Annabel Lee Telles: «Apuntes para una política de la potencia-deseo, de los cuerpos y del apoyo mutuo (en la pista de Spinoza)»

El pensamiento-escritura se enlentece en el movimiento incesante de su expansión; insiste, dice voces y sensaciones; ilumina los acontecimientos que nos atraviesan y estimulan las transformaciones del mundo y de nosotros mismos. Expresa preocupaciones que son singulares y singularizantes, a la vez que colectivas; pregunta por los devenires de la existencia, por la construcción de la vida en común, por el buen vivir.

Las preguntas que se formulan en un espacio-tiempo determinado guardan entre sí una conexión secreta; muestran las tramas afectivas, su movilidad relacional: la fuerza de su inmanencia productiva. Esto ocurre a pesar de la tendencia imperante afianzada en la creencia en el «individuo» como entidad separada; en soledades irrevocables que se dan en experiencias de vidas sometidas a fines, a patrones formales que rigen las conductas y operan sobre la existencia.

Ahora bien, esa tendencia también hace que, por momentos, no nos percatemos de la relacionalidad, de que la precariedad de la vida material nos concierne a cada uno de modo distinto; y que es efecto de modos de pensar, de sistemas económico – sociales que traen aparejados modos de subjetivación que no dejan de devaluar los cuerpos, la afectividad: la vida de cada quien y la vida colectiva en sus diversas expresiones.

Por ello, es preciso oír las voces que insisten en las transformaciones; formular preguntas ineludibles, realizar desplazamientos en los modos de pensar, de percibir, de hacer que involucran a los afectos y a los cuerpos, y traen consigo situaciones que intensifican mutaciones en la existencia singular y colectiva.

Las situaciones albergan la movilidad del acontecer que pone en cuestión los procesos subjetivos. A su vez, fuerzan al pensamiento a generar nuevas configuraciones que dejan de lado la grilla de inteligibilidad propia del dualismo jerárquico donde lo humano reina en su solitaria precariedad. El sistema de creencias habitual sostiene lo humano, en su generalidad, como individuo, entidad separada determinada por modelos abstractos que no dejan de propagar, en sus distintos aspectos, el nihilismo otorgándole así valor de nada a la vida.[1]  

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En esa pista, en la escucha de esas situaciones y en la movilidad de sus fuerzas, nos vemos compelidos a la lectura, al estudio de autores imprescindibles para intensificar las transformaciones en el pensamiento, en la vida. Spinoza es uno de ellos; su lucidez impulsa, tanto en su época como en la nuestra, a abandonar los caminos trillados y avanzar hacia modos de concebir lo humano, los cuerpos, la afectividad, por ende la ética y la política de un modo renovado.

Es así que aquí seguiremos sus textos con el afán de encontrar desplazamientos en los modos de pensar y percibir que nos permitan intentar comprender ciertas situaciones políticas de nuestro presente que han puesto en cuestión la vida material, el cuidado de los cuerpos, las construcción de vida comunitaria, a la vez que han alumbrado esos procesos emancipatorios que constantemente se dan y que se nos hace difícil vislumbrar.

Para ello, señalaremos ciertos conceptos del pensamiento spinoziano que resultan enriquecedores y generan una ampliación en la capacidad de comprensión de la vida política en la actualidad. Los conceptos y su deriva actual son: en primer lugar, cuerpo → el despliegue de la vida material; ayuda mutua → la vida en común; dinámica de los cuerpos → una física política; luego, conatus-deseo → una ontología política; derecho natural → la constitución del cuerpo político.

I – La vida material, el cuidado de los cuerpos: una cuestión política

En una aproximación al Tratado teológico político leemos, que una de las tres cuestiones que «deseamos honestamente» en nuestra existencia es «vivir en seguridad y con un cuerpo sano»[2]; deseamos cuidar los cuerpos, su alimentación, su salud, su seguridad, es decir, deseamos cuidar la vida material, y esto atañe a la política.

