Devenir111. Pienso en esa nena que queda sola en una plaza con su hermanita bebé y ve cómo se llevan detenida a su mamá. ¿Tenés algún recuerdo de ese momento?


Tatiana. Sí, recuerdo porque hice un trabajo de reconstrucción. No recordé nada hasta pasados los 18 años que es cuando yo empiezo a hacer un trabajo profundo de la mano de la que iba a ser mi carrera profesional. Empecé a hacer análisis y se abrió una caja de Pandora. En los 90, durante la Bienal de Arte Joven, que fue la primera participación de los Nietos, por entonces adolescentes, había distintas actividades y una de ellas era: “El Laberinto”. La propuesta era llevar a ese laberinto nuestros recuerdos. Uno de los recuerdos que yo llevé fue el secuestro de mi mamá, otro fue el de la última vez que vi a mi papá, en Córdoba, y el tercero es cuando mi mamá me cuenta que estaba esperando a mi hermanita. Son tres recuerdos y muy significativos para mí.
Devenir111. ¿Se puede decir que vos tenés dos tipos de memoria? Una la que tiene que ver con las cosas que te pasaron en tu vida, que vos fuiste consciente de haber vivido; y otra construida después, a través de datos de amigos de tus padres, de familiares sanguíneos… ¿Cómo se conjugan esas dos memorias, si es que existen? ¿Cómo conviven en vos?
Tatiana. Creo que a esta altura no tengo dos memorias. Quizás sí las tuve porque existieron esas dos Tatianas; pero también hubo un momento analítico en el cual yo logré enlazar a esas dos Tatianas y que también lo ubico en un momento muy particular. Creo que estaba embarazada de mi primera hija y para mi cumpleaños invité a algunos amigos de mis padres biológicos, compañeros de militancia de Córdoba, a la casa de mis padres adoptivos. Fue como un experimento, a ver qué pasaba y creo que a partir de ese momento fue que pude congeniar mis dos historias, la anterior al secuestro de mis viejos, y la otra posterior.
Devenir111. Tengo el recuerdo de que en una entrevista que te hicieron, vos decías en un momento que si pudieras encontrarte con tus padres biológicos vivirías con los cuatro.
Tatiana. Sí, a los doce o trece años más o menos, una amiga me hizo esa pregunta y yo le contesté que viviría con los cuatro, sin ningún problema. Carlos e Inés, mis padres adoptivos, funcionaron como padres, cumplieron la función de padres con todos sus errores y aciertos como cualquier papá y a partir de que las abuelas nos encuentran, su posición fue la de favorecer el vínculo con mi familia biológica, acceder a la adopción simple, no pedir la adopción plena. Siempre tuvieron gestos y acciones que no cualquiera tiene…
Devenir111. Quien se comunica con las Abuelas fue un amigo de la familia. ¿Carlos e Inés sabían que él iba a hacer la denuncia?
Tatiana. No, para ellos fue una sorpresa y de alguna manera se lo agradecieron. Ellos veían que había situaciones raras y que era indudable que no habíamos sido abandonadas. Pero fueron tres veces a preguntarle al juez si no teníamos familia y él siempre dijo que no, que no teníamos.


Devenir111. ¿Vos qué edad tenías cuando aparecen las Abuelas?
Tatiana. Seis años, entraba a primer grado. En el primer encuentro no las reconocí, en el segundo sí. El primer encuentro fue muy shockeante y no las quise reconocer. El juez programó otro encuentro para dentro de quince días para ver qué pasaba y la segunda vez fue distinto, ya las acepté.
Devenir111. ¿Cuándo tomaste conciencia de que tus padres biológicos Mirta y Óscar estaban desaparecidos… que estaban muertos?
Tatiana. A los doce años. Me di cuenta de lo que significaba la figura del desaparecido, y de qué era lo que había pasado en el país.
Devenir111. ¿En tu familia se hablaba de la dictadura, de lo que había pasado en esos años?
