Miguel Ángel Rodríguez: «La milanga de El gordo Mario y la militancia vegetal de Mariela»

I)

 Es un hecho: el ser humano, no sabe comer.

 Único bicho que camina –vuela o nada- que “cocina” lo que come.

 Que come -o no, o ni en figuritas- cuando tiene hambre y cuando no; cuando siente alegría, antojo, frustración, nervios, ansiedad, angustia; cuando no sabe ni qué siente ni por qué se le abre o cierra eso que no estaría siendo precisamente el estómago.

 Que utiliza utensilios, haciendo de su uso correcto ítem temprano de la educación del niño/a; componente ineludible de ceremoniales y protocolos; de su fabricación, arte, oficio, industria; de su estirpe, prestigio social. (Asociándolos a “herramientas de trabajo” y “medios de producción”, Engels vio en ellos un testimonio material (1) de la “separación” del hombre –sus manos- de la naturaleza –la comida-.) 

 Que hace de la elaboración de un plato tradición familiar, eslabonando generaciones. Rasgo de identidad grupal-cultural. (Los amigos se juntan cada tanto a comerlo-beberlo. La empanada tucumana es distinta a la salteña. Hay comida española, italiana, peruana, japonesa, etc. El churrasco representa la argentinidad ante el resto civilizado del planeta junto a Maradona, Messi y dos o tres íconos más.) (2)

 Lazo oral constitutivo del sujeto en su relación al o/Otro. Que al “bañarlo en el lenguaje” lo introduce en una dimensión reñida con el equilibrio homeostático y el instinto de supervivencia –la anorexia lo ejemplifica con demasiada claridad- (3).

 Elemento vértice de toda “fiesta” –siempre ligada al exceso- o “ritual” (4). Rápido sticker imantado a la heladera en tiempos donde la alienación al sistema reina libre y casi igual sobre la diferencia de sexos. Grato plan de salida a lugares especiales para su disfrute en el encuentro social –restaurantes, bares-. Curiosa carta o sopa de letras denominada menú. Lo de siempre, convocatoria del bocado que el vecino apetece, solicitud de que el plato que viene en su salsa venga con otra –gestos en la dificultad para “elegir” lo que se quiere-.

Moebius del dicho popular… incontables teorías, libros y palabras escribiendo de todo sobre el gusto. Pues perdido el instinto, se pierde el saber pre-escrito en él.

Programas de televisión y canales gourmets haciendo agua la boca. Articulación de Ciencia y Estado otorgando títulos universitarios de insípidos nutricionistas. Chefs como estrellas de rock. Cerebros de pan, rutas turísticas, grandes negocios, cinturones gástricos y hamburguesa’s idénticas para todo el McMundo.

Dietas seriamente (des)variadas –mediterránea, dash, flexitariana, mind, volumétrica, ornish, vigilante, de la luna, etc.-. Concepciones alimentarias constituyendo modas y/o modos del ser –veganismo, originalismo, stavismo, etc.-.

Fuente de un abanico múltiple de sabores. De ilusiones de completitud y felicidad. De preocupación cotidiana por la silueta y la salud –más obesidad, bulimia, anorexia, diabetes, adicción, alcoholismo y otros males-.

 En fin…: radical objeto humano donde se juegan las «pulsiones» de «vida» y de «muerte». (5)

II)

*

 Mario (43 años, empleado metal-mecánico reconocido por su hábil labor en una de las dos empresas líderes en cierto rubro, casado hace 16 con Grecia junto a quien tiene 2 hijos de 12 y 9) deambula con suspicacia en la primera entrevista sin morder causa que motive su consulta. Hacia el final “Yo no creo en los psicólogos”, advierte. “Yo tampoco –le respondo- pero si quiere podríamos encontrarnos una próxima vez la semana que viene.” Al inicio de su análisis hizo síntoma en las desavenencias con su jefe y el gremio, que insistían en atascarlo, entramadas al “complejo paterno”. Durante ese lapso su sobrepeso –notable pero aun no obesidad extrema- y su relación marital pasaron por su discurso sin que lo interpelaran. Hasta que cierto movimiento comenzó a perturbarlo, y registró al fin un decir de Grecia –distinguible en lo que venía siendo mudo bochinche o rumor de quejosa cantinela-. Cuando ella le dijo de nuevo que si no cambiaba, si no se movía… que no daba más. O algo así aunque distinto.

