Annabel Lee Teles: «Indicios de nuevos modos de pensar: la mutua apropiación del pensamiento y la imagen (Un diálogo con los textos de Deleuze sobre cine)»

Comenzamos a darnos cuenta de que esta vida demasiado conocida y que ha perdido todos sus símbolos no es toda la vida(…) Toda una sustancia insensible toma cuerpo, trata de alcanzar la luz.[1]

En los últimos tiempos, tenemos una fuerte sensación de que los modos de pensar, de percibir, de sentir resultan insuficientes, experimentamos un profundo agobio junto a una sensación de no saber. Aun así, la vida insiste, a pesar de las condiciones del mundo, el pensamiento y la escritura se expanden, y, en ese movimiento, evocamos las palabras de Deleuze:

Sólo se escribe en el límite del propio saber, en ese límite extremo que separa nuestro saber de nuestra ignorancia, y que conduce de una a otra.[2]

En el límite, lo que agobia se disuelve, se despejan relaciones de pensamiento que intensifican configuraciones de pensamiento-vida abiertas al acontecer; a la pregunta por cómo intensificar las mutaciones en el pensar, cómo alcanzar nuevos modos de racionalidad, cómo realizar prácticas creativas que sean a su vez prácticas de libertad.

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La pregunta por el pensar problematiza las modalidades de pensamiento vigentes; plantea la necesidad de una tarea crítica y creativa. Lo que significa cuestionar las construcciones teóricas que organizan la opinión y modulan el pensamiento bajo la regencia de una racionalidad cognitiva, discursiva, argumental y comunicacional acorde con el pragmatismo que comanda el pensamiento y la experiencia de la realidad.

La racionalidad cognitiva, al servicio de medios y fines, se presenta como hegemónica, su operatoria jerarquiza, ordena y clasifica; ejerce una estricta regulación formal sobre lo vivido, sobre las transformaciones, dificulta la emergencia de nuevos-antiguos modos de racionalidad, de realidad.

En otras palabras, a partir de su regencia, el pensamiento reconoce y representa, según estrictos criterios de verdad, al mundo convertido en objeto; ratifica la vigencia del régimen de lo empírico imperante, de lo visible, tangible y cuantificable, de «lo concreto», de las cosas concebidas como términos separados que sólo pueden mantener relaciones de exterioridad, de distribución y ordenamiento en la extensión.  A partir de lo cual, los seres humanos quedan condenados a ser sujetos racionales y cognoscentes, autoconscientes; separados entre sí y de la naturaleza; entidades-soporte de una actividad intelectiva que hace que mantengan relaciones de comando consigo mismos, con los demás y con la naturaleza.

Aquí corresponde aclarar que la crítica a la racionalidad y los criterios de verdad no significa avalar las operatorias de la posverdad en curso. Muy por el contrario, consideramos que la posverdad forma parte del mismo régimen de pensamiento, de racionalidad imperante. Por eso, la necesidad de insistir en la producción de  nuevos-antiguos modos de racionalidad que den lugar a la renovación de la experiencia ética y de la vida política.

Una sutil salida: pensamiento e imágenes

Sin duda, se ha instalado una modalidad de pensamiento pragmática y totalizadora. Esto nos hace vivir en medio de una apretada red de opiniones que conforman un sentido común devaluado, sumido en la lógica de los fines y de los supuestos beneficios. Las ideas y las imágenes no dejan de petrificarse, dan lugar al cliché, al tópico que muestra su endurecimiento; se enlazan a los objetos, portan un carácter representacional difícil de desarmar.

Sin embargo, existen modos de pensamiento que, en su  despliegue, fuerzan al pensamiento a abandonar el sometimiento a las cosas-objeto, a la operatoria de reconocimiento y representación; ayudan a disolver los agobios, los callejones sin salida. Y, en este movimiento, las ideas,  conceptos e imágenes recobran su potencial creativo. Las imágenes se imbrican al pensamiento, se  afirma así la mutua apropiación del pensamiento y la imagen.  

El pensamiento, en su mutua apropiación con las imágenes, genera condiciones para captar el poder afectivo, relacional, conectivo del mundo-Naturaleza. Las imágenes despliegan su movilidad configurativa, dejan de ser fantasmas, simulaciones devaluadas de la realidad. El pensamiento despliega otros modos de racionalidad, de percibir, de describir; capta el acontecimiento, las virtualidades en constante actualización; se vuelve situacional: afirma, comprende y crea.

