Jorge Hardmeier: «La fiebre»

El niño está en la cama y transpira, se retuerce, gime. Gran movimiento en la casa. El niño llora, balbucea, se retuerce. Todos están en acción: el Padre, la Madre, los Hermanos, el Mayordomo. Caminan de una habitación a otra, sin cesar, lo importante es estar en movimiento, ir de aquí para allá, llevar cosas, traer otras, aunque no beneficie en nada al mejoramiento de la situación. El Padre, en el centro del living, da ordenes, resopla, va al baño, se moja la cara, vuelve, fuma, da indicaciones a los Hermanos que, inmediatamente, se movilizan, poco importa el objetivo, lo importante es obedecer, generar actividades que simulen ayuda. La Madre permanece junto a la cama, contemplando al niño. Señor, llama el Mayordomo, señor, el niño. El Padre entra en el cuarto, mira durante un instante a la Madre y se acerca a la cama donde el niño se retuerce, suda, gime. El Mayordomo permanece junto al Padre, esperando una orden inminente, pero no, el Padre toca la frente del niño, va hacia el living, controla la actividad de los Hermanos, regresa, qué hace parado ahí sin hacer nada, le grita al Mayordomo y éste: sí señor, ya y va hacia el baño, acomoda artículos de limpieza, limpia el inodoro, el espejo y encima los gritos, lejanos pero espantosamente acechantes. El Mayordomo va hacia la pieza, toca la frente del niño, está hirviendo, señora, señor. ¿Qué? El niño. ¿El niño qué? Le ha subido la fiebre. ¿Cuánto? No sé, pero. El Padre llama a los Hermanos: haraganes, traigan el termómetro. Los Hermanos se pelean para decidir quién va a buscar el termómetro.¡El termómetro! El niño se retuerce, gime, solloza. El Padre le coloca el termómetro, que finalmente ha llegado, debajo de la axila, el niño se queja, lloriquea, protesta al sentir el frío del termómetro. Todos aguardan en derredor de la cama, impacientes y encima los gritos, aullidos, alaridos lejanos pero tan escalofriantes. El Padre hace una seña y el Mayordomo quita el termómetro de la axila del niño, se acerca a la ventana para observar, en la claridad cenicienta del atardecer, lo que marca la línea de mercurio. Silencio. El niño se retuerce, transpira, el Mayordomo gira, cara de espanto, todos lo miran. ¿Y? Cuarenta. ¿Cuarenta? La Madre se apoya, lánguida, sobre la pared. El Padre da órdenes, los Hermanos entran en acción, hay que bañarlo, hay que bañarlo, el Padre le toca la frente, el niño se retuerce y encima los gritos, ahora más cercanos y tan espeluznantes como siempre, con agua tibia primero, indica el Padre, el Mayordomo agita el termómetro para que descienda la línea de mercurio, lo apoya sobre la mesa de luz ¿Qué hace ahí? ¡Muévase! El Mayordomo va hacia el baño donde los hermanos se pelean al no ponerse de acuerdo sobre la temperatura del agua; permiso, dice el Mayordomo, introduce su codo en el agua, tiene que estar más fría, con cara de experto. Los Hermanos se burlan de él, el Padre grita desde la pieza: ¡vengan acá, manga de inservibles! Los Hermanos acuden presurosos, el niño se retuerce, transpira, está muy colorado, encima los gritos, cercanos, muchos gritos provenientes de todos los sectores de la casa, gritos, gritos, el Padre le toca la frente, hierve, el niño gime, balbucea, está delirando, delira, delira, se retuerce, los gritos, los gritos. El niño se incorpora, grita: ¡nooo!, y se desploma sobre la cama nuevamente, los Hermanos se ríen, delira, delira, el Padre los insulta, ¿y el baño? Un momentito señor, contesta el Mayordomo desde el baño, un momentito. Pero delira, grita el Padre y los gritos, los gritos que vienen de los cuatro costados, dame el termómetro, ordena el  Padre a uno de los hermanos, rápido, le pone el termómetro debajo de la axila, le acaricia la frente, el niño grita y encima los gritos, de afuera, de adentro, del cuarto de baño, un momentito señor, ya va a estar. El niño transpira, se retuerce, gime, los ojos desorbitados, la Madre camina con la mirada hacia el piso, el Padre quita el termómetro, va hacia la ventana, observa, el mercurio asciende cada vez más y los gritos, muy cerca, mira a los Hermanos, cuarenta y pico, anuncia y los Hermanos estallan a coro en carcajada: dijo cuarenta y pico, el Padre los mira y sentencia: es la fiebre, la fiebre y encima los gritos, alaridos, ¿dónde?, cerca, cerca, el niño grita ¡noo! y comienza a saltar, es la fiebre, es la fiebre, el Padre va hacia el baño, cuarenta y pico le dice al mayordomo, ese termómetro va a explotar, señor, y los gritos y los Hermanos se divierten con el niño que salta, grita, suda, llora, gime. La Madre contempla la escena con la boca ligeramente abierta. El Padre entra al cuarto y detrás de él el Mayordomo, el baño está listo, el niño salta sobre la cama, transpira, los ojos en blanco, grita y encima los gritos, cercanos, cercando, alaridos, están en la casa, dice el Padre y muy correcta apreciación, el Mayordomo. El niño baja de la cama, comienza a gatear, se ríe, transpira, grita, es la fiebre, es la fiebre, dice el Padre; los gritos ahora ensordecedores, el niño gatea, se aleja y entra en la oscuridad de donde provienen los gritos, los alaridos, el Mayordomo hace un intento de rescate, el Padre lo toma del brazo, dejálo, dejálo, los Hermanos se ríen, la Madre mira a través de la ventana, el Padre cierra la puerta con violencia, dejálo dejálo, es la fiebre. La fiebre.

Jorge Hardmeier, escritor, dibujante, arquitecto, guionista. Publicó los libros de cuentos “Sobrespejos” (1998), “Animales íntimos” (2002) y “Arquitectura antigua” (2011); los de divulgación “Artaud para principiantes” (1998) y “Poe para principiantes” (1999); el poemario “Juguetes antiguos” (2015); “16 entrevistas a escritores” (2015), “Miguel Ángel Bustos, biografía de un poeta militante” (2018), “Entrevista a la música argentina” (2020), “Perfiles Vernáculos. Diálogos” (2020) -una serie de entrevistas a personalidades de la cultura argentina-; Variaciones Di Benedetto (2023). Fue secretario de redacción de la revista “El Anartista”, incursionó en la dramaturgia y en la radio, colabora con sus notas y entrevistas en diversos medios.

Un comentario

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.