
Al momento de conciliar el sueño quizá buscamos posiciones, almohadas especiales, rituales previos, camino a ese encuentro en soledad, ¿con cierto vacío? De niños tal vez busquemos que se nos tome de la mano, que nos dejen un objeto, se lea un cuento, o más no sea el beso de las buenas noches que nos acompañe a ese “pasaje”. De adultos quizá, un contacto virtual, o corporal discreto, pero contacto al fin antes de la inevitable (a veces resistida) caída de la dimensión consciente, o de un estado de conciencia (capítulo aparte merece el análisis de la cantidad de horas que dormimos). Camino a una realidad, a un universo que no se comparte con otros. ¿Acaso en el de la vigilia sí? Hacia esa ficción onírica desordenada, confusa que son los sueños, pero ¿la vida diurna está exenta de incoherencias?
Lacan continuando con la teoría de Freud que nos muestra al narcisismo estructurando todas las relaciones del hombre con el mundo exterior, nos plantea que la vida humana esta sostenida por un fantasma, mediante el cual conocemos algo de la realidad. Esta percepción, o la alucinación más verdadera citando a Hyppolite Taine, es la realidad fantasmática en la que se cree, o de la que se evita descreer, e ir más allá del fantasma, implica verle sus fallas.
Esta ficción que es la vida del ser hablante, sostenida en el fantasma, entre imaginario y simbólico, excluye lo real, y la pregunta es cómo lo real puede entrar en la vida, o en el destino del ser humano.
Qué decir del” in-dividuo” que se sumerge en el sueño, y más aún, de los otros de los que será anfitrión en esta otra trama, o en este otro drama. En escenas cercanas al cine mudo, en el que estos personajes de inestable identidad, las veces más o menos enmascarados, emergen con un fugaz papel antes de disiparse, aunque más luego quizá retornen con sus visitas. Fenómeno al que Lacan en el seminario II (justamente “el yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica”) desarrollando el sueño de Freud, “la inyección de Irma” eligió llamar: la inmiscusión de los sujetos.
Sobre esta vía regia de acceso al Inconsciente freudiano, Lacan nos señala que no debemos buscar en una regresión la razón de los surgimientos imaginarios que caracterizan el sueño. Aquí se vive una aproximación a lo real último y esa descomposición imaginaria no es sino la revelación de las componentes normales de la percepción. “No se trata de un estado anterior del yo sino, literalmente de una descomposición espectral de la función del yo. Vemos aparecer la serie de los yo. Porque el yo está hecho de la serie de identificaciones […] Porque la percepción es una relación total con un cuadro dado, donde el hombre se reconoce siempre en alguna parte, Y a veces se ve incluso en varios puntos […] se trata de reconocer dónde está el yo del sujeto”; agregará más adelante “En el plano libidinal, el objeto nunca es aprehendido sino a través de la reja de la relación narcisista”.
Más allá del fenómeno imaginario Lacan observa que en medio de la mayor cacofonía en que se hace el discurso de los múltiples egos, el punto angustiante ronda respecto a la objeción que interesa a Freud, la de su propia culpabilidad, en este caso con respecto a Irma. Freud era inocente de toda intención de hacer el mal. Aquí se ratifica entonces la hipótesis del sueño como realización de deseo, pero también que el sueño, tal como en los síntomas analíticos, se produce en la corriente de una palabra que intenta pasar.
Podemos decir con Lacan que el verdadero valor inconsciente del sueño está en la búsqueda de la palabra, de un significante velado y enigmático. Que se permite otras licencias, otros rodeos en el sueño, maquillado allí por condensación y desplazamiento, semejante al que tal vez en irrupciones accidentales diurnas, el Yo políticamente correcto busque disipar.
