EN CADA TUÉTANO DELETREADO No hay mayor baile para que te crezca la noche que el que dicta la luna, lo sabes y aún así inquieres ¿Vivirán mis huesos hasta ayer? Quizá cuando esa noche cumpla una edad más y la locura se arme de amapolas hendidas en cada surco, en cada cicatriz, en cada tuétano deletreado. Y los párpados de los hijos se cierren, astillado y caído el aire, puede que entonces respires las heridas ociosas, su danza, gimas, diluyas el ruido de los pasos, su prisa, su feroz aliento, y acabes perfilando de nuevo una voz que insista en preguntar si los huesos, tus huesos vivirán más allá de ayer. UN PAISAJE CADA VEZ MÁS DIMINUTO Esculpir el aire, disfrutarlo, reescribir la sangre y las pupilas porque no hay mirada fuera de este desnudo grave, de esta soledad ósea que me ata al abismo como piedra. Nadar por la sed de mis manos descalzas, por los nombres hacia atrás que pronuncio bajito, por el geranio que planté y ahora me desconoce, nadar por mi sombra, la nacida en el espejo, la que me fragmenta en nubes deshiladas de sintaxis interrogante y distraída. Nadar por mi nombre callado, gozar de un paisaje cada vez más diminuto, que apenas late. Y seguir nadando hasta esculpir de nuevo el aire, con más noche en las mejillas y más piedras en los bolsillos. VIVIR EN EL ALIENTO DEL AGUA Este cielo de albaricoque estira la columna y se pone a discutir con el crepúsculo cómo esconder tanto infierno bajo los párpados. Sus cicatrices y muñones hablan del mar que espera sin hundirse a cocinar vocales como si le llovieran sobre la piel. Yo escucho desde en fondo del iris en la trastienda del corazón. Dicen que pongo demasiado entusiasmo en encontrar la altura ideal para vivir en el aliento del agua, quizá sea por su sabor a liquen o por sentir la culpa de algo grave mientras le voy poniendo nombre al universo que cabe en mi garganta. Quizá este cielo de albaricoque tan desnudo vuelva a atragantarse de soledad y respire mi silueta en diferido. Así, puede que me regale una nueva médula desde la risa, un cuerpo de amanecer y sombra, sin escamas y a la intemperie. AHORA SOY DE ACUARELA Diapasón en azul, autopsia musical, coreografía donde tosen las nubes, cabriolan conmigo los peces bailamos y llenamos el cielo que sangra y gotea en el estanque. El estanque se ha hecho cuerpo y yo emerjo con aletas -el pulso dicta aún dulces cartas al estetoscopio-. La luz choca con mi suéter de escamas y la pirotecnia cambia de voltaje el arco iris, ahora soy de acuarela. No sé tú pero yo no salvaría esta metamorfosis, y sinceramente, creo que kafka tampoco.
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Marian Raméntol, poeta, escritora, traductora. (Barcelona, España, 1966). Reconocida por su obra, es también Directora de la revista cultural La Náusea. Y miembro del grupo musical O.D.I.