Movimiento Psicoanalítico del Oeste: «Algunas consideraciones sobre el cuerpo en psicoanálisis»

Un decir del psicoanálisis en el cuerpo

“La cría del hombre, a una edad en que se encuentra por poco tiempo, pero aun un tiempo, superado en inteligencia instrumental por el chimpancé, ya reconoce su imagen en el espejo como tal.” (LACAN 1949)

Ubico en el relato de Lacan en el estadio del espejo el cuerpo sostenido por la mirada del otro-en esa ficción hecha carne-el pequeño lactante ante el espejo -con el estorbo de algún sostén- ve su imagen erguida y celebrada en ese reflejo fondo-figura. Aún inmaduro en sus posibilidades motrices puede anticipar un cuerpo, transformación del sujeto-efecto de asumir una imagen, identificación mediante. A imagen y semejanza de esa mirada que sostiene la escena del niño en el espejo ¿Esa imagen evanescente creará el cuerpo? ¿La mirada del Otro como sostén artificial? El cuerpo para el psicoanálisis no es el cuerpo de la biología, aunque no es sin esta.

Lacan pone ahí la captura del destino alienante del sujeto, donde no habrá coincidencias. El significante no coincide, eso seguro no “es”. Pero, al igual que ese pequeño que cree en su espectacularidad, o como Descartes, que necesitó un Dios que le dé alguna garantía de verdad, estamos entrampados en la ilusión que nos permite el lenguaje, esa ilusión que se sostiene en el discurso que cada quien porta, pero le es ajeno.

El acróbata .Pablo Picasso 1930

¿Qué significa el cuerpo para el psicoanálisis? ¿Podría pensarse al sujeto por fuera de su ancla de carne con fecha de caducidad? ¿Qué del deseo toca al cuerpo?

En la obra de Freud podemos ubicar al pequeño embestido por las sensaciones llegadas de sus tripas, ¿son esas sus tripas?. La única prueba que parece tener de ello es la imposibilidad de huir. Dice Freud “Solo cesarán bajo precisas condiciones que tienen que realizarse en el mundo exterior.”(FREUD 1895). En estas acciones, quien se encargue de los cuidados irá dando-le un cuerpo, no cualquier cuerpo, solo aquel que pueda darle. Ese cuerpo de palabras, de sonidos, que acompañarán a los cuidados.

En este apremio a la vida el pequeño cuerpo tendrá marcas de un modo-tiempo de satisfacción, de este primer otro, aun en su déficit. Crea un espacio de demanda, no cualquier demanda, sino de esa que aparecerá como incomodidad constante (esfuerzo) de la pulsión, ese motor de deseo cada vez insatisfecho. “La constancia del empuje veda toda asimilación de la pulsión a una función biológica, la cual siempre tiene un ritmo. La primera cosa que dice Freud de la pulsión es, si puedo expresarme así, que no tiene día o noche, primavera ni otoño, subida o bajada.” (LACAN 1964).

Jesica Lopardo, psicoanalista.

El goce del cuerpo

Belo, hijo de Poseidón, se caso con una diosa del Nilo, Anquinoe, con quien tuvo dos hijos gemelos. Egipto y Dánao. Egipto tuvo cincuenta hijos de diversas mujeres, mientras que Dánao tuvo cincuenta hijas, que fueron llamadas las Danaides.

Entre ambos hermanos hubo fuertes disputas. Dánao comenzó a despertar  temor en su gemelo, tal es así qué, Egipto en plan de reconciliación, envió a sus cincuenta hijos para que se casaran con sus cincuenta primas, anunciando la paz entre hermanos. No obstante, por la desconfianza que Egipto generaba, Dánao encargó a sus cincuenta hijas la misión de llevar una daga la noche de bodas y asesinar a sus respectivos esposos. Las Danaides cumplieron, y por amor a su padre asesinaron a sus esposos, todas menos una, que conservó la vida de su esposo por haberla respetado en la noche de bodas.

Después de los asesinatos  los dioses del infierno condenaron a las Danaides a rellenar de agua eternamente un barril sin fondo en el inframundo.

Siguiendo los desarrollos de Freud, la pulsión opera como límite entre lo anímico y lo somático (FREUD 1915) y a su vez, tiene la característica de no satisfacerse por completo. Esa cualidad “demoníaca” nos indica su vinculación con la compulsión a la repetición y el goce que en ella se ubica cada vez.

Particularmente, la pulsión parcial recorre los orificios, zonas erógenas, delimitadas por la demanda del Otro. Con Lacan decimos que no hay goce sino del cuerpo (LACAN 1972-73), ubicando esas zonas como  lugares de pérdida… la voz, las heces, la mirada, el seno.

