Hay que regalar la ropa de los muertos Van vestidos con banderas olvidadas colores que el óxido de la historia se encargó de desteñir olían a tierra desde antes del deceso eran trapos ruinas santos sin sepulcro ¿muertos de ellos quién tomará las manijas del féretro? la noche declinó su mandato de sepulturera manos de antiguos traidores a los que no les alcanzará 30 cobres para dejarlos en evidencia los muertos que ahora mueren no tienen la talla de la muerte pero con el tiempo se aprende que una carta de amor no se le niega a nadie. ° ° ° Falsaria Tan ajena esta muerte que lleva nombre desconocido tan impropia que se arregla cantando no deja fuerzas ni zapatos tan lastimera y sobrada que grita vacía miente le llueve encima y nada sólo se queja de otros muertos del territorio que pierde de que le revuelvan la tierra en la cara esta muerte que ya cansa con su sangre de piedra con su pólvora en chimangos con su exquisito sabor a cobardía. A esta muerte no le quedan argumentos sabe que la vida la tiene rodeada y un día saltará sobre ella tomará su palacio desmoronará su pútrido gobierno le pondrá nombre a los ausentes lugar de residencia paradero sentido del amor y volverá a morir sola a contar el frío de sus sombras quietas. ° ° ° Breve tratado sobre el espejo "Terminaremos aceptando que este tiempo de incertidumbre comenzó cuando Peter Gabriel dejó Génesis". Estamos hechos de una fragilidad que con suerte alcanza a ser reflejo: de vidrio somos. Naturaleza impávida de las cosas que flotan por su propio peso es decir se hunden solas. Había una vez un país hecho de vidrios rotos la luz cada mañana esforzaba su refracción sobre los añicos nada dolía en esa ceremonia de andar descalzos sobre los desechos punzantes. Se aprende en pié de otros el camino que nos queda. Hay que infiltrarse en la luz brillar brillar brillar como si fuéramos otra cosa en tanta oscuridad una alternativa a precio de oferta. "Por la luz que me alumbra" repetía mi abuela y se persignaba frente al espejo de un ropero dónde solía esconderme era como jugar a ser Alicia entre ropas viejas y conejos oliendo a naftalina. Cada tanto me gano 7 años de desgracia. Sé que al final hay recompensa: la posteridad no es otra cosa que masturbarse frente al espejo. ° ° ° Diga pan o ensaye una melodía va a mentir de todas formas. Me sorprende la harina entre sus ropas, muestras de pasión que aún aroman sus pechos, me sorprende también la música con que intenta salvarme: la cocina debe ser un lugar de celebración. Amasar sobre un mármol frío a resguardo del paso de los días rompiendo la intemperie igual va a mentir, decía. Negará el movimiento sinfónico de Brahms con el que colaboro mezclando la levadura, negará la música de su tacto haciendo piel sobre la masa y mis manos en un recorrido por el que cualquiera se entregaría de lleno al abandono darán cuenta de su gluten, de su amor por el fuego que espera allá callado, emancipándose de las dudas, profesando la creencia del hogar antes de darnos de comer su miga de hoy, el mendrugo del hambre que no merecemos.
Daniel Quintero, escritor.