Entonces mi padre
era dueño del río
y yo era
el viento que lo despeinaba
el silbido de los pájaros
el sol de la mañana
yo era el campo verde
y los árboles que le daban sombra
era el silencio y la risa
los peces los sapos
con los que jugaba
desde entonces
que el río es suyo
y me nombra
desde entonces sabe
que algún día me conocerá
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Entonces tu caminar despacio
agarrado de mi brazo
sea el último recuerdo que me quede
tu gorra con visera
tus ojos sensibles al sol
mañana verde
un barco inmóvil
encallado en aquel río marrón
invencible pero quieto
como el Dodge 1500 que nunca tuve
apenas aquella historia del viaje
los pájaros se siguen animando
a emigrar
y nosotros con tantas dudas
tanto equipaje
y entonces me quede el silencio
de tus historias ya contadas
tu fábrica de estampar
matricero
matriz de mi
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“Un hombre escribe la palabra río,
le dice casi todo y aún no sabe cuánto puede abarcar de sí esa gran palabra.” Roberto Malatesta
Mi padre piensa la palabra río
no la escribe, ni la dibuja
sospecho otra vez que no le gusta escribir.
Entonces, piensa la palabra río
y se le aparece el nombre Pelay
su color marrón, las siestas de su infancia
las cañas improvisadas, todo el bicherío cantando.
Cierra los ojos y se imagina la palabra río
se siente acompañado por sus hermanos,
los ve tirando piedras y corriendo
mientras él, les silba una canción.
Piensa la palabra río
y recuerda a su padre,
lo que aprendió de él
lo que le falta
lo que no le dijo
Ve los ojos de su madre
en el río verde claro,
le seca las lágrimas
y le cuenta
que se queda acá, nomás, en Buenos Aires
Mi padre sueña la palabra río
la sueña con maderas,
con carbón, con vino tinto,
con plumas y cantos brillantes de la mañana
Yo sueño la palabra padre
y la escribo con el chirriar de los pájaros,
con palitos de yerba, con una nota
que le falta a la armónica
que escucho de lejos.
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Ahora escribo al revés
de atrás para adelante
en mi agenda pequeña
escribo el hoy lleno de gasas,
rollos de cocina y palangana azul
rodeada de botellitas de agua
algún pedacito de sándwich
y el termo que no calienta.
Desde hoy hasta el ayer
desde este día hasta el primero
y quiero regresarme,
regresarlo
y ya no es posible.
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Puedo escribir mirando el lago
decir la paz de la mañana
mirar los kayaks que pasan a lo lejos
como en un cuento
puedo señalar cada una de las casas
que me gustan (las de techo azul seguro)
puedo escuchar cada pájaro
y aunque no sé sus nombres
identificar sus cantos diferentes
y hasta puedo jugar a ver en que rama están posados
puedo contar los colores de las mariposas
las especies de árboles que me rodean
puedo elegir la mejor foto
el recorte más esplendoroso de la montaña
lo que no puedo es tu presencia
tu olor, tu voz llamándome
llevarte del brazo
esperar tu colectivo y hablar
de lo que fue y será
planear ir a tu río.
Al final no volvimos juntos
ahora que estamos tranquilos
y podemos disfrutar
reírnos toda la tarde
en el patio de tu hermana
con el mate y su menta.
Puedo vivir sin vos, claro
pero de a ratos no.
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Ya cayó la primera helada
las mandarinas no están dulces todavía
Casi fin del otoño y hasta las hojas bellas
guardan debajo de sí
esa trampa de agua y tierra resbalosa.
Difícil caminar sobre ellas
sin miedo a caerse
pisando un colchón de cadáveres marrones,
hermosos por cierto.
Difícil pensar en el verano
usando ropa de abrigo,
quizá la primavera no esté tan lejos.
En el macetero enterré la paloma
que murió tu mismo día
Quizás allí nazcan flores azules
entonces me refugie en ellas
en el sonido de tu voz
aunque ya no diga mi nombre.
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Llevo en una caja las cenizas de mi padre
y la caja en una bolsa,
como si fuera ropa o libros o una computadora.
Camino por San Justo
estrenando la calle Arieta peatonal.
La gente camina mirando vidrieras, las luces, los bancos.
Yo no miro nada.
Sólo llevo sus cenizas y pienso
que ya no caminará por esta ni ninguna calle,
ni por el largo pasillo,
ni por la orilla del río.
De verdad pesan sus cenizas
como pesa su no estar
su no llamado.
Camino con la caja
y sé que él no está ahí.
Él está en el viento que trae lluvia
en cada pájaro que veo o escucho
en su nombre simple
en las horas más tempranas de los días
en la risa pura de mis hijos.
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En mi jardín habita una mariposa
a la noche, en lo oscuro.
Sin saberlo riego las plantas
y ella vuela sorprendida
pidiendo una tregua
Entonces dejo de tirar agua
hago como que no la veo
para que pueda volar, salirse
de ese momento difícil
casi trágica inundación.
Me doy vuelta y el agua
sigue cayendo sobre otras plantas.
Como con la tristeza
a veces le doy una tregua
y sigo caminando
como que no pasó
pero ella se queda cerca
ahí , mirándome
la mariposa, digo.
En vez de tomar esa oportunidad
se queda parada sobre el vidrio de la ventana
no sé si no se atreve
no puede
o qué le pasa que no se va
la tristeza, digo.
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Todos los poemas pertenecen al libro "Entonces mi padre" El mono armado ediciones, 2016.
Elizabeth Molver, poeta, docente de Educación Especial, bibliotecaria, bibliotecóloga (1969, Pcia de Bs As). Publicó los poemarios: “Según los ojos», ediciones La carta de Oliver, 2004. “Postales personales”, Macedonia ediciones, 2008. “Mujeres en un cuaderno borrador», Macedonia ediciones, 2011. “Entonces mi padre», El mono armado, 2016. “Con hilván simple”, Ombligo cuadrado ediciones, 2021. Sus poemas están incluidos en varias antologías; entre las que se destacan: Las voces de las mariposas, México 2011 y Alto guiso. Poesía matancera contemporánea, Leviatán, 2017. Ha coordinado y participado en talleres, encuentros, publicaciones, ferias y ciclos literarios. Actualmente coordina talleres literarios para jóvenes y adultxs.