 Mario comenta que desde muy pendejo fue “El gordo”, sin que ello lo cargara de “bullying”. Que desde su adolescencia encaró varias dietas que lo recayeron en su gruesa condición de ser. Que las milangas que le servía su finada vieja al regresar de la escuela eran lo más. Que Grecia también tiene muy buena mano para hacerlas -algo que la ubica más cerca de la madre que tiene y le da, que de la mujer que se hace a la falta y lo causa-. Que cuando llega a su casa de la fábrica se hunde en el sillón del living a mirar la tele hasta recibir la cena; y que es cierto que en definitiva lo que hace… es eso.

 Lo que ahora “divide” a Mario es el registro en su movimiento del movimiento de Grecia. Cierta des-acomodación. Entre su demanda nutriente de tetateleamor dirigida al o/Otro, y el encuentro en tal o/Otro de una respuesta o iniciativa donde emerge el deseo –de un o/Otro que ahora le demanda a él, como… teta con hambre-.

*

 Mariela (26 años, profesora de historia, militante feminista y vegetariana) llega quebrada a la consulta un par de semanas después de terminarse, sucumbir, lo que llama –entre los encuentros ocasionales que tuvo- su tercera relación seria de pareja.

 Al principio –en los tres casos, dice- todo es aleteo de amor… Pero a medida que surge algo como un desencanto que no logra acotar, la cosa se le va volviendo deuda irremontable cuya falta el o/Otro no le salda –conduciéndola a un reclamo voraz-. Así, la apasionada, intensa vida de sus relaciones marcha con mortificación creciente hacia el cilicio, hasta dejar de andar. Se siente confusa, perdida, mal. Y de algún modo comprometida en ello.

III)

 Atravesado por el lenguaje, el humano y su (i)relación con la falta –la castración (del o/Otro), su falta en ser-.

 Freud sitúa la separación del hombre de la naturaleza por la diferencia crucial entre el instinto animal –que sabe dirigirse al objeto adecuado que satisface lo que necesita-; y el deseo “inmortal” a causa de la falta (6), cuyo objeto alucina de la mítica “primera experiencia de satisfacción” perdida –a la que vuelve- (7); y la pulsión “sin objeto”, al que rodea hasta su fuente como “besando sus propios labios” (8), fijándolo en un circuito de satisfacción-insatisfacción “constante” que pulsa del resto por más y más.

 Que sitúa la falta en los agujeros del cuerpo –la boca en la pulsión oral-. Que ubica en el succionar el insólito chupete sustituyendo a la teta natural, tanto una diferencia-pérdida, como la emergencia de un goce –parcial, perverso, polimorfo- tan cierto y distinto al de la necesidad, que Freud decide llamarlo de otro modo: sexual –o (a)sexual, digamos-.

 Lacan comienza a precisar tal lógica desde la tríada “necesidad-demanda-deseo” (9), en cuyo despliegue también se inscriben el amor y el goce.

 A título de grosero reparto ad hoc, distingo 3 campos:

  1. Instinto (orgánico-animal): carencia como necesidad-hambre; de un objeto adecuado, satisfactorio –que la colma hasta nuevo aviso- y al cual el instinto sabe dirigirse.
  2. Deseo (humano): carencia como falta-apetito; que causa abriendo –sin colmar- un abanico cierto de sabores –donde además hoy el mercado se monta ofreciendo sus productos prometedores, sus zanahorias fugaces de próximo antiguo modelo-.
  3. Pulsión (humana): carencia como insatisfacción en la satisfacción –y viceversa-; “sin objeto” adecuado, que “fija” alguno –reintegrando su “necesidad” aunque en otros términos- en el circuito “constante” que pulsiona insaciable; como “plus de goce” dispuesto a “llenar-completar-complementar” la “falta”… (10)

