Daniel Quintero: «Falsaria al espejo»

Hay que regalar la ropa 
de los muertos

Van vestidos con banderas olvidadas
colores que el óxido de la historia
se encargó de desteñir 
olían a tierra desde antes del deceso
eran trapos ruinas santos sin sepulcro
¿muertos de ellos 
quién tomará
las manijas del féretro?

la noche declinó su mandato de sepulturera 
manos de antiguos traidores
a los que no les alcanzará 
30 cobres para dejarlos en evidencia

los muertos que ahora mueren
no tienen la talla de la muerte
pero con el tiempo se aprende
que una carta de amor
no se le niega a nadie. 

° ° °

Falsaria

Tan ajena esta muerte
que lleva nombre desconocido
tan impropia que se arregla cantando
no deja fuerzas
ni zapatos
tan lastimera y sobrada
que grita vacía
miente
le llueve encima y nada
sólo se queja de otros muertos
del territorio que pierde
de que le revuelvan la tierra en la cara
esta muerte
que ya cansa con su sangre de piedra
con su pólvora en chimangos
con su exquisito sabor a cobardía.
A esta muerte
no le quedan argumentos
sabe que la vida la tiene rodeada
y un día saltará sobre ella
tomará su palacio
desmoronará su pútrido gobierno
le pondrá nombre a los ausentes
lugar de residencia
paradero
sentido del amor
y volverá a morir sola
a contar el frío de sus sombras quietas.

° ° °

Breve tratado sobre el espejo

"Terminaremos aceptando que este tiempo de incertidumbre comenzó cuando Peter Gabriel dejó Génesis". 

Estamos hechos de una fragilidad
que con suerte alcanza
a ser reflejo:
de vidrio somos. 

Naturaleza impávida 
de las cosas que flotan 
por su propio peso
es decir se hunden solas. 

Había una vez un país 
hecho de vidrios rotos
la luz cada mañana esforzaba 
su refracción sobre los añicos
nada dolía en esa ceremonia 
de andar descalzos 
sobre los desechos punzantes. 
Se aprende en pié de otros 
el camino que nos queda. 

Hay que infiltrarse en la luz
brillar brillar brillar
como si fuéramos otra cosa 
en tanta oscuridad
una alternativa a precio de oferta. 

"Por la luz que me alumbra"
repetía mi abuela
y se persignaba frente al espejo
de un ropero dónde solía esconderme
era como jugar a ser Alicia
entre ropas viejas y conejos
oliendo a naftalina. 

Cada tanto me gano 
7 años de desgracia. 

Sé que al final hay recompensa:
la posteridad no es otra cosa
que masturbarse frente al espejo.

° ° °

Diga pan o ensaye una melodía
va a mentir de todas formas.

Me sorprende la harina entre sus ropas,
muestras de pasión que aún aroman sus pechos,
me sorprende también la música con que intenta salvarme:
la cocina debe ser un lugar de celebración.
Amasar sobre un mármol frío
a resguardo del paso de los días
rompiendo la intemperie
igual va a mentir, decía.
Negará el movimiento sinfónico de Brahms 
con el que colaboro mezclando la levadura,
negará la música de su tacto
haciendo piel sobre la masa
y mis manos en un recorrido 
por el que cualquiera se entregaría
de lleno al abandono
darán cuenta de su gluten,
de su amor por el fuego
que espera allá callado,
emancipándose de las dudas,
profesando la creencia del hogar
antes de darnos
de comer su miga de hoy,
el mendrugo 
del hambre que no merecemos.


Daniel Quintero, escritor.