Günther Aboy
En el año 1900 Freud publica “La interpretación de los sueños”. Según los biógrafos, Freud la consideró su obra más importante. En el mencionado texto, realiza un exhaustivo análisis histórico en referencia a la teorización de los sueños, hallando una lógica que no coincide con la conciencia ni tampoco admite una traducción literal que pueda sistematizarse para todos la misma: si uno soñó “x” significa “y”, de su estudio obtiene que: “El sueño es inconexo, no le repugna unir las contradicciones más ásperas, admite cosas imposibles, desecha el saber que nos preciamos durante el día”. Sin embargo, esto no produce que se desinterese sino que observa, articulando con su clínica, otro decir en el sueño. Es allí donde define la diferencia existente entre el contenido manifiesto y el contenido latente de un sueño y la posibilidad, mediante la interpretación, de poder acceder a lo que se encuentra oculto, disfrazado, reprimido. Más allá de esta técnica y los progresos que le permite para su teorización, Freud realiza otro descubrimiento que tiene que ver con la imposibilidad y límite estructural que plantea todo sueño: “Aún en los sueños mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco han hecho otras contribuciones al contenido del sueño. Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar en que él se asienta en lo no conocido”. Freud puede darle un lugar a este límite, no queda omitido o borrado en su obra. Es en este punto límite que me interesa detenerme. El descubrimiento de Freud no solo tiene que ver con lo que se accede mediante la interpretación sino también el descubrimiento, casi casual, accidental, del límite y de lo que no accede a la representación, lo inanalizable. El término ombligo no es cualquiera, justamente hace mención a una cicatriz producida por un corte, algo que se separa y deja una marca. Aquí lo inanalizable del sueño muestra una pérdida en el saber, algo que permite nombrar lo que no está. Es en esta teorización acerca del límite a su propia teorización donde Freud inscribe una falta, algo que solo puede estar presente en ausencia. Años después, obra de Lacan mediante, contamos con otros términos que nos permiten decir algo más sobre esto. Para Lacan, lo real es lo que no cesa de no inscribirse, es solo a través de esta imposibilidad que puede inscribirse, afirma que “El inconsciente no quiere decir nada si no quiere decir que, diga lo que diga, y me sostenga donde me sostenga, incluso si me sostengo bien, no se lo que digo. La causa de todo esto no debe buscarse más que en el lenguaje mismo”. No es sin las palabras que algo de lo que no puede decir, se inscribe.
Rodrigo Banegas
¿Qué significan los sueños? Éste ha sido un enigma que ha despertado inquietud y fascinación a la humanidad desde los tiempos más remotos. La histeria con su floreada sintomatología también ha sido un enigma para la psiquiatría.
Es Sigmund Freud, quién con su escucha inaugural se despega del discurso médico de la época. Y es con su escucha que descubre que las histéricas tiene algo para decir, más aún, tienen algo para decir al psicoanálisis. Pero no solo la histeria, Freud observa también, que los sueños manifiestan un decir. Este decir señala algo que se separa de las concepciones del momento donde el sueño era pensado como la inoculación de mensajes divinos, mágicos o premonitorios. Le da al sueño otro estatuto.
Sueño e histeria. En “La interpretación de los sueños”, Freud describe el sueño de la Bella carnicera: “Quiero dar una comida, pero no tengo en mi despensa sino un poco de salmón ahumado. Me dispongo a ir de compras, pero recuerdo que es domingo por la tarde, y todos los almacenes están cerrados. Pretendo llamar por teléfono a algunos proveedores, pero el teléfono está descompuesto. Así debo renunciar al deseo de dar una comida”. Como buena histérica, esta bella carnicera desafía al analista, puesto en el lugar del amo, diciéndole que lo que ha soñado contradice su teoría respecto de que los sueños son el cumplimiento de deseos, ya que en su sueño, su deseo de dar la cena, no se cumple.
Lo que queda des-cubierto en este sueño es que la realización del deseo es mantener el deseo insatisfecho. Y esto es lo que la histeria le ha mostrado al psicoanálisis, que en lo tocante al deseo no se trata nunca de la satisfacción. Este es el descubrimiento Freudiano.
Jacques Lacan va más allá y establece una diferencia entre la neurosis histérica y la histeria. Postula que los síntomas se pueden curar pero la histeria no, y esto es así porque es una estructura que hace discurso cuya importancia radical en la transmisión del psicoanálisis es poner en evidencia el lugar del deseo en la estructura del sujeto. Dice Lacan, “La relación con el deseo no es una relación pura y simple de deseo. En sí, no es una relación con el objeto. El sujeto no satisface simplemente un deseo, goza de desear, y esta es una dimensión esencial de su goce.”
Entonces, es a partir de la histeria que hay una concepción del inconsciente que hace que no pueda definirse como lo no-consciente. El inconciente freudiano trabaja y produce lapsus, fallidos, síntomas y sueños. Estas formaciones son una satisfacción sustitutiva de un deseo reprimido. El sueño, dice Freud, vía regia de acceso al inconsciente, en tanto sustituto permite al analista escuchar ese otro decir e intervenir. Es porque existe el inconsciente que hay lugar para el analista. El inconsciente se dirige al analista porque el que escucha funciona ahí como la causa de lo que hace hablar.
Paola Naccarato
Los autores de los escritos precedentes, forman parte del Movimiento Psicoanalítico del Oeste, espacio dedicado a la transmisión del Psicoanálisis. Las actividades que el Movimiento propone están dirigidas a estudiantes de distintas disciplinas, docentes y personas interesadas en el discurso del psicoanálisis en su orientación de retorno a Freud propuesta por Lacan. Si bien el M.P.O. tiene sede en Ramos Mejía, sus actividades se despliegan en distintas localidades de la zona Oeste del Gran Buenos Aires, las mismas conservan un tinte cálido y ameno, características necesarias (entre otras ), para hacer entrar a quienes participan, a una lógica de discurso diferente. Invitamos a curiosos e interesados a “navegar” por las redes sociales de la institución y anoticiarse del trabajo que los miembros están llevando a cabo.

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