(…)los medios que sirven para vivir en seguridad y para conservar el cuerpo, residen   principalmente en las cosas externas; (…): dependen, sobre todo, del gobierno de las cosas externas, que nosotros desconocemos; y en este sentido, el necio es casi tan feliz o infeliz  como el sabio.[3]

No  obstante, para vivir en seguridad, (…) nos puede prestar gran ayuda la vigilancia y el  gobierno humano.(…) y reunir las fuerzas de todos en una especie de cuerpo que es el de toda la sociedad.[4] 

Es así, que el cuidado de los cuerpos, su alimentación, su seguridad adquiere relevancia en tanto es el medio de conservarse y de perseverar en la existencia, tarea que necesariamente se realiza en común y requiere ineludiblemente del apoyo mutuo. Por tanto, la preocupación y el cuidado de la vida material no pertenecen al reino de la mera necesidad ciega, muy por el contrario, la vida material atañe a la política, es una vía fundamental de su constitución; también atañe a la ética y a los avatares del pensamiento, del conocimiento y de las artes.

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Ahora bien, a nuestro entender, los conceptos spinozianos se dan en configuraciones relaciones a las cuales hay que prestar atención. Las relaciones son internas y externas al texto en cuestión; por esa razón, al considerar los fragmentos de textos expuestos del TTP, es preciso tener en cuenta, en este caso, proposiciones de la Ética y conceptos claves expuestos en ella. Para poner de manifiesto estas relaciones, haremos un punteo en donde quede explícito la relevancia del concepto de cuerpo y un esbozo de una configuración relacional que aporta a una problematización peculiar de la política.

a) Los cuerpos: modos expresivos del atributo extensión

Spinoza concibe una única sustancia y la deduce en las primeras proposiciones de la Ética. Una sustancia poseedora de infinitos atributos, de los cuales sólo conocemos dos, pensamiento y extensión. Los atributos se distinguen pero a la vez son aspectos, esencias de una misma sustancia. Los cuerpos son modos expresivos singulares del atributo extensión.

Todo cuanto es, es en Dios, y sin Dios nada puede ser ni concebirse.[5]

(… )aparte de Dios, no se da ni se puede concebir ninguna sustancia; y de aquí hemos concluido que la sustancia extensa es uno de los infinitos atributos de Dios.[6]

Todas las cosas, digo, están en Dios (…) y se siguen de su esencia. No hay, pues, razón alguna para decir que Dios es pasivo ante otra cosa o que la sustancia extensa es indigna de la naturaleza divina, aunque se la suponga divisible, con tal que se conceda que es eterna e infinita. Pero sobre esto basta por el momento.[7]

La concepción de la sustancia única, de sus atributos y específicamente del atributo extensión abre la posibilidad de un materialismo peculiar. La materia no es pasiva y tampoco se ve afectada por el dualismo y su devaluación; se declara infinita y digna de la naturaleza divina. En Ética, I, 15, esc. se muestra la distinción entre el entendimiento y la imaginación, pero la imaginación, lejos de ser depreciada, es una manera de concebir y experimentar la materia, los cuerpos.

b)  La ayuda mutua pone de manifiesto los cuerpos y sus relaciones

En el TTP leemos,

La  sociedad es  sumamente  útil  e  igualmente  necesaria,  no  solo  para  vivir  en  seguridad  frente  a  los  enemigos, sino también para tener  abundancia de muchas cosas; pues, a  menos   que   los  hombres  quieran  colaborar unos  con  otros,  les  faltan  arte  y  tiempo  para sustentarse y  conservarse   lo   mejor   posible.[8]  

En la Ética:

…en realidad, las cosas están hechas de manera que de la sociedad común de los hombres nacen muchos más beneficios que daños. [9]

los hombres se procuran con mucha mayor facilidad lo que necesitan mediante la ayuda mutua, y que sólo uniendo sus fuerzas pueden evitar los peligros que los amenazan por todas partes;[10]

En ese sentido la ayuda mutua es la vía para la vida en común, para procurar lo que se necesita, pero lo que se necesita no implica el régimen de la carencia sino la conservación de la existencia en sus múltiples expresiones relacionales y productivas. La conservación de la existencia corresponde tanto a la vida material como a la afectividad, también al pensamiento; a los modos de organizarse para generar las mejores condiciones para el aumento de la potencia singular y colectiva, por ende, para el despliegue de los devenires éticos y  de la vida política.

c) La dinámica de los cuerpos: una física política

Tanto el cuidado de los cuerpos como la dinámica de su organización son elementos claves para el desarrollo del pensamiento político. Es decir, los cuerpos tanto en el sentido de su cuidado como en el sentido de las dinámicas organizativas, de la constitución del campo político revisten un papel fundamental: la física de los cuerpos es una física política.

