Annabel Lee Teles: Deseos políticos de producción de comunidad, de resistir construyendo.

I

La propuesta de trabajo que suscitó la escritura del presente artículo abrió la posibilidad de pensar la vida colectiva, la constitución de las tramas afectivas-productivas en las que vivimos: la ética y la política.

Sin duda, son tiempos donde la vida exige al pensamiento, se vuelve imprescindible volver a pensar, arriesgar ideas, generar nuevos modos de percibir, de ver y oír. También, hacerle lugar a las propias memorias, permitir su emergencia, escuchar aquellas voces que nos hablan y que el trajín cotidiano acalla.

El pensamiento se abre camino en una enmarañada jungla, gracias a signos que fuerzan y estimulan su despliegue; él expresa un quien que quiere, una vida; muestra afirmaciones y rechazos; despliega un decir singular y colectivo, nos hermana con próximos y lejanos, con aquellos con quienes resuenan los anhelos de nuevos modos de vida alegre y creativa.

Comenzamos a vislumbrar que es tiempo de apropiarnos de la potencia de pensar y actuar, de valorizar nuestras ideas, de clarificar el pensamiento, la acción. Afirmando, a su vez, la creación de configuraciones conceptuales que atiendan, desde perspectivas renovadas, los problemas que surgen a diario y que nos cuesta resolver desde las modalidades habituales.

La cuestión planteada se ha vuelto un tema recurrente de nuestra vida colectiva, al señalar como problema la relación entre distintos espacios de construcción colectiva y la institucionalidad, el Estado. Lo que significa preguntarse cómo sostener la autonomía, la autogestión, los criterios propios, a la hora de establecer relaciones con las instituciones y el Estado.

En otros términos, cómo devenir creativos, cómo llevar a cabo una vida colectiva autónoma, autogestiva; cómo desplegar relaciones horizontales de respeto y apoyo mutuo, cuando los modos de organización y de producción institucionales imponen la jerarquía, el acatamiento de las normas, las formas de saber y los dispositivos de poder, con su consabida carga de burocracia y autoritarismo.

El problema planteado nos conduce, en principio, a pensar la experiencia, ella nos muestra que en repetidas ocasiones las construcciones autónomas, autogestivas a la hora de plantearse relaciones institucionales, de establecer un vínculo con el ámbito estatal culminan ahogándose ante la disyuntiva entre la cooptación o la confrontación. Se pone de manifiesto que más allá de la “cintura política”, los colectivos con afán de autonomía corren la misma suerte que el venerable asno de Buridán. *

Sin duda, corresponde una consideración cuidadosa. El modo de plantearnos un problema cobra importancia a nivel de sus posibles soluciones. Para ello, es preciso interrogar, disponernos a realizar un ejercicio de pensamiento crítico y creativo, que de lugar a lo nuevo.

Pensar la cuestión planteada exige un desplazamiento crítico y creativo, detenernos, volver a preguntar. Atender a la situación a sus condiciones espacio-temporales, a los flujos deseantes que la constituyen y que, a su vez, expresan la potencia singular y colectiva de aquellos que la integran. También, atender a las memorias que habitan en la situación y a las voces que las articulan, tanto sea para sostener el sistema de creencias hegemónico, como para dar curso a las mutaciones que la vida exige.

Nos damos cuenta de que el problema se formula desde un deseo político de producción de comunidad, de construir, de resistir-construyendo. Se trata de un emplazamiento singular-colectivo que nos lleva a pensar la política aquí, en nuestras localidades, con todas las dificultades que esto conlleva.

No se alude pues, a la ilusión vacía de sentirse por fuera de la institucionalidad, puesto que tenemos la experiencia constante de estar insertos en una trama que diariamente construimos y sostenemos. Por el contrario, se trata de sabernos habitantes, de estas regiones del sur de América Latina, de este tiempo que es el nuestro y nos empuja a interactuar con otros, asistiendo a organizaciones, a distintos niveles de institucionalidad, a una relación crítica con el Estado.

Por ello, pensamos que estamos frente a una situación-problema que exige pensar distinto. Seguir las líneas mutantes que conducen a una modificación en el régimen de visibilidad, mediante el ejercicio de nuevas configuraciones lógicas y afectivas. Surge así, un cúmulo de interrogantes que nos fuerza a desplazar la mirada, a afrontar, el modo de pensar la política, el modo de concebir lo colectivo.

Llevar a cabo un ejercicio de pensamiento crítico y creativo exige permanecer en el cauce de nuestra potencia de pensar y actuar, de nuestros deseos que nos vinculan con otros y nos conducen a crear espacios de pensamiento -acción que den cabida a interrogaciones crítica que posibiliten desarmar los modelos imperantes, aquellos que se nos cuelan casi, sin darnos cuenta.

