Franco Santéramo: «Despertar para seguir soñando»

Al psicoanálisis, tal como proponía Lacan, habrá que reinventarlo cada vez. En cada texto que se escriba, en cada publicación, en cada sesión de análisis incluso, el psicoanálisis corre el riesgo de no ser practicado. ¿Qué quiero decir con esto? Que para que haya del análisis, del analista y del analizante, se tienen que cumplir ciertas condiciones. No alcanza con nombrarse psicoanalista a uno mismo. Y esas condiciones, aún, serán necesarias, pero no suficientes. Me refiero a atravesar uno mismo un análisis, a supervisar y a participar en una sociedad psicoanalítica, los pilares propuestos por Freud. Pero, ¿qué hace al psicoanálisis una práctica distinta a otras? Mejor dicho, ¿qué convierte a una práctica en psicoanalítica? Masotta respondería rápidamente con el chiste de que si alguien dijera “me siento mal”, aquel que busque comprender el significado de por qué se siente esa persona de ese modo y preste su contención para que aquella persona no sufra tanto, no sería un analista. El analista, quien esté en esa posición, ante el sujeto que profiere “me siento mal”, le diría “siéntese bien”. Se ve claramente cómo el significante “siento” puede tener más de un significado. Interpretación por el significante. Ruptura del signo.

El descubrimiento freudiano fue reprimido, nos alerta Masotta. “Lo reprimido es Freud”, dice incluso. Cuando el psicoanálisis no se reinventa, se reprime, o aún peor, se forcluye. Pero, ¿cuál es el descubrimiento de Freud? ¿Qué es lo que se reprime? Que no hay del objeto, y hay, más bien, del significante. No se seguro que yo te ame, por más que te diga que te amo. No es seguro que haya un libro en frente mío, por más que a esa materia física se la nombre como “libro”. No es seguro que a las emociones se las pueda adiestrar, como proponen algunos. Tampoco es seguro que el profesor pueda educar, ni que el presidente pueda gobernar, ni mucho menos que el analista pueda analizar. Hay algo que se escapa a eso, un real imposible de simbolizar. Es la castración, por más falo que haya. Ya lo decía Lacan: “No hay relación sexual”. Si el análisis no trata sobre la castración y la correspondiente respuesta del sujeto, entonces ¿hay del análisis?

En los sueños, se encuentra el descubrimiento freudiano. Fue a través de ellos, que Freud pudo erigir su obra. Si nos preguntáramos por los albores del psicoanálisis, una vía posible nos la dan los sueños y su interpretación. Habrá que remontarse al año 1900, momento de la primera gran obra propiamente psicoanalítica: La interpretación de los sueños de Sigmund Freud. En este libro, se rompe con la medicina y se inaugura esa “otra escena”. Los sueños, mejor dicho, su interpretación, la que da el paciente, figuran una vía regia de acceso al inconsciente. No existe el sueño, sino su interpretación. Significantes que se encadenan en un relato. Freud no lo decía así, aunque así los trataba. Entre los sueños presentados en Die Traumdeutung, elegimos uno, no por azar, sino por reconocerle su lugar peculiar en la obra. Hablamos del sueño, cuyo creador es un padre que se encontraba en la habitación contigua donde yacía el cadáver de su hijo recientemente fallecido, en su ataúd, rodeado de velas, al cuidado de un anciano a quien se le había encargado su vigilancia. Cito a Freud: “Luego de dormir algunas horas, el padre sueña que su hijo está de pie junto a su cama, le toma el brazo y le susurra este reproche: ‘Padre, ¿entonces no ves que me abraso?’. Despierta, observa un fuerte resplandor que viene de la habitación vecina, se precipita hasta allí y encuentra al anciano guardián adormecido, y la mortaja y un brazo del cadáver querido quemados por una vela que le había caído encima encendida”. A este momento de la obra, ya se había propuesto el postulado de que los sueños son cumplimientos de deseo. Y así lo interpreta Freud, como deseo del padre de que su hijo estuviera vivo. Aún sin pasar por alto la sorpresa de que el sueño actuó como guardián del dormir, cuando, dice, lo más correcto hubiera sido despertar para apagar el fuego que había llegado ya al cadáver. Entonces, el padre siguió soñando, al menos un breve lapso de tiempo, para ver a su hijo con vida. El cumplimiento del deseo en los sueños, funciona como protector del dormir. Pero, ¿si el deseo que cumple del sueño (traum) tiene que ver con algo traumático? ¿De qué deseo se trata?