En ese sentido, nos aproximamos a los textos de Deleuze sobre cine, puesto que en ellos encontramos ciertos recorridos que enriquecen esa peculiar imbricación entre pensamiento e imagen.

Deleuze y el cine

La pregunta por el pensamiento recorre la obra de Deleuze.  En los textos y en las clases sobre cine, específicamente,  alcanza una envergadura inusitada. En ellos, sigue recorridos filosóficos, considera distintos films, dialoga con  cineastas y pensadores cinematográficos; elabora las condiciones para despejar nuevos modos expresivos de la filosofía que son, a la vez, nuevas maneras de pensar. En Diferencia y repetición lo anunciaba.

La búsqueda de nuevos medios de expresión filosófica dio comienzo con Nietzsche, y debe proseguirse hoy en relación con la renovación de otras artes, como, por ejemplo, el teatro o el cine.[3]

El trabajo de Deleuze en relación con el cine perfora muros, plantea explícitamente la relación entre la imagen cinematográfica y el pensamiento, y en ese sentido se instala la  inquietud por nuevas maneras de pensar. 

Se trata de la siguiente pregunta: ¿es el cine capaz de aportarnos una nueva manera de pensar? Al menos de derecho, no pregunto si lo ha logrado. ¿Está en condiciones, en tanto cine, de presentarnos el pensamiento de una nueva manera y al mismo tiempo –es inseparable– de hacernos pensar de una nueva manera? ¿Hay una relación específica de la imagen-cine con el pensamiento? Ese era, en efecto, nuestro problema. [4]

La imagen-cine muestra el automovimiento y la temporalización de la imagen. Deleuze distingue dos tipos de imágenes cinematográficas, la imagen-movimiento y la imagen-tiempo. Ellas expresan modos  de pensar, de percibir y experimentar; distintos regímenes temporales que muestran diversas modalidades existenciales individuales y colectivas. 

La imagen-movimiento

En principio, la imagen movimiento hace visible la concepción habitual, empírica del tiempo como medida del movimiento; el tiempo se subordina  al movimiento normal y uniforme. Los movimientos pueden ser variados, rítmicos o intensivos, pero deben ser normales, determinados y regulados. Este esquema supone un espacio por donde se desplaza un móvil desde un punto inicial a un punto final y un espectador capaz de realizar la observación de cuantificar y medir. 

Los elementos que constituyen la imagen-movimiento son tomados por esquemas sensorio motrices de acción y reacción; en ellos los personajes perciben, padecen, reaccionan y actúan. El esquema sensorio motriz muestra un campo de fuerzas, de oposiciones y tensiones en el espacio; se establecen relaciones localizables que poseen encadenamientos actuales, conexiones causales y lógicas.  Las imágenes-movimiento poseen los encadenamientos propios de una racionalidad mediatizada,  asociativa que opera por semejanza, contraste u oposición. 

La aparición de situaciones ópticas y sonoras puras

Según Deleuze,[5] la Segunda Guerra Mundial trae consigo la ruptura de los esquemas sensoriomotrices, pone en cuestión el cine de la imagen-movimiento. Es así que el neorrealismo muestra situaciones ante las cuales no se puede reaccionar, los personajes sufren un colapso, quedan paralizados en medios no determinados, espacios cualesquiera vacíos o desconectados. Los personajes perciben pero no son capaces de reaccionar, de actuar; perciben y la percepción misma se transforma, otro tipo de visión, otra audición. Se encuentra en situaciones que no se prolongan en acciones y reacciones, situaciones ópticas y sonoras puras que traen consigo imágenes-tiempo que no tienen que ver con el antes y el después, ni con las sucesiones.

Las situaciones ópticas y sonoras puras, propias de la imagen-tiempo, ni se prolongan en acción ni son inducidas por una acción. Captan lo insoportable. La imagen cinematográfica se libera de los encadenamientos sensoriomotores, escapa del mundo de los tópicos, de las situaciones previsibles y establecidas.   Las percepciones y las acciones no se encadenan, los espacios no se coordinan, aparecen relaciones no localizables y de no-contigüidad.

En las situaciones ópticas y sonoras puras, los personajes son verdaderos videntes, no pueden reaccionar, no saben cómo responder. El personaje entra en un ir y venir aparentemente indiferente a lo que le sucede. Ha ganado en videncia, pero ha perdido la posibilidad de reaccionar, lo que no significa inmovilidad sino una posibilidad de movimiento y de acción diferente. Una percepción activa capaz de acceder a otras dimensiones temporales, a otros modos de la realidad. Se establecen vínculos diferentes que ya no son sensoriomotrices.