Cuando ciertos cuerpos, (…) son compelidos por los demás cuerpos de tal modo que se aplican unos contra otros, (…) de modo tal que se comuniquen unos a otros sus movimientos según una cierta relación, diremos que esos cuerpos están unidos entre sí y que todos juntos componen un solo cuerpo, o sea, un individuo que se distingue de los demás por medio de dicha unión de cuerpos.[11]

II – Una política del conatus singular, por ende, una política del deseo

El pensamiento político spinoziano es inminentemente ontológico; la potencia, esencia activa de Dios-Naturaleza, se expresa en las cosas singulares como conatus, «esfuerzo en perseverar en su ser»[12] y, en el modo humano singular, como deseo. Y, justamente, el conatus-deseo es una de las claves del pensamiento político de Spinoza.

…yo he demostrado todo esto [en relación con el pensamiento político] a partir de la necesidad de la naturaleza humana, de cualquier forma que se la considere, es decir, a partir de la tendencia universal de todos los hombres a conservar su ser. Como esa tendencia existe en todos los hombres, sean ignorantes o sabios, la realidad será la misma, como quiera que se considere a los hombres, es decir, como guiados por la pasión o por la razón.[13]

El conatus-deseo, el esfuerzo por conservarse y perseverar, es lo propio  de los seres humanos singular-colectivos, es fuerza interna del cuerpo y la mente, muestra su mismidad y su distinción; se afirma así la univocidad de la potencia-ser, lo que significa una modificación en las consideraciones habituales del cuerpo y de la vida material.

En definitiva, el deseo es determinado a actuar en virtud de las afecciones que se dan en él,[14] en su pluralidad y movilidad afectiva; da el tono a un modo de la política de los cuerpos, de las pasiones, y del derecho natural.

III – Una ontología política: el derecho natural

El concepto de derecho natural es uno de los conceptos más relevantes del pensamiento spinoziano, en su radicalidad, se distingue del derecho natural en Hobbes, en aquellos que lo emplearon en su época y también en la tradición filosófica. Abordarlo exige detenerse y profundizar en el movimiento mismo del pensamiento de Spinoza. En esta oportunidad, haremos una muy breve  aproximación en función de la configuración que intentamos llevar a cabo.

En el Tratado político, leemos:

…Así pues, por derecho natural entiendo las mismas leyes o reglas de la naturaleza conforme a las cuales se hacen todas las cosas, es decir, el mismo poder de la naturaleza. De ahí que el derecho natural de toda la naturaleza y, por lo mismo, de cada individuo se extiende hasta donde llega su poder.[15]

La potencia inalienable de existir que posee cada cosa singular, por consiguiente cada humano singular desde la perspectiva de la naturaleza es su derecho inalienable de existencia, en cuanto es el mismo poder de la naturaleza.

El derecho natural es pues, potencia, derecho inalienable de existencia que posee cada ser singular y, en el ejercicio de su poder, adquiere carácter político. En la medida en que el derecho natural es la fuerza constituyente de la vida en común, se lo puede caracterizar como causa eficiente inmanente del cuerpo político; es decir, en cuanto potencia-deseo, es la misma potencia constituyente de la multitud que se efectúa en el cuerpo político.

La política atañe tanto al sabio como al necio, el derecho natural corresponde a cada quien, no hay jerarquía de la razón. Atañe a los muchos y a la necesidad de su organización; a la preocupación por generar las condiciones de ejercicio de lo común, de la afectividad en el movimiento relacional que insiste en el aumento de la potencia, en el despliegue de los procesos emancipatorios.

En el momento de concluir

De acuerdo con lo dicho, leer, pensar los textos de Spinoza en el presente contribuye a una configuración de pensamiento plural capaz de concebir las cuestiones que nos aquejan a la luz de una política de la potencia-deseo en su capacidad relacional, afectiva y productiva, en su ejercicio en los cuerpos y en el pensamiento. A la vez, contribuye a elaborar una concepción del humano singular como ser colectivo; singular, relacional y en relación, que concibe el apoyo mutuo como vía fundamental del encuentro entre los muchos. La existencia, la de cada quien en su singularidad y en su devenir común, adquiere valor en el mismo ejercicio de su potencia, de su ser en relación como potencia de la naturaleza.

