Miguel Ángel Rodríguez: «QUÉ TUL (carne viva)»

a la risa fresca de Luciana
a las piernas de una morocha inevitable
al intenso encuentro de amigos
previo al acto de dinamitar
el Dique de La Quebrada
Río Ceballos, Córdoba, Enero de 2014

¿Que en qué estoy pensando?

Bueno okey bien ahí piedra libre me calaste orsay, pues supongo que efectivamente estaba haciendo eso.

Picado por algo cuyo dejo vos mismo querido Dani arrojaste sobre la mesa como si nada, hace un ratito nomás, a propósito de tu hábito de llevar ese sombrero de ala ancha que te caracteriza, tan firme cual tu rechazo a usar –como lo hacía tu padre- la bombacha de gaucho donde te negás el ser.

Cuál, entonces. Cuál sería la diferencia –si la hubiera o hubiese- entre vestirse y disfrazarse.

En eso estaba supongo que pensando, pues, qué tal tu tul, che.

Inquiero: ¿acaso no nos disfrazamos todos apenas el despertador nos abre los ojos por la mañana, al calzarnos el uniforme de trabajo, al ir a pedalear una bicicleta quieta en un gimnasio, al responder la movilizadora pregunta de un hijo, al dirigirnos a un restorán siome o pituco, a una promisoria e inquietante cita, a un eventual trágico velorio, o a la diaria cama donde la noche nos sueña dormidos?

Imagínense ustedes, les propongo, que ahorita al regresar a nuestros hogares nos aguardase una peculiar esquela –se trata, obvio, de una nostálgica figura literaria: hace bocha que al buzón sólo llegan publicidades y facturas pero ninguna carta-. Así que un mail en su virtual lugar, enviado por algún amigote en común, invitándonos a cada uno y a tutili cuanti para su ya adulto cumpleaños a una fiesta, de disfraces.

Llegado el evento la bellísima mujer –se vista como se vista aunque mejor con minifalda-, la preciosa morocha que hoy por fortuna divina aquí a mi izquierda nos acompaña, se presenta cual diabólica Cleopatra, la Juli bien cachonda Superchica, Luciana misteriosamente luciendo La Viudita, vos Fabián como El Ancho Rubén Peuchele, Daniel cortito de Martín Karadajián, y yo de Pepino El Payaso –de La Momia, no-.

A ver, gente… Lo que digo sin dobleces ni dobladillos, es que cuando alguien se viste de otro –de Karadajián, de Superchica- decimos que se disfraza. Y cuando alguien se disfraza de sí –mismo, de lo que se cree ser- decimos que se viste.

Advertirás, mi querido Dani, la huevada que me pillaste rumiar.

Claro que si a tu pregunta de “¿en qué estás pensando?” hubiera contestado “en una boludez”, esa escueta respuesta hubiese sido además de imprecisa, de una rotunda, excesiva obviedad. Pues según se constata, siempre me desborda tal debilidad mental.

Tanto, tanto eso pulsiona acá que –aún sin quererlo-, me identifica. Si a la vuelta de la esquina de algún bar, amigos, el filo amenazante de una mala sombra los apurase a cantar quién es Miguel Ángel Rodríguez, cierto harían en batir “ese pelado beodo que se la pasa pensando boludeces noche y día”.

En fin: si dijera otra cosa de mí –es lo que hago- me estaría disfrazando.

Y yo no soy de ir haciéndome el otro.

Menos aún –será por pudor, o temor a la verdad- de andar por ahí, desnudo.

Por ello suelo recorrer las calles de la vida cotidiana con total normalidad, duro, fóbico, tal cual me ven, vendado de pies a cabeza cómico luchador sordomudo.


Miguel Angel Rodriguez, escritor, psicoanalista.

licmar2000@yahoo.com.ar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.