Diego Rodríguez Duca : «El sueño de Goya -O una brújula para perderse-«

“El sueño de la razón (me) produce monstruos”

Esta frase tan particular, sin el contenido del paréntesis, es la que se inscribe en el grabado número 43 de la serie “Los caprichos” de Goya, publicada en 1799.

Vamos a desguazar este asunto.

Actualmente se encuentra en el museo del Prado. Y acompaña a la obra, y a Goya, una enorme cantidad de suposiciones a cerca del fin último, de aquello que quiso transmitir. Pero una versión impera, a saber, que la razón rescata a los hombres de las sombras, de la locura.

Para aclarar, “…cuando los hombres no oyen el grito de la razón todo se vuelve visiones”. Reza una cita del museo. Resaltan la indómita importancia de la razón para que no aflore lo irracional, que es en sí mismo la ignorancia; “…la razón es la luz que nos hace emerger de la oscuridad de nuestro propio subconsciente y de nuestros miedos”. El sueño es supuesto como la liberación de un mundo interior que en la vida diurna es controlado por la razón y es fuente creativa, siempre y cuando no desborde.

Dicho esto aclaremos que el contexto de la construcción de esta interpretación “oficial” apunta al triunfo de la razón de la modernidad, del paradigma de eterno progreso, que vence al oscurantismo ignorante y místico, cuasi animal, del que apenas se empezaban a despegar en la época de Goya.

Dicen que Goya pivoteaba entre la mentalidad ilustrada y el sentimiento prerromántico.

De hecho lo asocian a Quevedo en el prólogo de los Sueños :”…me quedé dormido: luego que desembarazada el alma se vio ociosa sin la tarea de los sentidos exteriores, me embistió de esta manera la comedia siguiente; y así las recitaron mis potencias a oscuras, siendo yo para mis fantasías auditorio y teatro”

Podría decir que Quevedo quedó tomado por las fantasías, él siendo continente, sin control. El ocio lo pone en otra dimensión por fuera de la lógica consciente.

En el siglo de las luces, o ilustración, o iluminismo, pone a la razón como esencia del progreso que toma el lugar otrora de la revelación mística.

El determinismo de Leibniz indica que la razón se trabaja, no necesita que la garantice Dios.

Y esto enmarca la tensión de la época, Dios vs la razón.

En el grabado se ve sobre un sillón con ruedas en sus patas, un hombre; conjeturan, el propio Goya. Apoya sus brazos en una especie de cubo en cuyo frontal está escrito “el sueño de la razón produce monstruos”. Sobre el cubo, objetos alusivos a su trabajo: folios de papel, lápices, plumas. Detrás advienen animales salvajes: murciélagos y búhos; un gato y un lince. El hombre duerme.

Otra interpretación masiva de esta estampa y su histórica y gastada frase declara a un hombre cansado de pensar la razón, y en su dormir, la invasión de la fantasía y de la imaginación.

Hay una muy precisa instrucción kantiana de ocuparse de los monstruos, de razonar ante todo para tener el mundo. Kant invierte la hermenéutica, para él el sujeto construye el objeto, y esta es la lógica de la interpretación que hacen de Goya, un sujeto que puede ganar con la razón a todo el resto que no lo sea, ya se enliste en el oscurantismo, en la fantasía, en lo animal o instintivo, o en la sinrazón: la locura.

Desde la perspectiva actual me animaría a decir que más que construir el objeto lo destruía. Destruía biopolíticamente todo lo que se supusiera por fuera de la razón. O para decirlo de otro modo, el objeto único que construían los kantianos era el que querían ver, el del control obsesivo, el que niega el azar, lo indecible, lo imposible, lo apasionado. El objeto que construían era la razón en sí misma. Por ende lo que construyeron fue un método.

Tal vez todo método o metodología  está destinada a verse a sí misma.

Volviendo a las lecturas sobre el fenómeno Goya,

para quien se pare frente al elemento histórico pre-ilustración, gobernada por la idea de lo divino, lo monstruoso es la razón.

Desde la Ilustración, los monstruos son el sueño en donde la razón duerme y penetran lo otro, ajeno al yo del control.

Desde una perspectiva pos-ilustración, la razón no garantiza vencer monstruos. Para esta posición tiene que haber pasado el siglo veinte por encima. Cada momento histórico nos hace cambiar la perspectiva de la interpretación.

La historia es esa movilidad de versiones que da vértigo.

Si bien Goya tiene un contexto histórico, que se actualice su frase hoy implica que sigue funcionando. Nos hace algo. Toca una dimensión no resuelta aun, o quizá una dimensión que es tensión, que esquiva la resolución. La máquina Goya insiste. Interpela.

¿Y si la razón es el monstruo?

¿Si acaso el sueño, la fantasía, son el reparo a la despiadada acción en el mundo de la razón?

La razón opera.

Lo demás, irrumpe. No deja de existir. De insistir.

Lacan dijo “solo despertamos para seguir soñando”, prófugos de nosotros mismos, del discurso amo, hegemónico, de la demanda que es razón. A la demanda la hacemos tener razón. Ese es parte del trabajo del esclavo.

Tal vez el psicoanálisis dio otra respuesta a los monstruos, a la angustia, a lo que no se entiende. Una praxis sin razón. Una ética posible. Si hay razón impera solo la moral. Lo particular queda necesariamente fuera. Y en lo particular se funda la ética.

Ese amo que es la razón (me) produce monstruos.

Al ver el grabado sentí que el espectador participa de la locura, no de la razón. Goya (me) invita a ver su sueño, su intimidad. Goya muestra lo éxtimo. En el grabado se ven los animales salvajes hacia él. No el dominio del hombre. Tampoco su resistencia. Tan solo un acontecer que sucede en sí mismo. La lectura de peligro allí queda sumida para quien sienta el peligro en él. La lectura es una transferencia de lo que nos habita, hacia el mundo, tomando el mundo, apropiándonos de él. Leer es apropiar.

Tal vez Goya en su frase sea una brújula. Brújula que indica en la lectura particular de cada quien de qué se tratan sus monstruos y cuál es su razón. Eso indicará su posición subjetiva, su modo de gozar. Eso indicará quién vive modernamente, o medievalmente, mas allá de cual sea su actualidad. Los modos o posiciones que toma un sujeto no solo generan una lectura del mundo, recrean una ideología, un cumulo de creencias, un paradigma en el modo de existir. Medievales de derecha supersticiosos que creen en la superioridad recial viviendo frente a una señorita inhibida victorianamente, al lado de un progresista posmoderno preocupado por el alcance de la comunicación como metáfora de la libertad.

No es un detalle. Goya precipita las lecturas que indican en donde estamos parados. La frase produce. Goya (me) produce.

La brújula nos pierde en nosotros mismos.

La serie de grabados más destacados de Goya, en 1825, se llama “Disparates”. Goya también reía.

Diego Rodriguez Duca, psicoanalista, escritor.

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