Tatiana. Sí, sí. También recuerdo que fuimos a la plaza del Congreso cuando regresó la democracia y participamos de actividades en la calle y de las marchas. Me tocaron unos padres adoptivos muy muy particulares.
Devenir111. ¿Qué produjo en vos la certeza de que no ibas a ver nunca a tus padres biológicos?
Tatiana. Tristeza, si bien lo presentía porque ya habían pasado muchos años; más que nada fue como una confirmación.
Devenir111. ¿Eso te trajo un poco de tranquilidad, de claridad?
Tatiana. Sí, más que nada en mi relación con mis padres adoptivos. Fue tomar conciencia de lo que había pasado en el país y en América, lo que significó El Plan Cóndor y la creación de todos los organismos con los que la sociedad fue implicándose. Que fue algo que atravesó a toda la sociedad, que en cada lugar que escarbabas había una historia…
Devenir111. En cierta entrevista dijiste haber empezado a estudiar psicología para tratar de entender la lógica del pensamiento de un asesino. Dos preguntas al respecto. ¿Llegaste a alguna conclusión? ¿Encontrás alguna diferencia entre un asesino digamos ocasional –una persona que mata a otra-, y un asesino que forma parte del aparato estatal?
Tatiana. Con respecto a la primera pregunta, la respuesta es no, no llegué a ninguna conclusión. Cuando empecé la carrera tenía una idealización muy fuerte de lo que podía conseguir a través de ella y te das cuenta de que no hay una sola respuesta, que es una multiplicidad de variables por las que una persona puede asesinar a otra. Con respecto a la segunda pregunta, creo que, claramente, hay una distinción entre un asesino que está respaldado por un aparato del Estado y un asesino suelto u ocasional. Pueden tener algunos rasgos en común; pero básicamente lo que descubrí es que los asesinos pueden parecer muy buenos vecinos, pueden cuidar de su familia, pueden tener un trabajo. Los grandes asesinos están muy bien camuflados en la sociedad y uno no sospecharía de ellos y son los más peligrosos. La manipulación es la mayor herramienta que tienen.
Devenir111. Trabajaste con Abuelas a partir del 2000, después estuviste en el Instituto Ulloa y ahora estás en el Archivo Nacional de la Memoria. ¿Podés contar un poquito cuál fue tu actividad en cada uno de esos lugares?
Tatiana. En Abuelas empecé en el 2000, que fue un año bastante crítico para mí. Me había quedado sin trabajo, estaba esperando a mi primera hija. Las Abuelas se enteran de mi situación y me convocan para trabajar con ellas. Me encargaba de atender a las personas que venían, en general adolescentes, para saber si eran hijos de desaparecidos. Entonces entrevistaba a los chicos y creé el Área de Presentación Espontánea, que es el área que recibe a los jóvenes con dudas, hoy adultos. Fue una experiencia muy importante para mí, primero porque tenía que manejar las entrevistas desde un lugar y de una manera que no me termine afectando, en mi propia persona. Lo más difícil fue superar la primera semana porque tenía muchas ganas también de hacer eso; pero no sabía si iba a poder hacerlo. Fue un gran desafío. Varios de los entrevistados terminaron siendo hijos de desaparecidos y nietos de las Abuelas, y pudieron recuperar su identidad. Después se creó el Centro de Asistencia Terapéutica de Abuelas donde también trabajé, no solo con quienes sospechaban ser hijos de desaparecidos, sino también con personas que estaban detrás de conocer su identidad en general. Ese fue un lugar de mucho aprendizaje, fue como mi hospitalito. Después pasó que necesité abrirme un poco de estar tan metida institucionalmente y que todo se redujera a ese espacio y necesité un poco de aire. Igual no me corrí demasiado porque fui a la Secretaría de Derechos Humanos. Yo me acerqué a la Secretaría por una cuestión personal. Había decidido seguir las leyes reparatorias y tenía que hacer una entrevista y una serie de trámites que pasaban por el Ulloa. Cuando terminó todo ese proceso pensé que de verdad me encantaría trabajar ahí, lo