Marian Raméntol: «Cuando besa burbujas a la deriva»

Una selfie con la vida

En el hueco del ascensor
me hago un selfie con la vida para desayunar
y marco el territorio del triunfo
con granos de 
Sin perder de vista
que en la dieta de mis manos, un lunar
puede ser un enjambre café y mermelada,
luego escapo por lo bajini
de los nacimientos de celofán
a menos que sean de chocolate, por supuesto.

de miradas o la guarnición
habitual de mi soledad, y sabiendo siempre
la correcta estatura del hueco del ascensor,
mi crema de noche sabe a risa y algas
ante el colágeno del sustantivo
que pasa de los cincuenta.
Así que piso fuerte y me detengo en el borde mismo
para subrayar el óxido que nombra mi silueta
entre azafranes y vainillas.

Será en el hueco del ascensor,
pero qué queréis que os diga,
será un triunfo al fin y al cabo.

° ° °
Vocales noctívagas con dobladillo de carmín

En un viaje lírico con efluvios de arcilla,
el agua cruza las cosas y las alude.

El poema contrae la laringe
y lágrimas unisex imprimen su etiqueta  
en el archipiélago de un abrazo,
	en vocales noctívagas con dobladillo de carmín,
		en cuerpos con sed,
			en esas muertes con abolladuras, 			
y en los andenes al final del hombre.  

Un haz lumínico
define sintácticamente a la termita
en la húmeda madera de la estrofa.

	Y así sangramos por conjunciones, anáforas y tildes,
antes de frenar en seco frente a columpios que nadie empuja.

° ° °
Cucuruchos de altramuces apetecibles en domingo

Maleza en la comisura del párpado,  
equívoco apenas visible
porque siempre queda alguien desnudo
con provincias de verbos en la boca.

Entre rama y tronco,
zancadilleo y sorprendo
a la cascada de negras amapolas
que estaba por nombrarte.
Qué inoportuno traspiés.
Cuán denso el aire
que nos convierte, ahora,
en simples margaritas silenciosas.

Así no mancharemos de orgullo el papel,
ni haremos del lodo una magistral receta
para rejuvenecer la dermis.
Necesitamos holocaustos,
narrar los crímenes de la primavera,
satanizar al sol, ahocar al océano
y envolver al salvaje césped
-esa maleza retorcida en la comisura del párpado-
en cucuruchos de altramuces
apetecibles en domingo.

° ° °
Mala hierba en las calles de la cordura

No entiendo mi piel ni sus prófugos lunares
me pruebo otros cuerpos
pero todos resultan precarios en mi necrópolis,
esa ciudad de vendas como mis ojos.

Ni entiendo el trajín de mis zapatos
al bailar en este osario de nubes que me cubre,
ni siquiera entiendo el algodón
del obús alojado en mi frente.

Extraño campo de batalla
estos relámpagos invisibles,
mala hierba en las aceras de la cordura
y sigo sin entender
la intemperie de un pecho
cuando besa burbujas a la deriva
y otros territorios de hambre y sed.



Marian Raméntol, poeta, escritora, traductora. (Barcelona, España, 1966). Reconocida por su obra, es también Directora de la revista cultural La Náusea. Y miembro del grupo musical O.D.I.

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