Animados por el anhelo de fomentar el encuentro, el diálogo de diversas perspectivas y colaboradorxs en Devenir111, reproducimos aquí cierto intercambio epistolar entre Óscar y Miguel, que polemiza:
Por qué el Pichicoanálisis es oscurantismo puro en pleno siglo XX
(Por Óscar Sánchez)
Occidente lleva más de una centuria dando crédito a una doctrina en su mayor parte anti-ilustrada y prácticamente pre-moderna que, si pudiésemos hacer epoché de esa relación tan íntima que tenemos con su fundador (he visto en muchas casas un muñeco con su efigie, así como émulos suyos en películas y memes a montones en la redes sociales), y olvidar temporalmente que sus hechiceros tienen su negocio montado en pisos de edificios respetables, pensaríamos que el Pichicoanálisis es la nueva magufada de moda a que sólo se apunta Miguel Bosé. Van diez rasgos que hay que verlos bien para creerlos:
1) La sexualidad comienza en el útero materno, cuando las posibilidades de pillar cacho y no digamos ya de reproducirse son tendentes a nulas, menos aún que las mías en el barrio madrileño de la Moraleja (si la libido no es eso, ¿qué es). Pero tanto da, porque en cuanto naces empieza lo malo, nadie debiera celebrar su cumpleaños…
2) Todo ser humano es un perverso polimorfo, de manera que ni siquiera haría falta decirlo, como no decimos que todo ser humano es un animal defecador, la diferencia estriba en que lo primero suena a diablo revolcándose en el fuego del infierno, mientras que lo segundo tan sólo te iguala con tu querida mascota (las ballenas, por cierto, cuando devoran krill cagan rosa; en mi próxima vida seré ballena).
3) Aquellos que no superan la fase anal por estreñidos devienen capitalistas rapaces que sólo disfrutan de amasar dinero, el cual acumulan con el ansia reprimida de aquella caca que tanto les costaba expulsar. De ello podría deducirse que las desigualdades en el mundo se solucionarían con la administración universal y obligatoria de un buen laxante infantil…
4) Como es sabido, ya desde muy chicos liquidaríamos tranquilamente a nuestro padre para meternos en la cama con nuestra madre, a la inversa en el caso de las féminas, cosa que, teatral y dramática como es en sí misma, lleva al patriarcado a unos extremos que ni la más radical de las feministas ha podido jamás concebir: resulta que las mujeres en su totalidad son cosificadas sexualmente por todos los varones de la tierra, incluidos sus propios, encantadores y queridos hijos. Edipo, córtatela ya.
5) Pero el asunto no acaba ahí. Más tarde las hembras adquieren envidia del pene y los uranianos lo que les pasa es que o son doblemente perversos polimorfos (ahora se entiende también a qué venía lo del punto primero), o es que lo pasaron fatal en su primer polvo ortodoxo. Huelga añadir que la envidia de vulva no existe ni de coña, y sobre el lesbianismo no nos pronunciamos, que a quién le importa.
6) Las masas como tales también tienen psicología, pero es la de un dinosaurio: mucho músculo/ poco cerebro. Debemos al sobrino de Freud, Edward Bernays, las modernas técnicas de la publicidad y propaganda que generaron la sociedad de consumo a partir de las teorías de su egregio pariente exportadas diligentemente a los EE.UU en 1928. Gracias, Bernays, en serio…
7) La cultura es malestar, vivan los bárbaros. No sé si nadie se ha fijado bien en lo que significa esto. Significa nada más y nada menos que Mr. Hyde nos es más connatural que el Doctor Jekyll, pese a que hayan sido los Jekyll del mundo los que nos hayan sacado de las cavernas y conducido a ir bien vestidos, gozar de una vida larga y orinar tan sólo en las instalaciones creadas al efecto. No obstante, los Jekyll no nos representan: el verdadero hombre es nuestro querido rey emérito, por ejemplo, que usa su poder para hacer lo que le viene en gana a costa de quien sea (lo dice la ciencia pichicoanalítica, que es muy seria).
8) Como estricta consecuencia de lo anterior, la pulsión de muerte nos recorre las venas, de modo que es del todo previsible y normal que haya guerras, por ejemplo (Kant, por tanto, era un pobre iluso). De hecho, el origen inmemorial de la cultura e instituciones humanas tuvo lugar en la forma de un asesinato ritual, para más señas un parricidio. Que corra la sangre, y luego el vino, o a la inversa.
