Miguel Ángel Rodríguez: «Salud Pública – Salud Mental»

Silencios y quejas de los ‘profesionales psi’

  Llama la atención lo poco que nuestra cultura se pregunta y acciona por la salud pública, por la salud mental. Las voces exiguas que alertan sobre la fragilidad y el valor cada vez mayor de esta última no parecen incidir, mientras sí asistimos a un incremento extendido en el consumo profuso de psicofármacos.
  Este escrito no despliega definiciones ni análisis exhaustivos; sólo traza un par de punteos heterogéneos.

I

  Si resulta más notable en sus grandes urbes, en Argentina las políticas de los 90 terminaron de establecer “nuevas” reglas de juego que centralmente rigen hasta hoy el mercado-campo de la salud pública, y por ende el de la salud mental.
  Resumiendo, coexisten en nuestro Sistema de Salud tres subsistemas.
I) El entonces floreciente de las “Prepagas”, también sujetas a la concentración oligopólica, para aquellos sectores más afortunados que pueden pagar onerosas cuotas mensuales desde sus billeteras.
II) El de la “seguridad social”, Obras Sociales solidarias a cada Gremio sostenidas por la extracción regimentada de un monto al empleador y al empleado en blanco.
  Señalemos cierta avenencia entre los subsistemas referidos. El Sindicato le ofrece al trabajador como “beneficio” que si abona un plus de su bolsillo puede acceder a una Prepaga. Ello amplía la clientela de éstas, promoviendo la inferior calidad de las Obras Sociales –para posibilitar tal comercio-.
  Otro tanto sucede con la colección variopinta de “monotributistas”.
  A la par hoy son pocas las Prepagas y Obras Sociales con plantel propio de salud mental. Cuyos servicios se “tercerizan”[i] en un manojo de “Prestadoras” abocadas al rubro, respondiendo éstas a las demandas de los asociados/afiliados de aquellas a través de ´profesionales psi´ que atienden distribuidos por zonas en sus consultorios particulares.
  Así, con el aval cómplice del Estado, buena parte de los médicos, y en particular los especialistas en psicología clínica, psicopedagogía y psiquiatría, si cuentan con monotributo, son conchabados[ii] mediante típicos “contratos basura”[iii].  
III) El “público-público” (Centros Sanitarios, Hospitales, etc.), “universal y gratuito”, cada vez más deteriorado como aquellos cada vez más trabajadores independientes pobres, en negro, sin empleo y segregados a los que atiende, cuando concurren.
  Desde el último tercio del siglo pasado, en vigencia del “discurso médico hegemónico”, camadas de psicólogos, psicopedagogos y trabajadores sociales –escasos en número- fueron incorporándose a los distintos efectores del subsistema.
  Huelga referir sobre los bajos sueldos actuales; y sobre las dificultades y tardanzas que ha de padecer el consultante para por fin conseguir un “turno”.
  No sin razones, aunque en nuestro imaginario social “progre” la educación y salud públicas continúan siendo valoradas, hace rato se prefiere no “caer” en ellas…

II

  Todo sistema se define por sus engranajes, por el empalme de sus componentes.
  Respecto al de Salud suelen recitarse los clásicos “niveles de atención”[iv] junto a la declaración de “Alma Ata”[v].
  Si ya resulta cuestionable la mencionada estratificación de subsistemas vigente, es un problema lo mal que engarzan. Y al poner el foco en cada subsistema –en los tres, aunque peculiarmente en el “publico-público”- resalta la torpeza, la carencia crucial de articulación entre sus niveles.
  Ahora bien. Hacer su engranaje, construir un Sistema articulado a la vez a los requerimientos sociales, no es tanto una cuestión de recursos económicos, como de “decisión política”.

III

  Se ha hecho famoso el dicho “La única verdad es la realidad”. Y resulta claro que la “opinión pública” es una realidad, pero también que de ningún modo es la única.
  La salud suele no figurar en el top five de sus preocupaciones, ni en la agenda de sus formadores. Los medios, las dirigencias, las agrupaciones… Convendría que los partidos políticos, incluso aquellos que se auto-perciben «nacionales y populares», además de consultar encuestas escucharan al “saber popular” cuando afirma sin titubeos que… “Lo importante es la salud”. Pues es condición para cualquier otra cosa -quien fuera que haya tenido una enfermedad seria o un ser amado en tal trance, lo sabe-. Y riqueza social para responder a las cuestiones que la vida nos plantea.
  Por otra parte hay muestras desoídas pero rotundas[vi] de cómo una construcción convincente de salud pública promueve pertenencia, identificación social al proyecto político, hacia adentro; y reconocimiento desde afuera.

