Si bien no puede decirse que yo sea precisamente un macho alfa o un dandy adinerado, he tenido la decisión y fortuna de intimar con mujeres exóticas de lugares lejanos.
Dos días atrás, arribado a Xupumh –un pequeño pueblo tras tupidos bosques en la costa occidental de Taiwán-, brindé tres rondas de kaolián jiú antes de contactar a Yimelg Lehn.
Diversas referencias animaban mi convicción de que había de ser una hembra excepcional, única, en sí igual a nada. Quizás sólo comparable a una verdadera fiesta.
Nuestro encuentro refrendó con creces tal conjetura.
Aunque no sin desencanto.
Pues el sabor de su cuerpo fue como el de ingresar a una fiesta cuando ya se han ido todos, empezando por ella.
Miguel Ángel Rodríguez, escritor, psicoanalista.
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