Miguel Ángel Rodríguez: «Más acá y allá del engaño»

Planteo

  Convengamos que la angustia es algo que atañe al ser, sucediéndole a cualquier humano-parlante.
  Una emoción cuyo “pathos” afecta “alma” y “cuerpo”, su juntura; que suele comprometer cierta “falta de orientación” en el sujeto junto a cierto “palpitar extraño” en el organismo.
  Su manera de manifestarse no es unívoca y cada cultura formatea en ella su impronta. (Cabe recorrer en el DCM V, ese meticuloso compendio psiquiátrico de “anormalidades”, cómo la describe y cataloga en una constelación de crisis, ansiedad, estrés, fobia, depresión, trauma, ataque de pánico y etcéteras.)
  En nuestros tiempos la angustia padece de mala fama; la previenen imaginarios profusos, ofertas de inmediatez, edictos “superyoicos”; se medica o droga a mansalva, se anestesia su asomo.
  (“Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” –Shakira dixit-. Obvio… Aunque no se entiende por qué alguien debiera ahogar el llanto que corresponda. Ese “ya” también evoca en nuestra época cierta moda de obturar pronto la angustia, para el caso mediante el ajuste a la demanda del capitalismo o a los arquetipos progre-enaltecidos en boga. Cierto cubrir con el Ideal, la pérdida/la falta –en/del Otro-.)
  Aún, cuando el fantasma vacila, la angustia emerge. Y resulta constatable que su exceso y/o su reiteración en el tiempo pueden interpelar a cualquiera hasta empujarlo a consultar con un analista. Conviene entonces ubicar la lógica de su precipitar y aquello que en la vida de cada quien, pone en juego.
  El valor crucial de la angustia para el Psicoanálisis se advierte a lo largo de su historia incluyendo las obras de Freud y Lacan, donde es definida de maneras distintas, cuyas eventuales contradicciones requieren un trabajo de integración.
  En ese marco el Seminario X “La Angustia” produce cierto quiebre y al abrir otra cosa, conmueve la versión hegemónica de la angustia de castración vinculada al falo y al complejo de Edipo.
  “La angustia es el signo del deseo del Otro”, plantea Lacan al inicio. Se ha expandido la alegoría de la “mantis religiosa”, cuya decisión de copular culmina matando al partenaire, y a quien ante esa circunstancia lleva una máscara ignorando exactamente cuál. La angustia pues de ser “la falta” de la mantis, lo que a ella le falta, el objeto del deseo del Otro.
  Avanzado el curso, a propósito de su característica “certeza” –más acá y allá del “engaño” de la imagen y la “ficción” del significante– afirma que “la angustia es una señal de lo real”. Situando a la vez su función –distinta a la emocionalidad- como “operador” que articula el goce al objeto causa del deseo.
  Ahora bien. Hermanada al “peligro” –que Freud indica en el sujeto humano, a diferencia del animal, es menos “externo” que “interno”, referido a la pulsión-; y para diferenciarla del “miedo” –que es temor a “algo”-, se conoce la afirmación de que la angustia “carece de objeto”.
  Por ello en lo que sigue partiré del modo peculiar, disruptivo de irrumpir el objeto a en el Seminario X, salpicando un par de senderos que involucran a la angustia.

