Federico Lescano y Laura Lescano: «Biyuya»

-por Federico Lescano

Promediando la década del 60’, las tribus que frecuentaban los bares del Bajo y Avenida Corrientes hablaban de rupias cuando la ocasión les permitía pequeños derroches. Con esta moneda no se cambiaba el colchón ni se iba al dentista. Tener unas rupias equivalía a respirar por unas semanas. A darse gustos. Símbolo de una economía gozosa que evade la especulación y se atreve a vivir el día. Es cierto, aquella generación quiso cambiarlo todo, al menos por un momento, su momento. Imaginen si en lugar del dólar, nuestro valor de referencia fuese la rupia.

2001. Basta con ver estos números para recordar el momento en que se cayó la estantería. Palabras como: Piquete, saqueo, hiperinflación, se hicieron carne en bastas capas de la sociedad que se vieron condenadas a sobrevivir sin trabajo y sin fe. La bronca era algo latente y cualquier chispa podía provocar escenas dantescas. Este fue el cuadro de situación en el que brotaron cuasi monedas, clubes de trueque y asambleas populares. Bajo este signo surgió Proyecto Venus (P.V.), una red de grupos auto gestionada a través de la web y una moneda propia que se propuso “estimular la lógica del gasto antes que la acumulación usurera”. Propiciada por el artista y sociólogo Roberto Jacoby, con Venus se podía pagar desde una tarta casera a la obra de un autor en ascenso, contratar un servicio, gatillar un coctel. La utopía de un mercado amigable como reverso del descalabro político-económico. Al decir de Kiwi Sainz: “P.V. fue todo un disparate, pero disparate realizado”.

Billetes de Venus: monedas del deseo

Una noche caímos de recalada con Javier Diment y Maruki al Bar Británico. Al cabo de un rato nos dimos cuenta que a ninguno le quedaba un “cobre”. Fue ahí que – vericuetos de la gira-, recordé que llevaba un billete de 10 francos belgas de antigua denominación. Decidimos tirarnos un lance con Manolo. Él lo miró a trasluz, se lo guardó y volvió con tres medidas generosas de ginebra. Una vez más la esquina de Defensa y Brasil nos daba un guiño.

El dinero y los símbolos – por Laura Lescano

El dinero, de modo muy sencillo, puede definirse como un medio de intercambio y pago aceptado social y culturalmente. Establecido un valor, respaldado por metales preciosos o por confianza, el dinero se transforma en un símbolo en sí mismo: poder, lujo, prestigio, bienestar, etc. A su vez el dinero posee, desde hace varios siglos, un signo propio y prácticamente universal: $
¿Por qué esa letra S con una o dos líneas verticales que la cruzan?
España, luego de invadir América, se convirtió en un Imperio de poder planetario. Durante siglos ostentó la moneda más fuerte hasta que, en el siglo XIX, el Imperio Británico fue desplazándola. El llamado real de a ocho, peso duro o simplemente duro, fue la divisa de referencia y la única válida para participar del comercio intercontinental desde el siglo XVI.
Su insignia tenía un grabado: un diseño de dos hemisferios superpuestos en representación del Viejo y el Nuevo Mundo que iban flanqueados por dos columnas de Hércules que simbolizaban la unidad y la fuerza del imperio español, sobre ondas de mar y una leyenda sobre unas telas que envuelven las columnas que rezaba: “Plus Ultra» (más allá), como una confirmación del dominio ultramarino de España. Esas telas en forma de S y las dos columnas se fueron simplificando en escritos y documentos comerciales detrás de una cifra. De escribir, por ejemplo: 6000 pesos españoles, se pasó a 6000PS y luego a 6000$, dejando en claro que esos 6000 eran en el peso fuerte del Imperio español y no en otra moneda local. El resultado fue un diseño tan simple y tan arraigado en las sociedades que aún hoy en día es el más utilizado para referirse a la plata, la guita, la biyuya. Es el símbolo por antonomasia del dinero que, a su vez, es símbolo de otras cosas.

El cronista junto a Manolo, a quien alguien llamó: el Pichuco de los mozos.