Por Alba Murúa

“… y cuando iba a cantar cayó aquel grano de oro de su sedoso pico y estalló la luz” Jotaele Andrade
El nuevo poemario de Jotaele Andrade nos recibe con una dedicatoria que -en su riqueza polisémica- anuncia un motivo lírico, no por reiterado, enorme: la oscuridad del espíritu, su hambre de luz, ese derrotero hacia ella o la elección -libre albedrío mediante- de la caída.
El poeta deambula por el mundo nombrándolo, la palabra creadora en su despliegue perfecto. Pero la duda metafísica no cede: es un Adán que pregunta y se pregunta por lo que es. Es un feligrés en la tierra a la que ha sido arrojado y, también, en la poesía. Es, sobre todo, un peregrino que observa. Escarba profundamente mediante preguntas retóricas que se enhebran como perlas.
Versos como yo nací/ con los ojos abiertos, nos remiten al niño superior que viene a ver y, por ende, a sufrir debido a esas incesantes visiones. Niño que se ve arrojado al centro del aleph -el mundo, la poesía- con toda su maravilla y su dolor. El feligrés tiene, más que visión profética, la mala suerte de la mujer de Lot, la visión desgarradora de Casandra.
El lenguaje es la materia, claro: y el verbo fue el principio. No la oscuridad, no la luz, el Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros, diría la tradición cristiana.
He ahí lo metapoético, desplegado: mi fe escala su propio lenguaje/ mi lengua crea el huevo y la serpiente…
El cuervo es parte de una extensa tradición poética desde antes de Poe y su conocidísimo poema homónimo. Andrade lo retoma y lo recrea una y otra vez.
La ironía es un recurso en esta multiplicidad, en especial al referirse al Hombre como especie antropológica. Algo de la carnavalización del mundo encontramos en este pasaje de la obra.
Unos descubrían el fuego, la rueda/otros levantaban Tebas/ con sus siete puertas/ otros la incendiaban
Pero volviendo al cuervo, en búsqueda de la revelación de lo real, el poema roza lo místico.
Ese misticismo canta su dolor y su amor; resuenan los versículos y evocamos el “Gitanjali” de Tagore, aunque no su gozo.
Una voz lírica atormentada por los misterios, por el origen del poema, voz que intenta espantar esas revelaciones sombrías y enceguecedoras, como quien espanta una mosca que revolotea en la siesta.
Angustia. Angustia lírica y existencial. Pide tregua el poeta. ¿Pide piedad? No, ¡la exige!
El nonato dice ``no quiero nacer”. Es la certeza del dolor que aguarda al que nace, motivo que se reitera en la poética del autor.
También este nonato puede ser el poema. El poema soñado, revelado en ese estado intermedio entre el sueño y la vigilia, ese poema que nunca es el mismo que se traslada al papel: algo se ha perdido y brota el anhelo, tristeza sempiterna.
Más que arcilla que sufre su destino, el poeta se reconoce como creador del mundo, y como creador llora por todas sus imperfectas criaturas, las que vieron la luz y las que no.
Se invoca en arameo, en japonés, en chino, en coreano. La trinidad del cuervo de la mitología oriental, dialoga con la pasión cristiana, crea y aniquila, ilumina y arrasa.
Intuimos el deseo de quebrar la desdicha de Prometeo, los suplicios de Tántalo y Sísifo, con la esquiva esperanza de encontrar el Nirvana.
A partir de la aparición de Amor y sus contradicciones, reposan los cuervos, pero sobrevuelan las últimas partes del poemario, su duda eterna:
¿Dónde pervive el alma si el cuerpo está irremediablemente condenado?
Consideraciones del feligrés
(fragmento)
El feligrés da su graznido
antes que un grano de oro
quedarán en el tamiz
piedrecitas
arenas
suciedades
ah la poesía
**
ahora que lenta envejece tu carne
sé constante en la pregunta
que se doble tu espalda:
¿qué luz golpea en el tamiz y hace
saltar
el verdadero
grano de oro
entre todos los falsos granos de oro?
**
El feligrés considera un Ars poética
¿digo oro y cae un sol maduro y su espiga
henchida
sobre el mundo y su hambre?
*
Ars poética o ¿Matar a un hombre entristece menos que matar a un pájaro?
digo: esta sola palabra revienta en su grano
y da también la espiga y su sombra giratoria
y la forma inclinada del viento cuando la abraza
y da el insaciable hambre
humano
Jotaele Andrade. Cuervo negro cuervo blanco. Buenos Aires: Años Luz, 2020.
Prontuarium vitae
Se llama Jotaele porque tuvo ganas de llamarse así. El apellido debería no estar pero todo lo que vive termina por construirse una que otra costumbre.
Nació en la Plata. Duró pocos años en ese sitio y guarda recuerdos de arañas, lechuzas y niñez carne de cañón. Y dos pies con seis dedos.
Creció en Azul. Creció en Mar del Plata. Creció.
En Azul hizo periodismo, ciclos literarios, talleres literarios y el Festival de poesía conocido como La Acampada.
En Mar del Plata hizo otras cosas y siempre es arenita de su mar.
Le editaron varios libros, cree que por desconocimiento, o a falta, de sus otros talentos,
algunas de esas ediciones son:
El salto de los antílopes (2012) Editorial El Mono armado.
Los metales terrestres (2014) Añosluz editora.
La rosa orgiástica (2016) Añosluz editora.
El psicólogo de dios (versión ampliada 2018) Kintsugi editora.
Sombra de dos colores (2018) Editorial Buenos Aires Poetry.
Cuervo negro cuervo blanco (2020) Añosluz editora.
Se hospeda en la Ciudad de Avellaneda.
Bebe.
Alba Murúa