Miguel Ángel Rodríguez: (Luce) Oscura.

Octubre de 2018, Río Ceballos, Córdoba

A cuatrocientos cuarenta y siete kilómetros al sudoeste de la capital del país, a la margen de la transitada ruta tres, se adentra una antigua comarca cuyo número de habitantes, desde hace años, impide decidir si es ciudad o pueblo.
Corrientemente, miles de viajantes pasan por su entrada sin percatarse, sin que les quede otra huella o recuerdo que el de una ignota sombra de ningún objeto.
Sin embargo, dos siglos atrás, la intensidad de cierta leyenda ubicó allí el punto cartográfico donde, perseguidos por la cruenta revolución patria, los funcionarios con mayor alcurnia de la corona habrían perdido, al huir, cinco a ocho baúles en los que transportaban los tesoros más preciados.
Un manojo de aventureros atraídos por el rumor de tales riquezas se afincó en el sitio del prometido botín, con la voraz avidez de búhos y chimangos.
Lo que encontraron, veta tras veta, fue la sustancia de goce de la pura codicia y la impura verdad de la quimera.
A partir de entonces se desvanecen los datos históricos de una población que al parecer fue creciendo sin escándalos, como crece el moho sobre la piedra.
Su ecléctica arquitectura genera la impresión de no estar ahí, edificada en la superficie impávida de nuestra pampa.
Sus habitantes hacen lo que cualquier ciudadano… aunque siempre, según modos diversos de pasar desapercibidos.
Ese rasgo los identifica.
Pero no sólo para el otro: todos, cada uno de sus hombres y mujeres, viven sin darse cuenta.
Como si pagaran aquella falaz ilusión de origen con una realidad carente de valor, desierta de existencia.

En cierta ocasión, dos jóvenes de prima sangre se entreveraron en un torrentoso amor prohibido.
Segregados, construyeron su casa en las afueras.
Cuando tiempo después desaparecieron, nada se dijo.

Fruto de aquella pasión nacieron dos gemelas. Temprano huérfanas, increíblemente bellas.
El pueblo las adoptó. Y a la hora en que cumplieron los quince brindó un gran festejo.
Días más tarde fueron encontrados sus cuerpos: violadas, golpeadas con brutalidad; despellejadas.
Esta vez la noticia se filtró convocando la mirada nacional de la opinión pública. Llegaron sedientos, cámaras, cronistas…
Y la oscura rapiña retornó a la comarca en forma de voraz avidez televisiva.

Su gente respondió con un silencio plano, abismal; como si una mortaja se volviera sobre sí misma.
Juzgando a supuestos criminales extranjeros.
Mascullando metástasis de culpa en lodos de avara miseria.

Viviendo cada vez más
Ferozmente

Irresponsables de sus vidas.

Miguel Ángel Rodríguez, escritor, psicoanalista.

Contacto: 15-6408-4426 licmar2000@yahoo.com.ar

Fotografía: Diego Ciardullo

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