9) Y yo me pregunto… ¿Si estamos poseídos por la pulsión de muerte, qué impide que a continuación afirmemos que todo varón se ve condicionado también, a causa de ese falo que ellas envidian, y siempre que fuese derrotado en la lucha simbólica contra el Padre, por un instinto irrevocable de violación? Esa podría ser, perfectamente, la etiología psicoanalítica de la “cultura de la violación”…
10) El psicoanálisis es una terapia interminable. Toda nueva criatura humana debiera someterse a ella de la cuna a la sepultura, o dicho con términos mucho más familiares a nuestros antepasados: desde el bautizo hasta la extremaunción, pasando por todos los demás sacramentos una vez por semana.
En suma, no otra cosa que oscurantismo medieval es exactamente lo que se podía esperar de un tipo que tenía el despacho repleto y poblado de ídolos atávicos de tribus primitivas. Como doctrina, no me parece que su terapia sea mucho más que una manera bien astuta y prolija de elevar a cosmovisión filosófica un pueril “caca-culo-pedo-pis(icoanálisis…)” propio de niñ@ y chismos@s…
…
El oscuro rechazo al Inconciente
(Por Miguel Ángel Rodríguez)
Van aquí unas reflexiones en debate con tu decálogo, amigo Óscar:
En primer lugar, resulta por demás significativo que a la hora de caracterizar al Psicoanálisis excluyas, nunca nombres, aquello que precisamente define su des-cubrimiento: el Inconciente.
Tal rechazo (del Inconciente) obstaculiza ubicar la posición propia que define al Psicoanálisis como una praxis. Pues de ningún modo es una “doctrina” -aunque “ilustre” bien nuestra mentada (post)”modernidad”-; así como de ningún modo es una “terapia”, ni una religión “oscurantista”.
1)
En efecto, lo que el psicoanálisis entiende por “sexualidad” está lejos de reducirse a “pillar” o a “reproducirse”.
2)
Desde una de las perspectivas que la sitúan, la sexualidad se articula a las pulsiones. “Perversos polimorfos” entonces, pues a diferencia del instinto –lo estricto de la condición “humana”, averiada por el lenguaje, no es lo estrictamente “natural/animal”-, a la pulsión, le falta el objeto.
Así, inconciente, deseo y pulsión/goce, se anudan entrañablemente a la falta.
3)
¿Por qué ese anclar en la “fase anal”? Okey:
A) El movimiento lógico de acumulación de capital por producción/extracción de plusvalía (D-M-D en la formalización de Marx) expone cierta analogía con el movimiento lógico de la pulsión de muerte y el plus de goce en la conceptualización de Lacan. B) Como sugiere Freud, en la subjetividad de nuestra época, por su enjundia de patrón común de valores de cambio, el “dinero” tiende a ser llevado al lugar del falo. C) También se verifica cierto vínculo entre el tratamiento del objeto dinero y el del objeto “caca”. Pues en la fase anal lo que interviene es la Demanda del Otro, ante la cual el sujeto suele responder “reteniendo” –o a la inversa “regalando/entregando”- aquello que entiende el Otro le demanda (o le quiere). D) Eso diseña la denominada estrategia del avaro –distinta a la del rico-, tan cara en particular a la neurosis obsesiva. Resulta florido que desde otro territorio Marx así lo diserte: “Para conservar el oro como dinero… debe impedírsele que circule o que, como medio, de compra, se disuelva en medios de disfrute. De ahí que el atesorador sacrifique al fetiche del oro sus apetitos carnales.” E) Talante que describen con generosa sandunga las desventuras de Harpagón y su cofre en “El avaro” de Moliere…
4)
Respecto a la dramática/novela edípica, el psicoanálisis no la propone –en un punto, incluso va “contra” ella-. En todo caso constata en la singularidad de cada quien, tamizada por la particularidad de cada cultura –pues no es igual acá que allá, ni ayer, hoy o mañana)-; la operación de cierta lógica, cuyos elementos/funciones/personajes llamamos graciosamente “madre, padre, hijo, falo”; en el origen o la construcción del sujeto y su lazo con el Otro, a la falta/castración –el deseo inconciente-.
Levi Strauss estableció la universalidad de alguna forma de “prohibición del incesto” en cualquier cultura humana. Concomitantemente, el Complejo de Edipo encuentra su vértice en la castración. Pues en definitiva su dramática novela el simple efecto de pérdida/falta generado por el Lenguaje: la división del sujeto por el Otro, y ese resto, el objeto a –causa del deseo-.
