«Cuerpos de Agua» centra su atención tanto en la abrupta, rompiente y orgánica superficie marina como en la organicidad de las profundidades con sus praderas y floraciones de algas y yodo. Captar la dinámica de la agitación del mar justamente con el efecto contrario, el de congelar el agua, ha conformado toda una línea de trabajo que resumimos aquí en nueve fotografías enmarcadas en colchones poéticos, tan orgánicos y turbulentos como las fotografías que amparan. Del mismo modo, la vida oceánica bajo la superficie, la caprichosa relación de la luz y su incidencia, así como la flora y fauna del hábitat subacuático ha conformado la otra línea de trabajo resumida igualmente en nueve fotografías y sus correspondientes «fluidopoemas».
Marian Raméntol:
Se descorcha el estallido y abraza la líquida luz sin que el océano aquiete sus tumbas. La profunda nebulosa del segundo amarra en dique seco mientras el resto de mi humanidad se diluye sin más crepúsculos. Ahora mi retina es ya un mar de sal.
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Cada gota es nicho anidado en los ojos, un momento quieto que defeca en la garganta toda la luz del olvido. Mi sed acecha las raíces de lo inmóvil y me desclava de la orilla. Ya nada vuelve a ser igual en la boca ni siquiera el reflejo de la luna.
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El vientre de las nubes petrifica la palabra, su redondez se acomoda en la hendidura de la roca, licua el silencio y sobrevuela la orilla con un perfume líquido que me abraza. Un instante basta para congelar el deseo, así dibujas las fronteras de tu cuerpo.
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El sol persigue la sal de este paisaje, los desencuentros de la tarde, el beso extraviado en la humedad y todo cuanto anochece en los labios que no hallan reclamo ni regreso. Así tu sombra acuna las palabras, el espacio y la muerte apenas estrenada en cada gota. Ni el aire se atreve a ocultar el grito de las cicatrices de este cielo roto.
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El mar descalzo sobre un azul grave pregona el desnudo de la espuma, congela el incendio de su danza y da de beber al olvido que no calla. La piedra lo mira antes de ser decapitada por el peso de una palabra mal nacida, antes incluso de que el cielo queme cualquier lastre de oquedad. Así es el exilio de tu nombre y su vaivén.
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Diminutos ojos se esparcen por ese mirar tuyo, multiplican el aire del crepúsculo y todos los suicidios se dan cita en tu cintura. Violenta arena la de tu boca, eres el temblor de un acorde indeciso, el perfume que entreteje los sueños, el misterio que anuncia el grosor de la noche, la muerte y la vida susurrando el final de mi horizonte.
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Silencio líquido en este horizonte de aire, se pronuncia solo la emboscada del vuelo de un infinito imposible. Calla este cielo de espuma y la roca se abre en un murmullo.
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Sobrevuela el mensaje de la luz sobre mis hombros, taconea el mar mi nombre, mi raíz desgarra el viento y poco a poco el espacio congela el cauce de todas las palabras que aún resuenan en mis ojos.
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La nube escribe un acorde y la espuma se convierte en pentagrama. No hay silencio que no quepa en la grieta del misterio ni tormenta que borre el remolino de este instante quieto entre los dientes. Hoy te pertenezco entera y germino en medio de todas tus escamas.
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Cesc Fortuny:
Hemos de penetrar en la caza chupando con fuerza el espinazo del colibrí y descepar el abdomen del protozoo hasta que la sal de sus orificios estalle en un recuerdo, antes de echar una siesta en tierra de mareas, peor que la violación en la tumba o que una autocastración.
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Porque mi carne es de mar, y el mar es el fuego que mastica los sueños.
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Renace el mar, cual suicida que se descuelga del instante, para ladrar por las madres que florecen de los relojes soltando la corteza de la nada.
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Los bosques nocturnos me atan a mares de pequeñas jeringuillas, a océanos de piedra, a la monotonía de la tribu y al vigor de las luces osciladas que flotan en la tiniebla.
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Es la llama que borra la marea, la que empuña el recuerdo de los hombres y esta lluvia que no pesa pero muerde, repta tal que un sol hacia adentro mientras la luz se aleja sin darte cuenta.
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Ese vacío devuelto, tropezado en el apellido de los ángeles que perduran azotando las fauces de una estrella, se olvida de la sangre sin ojos, que aletea sobre un mar de galaxias.
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Se pierden pronto las mentiras cuando las luces agrias menstrúan madera repujada sobre nuestras fauces, y el más allá se deprime como un velero al que le han secado el mar bajo el silencio.
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Desaguo toda la noche bajo este ruido que se vierte sobre el semen que fluye lento bajo mi manto. Todo para desnudarme de la vida, deshilachar este tapiz que me cubre, que esconde las ventanas y su luz muda, derruir mi castillo desnudo, porque el universo se arruga en este mar que tapa mi madera.
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Una paciente montaña de polvo lleva sola su impasible frío y consume callada el mar de la tierra, discurso añorado de tu bosque, reloj que bañas las horas en aire y desamparas al niño en su carne.
Orquestracions Dissonants Internes, dúo artístico multidisciplinar formado por Marian Raméntol y Cesc Fortuny que desde el año 1999 mantienen una lucha activa en el mundo del arte. Abordan la poesía, la música, la fotografía y la cinematografía a modo de proyectos conceptuales que se desarrollan a lo largo del tiempo. Se trata de cajas imaginarias en las que caben discos, performances, poemas, videoarte, creaciones gráficas, etc. alrededor de la temática que define cada proyecto.
Son autores de tres cortometrajes además de firmar diversos guiones. Conducen el podcast mensual SINTAGMA de la Plataforma Cultural La Náusea.
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