I
Somos una familia de teros
Un niño que todas las mañanas pasa
nos arroja caracoles para que comamos
es nuestra gota en la lengua
nuestra única esperanza
Nos han cortado las alas
Somos guardianes en la casa.
II
Detuvimos la luz de la noche
previa a su degüello celeste
en el ligero movimiento de las esporas
en un lejano resplandor de azufres
y bebimos caudalosos ríos dorados
Fuimos aquel puñado de hombres y mujeres
poetas que partieron sus ojos en el camino
hemos visto la huella de una isla sin orillas:
indagábamos el origen del mundo
en un lenguaje hecho de palabras corredizas
en una flecha de agua
una semilla dormida.
III
Estás sentado en la lomada
ves al cielo soltar el galope de sus caballos de agua
toda tu familia estuvo multiplicando oraciones en la noche árida
la lluvia no caía
sabiéndola tan cerca
no caía
tan joven sobre otros pastos
ausente en éstas estrías
el aire se poblaba en brasitas de fuego
que volarse veías
migrar hacia las flores del sur
buscar después de la noche otra luz
pero ahora estás sentado en la misma lomada
luego del rezo de todos los de la familia
y ves por fin los caballos de la lluvia que tu abuela decía
“de cascabeles en las cuartillas galopar en la sequía”
dirá el primer verso
ésta noche cuando se ponga
a hornear poemas de celebrar.
IV
El perro nos vino ya sin plumas.
Para cuando encontramos duraznos debajo de las gallinas
no se nos movió una sola espina
Los anfibios son distantes dicen
quienes extravían por naturaleza de su destino en tierra
el amniótico sueño del primer calor.
Fuimos hasta el limonero para a ver a los abejorros
desprenderse del fruto de la palmera y a un gladiolo
que fue el lucero
o una almeja de hojaldre blanco
alunarse en la tarde sobre una calma celeste
veníamos de dormir bajo el agua durante todo el invierno.
Desconcertado el árbol amarillo azotaba contra su tronco cebollines prematuros
tardes enteras fotografiamos el llorar de un pino resinoso
su miel de lobos lejanos en la nieve.
Los sauces a cambio
lo adoraban majestuosos apuntando su laxo follaje al cielo
agujas de una catedral gótica que verde y vegetal
no se sumía bajo el peso de sus piñas que emergían como gárgolas de supina amenaza
El mundo podría cambiar en un solo día
anotamos en la hoja de los viajes
del verano que leeremos unos años después
cuando se vuelva paradigma su estadía:
En el árido lecho de los ríos
adelantándose a la pétrea lluvia de fantasías incompletas
nuestra amiga recogerá los nenúfares de tallo brillante
arremangada hasta las rodillas su pollera
toda entera debajo del agua reciente
encendida la fruta que afila la piedra
donde apoya su pie hecho de pasos
la sintaxis de una huella
repartida en vertientes
cristal palabra futura.
Hernán Lasque, escritor. Nació en Concordia, Entre Ríos, en 1977. Desde el año 2005 reside en la ciudad de Plottier, Neuquén. Publicó el libro de cuentos RATÓN BLANCO (ediciones Colisión Libros 2009), la nouvelle LIZETA (ed.iciones Colisión Libros 2010) y el poemario LAMEN (ediciones Buenos Aires Poetry 2017). Participa con textos inéditos y otros ya publicados en la Antología publicada en 2017 por el Colectivo Autores de Concordia, que reúne a 57 autores desde el siglo XIX a la actualidad; y en la de reciente aparición en 2019 Atlas de la poesía Argentina II, que reúne autores de todo el país y fue publicada por Editorial de la Universidad de La Plata. Bajo editorial Leviatán salió su nuevo libro «Maratón Dromedaria»