5)
El falo no es el “pene”, por más que se vaya a figurarlo en la imagen “pichi” de dicho órgano. Aunque la teoría psicoanalítica lo conceptualice de maneras diversas, definámoslo como el significante del deseo en el inconciente –se desee lo que se desee o falte-.
Resumiendo mucho, el modo de ubicarse en relación al falo –en el inconciente no hay otro significante que le haga complemento o “vulva”, ese es el asunto-, las vías del tener y del ser; y a la falta/el goce –por la ya referida falta de objeto de la pulsión-; definen las posiciones de “identidad” y “género sexual”.
Tal estructura, posibilita la proliferación LGBTTTIQA+ –que incluye al “lesbianismo”-, presente en nuestros consultorios y de la que tanto se “habla” al caracterizar estos tiempos. También la “cosificación de la mujer”, el “patriarcado”, etc., son de un orden distinto a la estructura; que ese orden -como cualquier otro- se monte en ella, no autoriza a confundir ambas dimensiones.
Para ejemplo diverso que abre nuevo debate, la versión “feminista” oficial –hay varios feminismos, de valioso aporte, pero aquí me refiero al hegemónico vigente- asidua abrevar con patetismo en lo que Freud llamó envidia del falo/pene. Modo sintomático de ubicarse en relación a la falta muy común en la neurosis histérica, que por la vía del tener –y no del ser-, confunde falo con pene y desear con “envidiar” (lo que a ella le falta y supone el hombre tiene). Desde luego avalo la igualdad de derechos. La cuestión es que hoy, cuando ella reclama “quiero tener el mismo trabajo que tiene el hombre, el mismo sueldo que tiene el hombre”, etc.; en definitiva, “quiero tener lo mismo que tiene el hombre”; tiende a enmarañar igualdad de derechos con in-diferencia sexual, reprimiendo la castración, alejándose del acceso a la “feminidad” por la vía propia del “hacerse a la falta”.
6)
Freud, cuya época asistió a los albores de la “sociedad de masas”, tomó algunos agrupamientos a fin de explicar la “psicología” que hoy también rige su urdiembre de identificaciones bajo el mando o “poder” del Uno como significante del Ideal. Desde mi perspectiva, conviene ajustar diferencias si se pretenden explicar nuevas formas de agrupamientos –como los que se constituyen en las “redes sociales”, por ejemplo-.
Pero en ningún caso hay continuidad alguna con los “dinosaurios”, horda por completo ajena al inconciente.
Por otra parte, Freud no fue su hija ni su «sobrino»; así como la orientación psicoanalítica sí es literalmente inversa a la de las “técnicas publicitarias” –Lacan lo expone con rotundez en el Seminario 17-.
7)
Los humanos vivimos nuestra insólita forma de ser, nuestra “cultura”, habitados más allá del principio del placer por un “malestar” en cuya compulsión a la repetición hay cierta violencia destructiva: ¡qué “barbaridad”! Pero así andamos, como por una cinta de Moebius, «normalmente» hechos de pulsión de vida y de muerte, de Doctor Jekyll y Mr. Hyde…
Es registrar tal condición, lo que permite hacer algo con ella.
8/9)
Otra vez el “Padre”. Okey:
Entre otras cosas, analizarse genera escribir padre con minúscula o con la barra que lo atraviesa, para decirlo así –en vez de endiosarlo o despreciarlo cual mierda-. Por otro lado sucede que los tiempos que corren lo cuestionan, lo ridiculizan.
La competencia edípica, la “lucha” contra el Padre –entre “el esclavo y el Amo” diría Hegel-, su mítico “asesinato”; novelan neuróticamente su “etiología” de significante –“la palabra mata la cosa” reiteraría Kojéve-, de nudo/síntoma. Así como la prohibición del incesto, su intervención en la inscripción de la falta/castración como “ley” del deseo y el goce.
Conviene des-cifrar tal operatoria, pues ello habilita al sujeto para hacer uso del padre yendo más allá de él.
(Respecto a Kant… ¡cómo no valerse de sus contribuciones! Aunque la moral “ilusoria” de su imperativo categórico desconozca la ética singular del deseo, que es precisamente lo que orienta la práctica psicoanalítica.)
10)
Por ahora, punto.
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Óscar Sánchez, filósofo, escritor, nacido en España donde hoy vive, aborda desde tales campos actualidad, cine, cómic, política…
Correo: tejumn36@hotmail.com
Miguel Angel Rodriguez, psicoanalista, escritor.
licmar2000@yahoo.com.ar