hebreo. Editó libros de poesía en Argentina y Latinoamérica. Gestora y curadora de antologías. Curadora en clínica de obras. Aborda temáticas vinculadas a los pueblos originarios, las infancias y la cuestión judía. Premiada con varios textos literarios. Coordina el ciclo infantil De reinas batatas y el ciclo de lecturas poéticas en clave de diálogo Las flores de Circe. Dicta talleres de análisis de textos. Escribe artículos literarios y psicoanalíticos para Argentina y países latinoamericanos.
kariler1214@gmail.com
https://www.instagram.com/mil_k_estallidos /kara_lerm

Paula Novoa, poeta, docente, Licenciada en Lengua y Literatura, nació en San Antonio de Padua en marzo de 1976. Dio clases en la Universidad Nacional de La Matanza y en la Universida Nacional del Oeste, actualmente es profesora en escuelas secundarias de Trujui, partido de Moreno. Publicó cinco poemarios, el último es Sierpień (Cave Librum, 2023). Algunos de sus poemas fueron compartidos en distintas antologías y blogs. Coordinó talleres literarios en la Sociedad de Fomento Cortejarena (La Reja, Moreno) y escuelas de la provincia de Buenos Aires.

Noelia Palma, poeta, nacida en 1984, Morón, Buenos Aires. Publicó varios libros de poesía, entre los que se encuentran La casa (2019), Luxemburgo (2020), 0034 (2021) y Nadie dijo la belleza (2023). En 2022 relizó encuentros sobre ficción en el Espacio Paracone, en Morón. Integra Poetas argentinas: 1981-2000 (2023), antología compilada por Elena Annibali.

Alejandro Mendez Casariego, poeta, escritor, docente nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1952. Estudió Profesorado de Historia en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. Codirigió el ciclo de poesía “El Orate y la Musa”, junto a Gerardo Lewin y José Emilio Tallarico durante más de una década. Junto con Gerardo Curiá y Lidia Rocha, condujo el ciclo Poesía de Verano, en los años 2020 y 2023. Coordinó el taller de poesía de La Calle Larga de Avellaneda durante algunos años, y varios talleres y clínicas de poesía y traduccióndesde el año 2002 a la fecha. Publicó los libros de poesía El elefante de cartón (Ed. Patagonia, 2003), Los Réprobos (Editorial Patagonia, 2007), Los Dioses de Hogar (Editorial Deacá, 2015), Pieles Rojas (Editorial Deacá 2017), La mujer del Samurai (La Gran Nilson 2019), Un lugar entre los ojos (La gran Nilson, 2023), Punto de Fuga (Mascarón de proa, 2024). Es autor de ensayos y traducciones de poesía del y al inglés.

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