II

Pensar lo político se vuelve una necesidad ineludible de la vida humana, puesto que, justamente, en el ámbito de lo político, es donde pensamos y experimentamos la vida colectiva, sus posibilidades productivas y configurantes. Lo político se presenta como una vía regia para pensar la relacionalidad propia de lo humano, de disolver las creencias y los esquemas de separación que la grilla de inteligibilidad hegemónica impone sobre nuestras vidas.

El pensamiento hegemónico no ha cedido en el afán de generar modos de producción individualizantes que traen consigo aislamiento y separatividad entre las personas. Por esa razón, es preciso realizar un ejercicio de pensamiento político crítico-creativo que lejos de aislar a hombres y mujeres, de destinarlos a la soledad, abra la vía de la experiencia de lo colectivo. Somos seres relacionales, la existencia en si misma es plural, requiere del cuidado de todos y de cada uno.

A pesar de ello, seguimos insistiendo, en un tipo de racionalidad política que no considera la vida, la producción, la amistad, el amor. La política sigue en manos de especialistas, continua ganada por las formas de saber vigente que no dejan lugar para plantearnos lo que pasa y nos pasa, para nuestros más queridos anhelos. Las formas de saber, los dispositivos de poder y los medios de comunicación sostienen ese modo de política que continúa apegado a modelos generales, sin poder escuchar aún, los devenires de la vida singular y colectiva.

Cuando dejamos de lado la vida singular-colectiva se reitera un pensamiento, acción-político regido por una lógica argumental-deliberativa, centrado en un modo de visibilidad, de presencia que nos conduce a un pensar dicotómico, de lo público y lo privado, de la sociedad civil y el Estado, que contribuye a afianzar un dualismo empobrecido que de muy diversas maneras no ha dejado de conducirnos a los callejones sin salida de nuestra propia experiencia.

La política tal cual se la concibe actualmente culmina por mediatizar la vida, bajo el primado de la economía y de la tecnología, se apodera de las fuerzas creativas de las personas, se sirve de ella como combustible de creación. El sistema político-institucional actual sostiene una modalidad relacional donde se opera una delegación de la potencia que da lugar a la acción privilegiada de especialistas, técnicos, que operan como representantes.

Los modos de la política actual mediante un ejercicio específico de discursividad y un tipo de imagen, forjan un régimen de visibilidad que genera una ilusión de realidad. Esta ilusión no da cuenta de lo que pasa y ocurre, de los afectos y desvelos de los hombres y mujeres.

Desde otra perspectiva, la política, insiste en su un carácter relacional, surge en el entre y se establece como relación, elabora un espacio habitable, donde las cosas se vuelven públicas, guarda el carácter de lo presentable, que no requiere al Estado para su institución.

De este modo, podríamos decir que la política es considerada como el ámbito de lo público, espacio donde aparece la existencia instituyente y cobra envergadura eminentemente política aquel aparecer que interroga y rompe con un campo de pautas establecidas. En este contexto, adopta relevancia la elaboración de lo público no estatal y de la interrogación por las formas de su institución.

No desmerecemos los modos vigentes de considerar la política. Simplemente, nos parece fundamental que el pensamiento político, encuentre nuevos sentidos, abra caminos que nos permitan la experiencia de integrar campos políticos donde nuestros pensamientos y acciones singulares cuenten, más allá de las convocatoria generales de adhesión o rechazo, más allá de los distintos espacios estipulados para la participación ciudadana.

Desde nuestra perspectiva, la situación-problema planteada empuja a una búsqueda. Volver a pensar la cuestión desde coordenadas distintas, lo que trae consigo el abandono de los viejos tópicos de lo político. Puesto que, pensamos que una mutación a nivel del modo de pensar-hacer político contribuirá al despliegue de experiencias políticas libertarias que den lugar a nuevos modos de vida comunitaria, donde sea posible la expansión de nuestra potencia-deseo singular-colectiva de creación e invención.

Pensar lo político a partir de nuestras experiencias requiere un desplazamiento crítico, el abandono de la regencia de lo público, de lo visible como ámbito exclusivo de lo político. Puesto que, esa perspectiva, nos aleja de la vida concreta, de sus devenires ínfimos, aquellos que traman sus diversos aspectos y que solemos nombrar como las prácticas laborales, el cuidado de la salud, las maneras de alimentarnos, los modos relacionales, las conflictividades, las ansiedades, los amores. En suma, nos dificultan la visión de los flujos invisibles que señalan los acontecimientos mutantes y creativos que constituyen la vida y se dan en el enjambre relacional de nuestra cotidianeidad.