IV

  La acometida de la pandemia Covid en el 2019 puso en jaque nuestra habitual circulación ciudadana, desnudando a la vez falencias en el saber, las políticas y el sistema de salud. Tomemos cierto sesgo al respecto.
  El entonces Presidente de la Nación mostró su muy razonable decisión de constituir un “Comité asesor” de médicos probadamente expertos, a quienes los medios también les dieron amplitud de pantalla, en su mayoría infectólogos, emergentólogos y epidemiólogos. Imaginemos una conclusión-recomendación primera: “Hasta que se inventen vacuna y/o remedio, la única herramienta disponible e indicada es la ´cuarentena´.” Tal fue, en curso con las características de la peste y a fin de reducir su contagio, la política central, rectora, dispuesta por el Gobierno.
  Siendo así, para delinearla y formularla ante y con las diversidades de la población, e ir re-definiéndola según las consecuencias, labores, avatares y situaciones dinámicas en el devenir del tiempo; ¿cómo no convocar especialistas en psicología, sociología, comunicación, trabajo social, psicoanálisis, etc.?
  La “cuarentena” no precipita cual reacción instintiva del organismo biológico.[vii] Es una edificación social. Una obra compleja eminentemente colectiva que requiere inscribir la responsabilidad de cada quien en un entramado común; que demanda debatir, consensuar, decidir con el otro otras lógicas y estrategias de articulación, de lazos, de anudamientos.
  El asunto es que allí donde semejante dispositivo sólo podía ser «construcción social», se lo denominó “distanciamiento social”; concibiéndolo según una orientación exactamente contraria a la requerida; que además solapó la pertinente (en ciertas circunstancias, de un metro y medio, pongamos) «distancia física» entre los cuerpos de las personas, que es cosa muy distinta.
  ¿Y cómo asombrarse tanto de que muchos usaran el barbijo sin cubrirse la nariz, cuando de entrada se lo llamó “tapa-boca”?
  ¿O cómo podría funcionar que las acciones y tareas comunitarias propias de “agentes de salud”, en su lugar las realicen “agentes de policía” –desprovistos de los instrumentos cognitivos y seguro habitados por una disposición claramente disímil a la que el abordaje de la realidad impelía-?

V

   Ahora bien. Nosotros, los ´psi´, cada uno, aquellos insertados en esferas decisorias de políticas de salud, los diversos ámbitos institucionales donde solemos coligarnos (Grupos, Escuelas teórico-clínicas, Colegios Profesionales), etc… ¿Qué hicimos?
  Por cierto no fue inmediato re-situar responsablemente la singularidad de cada tratamiento. Nos ocupamos de participar con otros colegas en espacios de debate sobre los efectos forzados por la modalidad «remota» en nuestra práctica clínica, hasta entonces casi siempre «presencial». También tuvimos que adecuarnos a quisquillosas plataformas digitales exigidas por Prepagas-Obras Sociales-Prestadoras, que aumentaron la carga administrativa de nuestro lado para registrar cada consulta y a fin de mes facturar el mango.   
  Pero aun así… Actualicemos la precisión de la pregunta:
  ¿Qué hacemos, nosotros? ¿Qué ofrecemos? ¿Cómo responder al discurso social cuando la «demanda» no se modula cual pedido explícito? ¿Cómo intervenir ante el enjambre de “significantes Amo”[viii] que vectoran la «subjetividad de la época»? ¿A qué nos convoca el peculiar «deseo»[ix] que nos causa?
  O nuestro silencio aloja, escucha; y nuestra interpretación “devuelve el mensaje en forma invertida” “apuntando a lo real”. O en su lugar callamos, y farfullamos moneda corriente, para no arriesgar yerros, por comodidad, para quedar bien; por “horror al acto”.