propuse, presenté un currículum y después de un tiempo me llamaron, al año empecé. También fue muy buena la experiencia de trabajar en el centro de acompañamiento, como profesional me sentía completa. Antes también pasé por el Consejo de Niñas y Niños trabajando en el registro de adopción, es decir que hice un recorrido tanto personal como profesional muy interesante. En el Consejo trabajaba como psicóloga haciendo las evaluaciones de los padres adoptivos postulantes, que es un trabajo súper interesante y con muchas aristas porque tenés que lidiar con el Estado que, a veces, limita bastante. Fueron todas experiencias muy gratas hasta que llegó el macrismo y “gentilmente” me pidieron que me fuera. Entonces pedí que me pasen a Sitios de Memoria en donde estaban buscando una psicóloga y me presenté ahí. O sea que, gracias a ese inconveniente, encontré otro lugar, una experiencia rica e interesante en Memoria y, finalmente, en esta gestión, pedí trabajar en el Archivo Nacional de la Memoria. Lo que hacemos ahí es reparar los legajos y hacer un seguimiento de todos los trámites que hicieron las familias a partir de tener a un miembro desaparecido, los pedidos de Habeas Corpus y todas las primeras acciones que hacían las familias. La intención de la Directora del Archivo era devolver esas carpetas a las familias que correspondían como una manera de valorar su esfuerzo. Fue un trabajo difícil ya que la pandemia frenó todo y resultaba imposible reunirnos con los interesados. También, a nivel federal, entregamos tal documentación a las provincias y municipios que tienen desaparecidos. Corroborar los datos, chequear y agregar la información que no consta en el informe, porque muchas veces el expediente llega hasta un punto, pero después se produjeron nuevos avances que hay que agregar.
Devenir111. ¿Inés y Carlos, tus padres adoptivos, viven, los ves? ¿Cómo es su relación con tus hijos?
Tatiana. Carlos sí, Inés falleció en 2006. Con mis hijos tiene una relación muy linda, muy tierna. Pedro, mi hijo más chico no pudo conocer a Inés; pero mis dos hijas más grandes sí. Ofician de abuelos y para mis hijos son figuras importantes en su vida.
Devenir111. ¿Cómo elegís testimoniar tu historia?
Tatiana. Hice un proceso que fue cambiando con el paso del tiempo; porque vamos creciendo, vamos madurando. Quizás cuando era más chica tenía bronca, no digo que hoy no tenga bronca porque estaría mintiendo; pero trato de que el discurso que le transmito a la sociedad sea un discurso amoroso, sobre todo cuando voy a las escuelas; porque por más que sea doloroso, en ese dolor también hay amor. Me parece que no está bueno transmitirlo con resentimiento o con violencia, siempre desde el amor y la comprensión. Por ejemplo, cuando se emitieron por TeLeFe los capítulos de “Televisión por la Identidad”, el primer episodio cuenta mi historia y es tremendo porque lo encara desde el amor. Fue muy emotivo participar de la elaboración de ese capítulo.
Devenir111. ¿Ser la primera nieta recuperada tiene un significado especial para vos?

Tatiana. Sí, sí, claro. Por momentos me pesa porque siento que tengo que responder siempre. Después me di cuenta de que soy una persona y por momentos tengo ganas y por momentos no. Si hay una responsabilidad social a la cual voy a responder siempre, tiene que ver con la trasmisión de la memoria, de mi historia y de ser parte de algo que nos atravesó como pueblo. En eso tengo una responsabilidad política muy clara de poder asumirla y de poder sostenerla a lo largo del tiempo. Es importante que las nuevas generaciones conozcan esta parte de nuestra historia como país y que no quede todo circunscripto a Buenos Aires, hay mucha avidez en las provincias por levantar un poco de polvareda. En muchos lugares más pequeños todavía se sigue tapando, se sigue ocultando, se vive como algo vergonzoso. Es muy diferente a como lo vivimos en Buenos Aires y en Capital Federal.
Tatiana Sfiligoy, activista de derechos humanos, psicóloga.