Pasemos a Lacan, para preguntar, junto con él, en la tercer clase de su Seminario sobre Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis: “¿Por qué sustentar la teoría según la cual el sueño es la imagen de un deseo con este ejemplo, precisamente, en el cual, como una suerte de reflejo en el que resplandecen las llamas, el calco casi exacto de una realidad parece arrancar al soñador de su sueño? ¿Por qué, si no para evocar un misterio, que es el del mundo del más allá, nada menos, y quién sabe qué secreto compartido entre el padre y ese niño que viene a decirle: Padre, ¿acaso no ves que ardo? ¿Qué lo quema sino lo que vemos dibujarse en otros puntos designados por la topología freudiana: el peso de los pecados del padre?”. Aquí podemos ver aparecer otro sentido a una interpretación posible de ese sueño. El padre se encuentra en el sueño con su propio pecado, lo real, lo traumático, aquello de lo que no quiere saber. Vaya uno a saber con qué pecado se encuentra el padre en ese sueño. Lo que es seguro es que lo hizo despertar. Sin embargo, ¿cómo entender este despertar?

El paso que da Freud es el de proferir a los sueños el estatuto de proceso psíquico. Ubiquémonos en su época. Los sueños no son un sin-sentido. Hay que saber escuchar al sueño, como se interpreta en el psicoanálisis. Lacan acentúa que esa formación del inconsciente, que constituye el sueño, tiene que ver con algo traumático. “El plano del fantasma funciona en relación con lo real. Lo real es soporte del fantasma, el fantasma protege a lo real”, dice al finalizar la misma tercer clase de ese seminario. Entonces, si lo real aparece en el sueño, ¿dónde se ubica el fantasma? El fantasma, ¿se ubica en el sueño o, más bien, en la realidad? Esto es lo que nos invita a preguntarnos Slavoj Žižek en su libro Cómo leer a Lacan. Él lo resuelve así: Lo que despertó al desdichado padre no fue entonces la intrusión de la realidad exterior, sino el insoportable carácter traumático de lo que encontró en el sueño. En la medida en que ‘soñar’ significa fantasear para evitar la confrontación con lo real, el padre literalmente se despierta para poder seguir soñando”, cita de donde se extrae el título de este artículo, lejos de todo idealismo.

No hay subversión más específica del psicoanálisis que ésta. La realidad está hecha de sueños, en sentido metafórico. Fantasma que protege a lo real, como decía Lacan. Sin embargo, en los sueños, los que se sueñan de noche, y también de día, se puede producir un encuentro con lo real. Entonces, ¿está el sujeto destinado a no encontrarse con lo real, salvo a través del fantasma? ¿No queda más opción ante la castración que la represión (o la forclusión, o la renegación)? En este mismo sentido, ¿el psicoanálisis está destinado a reprimirse? ¿También Freud está destinado a ser reprimido? Si hay una orientación para el psicoanálisis de modo tal que haga alguna diferencia respecto a otras prácticas, no será sin este anuncio: No hay objeto, hay significante. La realidad está hecha de objetos imaginarios, que cubren la falta real de objeto, tal como sucede en el estadio del espejo. Žižek es más incisivo: “Nada mejor que el acto sexual para probar la idea de Lacan del despertar a la realidad como huida de lo real que nos encontramos durante el sueño: no soñamos con coger cuando no podemos hacerlo; más bien cogemos para huir y ahogar el exorbitante poder de los sueños, que de lo contrario nos aplastaría. Para Lacan, el deber ético es el de un verdadero despertar: no sólo del sueño, sino del hechizo del fantasma que nos controla aún más cuando estamos despiertos”.

Digamos que el sujeto ya llega al tratamiento psicoanalítico con un tratamiento previo de lo que le pasa, así como llega ya con una interpretación de sus sueños y de lo que le sucede en su vida. Mientras haya analista, habrá del inconsciente, que nunca dejará de ser actual, siempre y cuando haya alguien que lo escuche. En el psicoanálisis, se trata del fuego, las llamas, lo que arde, lo que abrasa, se trata de lo traumático, de lo real, de la castración, de la falta de objeto, y, a su vez, de la respuesta que el sujeto pueda dar. Atravesamiento del fantasma, para dar con lo real.

Bibliografía:

  • Freud, Sigmund. 1900: “La interpretación de los sueños” Tomos IV y V,  Amorrortu Editores.
  • Lacan, Jacques. 1964: “El seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, clase 3: “Del sujeto de la certeza”, Ed. Paidós.
  • Masotta, Oscar. 1975: “Lecturas de psicoanálisis. Freud, Lacan”, clase 1: “El significante”, Ed. Paidós.
  • Masotta, Oscar. 1969: “Leer a Freud” en “Introducción a la lectura de Jacques Lacan”, Ed Eterna Cadencia.
  • Žižek, Slavoj. 2006: “Cómo leer a Lacan”, capítulo 3: “Del Che vuoi? al fantasma: Lacan con Ojos bien cerrados”, Ed. Paidós.

Franco Santéramo, psicoanalista. Miembro del Movimiento Psicoanalítico del Oeste.