Biyuya, dícese del dinero, la plata, la guita, los bienes. Provendría del lunfardo, de la palabra billete, o bien del francés bijou (joya). Estos objetos, sin dudas, refieren a algo valioso.
En primer lugar, la concepción del dinero para el psicoanálisis implica una equivalencia simbólica. Freud sostenía que “El analista no pone en entredicho que el dinero haya de considerarse en primer término como un medio de sustento y de obtención de poder, pero asevera que en la estima del dinero coparticipan poderosos factores sexuales (…) por eso, el hombre de cultura trata los asuntos de dinero de idéntica manera que las cosas sexuales, con igual duplicidad, mojigatería e hipocresía.”
El pago de los honorarios no refiere a una situación de intercambio de dinero por un servicio o por tiempo. Hablar de intercambio involucra una reciprocidad, es decir una correspondencia y si algo no tiene que ver con el psicoanálisis, por la articulación misma del significante, es la idea de complementación, concordancia, unidad. Esta orientación, además, puede confundir respecto a la cuestión que Lacan nos advierte que en el dispositivo analítico solo hay un sujeto, el que habla, nunca dos. “(…) el psicoanalista no es sujeto, su acto está situado en otro lugar (…) se hace producir objeto a, con el objeto a.”
Si el analista no da ni un servicio ni cobra por su tiempo, que el analizante pague los honorarios tiene que ver con una cuestión que está fuera del circuito del capital. Curiosa lógica la del psicoanálisis, ya que en disonancia con la lógica mercantilista, al espacio analítico no se viene a ganar nada. Si hay algo a lo que se viene, es a perder. ¿Pero qué es lo que se pierde?, ¿De qué economía estamos hablando?
El posicionamiento de cada paciente respecto al pago: faltar y no pagar, pagar poco, pagar mucho, etc., se articulará en cada discurso singular con el goce que sostiene y su constitución fantasmática. Modos, ante los cuales, al analista considerando el caso por caso, le concernirá una singular forma de intervención, siempre desde el lugar que es llamado a ocupar: ser semblante del objeto a.
En el seminario 10, Lacan se pregunta: “¿Qué es lo que funciona efectivamente en el neurótico en el lugar, para él desplazado, del objeto a? ¿Qué realidad hay tras el uso falaz del objeto en el fantasma del neurótico? Esto se explica suficientemente por el hecho de que ha podido trasladar al Otro la función del a. Esta realidad tiene un nombre (…) la demanda. El verdadero objeto que busca el neurótico es una demanda que quiere que se le demande. Quiere que le supliquen. Lo único que no quiere es pagar el precio.”
Y luego dirá “(…) si hay algo que se le debería enseñar al neurótico a dar, es eso que él no se imagina, es nada, es precisamente su angustia. (…) el neurótico no dará su angustia (entonces) que dé al menos su equivalente, porque empieza dando un poco de su síntoma. (…) Nos esforzamos, Dios mío, por hacerlos caer en su propia trampa. (…) Él nos hace una oferta que es falaz, pues bien, la aceptamos (…) entramos al juego allí donde él apela a la demanda. Quiere que le pidan algo. Como no le piden nada, empieza a modular sus propias demandas. (…) esta es la primera entrada en el análisis.”
En el pago, cada vez, en cada sesión, hay un objeto que el analizante cede, pierde. Este objeto, como dijimos, es un equivalente simbólico, ¿podríamos decir, un significante? En tanto que es lo que representa a un sujeto para Otro significante. Es necesario que de algo de esa nada. El analista, por su parte, instituyendo la histerización del discurso, mediante la regla fundamental y maniobrando la transferencia, se ocupa de eso, del goce, y “¿Qué es el goce? (…) El goce es lo que no sirve para nada.”
Lacan, en el seminario 17, sostiene que “El saber es lo que hace que la vida se detenga ante cierto límite frente al goce. Puesto que el camino hacia la muerte (…) no es nada más que lo que llamamos goce (…) la pérdida del objeto es también la hiancia, el agujero que se abre a algo que no se sabe si es la representación de la falta de goce que se sitúa por el proceso del saber en tanto este adquiere un acento muy distinto, porque desde entonces es saber escandido por el significante. Lo que el análisis muestra es que se trata de una irrupción, una caída en el campo, de algo que es del orden del goce, un sobrante. (…) el trabajo de más, el plus de trabajo, ¿qué se paga con eso (…) sino precisamente goce, que es preciso que vaya a algún lugar? Lo inquietante es que si se paga, se tiene, y desde el momento en que se tiene es muy urgente derrocharlo. Si no se derrocha, se pagan las consecuencias.”
Entonces, el análisis se paga con dinero, pero no solo eso, también se paga con la renuncia al goce por efecto del discurso que supone el acceso al saber. Pagar, perder, duelar. Duelo por “lo más valioso” del neurótico, que lo mantiene anclado como objeto, que lo condena a la ilusión de vivir esperando lo que no hubo, lo que no hay y lo que no habrá. ¿Y todo para qué? Para alcanzar una verdad incurable, la castración, y así advenir como sujeto deseante.
Extraña vigencia la del psicoanálisis, como único discurso que cuenta la pérdida, en una época de obscena acumulación.
Freud, Sigmund (1913), «Sobre la iniciación del Tratamiento», Obras Completas, Vol. XII, Amorrortu.
Lacan, Jacques (1962-1963) “Seminario 10: La Angustia”, Paidós.
Lacan, Jacques (1969-1970) “Seminario 17: El reverso del psicoanálisis”, Paidós.
Lacan, Jacques (1964 y 1975) “Otros escritos”, Paidós.
Lacan, Jacques (1972-1973) “Seminario 20: Aun”, Paidós.
Paola Naccarato, psicoanalista.
Los autores de los escritos precedentes, forman parte del Movimiento Psicoanalítico del Oeste, espacio dedicado a la transmisión del Psicoanálisis. Las actividades que el Movimiento propone están dirigidas a estudiantes de distintas disciplinas, docentes y personas interesadas en el discurso del psicoanálisis en su orientación de retorno a Freud propuesta por Lacan. Si bien el M.P.O. tiene sede en Ramos Mejía, sus actividades se despliegan en distintas localidades de la zona Oeste del Gran Buenos Aires, las mismas conservan un tinte cálido y ameno, características necesarias (entre otras ), para hacer entrar a quienes participan, a una lógica de discurso diferente. Invitamos a curiosos e interesados a “navegar” por las redes sociales de la institución y anoticiarse del trabajo que los miembros están llevando a cabo.