Senderos

  Lacan comienza situando la inscripción del sujeto en el Otro (del significante) mediante un esquema de “división”. Esta división no es perfecta, produce un “resto”, el objeto a.
  En el Seminario X la angustia es la vía de acceso a lo que no es significante, a lo real, que se ciñe en el objeto a y surge a modo de “excepción”. (El planteo será distinto en el Seminario XX.)
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  Ello también asienta la incompatibilidad entre el psicoanálisis y cualquier terapéutica.
  Las psicoterapias, centralmente, operan modulando como “consejo” el “significante imperativo” para cuanto antes curar (aplacar/anular) la angustia. No es esa la orientación psicoanalítica, que abre tiempo y lugar, intervalo, al “retorno” de los significantes que determinan al sujeto; al “través” del fantasma que lo “enmarca” ante el deseo del Otro. Que apunta a lo real.
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  El objeto a pues, “no es como los otros”, modelados por la imagen. Lacan procede a zarandear los “esquemas ópticos” que él construyera a propósito del campo especular y el “estadío del espejo”… 
  El objeto a –que afecta la angustia- surge condensando aquello no significable, como resto de toda significación. Ubica una falta irreductible al significante:
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  Por un lado, en relación al deseo, ya no se trata de su “metonimia”, ni del “objeto-meta” cuyo encanto anhela. Sino del objeto a, falta que es “condición”, “motor” del deseo, al que causa.
  El sujeto, como deseante, es objeto deseante del Otro como deseante –el deseo desea el deseo del Otro-. Y precisamente de lo que el sujeto «neurótico» escapa, reniega, pretendiendo su «libre autonomía», es de la castración del Otro, del enigma del «Che vuoi», de quedar “a merced” de la aparición del deseo del Otro; es de la posición que lo determina estrictamente como objeto, causa del deseo del Otro.
  La angustia entonces, “signo del deseo del Otro”.
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  Por otro lado –ligado a la “parcialidad” de las pulsiones-, el objeto a le da cuerpo al goce.
  Lo cual permite re-leer la versión freudiana de la angustia en tanto “desamparo” ante el “peligro” de la “exigencia pulsional”, de un excesivo “lleno”. (Cuando tal exigencia contradice el “principio del placer”, se genera ese displacer que llamamos angustia.)
  La angustia entonces, índice de “das Ding”, de “la Cosa”; “señal de lo real”.
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  En “Inhibición, síntoma y angustia” Freud hace de la angustia –de castración-, “motor de la represión”: pulsión-angustia-represión.
  Al vincular “motor” (de la represión) con “causa” (del deseo), Lacan trabaja esa serie reformulándola así: goce-angustia-deseo. La angustia –que en este caso funciona como un “operador”, que no necesita coincidir con la emoción sentida- operaría, haría del goce –del empuje constante, de la exigencia pulsional- la causa del deseo.
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  A lo largo del Seminario X Lacan va ciñendo el punto, trazando recorridos desde distintos accesos, que ubican al objeto a –y por ende a la angustia- de modos diversos. (Volverá a ello más adelante, cuando distinga al objeto a como causa de deseo y como plus de gozar.)
  En un tramo sitúa al objeto a produciendo la angustia. Es pues un objeto “extraño”, “angustiante” –que evoca a “lo siniestro”, al “Unheimlich” freudiano-.
  Plantea Lacan: “… en el lugar previsto para la falta” –falta que sostiene a la “imagen especular” y a la “escena en el mundo”-, irrumpe cierta “aparición” perturbadora –el objeto a, resto libidinal- que no debiera presentarse allí, que normalmente no intrusa llenando el vacío; provocando la manifestación de angustia.
  En otro tramo Lacan apela a las zonas erógenas y a los objetos de la pulsión –senos, heces, voz, mirada…- que (entre el sujeto y el Otro) se separan del cuerpo.
  Entonces, inversamente, sitúa a la angustia produciendo al objeto a; oficiando la separación, el corte que ante una circunstancia de exigencia pulsional, de plus de gozar, separa al objeto –dando lugar a su pérdida-.
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  El Seminario IV “La relación de objeto” se organiza por el complejo de Edipo y la angustia de castración –con la “amenaza del padre” desencadenándola-. Se despliegan privación, frustración, castración; falo imaginario, falo simbólico… En ese contexto y desde el eje significante, la angustia es “sin objeto”.  
  El Seminario X reduce la novelatoria edípica –la “prohibición”, el “agente” de la castración, etc.-. Lo que dará lugar a la separación, a la dupla constitutiva alienación-separación en el Seminario XI. A su vez, el cambio de eje por el revelamiento del objeto a, conduce a afirmar que la angustia “no es sin objeto”, surgiendo cuando “la falta, falta”.

Epílogo

  Avanzada su obra Lacan situará al objeto a en términos de «forma topológica», de «consistencia lógica».
  Invitando al analista a ocupar el lugar de causa del deseo.
  Desde allí el analista también habrá de modular su posición, para inquietud de las defensas del analizante, cual “objeto extraño, enigmático”.

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Bibliografía central:
J. Lacan: Seminario X, La angustia
S. Freud: Inhibición, síntoma y angustia
J. A. Miller: La angustia
D. S. Rabinovich: La angustia y el deseo del otro

Miguel Ángel Rodríguez, psicoanalista, escritor. licmar2000@yahoo.com.ar

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