Carolina Bartalini: «La niña»

Carnaval

En el barrio la siesta pesa. La niña abre los postigos de la sala, se sube a la silla y trepa. Remonta hasta las rejas con los pies descalzos. Sus nalgas sienten el mármol fresco del umbral. Se sienta, sonríe. Afuera: hay risas y corridas. Viven los Otros. Uno sostiene la manguera desde una casa. Moja a las niñas sin piedad. Ellas chillan y se dejan tocar. El niño las mira, inmóvil. La niña lo mira a él. Las niñas corren hacia acá. La niña se levanta, quiere irse. Aprieta las manos en la ropa cálida que todavía está seca. El niño la ve parada ahí y sonríe. El niño suelta la manguera, y el agua cae sobre el asfalto. Hace vapor.

Caramelos

Hoy la niña encontró un caramelo rojo sobre la mesada. Es brillante y llamativo. Lo ve desde lejos y camina con sigilo hacia él. Desenvuelve el celofán transparente, lo desea. Se contiene un minuto y piensa: si lo como, ya no estará. Todos, más temprano o más tarde, lo sabrán. Será mi culpa. Vendrá el castigo. No saldré por días. O tal vez me corran, o quizá no cene. Pero el caramelo colorado gana. Y ya no hay más niña, ni caramelo.

Puntos

Tengo medias blancas, mi mamá no. Ella lleva un bolso de cuero claro y una pistola chiquitita para defenderse y defenderme a mí. Me agarra de la mano fuerte, me va a buscar a la escuela porque hay alarma y todos tenemos que salir. Cruzamos las vías y lo vemos a él. Con su mamá camina rápido. Tiene nombre. Tiene puntos en la cabeza. Tiene veinte puntos en la cabeza. Tiene el pelo marrón. Me gusta porque no me saluda. Yo no lo saludo. Nadie se saluda. Todos caminamos y cruzamos las vías. Su mamá lo va a buscar. Su mamá le hace tortas de membrillo. Le hace pastelitos, roscas, masas, bombones de menta, sanguchitos de tomate, galletitas con azúcar, postres con vainilla y huevo, le hace caramelos y alfajores, le prepara siempre vainillas y arrollados, le da manzanas y pochoclos, a veces mermelada, otras veces flan, tortitas de frutilla, masitas de crema, hojaldrados de batata, higos con pasas, pancitos de miel.

Niño sin nombre, niño con puntos, niño marrón, niño con nombre convídame: una mamá, un caramelo, un punto. Te sobran, se caen, los junto. No llego a veinte. Tengo ocho. Nada más.

Azotea

El perro esta noche aúlla. No hay luna, al menos no se ve desde acá. Cerca de la ventana, solo el plátano oscuro viene copando el paisaje. El plátano que crece se viene acercando cada tanto un poco más. El perro aúlla, de nuevo, hasta que el tren termine de pasar. De vez en cuando el tren silencia los quejidos, pero se acaba pronto. Sigue de largo, como un relámpago. Dobla, sube al puente y se va.

En unos momentos la rutina volverá a comenzar. En la azotea, el perro no olvida y vuelve a gemir. Piensa que tal vez el encierro acabe con los ladridos. Y quiere salir. Piensa que tal vez el tren venga a buscarlo, a él. El perro siente, percibe, imagina. Ese sonido, esa luz. Detrás de la reja mueve la cola cuando sueña. Hasta que el tren vuelva a pasar. Otra vez. Y de nuevo haya silencio en la azotea.

Sapos

La niña se pregunta dónde está el mar. Cuando hay que dormir en esas vacaciones los dientes relinchan, y ellos se callan. Cuando a la mañana juegan campeonatos para contar. Cuántos sapos hay en el charco, cuántos charcos hay en la tierra. Y cuando es de día la lluvia cae de nuevo, y en la casa fría llegan personas a comer asado y no hay. Cuando el mar aparezca dejarán los sapos de salir, y la perra de sangrar y los vasos de decir cada noche sus apuestas. En Avellaneda las calles son de cemento; de adoquín en Adrogué; de charcos en Lanús; y de veredas en la Capital. En el mar hay sapos que muerden las patas a los perros, el agua se mete por los costados y avanza sobre los autos. No se puede salir. Al atardecer la niña escucha de nuevo el croar de las ranas marinas. Mira por la ventana la inundación.

Escuela

Ponete la escoba al hombro y caminá. El guardapolvo de tablitas bien planchado. Ponete la escoba al hombro y respirá. Los zapatos relucientes. Ponete la escoba al hombro y saltá. Dos colitas con flequillo. Ponete la escoba a hombro y marchá. Las uñas limpias y cortadas. Ponete la escoba al hombro y cantá. Las medias con gomitas. Ponete la escoba al hombro y gozá. El cinto con el moño. Ponete la escoba al hombro y zapateá. Bailá la bamba. Rengueá. Contá hasta veinte. Ponete la escoba al hombro y acabá. Pensá en pescado. Doblá las manos. Resoplá. Ponete la escoba al hombro. Nunca nada jamás. Hará que esto sea. Triunfo. Hará que esto sea. Sangre. Hará que esto sea. Sueño. Hará que esto sea. Hará que esto sea. Hará que esto sea. Letra. Aire. Estrella. Sonido. Tiempo. Cicatriz. Sol.

Carolina Bartalini, escritora, docente e investigadora. Publicó La niña (La Carretilla Roja, 2016) y Enfrentar al muerto (Zindo & Gafuri, 2018). Es integrante de Poetas por el Derecho al Aborto Legal y participó del volumen colectivo Martes Verde (2018), en el marco de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito en Argentina. Estudió la licenciatura en Letras en la Universidad de Buenos Aires y la maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Actualmente realiza el doctorado en Teoría de la Artes Comparadas con una beca de Conicet y dicta clases en la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Es integrante del consejo editor de Chuy, Revista de estudios literarios latinoamericanos.

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