VI

  Si desde luego hay otros cauces que cada ‘psi’ transita en mayor o menor medida, hoy las consultas urbanas de salud mental se vehiculan preponderantemente vía Prepagas, Obras Sociales y Prestadoras.
  Al repasar las (no)conversaciones de un grupo de whatsapp nutrido por colegas que trabajamos en una de ellas, suele precipitarse –en particular cuando anuncian algún escuálido aumento de honorarios- un rosario sin fin de quejas. Por la injusticia, la hijaputez de la Prestadora, su ignorancia del valor o la desvalorización de nuestra tarea.
  Claro está, desde cierta perspectiva lo que así se paga/cobra resulta indigno. Aunque es también el precio “justo” entre «la oferta y la demanda», ley constitutiva que define todo valor de cambio en el capitalismo. No corresponde avalar a este y al mismo tiempo hacernos los otarios, no avalando sus consecuencias cuando no nos gustan. Sí hay ante ello posicionamientos personales y colectivos posibles de diverso tenor y en andariveles distintos.
  Respecto a la clínica, conviene devolverle la cuestión al consultante en tanto que “sujeto de deseo” –y no de “derecho consumidor”-, interpelarlo en lo que paga-pierde según los términos de la “economía libidinal” en juego, situar las condiciones para que en cada caso haya análisis, llevar el lazo al “discurso del Analista”[x]
  La mera descarga de protestas airadas contra un “Sujeto supuesto Castrador” sólo repite el sin salida de la “neurosis”, en vez de oxigenar otro rumbo.
  Tampoco se trata de pretender, con empujones tozudos y vociferantes de voluntad, correr cada vez el límite más allá. Lo a crear, es a partir de él.
  Así como inscribir el silencio es condición expresiva del “acto analítico”.
  Algo más de «deseo»; algo menos de «goce» mudo o en queja.


[i] Generalmente según convenios “por cápita”.
[ii] ¿No precipita cierta mueca que también los Sindicatos, en posición patronal, empleen así a trabajadores de la salud?  
[iii] El tema no es sencillo. Pero al tiempo de regar la pretendida imagen free-lance/independiente del profesional psi, encubre cierta naturaleza de tales relaciones laborales, anulando coberturas –licencia por enfermedad, aguinaldo, vacaciones, etc.-.
[iv] Primer nivel: centrado en la promoción, prevención y atención de la salud; unidades sanitarias a cargo del contacto inicial con la población y del ingreso al Sistema. Segundo nivel: hospitales generales con especialidades clínicas, guardia e internación. Tercer nivel: hospitales e institutos especializados que atienden patologías complejas y cuentan con aparatología sofisticada. El funcionamiento del Sistema depende del mejor anudarse dichos tres niveles que lo integran.
[v] Nos referimos a la Conferencia Internacional de 1978 en Alma Ata que valoriza el primer nivel situando la Atención Primaria de la Salud como núcleo del Sistema y de las políticas de salud de cada país.
[vi] El énfasis en educación, promoción y prevención, en la atención primaria de la salud, la cobertura del embarazo, la niñez, la ancianidad, las personas vulnerables y poblaciones de riesgo, la formación del “médico y enfermera de familia” como efector basal, la cantidad de trabajadores de la salud y profesionales de las diversas especialidades en relación al número de habitantes, la estrategia sistémica en la distribución territorial de consultorios, policlínicos comunitarios y hospitales, el desarrollo en investigación y producción biotecnológica, el porcentaje del presupuesto general destinado, etc.; han construido en Cuba, desde la Revolución hasta acá y con sus vaivenes, un modelo de legítimo prestigio cuyo diseño compromete activamente a la ciudadanía y a sus sectores sociales. Respetado por las entidades y publicaciones internacionales especializadas, hasta los más acérrimos críticos del régimen se ven impelidos a reconocer los logros en salud y educación públicas.
  En nuestro país los planes masivos de educación sanitaria, las campañas intensivas de vacunación, la edificación de establecimientos sanitarios y hospitales en todo el territorio, la creación de la primera fábrica estatal de medicamentos y el auspicio a laboratorios privados nacionales, etc., desplegados por Ramón Carrillo como Ministro de Salud del primer gobierno de Juan D. Perón, constituyen otro ejemplo.
[vii] Ante “lo real” del Covid, la cuarentena se edifica como dispositivo del “discurso del Amo”.
[viii] Feminismo, cambio climático, inteligencia artificial, guerra, seguridad, autoestima, etc.
[ix] El “deseo del analista”.
[x] Precisamente distinto al “discurso del Amo” capitalista contemporáneo.


Miguel Ángel Rodríguez, psicoanalista, escritor.
licmar2000@yahoo.com.ar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.