…vínculos que colocan a los sentidos emancipados en una relación directa con el tiempo, con el pensamiento. Hacer sensible el tiempo, el pensamiento, hacerlos visibles y sonoros.[6]

Los esquemas sensoriomotrices rigen la representación indirecta del tiempo como consecuencia de la imagen-movimiento. La situación óptica y sonora pura abre a una imagen-tiempo directa que se hace presente gracias a signos ópticos, auditivos y también signos de pensamiento: opsignos, sonsignos y noosignos (signos de pensamiento).

La imagen-tiempo 

La imagen-tiempo muestra presentaciones directas del tiempo, no alude ni a un tiempo metafísico, ni a un tiempo empírico como sucesión de presentes. El tiempo abandona la subordinación del movimiento, no depende del espacio, deja de ser la representación indirecta o el número del movimiento, pues escapa a las relaciones de número. El tiempo como materia primera, como universal devenir[7], como fuerza plural de integración. La imagen-tiempo se vuelve una imagen-pensamiento capaz de captar la temporalización de la existencia, la nuestra y la del mundo-Naturaleza.

La imagen-cristal: un concepto clave

En las situaciones ópticas y sonoras puras, se suspenden los encadenamientos, la percepción no se prolonga en acción. El esquema sensoriomotor se interrumpe; la percepción de elementos actuales no se encadena a otros elementos actuales según movimientos en el espacio. Se trata de otro tipo de percepción que produce una relación muy particular entre elementos disímiles,  indiscernibles, que no se confunden entre sí.

En ese sentido, siguiendo a Deleuze, evocar las imágenes-recuerdo, las imágenes-sueño, las imágenes-mundo en relación con el cine nos brinda la posibilidad de captar un peculiar movimiento actual-virtual en el devenir de  nuestras experiencias. Las imágenes-recuerdo pliegan un pasado virtual, evocan una memoria mundo. Traen consigo recuerdos involuntarios que se distinguen de los recuerdos de la conciencia. Ellas actualizan un pasado no cronológico, un pasado multidimensional constituido por capas que coexisten en diversos extractos donde se establecen vínculos no localizables pasando de plano a otro.

Por su parte, las imágenes-sueño actualizan imágenes virtuales de un modo diferente a las imágenes-recuerdo, puesto que ellas no parten de percepciones actuales; las percepciones se dan en el sueño mismo. En el sueño el durmiente recibe sensaciones actuales exteriores e interiores que se vinculan a extractos de pasado fluidos. Las imágenes-sueño actualizan imágenes virtuales, una tras otra; muestran una serie de grandes circuitos de intercambio.

A su vez, las imágenes-sueño se relacionan con estados de  ensoñación en los cuales la percepción se enlaza a movimientos virtuales de mundo que se actualizan mediante una expansión del espacio entero y un estiramiento del tiempo.[8]

El cine no presenta solamente imágenes, las rodea de un mundo. Por eso tempranamente busca circuitos cada vez más grandes que uniran una imagen actual a imágenes-recuerdo, a imágenes-sueño, a imágenes-mundo.[9]

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En el cine, como en la  vida, la imagen actual posee una imagen virtual como su doble o su reflejo, los elementos actuales poseen sus propios elementos virtuales. Al respecto Deleuze, elabora el concepto de imagen-cristal que muestra ese peculiar tipo de imagen bifaz, que posee dos caras indiscernibles que no se confunden entre sí.

De ese modo, enriquece el pensamiento-imagen en la medida que lo propio de la imagen cristal es la  unidad indivisible, la coalescencia de una imagen actual y «su» imagen virtual que no cesan de intercambiarse: lo virtual se vuelve actual mientras este se vuelve virtual.

Distintos pero indiscernibles: así son lo actual y lo virtual que no cesan de intercambiarse. Cuando la imagen  virtual se torna actual, entonces es visible y límpida, como en el espejo o en la solidez del cristal terminado. Pero  la imagen virtual se torna actual, entonces es visible y límpida, como en el espejo o en la solidez del cristal terminado.[10]

En otras palabras, en el cristal se ven los gérmenes del tiempo  como variación. El cristal es expresión,[11] en él se despliegan el brotar de la vida enlazada a las potencias creativas del tiempo.

