Lucas Lorenzo: «Sobre el recuerdo y la ciudad»

El olvido recuerda, intermitente, que el recuerdo inventa destruyendo. Juan Bautista Ritvo.

Sin olvido no hay vida posible. Roland Barthes.

Una ciudad debe ser una artista del vivir juntos. Jean-Luc Nancy.

Tras poco más de cuatro meses de aislamiento social, preventivo y obligatorio, decidí comprar una segunda tanda de libros para hacer la vida un poco más amena. Entre los títulos adquiridos, opté por comenzar por Infancia en Berlín hacia 1900, de Walter Benjamin[i]. Un título que me invitaba a viajar por las rutas del recuerdo hacia la ciudad de la memoria, que visité allá por el 2017. Un afuera: lo que deseaba por un rato. Continué, luego, aventurándome en la lectura de La ciudad a lo lejos, de Jean-Luc Nancy[ii]. Otra vez, la ciudad… hoy más lejos que nunca. Un deseo de «afuerarme» que no cesa me convoca a escribir las siguientes líneas que serán un breve recorrido por la memoria, el recuerdo, la ciudad y el sueño.

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En octubre de 1931, Walter Benjamin firmó un contrato con una revista alemana que lo obligaba a escribir una crónica de la ciudad de Berlín, una serie de glosas sobre todo lo que le pareciera digno de mención en Berlín, que luego daría paso a la escritura de Infancia en Berlín hacia 1900. Tanto las crónicas como el libro consecuente fueron escritos entre 1931 y 1934. En otras palabras, la escritura se dio entre el abandono de la idea del suicidio de Benjamin y la amenaza de muerte por la inauguración del Tercer Reich.

A la hora de escribir sus impresiones sobre la ciudad de Berlín, Benjamin se entrega al rapto del recuerdo, en tanto irrupción de una imagen en la que se produce el pasado actualizado en el despertar del presente. “Ciudad es un lugar donde tiene lugar algo diferente al lugar”[iii], enuncia Jean-Luc Nancy. La ciudad se convierte en un espacio vital, en un topos imaginario de lo singularmente vivido, que se desborda a sí mismo y habilita la intensa inmersión dentro de sí y la construcción que entreteje los hiatos, los olvidos, lo que ya no será, a partir de las imágenes del recuerdo presentadas como restos o ruinas, para «afuerarse» en la escritura. La ciudad es el escenario de la memoria, así como la memoria es el escenario del pasado sobre la que se monta la producción de recuerdos, que no es la reproducción de “(…) lo correcto, sino algo diverso como sustituto”[iv], como dice Freud en Psicopatología de la vida cotidiana.

En Al margen de los días, Pontalis cita a Pierre Bergourioux: “La memoria es un lugar mágico en el que coexisten el ahora y el hace tiempo, la ausencia y la proximidad, la causa y el efecto, los vivos y los muertos”[v], y añade que esto ligado a la memoria, él lo dice del sueño, en tanto actividad soñante, ya que allí se ponen en conexión sensaciones, huellas inscriptas en los tiempos más diversos. Leo y releo estos planteos, y vuelvo infaliblemente, una vez y otra vez, a La ciudad a lo lejos: “En una ciudad se producen encuentros (…) es una travesía con impresiones y tanteos, con vacilaciones y aproximaciones. En verdad es un acercamiento que no termina, es una cita cuyo lugar se desplaza, y quizá también la persona”[vi], escribe Nancy. En el próximo párrafo afila el lápiz y precisa que hay un lugar para tal acercamiento que no cesa: la literatura, en tanto escritura de la ciudad.

Los recuerdos de Benjamin, que devienen escritura de la ciudad, son una invención de la ciudad, en materia del vivir-juntos. Inventar la ciudad implica una interrupción en el mundo, en los sentidos que coagulan la vida y la tornan insoportable, tal como cuando dormimos… y soñamos. Implica la inmersión y el despliegue de otra escena que pueda sostenerse y habitarse como otra, como otra temporalidad que se abre, otra textura que tiñe la vida, otro espacio que adviene como refugio.

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En uno de los fragmentos[vii] que conforman Infancia en Berlín hacia 1900, Benjamin recuerda cuando él tenía cinco años y una noche su padre ingresó en su dormitorio para darle las buenas noches y, contra su voluntad, le dio la noticia de la muerte de un primo. Indica que no memorizó sus palabras pero sí su habitación, como si hubiese sabido que quizás alguna vez tendría que volver a ella. Aclara, luego, que su padre había entrado para no estar solo: no lo buscaba a él, sino su habitación.

Habitar el dolor con otro. Construir un espacio que no es ni de uno ni de otro para estar en la fragilidad. Un refugio que no está dado, sino que hay que construir cada vez como un modo de vivir-juntos… como la ciudad, como el recuerdo, como el sueño: escenarios en los que se resguarda una vida posible con otro, por un tiempo. Una pausa necesaria, que conjugue presencia y ausencia: la presencia frágil de imágenes que nos capturan y con el despertar, se alejan, desaparecen y pierden lo que en el tiempo de la ensoñación las dotaba de presencia real, como diría Pontalis[viii].

La rememoración, el soñar, la lectura y la escritura, quizás hoy sean los modos que encuentro de construcción de un espacio vital, que advienen como otras escenas posibles, como refugios ante el horror de nuestros tiempos. Interrupciones, cortes, que devengan un olvido del sentido que por fin se pueda perder. Ciudades que tengamos que inventar cada vez para acercarnos un poco y convivir, en tiempos que nos piden que vivamos con distancia.

Monumento memorial a los judíos asesinados en Europa. Autor Lucas Lorenzo (2017)

[i] Benjamin, W. (1950). Infancia en Berlín hacia 1900, Crónica de Berlín. El Cuenco de Plata: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2016.

[ii] Nancy, Jean-Luc (2011). La ciudad a lo lejos. Manantial: Buenos Aires, 2017.

[iii] Ibíd. Nancy, p. 39.

[iv] Freud, S. (1901). “Recuerdos de infancia y recuerdos encubridores”. En Obras Completas, tomo VI, “Psicopatología de la vida cotidiana: sobre el olvido, los deslices en el habla, el trastocar las cosas confundido, la superstición y el error”. Amorrortu Editores: Buenos Aires, 2018. (p. 50).

[v] Pontalis, J.-B. (2002). Al margen de los días. Topía Editorial: Buenos Aires, 2007. (p. 47).

[vi] Ibíd. Nancy, pp. 44-45.

[vii] Ibíd. Benjamin, p. 173.

[viii] Ibíd. Pontalis, p. 51.

Lucas Lorenzo, escritor, estudiante de la Licenciatura en Psicología, Universidad de Buenos Aires. Co-ayudante alumno en Psicoanálisis Escuela Francesa, cátedra II.

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