Resulta oportuno formular el siguiente interrogante ¿Qué es lo que da cuenta de la relación entre el goce y el cuerpo? El parlêtre, o para ser más preciso, el ser hablante. El ser hablando goza, y de esto no quiere saber nada (LACAN 1972-73).

Ya no es solo una satisfacción provista por el rodeo de la pulsión sobre sus objetos (intercambiables), sino que hay otra dimensión, la del goce fálico.

Ocurre que el hablante ser habla con palabras, pero el sistema de la lengua está incompleto, es decir, las palabras no alcanzan y esto conduce al goce en un movimiento de retorno al cuerpo. Goce inconsciente que se aloja en el cuerpo como goce del Otro. ¿El cuerpo como soporte del síntoma?

Como sucede con el barril de Las Danaides, análisis mediante, podemos cernir el goce que se pierde, otorgándole a éste el carácter fundante de cada repetición. 

Para concluir es válido mencionar como se presenta el síntoma en relación al cuerpo en la histeria y en la neurosis obsesiva. En la histeria se presenta como un no saber sobre lo que le pasa en el cuerpo, sufre de su cuerpo y a través de él, habla. En cambio el obsesivo mantiene cierta “discreción”. Esta diferencia abre el camino para interrogarnos: ¿cómo localizar ese pasaje al cuerpo en la neurosis obsesiva? ¿Cuáles son sus características?

Federico Lizarraga, psicoanalista.

El movimiento del cuerpo como condena

Para cada situación, para cada momento, para cada vivencia, hay una historia que contar con palabras y gestos, con expresiones y efectos que parecen brotar de lo más profundo del alma, cuerpo imaginario, y llegar hasta algún límite posible, muchas veces propuesto por la carne, otras más allá. El cuerpo es un lugar. Este lugar es también una historia de sí mismo, historia que se cuenta con las mismas palabras y donde se apoyan singulares significaciones y efectos.

Es común, en la bibliografía psicoanalítica, leer cuestiones referidas al cuerpo de la histeria. Bien es sabido que la histeria es de conversión, esto quiere decir que aquellas representaciones cargadas de afecto que no pueden ponerse en palabras por lastimar la conciencia, van a parar al cuerpo en forma de alguna sintomatología específica y significativa en función de lo no dicho. Pero el cuerpo está presente en cada una de las estructuras psíquicas planteadas por Freud. Tal es el caso del cuerpo del neurótico obsesivo.

La neurosis obsesiva tiene como origen la histeria y, dice Freud en su texto Inhibición, síntoma y angustia, que surge por lo endeble de la organización genital infantil. “A la destrucción del complejo de Edipo se suman la degradación regresiva de la libido, el súper yo se vuelve severo y desamorado y el Yo genera formaciones reactivas de la conciencia moral, la compasión, la limpieza” (FREUD 1925-26).Si bien es más común entender el la neurosis obsesiva unas afecciones que refieren al trabajo intelectual a través de pensamientos intrusivos que parecieran interminables, el cuerpo también es depositario de todos estos avatares que se expresan como rituales que mitigan la profunda sensación de culpa provocada por una regresión de la lívido a una posición sádico anal que muchas veces llega a dejar impotente al Yo, que se ve obligado en su limitación, a buscar satisfacción en los síntomas. Como relata Freud su texto: Acciones obsesivas y prácticas religiosas “a la conciencia de culpa del neurótico obsesivo le corresponde la solemne declaración de los fieles: ellos sabrán que en su corazón son unos malignos pecadores”(FREUD 1907). Esta es la condena, ya sea el cuerpo estático ante alguna duda interminable, inhibido ante la mirada inescrupulosa del súper yo o lacerado por rituales y ceremonias tan crueles como impostergables, precio incesante e imparable que pagar por un afecto sustraído de la representación que no encuentra palabras ni acciones sin un profundo trabajo analítico.

Juan Zucarino, psicoanalista.            

Los autores de los escritos precedentes, forman parte del Movimiento Psicoanalítico del Oeste, espacio dedicado a la transmisión del Psicoanálisis. Las actividades que el Movimiento propone están dirigidas a estudiantes de distintas disciplinas, docentes y personas interesadas en el discurso del psicoanálisis en su orientación de retorno a Freud propuesta por Lacan. Si bien el M.P.O. tiene sede en Ramos Mejía, sus actividades se despliegan en distintas localidades de la zona Oeste del Gran Buenos Aires, las mismas conservan un tinte cálido y ameno, características necesarias (entre otras ), para hacer entrar a quienes participan, a una lógica de discurso diferente. Invitamos a curiosos e interesados a “navegar” por las redes sociales de la institución y anoticiarse del trabajo que los miembros están llevando a cabo.

Movimiento Psicoanalítico del Oeste

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