La potencia rebelde de la imagen,  del pensamiento

La relación de mutua apropiación entre el pensamiento y las imágenes es una vía a recorrer en nuestra contemporaneidad, permite el ejercicio de la potencia rebelde de la imagen, también el despliegue de las fuerzas creativas del pensamiento. En esa vía, los aportes de Deleuze sobre la imagen-cristal son imprescindibles, intensifican el ejercicio de pensamiento, de nuevos modos de ver, de oír; de nuevas posibilidades de existencia.

En ese sentido, la imagen-cristal aporta modos de decir, de describir, de narrar donde se pone de manifiesto el punto de indiscernibilidad de lo real y lo imaginario, lo físico y lo mental, lo actual y lo virtual. Se abandona así la preeminencia del reconocimiento y la representación en la senda para alcanzar una descripción que auspicie configuraciones creativas, específicas y multidimensionales.

Una descripción que no parte de nada, no da en principio una visión de conjunto, parece nacer de un menudo fragmento sin importancia a partir del cual inventa líneas, planos, una arquitectura; y más tiene uno la impresión de que las inventa, en la medida en que a menudo se contradice, se repite, se reanuda, se bifurca. Sin embargo, uno comienza a entrever algo y cree que ese algo va a precisarse, pero las líneas del dibujo se acumulan, se sobrecargan, se niegan, se desplazan, de modo que la imagen se pone en duda a medida que se construye.[12] 

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La mutua apropiación del pensamiento-imagen aporta los gérmenes de nuevas maneras de pensar, de racionalidad; de percibir y experimentar; maneras que expresen la movilidad de los mínimos gestos, de la multiplicidad de imágenes que se presentan a diario, de las imágenes-recuerdo, de las imágenes-sueño, de las virtualidades propias de las situaciones que constituyen nuestra vida.

A la vez, abre la posibilidad de nuevos modos de subjetividad, de una mutación en la concepción de lo humano en su singularidad. Nos impulsa a perseverar, a desplegar la potencia-deseo creativa; nos estimula a encontrar resquicios para las prácticas de libertad en tiempos difíciles; nos alienta a vislumbrar las intensidades que nos constituyen en tanto incesantemente plegamos un tiempo-Afuera que se presentifica en su movilidad, en su máxima proximidad y lejanía.


[1] Artaud, A., El cine, Alianza, Madrid, 1973, pág. 13.

[2] Deleuze, G., Diferencia y repetición,  Júcar, Barcelona, 1988, pág. 34.

[3] Íbid, pág. 35.

[4] Deleuze, G.: Cine I, Bergson y las imágenes, Cactus, Buenos Aires, 2009, pág.  550.

[5] Deleuze, G., Conversaciones,, Pre-Textos, Valencia, 1995, pág. 194.

[6] Deleuze, G., La imagen-tiempo. Estudios sobre cine 2, Paidós, Barcelona, 1982,pág.32.

[7]Íbid,,p. 157

[8] Íbid, pág. 86

[9] Íbid, pág. 97

[10] Íbid, pág. 100

[11] Íbid, pág. 105

[12] Deleuze, G., Cine III, Verdad y tiempo. Potencia de lo falso, Cactus, Buenos Aires, 2018, pág. 112.   Robbe-Grillet, A., Por una nueva novela, Cactus, Buenos Aires, 2010, pág. 170.

Annabel Lee Teles, filósofa. Nacida en Uruguay, Montevideo -ciudad donde hoy vive- en 1975 se mudó a Buenos Aires hasta el 2005. Cursó la carrera de Filosofía (UBA) y paralelamente profundizó en filosofía contemporánea. En la búsqueda de un modo de enseñanza que sostuviera la rigurosidad conceptual y recogiera la emocionalidad propia del pensar con otros, suele realizar seminarios y talleres en movimientos sociales y emprendimientos productivos de Uruguay y Argentina. A partir de 1981 y junto a personas de distintas disciplinas y saberes se abocó a la tarea de construir Espacio de Pensamiento, dictando seminarios donde la filosofía se plantea como una actividad crítica y creativa que alcanza expansión y efectuación ético-política. Ha escrito numerosos artículos en libros colectivos, diarios y revistas. En el 2002 traza por primera vez en el formato de libro la articulación de su pensamiento al publicar “Una Filosofía del Porvenir”. En el 2009 se edita “Política Afectiva. Apuntes para pensar la vida comunitaria».

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