***

En nuestro tiempo, la movilidad propia de las fuerzas de la potencia constituyente de los muchos se realiza en diversas expresiones políticas[16]. Las formas habituales, institucionales, estructurales, consideradas como las únicas válidas, si bien son una modalidad fundamental, no son las únicas. Sin duda existen otros modos sin los cuales la institucionalidad queda confinada a los conservadurismos, en curso que no dejan de propagar autoritarismo, control y dominación.

De ahí, la importancia del spinozismo, que permite pensar la política en relación con los procesos de organización y constitución que se dan en el ejercicio de las fuerzas de la potencia de la multitud; de las fuerzas de los deseos colectivos, de su movilidad relacional. A la vez, permite pensar la potencia productiva de lo singular en su devenir común, en el ejercicio del apoyo mutuo, como vía de generar colectivos que enriquezcan el cuerpo político en sus múltiples variaciones.

Por ello, el despliegue organizacional de los colectivos es imprescindible, ellos se dan en el juego constante de las pasiones y de sus transformaciones al  expresar distintas maneras de tomar a su cargo las condiciones de vida. En definitiva, la expansión de las composiciones colectivas iluminan la necesidad de resolver problemas que atañen a la producción, a las relaciones, a los afectos, a la intensificación de las singularidades en la vida en común.

Los modos de lo político en nuestra actualidad son variados, esa es su riqueza; se dan en la enlace de resistencias y construcciones que requieren del pensamiento, de la afectividad y de los cuerpos, de una experiencia de ese peculiar quien que somos, que pliega y despliega incesantemente la infinitud que lo expande.


[1] Ver Deleuze, G., Nietzsche y la filosofía, Anagrama, Barcelona, 1993.

[2] Spinoza, B., Tratado teológico-político, Alianza, Madrid, 1986, 119.

[3] Idem, p. 120.

[4] Idem, 120.

[5] Spinoza, Ética, I, 15.

[6] Spinoza, Ética, I, 15, esc.

[7] Spinoza, Ética, I, 15, esc.

[8] Spinoza, B.,  op.  cit.,  p. 157.

[9] Spinoza, Ética, IV, 35, esc.

[10] Spinoza, Ética, IV, 35, esc.

[11] Spinoza, Ética, II, Axioma, 2, Definición.

[12] Spinoza, E, III, 6

[13] Spinoza, B., Tratado político, trad. de A. Domínguez, Alianza, Madrid, 1986, p. 110, Capítulo III, & 18.

[14] Spinoza, B., Ética, III, Definiciones de los afectos, 1. «El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a hacer algo en virtud de una afección cualquiera que se da en ella.»

[15] Spinoza, B., Tratado político, trad. de A. Domínguez, Alianza, Madrid, 1986, p. 85.

[16] Aquí referimos a las distintas experiencias políticas que ocurren en nuestros días, específicamente, a los feminismos, a las organizaciones de trabajadores de la economía popular, a los movimientos de los pueblos originarios, a los múltiples colectivos de producción artísticos, cognoscitivos, también aquellos abocados a la producción de alimentos, de salud alternativa, de viviendas, etc.

Annabel Lee Teles, filósofa. Nacida en Uruguay, Montevideo -ciudad donde hoy vive- en 1975 se mudó a Buenos Aires hasta el 2005. Cursó la carrera de Filosofía (UBA) y paralelamente profundizó en filosofía contemporánea. En la búsqueda de un modo de enseñanza que sostuviera la rigurosidad conceptual y recogiera la emocionalidad propia del pensar con otros, suele realizar seminarios y talleres en movimientos sociales y emprendimientos productivos de Uruguay y Argentina. A partir de 1981 y junto a personas de distintas disciplinas y saberes se abocó a la tarea de construir Espacio de Pensamiento, dictando seminarios donde la filosofía se plantea como una actividad crítica y creativa que alcanza expansión y efectuación ético-política. Ha escrito numerosos artículos en libros colectivos, diarios y revistas. En el 2002 traza por primera vez en el formato de libro la articulación de su pensamiento al publicar “Una Filosofía del Porvenir”. En el 2009 se edita “Política Afectiva. Apuntes para pensar la vida comunitaria».

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