Por ello, pensamos que se vuelve imprescindible el despliegue de una mirada abierta sobre el devenir político que impida las consideraciones esquemáticas que lo limitan al ámbito de lo público. Espacio de visibilidad de acción de argumentación y deliberación, donde, se afianzan, como operatoria habitual, teorías empobrecedoras que siguen instaurando jerarquías y un sistema del juicio clasificatorio como modo encubierto de sostener la vieja y gastada moral.

Desplazar la mirada, atender al problema desde otra perspectiva, significa aproximarnos a lo político como un campo en permanente constitución, donde las tramas relacionales inmanentes generan instancias organizacionales dinámicas. Tal modo de concebir la vida política, prioriza la génesis del campo político, gracias al ejercicio activo de deseos constituyentes singulares-colectivos. De este modo, se pone énfasis en la creación, se abandona la regencia de las formas instauradas que culminan por inhibir la potencia productiva.

III

La política deviene afectiva. Los hombres y mujeres en su vida relacional constituyen territorios afectivos-productivos que estimulan o inhiben su potencia-deseo. La realización activa y alegre de la potencia-deseo, al efectuarse genera verdaderos colectivos de producción, de pensamiento y artísticos que traen consigo la posibilidad de nuevas modalidades existenciales.

Pensar la génesis del campo político, implica un desplazamiento de envergadura, puesto que no concierne sólo a las formas de organización sino, también, a las modalidades productivas como efectuación del deseo singular-colectivo, como potencia productiva que genera condiciones para la creación de comunidad, lo que significa un ejercicio pleno de la vida colectiva.

Desde esta perspectiva, pensamos lo político como un espacio-tiempo configurado por fuerzas inmanentes inalienables y no-representables: lo político se vuelve un territorio productivo-afectivo que se configura gracias a las potencias instituyentes propias de la vida colectiva.

De este modo, desplazamos la mirada, lo político deja de ser un problema exclusivamente institucional, organizacional de diálogo o enfrentamiento. El amor y la amistad, la creación, lo integran y lo hacen posible. La política se piensa en relación a la ética, al cuidado de la existencia que no admite ningún tipo de delegación.

El problema de la creación de comunidad adquiere nuevo vigor. Considerar las tramas relaciones afectivas, como campos políticos nos conduce a plantearnos la cuestión de cómo construir comunidades autónomas, autogestivas, donde primen las relaciones de horizontalidad, de respeto y apoyo mutuo; cómo construir una vida comunitaria que traiga consigo el aumento de la potencia, la alegría de los seres que la integran.

La situación-problema planteada en el principio, ha tomado otro cariz. Pensar lo político, conduce a pensar la génesis de los campos políticos, los modos de creación y expansión de la vida comunitaria; las tramas relacionales y su constitución gracias a las fuerzas constituyentes de la multitud.

La vida comunitaria no depende del Estado, ni de ningún tipo institución, no depende ni para su surgimiento, ni para su desarrollo, puesto que, ella se da gracias al despliegue necesario de la potencia de hombres y mujeres, que genera una trama relacional de acuerdo una lógica del acontecimiento y la potencia singular-colectiva.

Las construcciones autónomas, al apropiarse de las fuerzas inmanentes-productivas de las multitudes, al realizar un ejercicio activo de su potencia, al no abandonar el cauce de su pensar-acción, no corren el peligro de la cooptación por parte de las instituciones y del Estado, ni tampoco el peligro de alienar sus fuerzas productivas en enfrentamientos estériles.

La cuestión fundamental, entonces, es cómo se generan campos políticos, en los cuales se opere una apropiación de la potencia individual y colectiva que priorice el propio fortalecimiento ante cualquier objetivo imaginario impuesto desde el exterior al colectivo mismo.

IV

Realizar un pensamiento político, teniendo en cuenta la génesis de territorios políticos-productivos, significa atender a los acontecimientos, a los que pasa y nos pasa; aproximarnos a la experiencia, escuchar los deseos colectivos de nuevos modos de vida, de nuevos modos de relación entre los hombres y mujeres. También, atender, a la vida comunitaria que se desarrolla en colectivos que, paulatinamente, abandonan un régimen de carencia y demanda, y avanzan en la construcción de emprendimientos productivos autónomos y autogestivos. En los cuales se despliegan relaciones horizontales de respeto y apoyo mutuo entre las personas.

