LA PERFECCIÓN DEL CÍRCULO TAMBIÉN SE ENCUENTRA EN LOS CUBOS DE BASURA. Yo vivo allí donde no hay lugar para estar vivo, donde al espacio se le reza, con la desnuda esperanza de alargar un centímetro más la luz erecta, y darle un final menos atroz a la fotografía. Yo vivo allí donde la escalera nace de mis ojos con una mano fuera del frío y los pies hundidos en pesadillas de ámbar y cicuta, allí donde todos los caminos son inválidos. . Vivo en el último vagón donde las marionetas tienen ojos y ven como cae la lluvia sobre el sexo de los náufragos, abandonados de palabras, huecos, transparentes. Yo vivo allí donde la perfección del círculo también se encuentra en los cubos de basura. PARÉNTESIS INMUTABLES Y JARRONES DE PLÁSTICO Si miramos entre los suburbios de las ventanas veremos la extraña amabilidad de las pilas de platos, restos de carne, mondaduras de algunos sueños, la calma de los cristales rotos, la arquitectura antigua de un rostro de mujer memorizando el ribete de una bandeja escrutadora, condenatoria, necesaria. La torpeza del aire hundida en los ojos, mientras las rodillas lamen un mugriento pasillo de recuerdos, paréntesis inmutables y jarrones de plástico, el sublime silencio recorrido cientos de veces con mucha decencia, caminos que repiten remite y remitente. La humedad en el pubis y en las paredes sobrepasa el riesgo de algo parecido al amor, como una mortaja, las manos en el fregadero, como una lápida entre labio y labio. SUFRE LA AXILA DEL FRÍO EN LA NUCA La maldita luz de las farolas es como un péndulo en la conciencia de una ciudad cualquiera que señala con el índice montones de ladrillos sobre el cuerpo diáfano de la huida, epitafios en porciones de tragedia masticada en los portales, sus bocas chuleando esa explanada perfecta para golpear el aire, las esquinas donde viven los ojos de azul dormido, en su infinita culpa, para volver a dormir después sobre la sospecha del crepúsculo. Se duelen los caminos y los muros en la sonrisa partida de los perros, inquilinos de honor en esta sombra muerta, en este tiovivo de abismos y pétalos, lesión en el pecho, paredes desangradas, bostezos estrellados en la periferia de la piel, y peces feroces a la deriva del paisaje. Sufre la axila del frío en la nuca, como lo hacen tus ojos descalzos, al verme perdida. CUANDO LA MUERTE TE DEJE VOLVER Cuando la muerte te deje volver serás la alternativa en la almohada, el manuscrito del naufragio, la sed del espejo que te mira, el cordón umbilical de nuestros nombres, los cromos repetidos que nos definen y serás el camino sin señalizar hacia el vientre donde nacen todos los jardines y donde el pánico de cuerpo presente cabe en un zapato. Cuando la muerte te deje volver serás camino de ida, casa de liquen, mi malecón, mi vereda. Del libro musicado “Cuando la muerte te deje volver” Ed. Hamfuggi Rec. En 2022.
Marian Raméntol, poeta, escritora, traductora. (Barcelona, España, 1966). Reconocida por su obra, es también Directora de la revista cultural La Náusea. Y miembro del grupo musical O.D.I.