Prestar atención a las experiencias comunitarias que se dan en nuestras localidades significa dar lugar a nuevas visibilidades, disponerse a realizar una escucha poética, productiva, del pensamiento y de las prácticas de hombres y mujeres, teniendo en cuenta, también, las memorias que hablan en nuestros quehaceres diarios.

En este contexto pensar la memoria adquiere relevancia. La memoria nos colectiviza, ilumina los vínculos entre los seres. Nos brinda la posibilidad de experimentar las tramas relacionales, los acontecimientos que pueblan el mundo y constituyen nuestras vidas. No es cuestión de edades, la memoria insiste aún en los más jóvenes. En cada quien se pliega de un modo singular, señala el rumbo por donde caminar para alcanzar las tramas afectivas que son la condición para el despliegue de una vida renovada.

Pensar la memoria colectiva, pensar la propia memoria significa mirar nuestra vida actual, pensar su sentido y su valor. Pensar, también los recorridos efectuados y las afirmaciones realizadas.

Los fragmentos de pasado nos revolotean, insisten. Nuestros anhelos forman parte de una memoria colectiva que adquiere cuerpo, consistencia. Las experiencias vividas aquí, en nuestros territorios, adoptan nuevos sentidos, nos hacen volver la mirada, escuchar las voces de otros tiempos, aquellas que señalan andaduras singulares. La memoria enriquece el presente, actualiza el pasado y da lugar al porvenir.

Vislumbramos que es tiempo de apropiarnos de nuestras memorias, de valorizar las ideas, de clarificar el pensamiento, la acción. Vivimos un singular kairós**, una chance, que nos ofrece la posibilidad efectuar una modalidad política que tenga en cuenta nuestra potencia de pensamiento, de creación, de invención. Una oportunidad especial para desplegar, expandir nuestras capacidades productivas, para crear ámbitos de creación, expansión y efectuación de ideas a nivel filosófico, artístico y científico que contribuyan al despliegue de la vida mental, espiritual y material de las personas.

Es así, que, justamente, en tiempos, donde se da un alto nivel de confrontación en distintos aspectos de la vida, se vuelve vital, el ejercicio de una actividad ético-política que propicie la génesis y la expansión de territorios afectivos-productivos, al estimular los deseos políticos de nuevos modos de vida comunitaria.

*Con este nombre se atribuye a Juan Buridán la formulación del siguiente problema: “Un asno que tuviese ante sí, y exactamente a la misma distancia, dos haces de heno exactamente iguales, no podría manifestar preferencia por uno más que por otro y, por lo tanto, moriría de hambre”. Ferrater Mora, J, Diccionario de Filosofía, Vol. 1, pág. 234. En el presente artículo así aludimos a la necesidad de desplazar la mirada y transitar por un pensamiento político que de lugar a las “preferencias”, al deseo, a los amores y los odios, a la vida afectiva de los hombres y mujeres.

**Entendemos aquí el Kairós como “el buen momento, la ocasión favorable, la oportunidad.

Annabel Lee Teles, filósofa. Nacida en Uruguay, se mudó a Buenos Aires en 1975, en donde cursó la carrera de Filosofía, dedicándose al estudio exhaustivo del pensamiento de Nietzsche, Heidegger, y luego de Foucault y Deleuze. El estudio y la investigación de las ideas filosóficas la impulsó a la búsqueda de un modo de enseñanza que recogiera la emocionalidad del pensar, el cual se expresó luego en diversos talleres y seminarios de pensamiento filosófico realizados en ámbitos muy diferentes, desde espacios privados hasta movimiento sociales y emprendimientos productivos autogestivos. A partir de 1981 y junto a personas de distintas disciplinas y saberes se abocó a la tarea de construir Espacio de Pensamiento, un ámbito de estudio, investigación y creación donde la filosofía se plantea como una actividad problematizante y creativa, que avanza en la producción de pensamiento como una apuesta ético-estética hacia la creación de comunidad.
Annabel escribió artículos para diferentes publicaciones, y en 2002 publica su primer libro, “Una Filosofía del Porvenir”, en donde nos muestra la articulación más fundamental de su pensamiento. En él afirma la creencia en el surgimiento de nuevas posibilidades de vida, nuevos modos de existencia que comprendan y saluden la transformaciones en curso. En 2009 publica su segundo libro, “Política Afectiva, apuntes para pensar la vida comunitaria”, en donde su pensamiento filosófico se vuelve acción en la experiencia con el Movimiento de Trabajadores Desocupados de La Matanza, Buenos Aires, insistiendo en “pensar e imaginar vidas alegres y abundantes, donde la imaginación adquiera el vigor de nuestra afectividad».