 A ese lugar impulsivo, entonces, pueden ir privilegiadamente –y a veces van, son tomados- la “comida” y el “comer”, la bebida y la sed…

IV)

*

 ¿Y por qué –y cómo- el o/Otro no desearía? ¿Qué hace Mario hundido en ese sillón, con la boca abierta –receptiva y expectante-, engordando como ganado-comida? ¿A cuál o/Otro le demanda qué? ¿Para qué o/Otro se hace su rellenito bocado? ¿Qué es eso de que él ‘es’ “El gordo”? Y más acá/allá de la milanesa que lo puede… ¿Por qué no siente ganas de “comerse” a Grecia –si así fuera-, ni se coge –tach an gou- a esa compañera de trabajo que está buena y le da cabida? ¿Qué hay de subirse al auto con cañas y familia y parar donde pinte a pescar el domingo, o de juntarse en el bufet del club a debatir boludeces entre vermuts y amigos?  De esos “apetitos” otros, como olvidados –váyase a saber desde cuándo y por cuál razón- que tal vez aun lo habiten, y le den «valor» –distinto del «peso»- a su vida…

*

 Hubo que escuchar, recorrer, esperar –incluso insinuar estratégicamente «mi acuerdo” con los principios de sus principios…-.

 Hasta que en cierta ocasión Mariela dijo en tono reivindicativo “Nosotras tenemos que tener los mismos derechos que el hombre, los mismos puestos de trabajo que el hombre, los mismos sueldos que el hombre, lo mismo que el hombre…” Para intervenir subrayando ese “¿Tener lo mismo que el hombre?” Interpelándola como sujeto de deseo -y no de derecho-, en su posición ante la falta y la sexuación –esa cuyo cortocircuito en el acceso a la feminidad Freud denominó “penisneid” o “envidia del pene/falo”- (11).

 Hasta que en cierta ocasión Mariela comentó su firme ocurrencia luego de ver el sábado anterior una película cuyo título no recordaba, de historiar vida y obra de su protagonista –una mina re loca, Isabel Sarli-. Y que a la tarde siguiente de visita en la casa de sus padres sintiera una intensa sensación de “¡Uajj…!” al toparse con un cadáver de vaca en la heladera. “Uajj, asco a la ‘carne’” –dije-. Y lo repetí a poco ella tantear argumentos militantes. (El curso de sus asociaciones también retornó el nombre de la película…)

 Lacan afirma respecto al “deseo del analista” que es consecuencia lógica de su operar, mantener la distancia entre el «Ideal» y el «objeto a» (12) -algo que no se reduce a la posición del analista-. (Para el caso, separándolo del Ideal, recortar el síntoma.)

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1) Federico Engels, Origen de la Familia (de la Propiedad y del Estado), 1884. Rotundo texto donde articula simpáticamente el pensamiento de L. Morgan con las notas y obra de C. Marx –y ya muerde la banquina en esa tendencia a confundir materia con sustancia, materialismo con sustancialismo-.

2) Según cierta anécdota-mito, luego de panear costumbres patrias el afamado asesor político Jaime Durán Barba le habría dicho a su interlocutor: “Con tu chusma podemos hacer cualquier cosa que convenga, apenas teniendo cuidado de no privarla en demasía del asadito o falda dominguero/a.”

3) Ya en el Seminario IV, 1957, Jaques Lacan comienza a situar la anorexia –cuya dialéctica retomará varias veces a lo largo de su obra-: “… la anorexia mental no es un no comer, sino un comer nada… el niño come nada, lo que es otra cosa que una negación de la actividad. De esta ausencia, saboreada como tal, él hace uso en relación a lo que tiene en frente…”

4) Sigmund Freud, Tótem y Tabú, 1913.

5) Sigmund Freud, Más allá del principio del placer, 1920.

6) Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, 1899.

7) Sigmund Freud, Proyecto de una psicología para neurólogos, 1895.

8) Sigmund Freud, Tres ensayos sobre la teoría sexual, 1905.

9) Jaques Lacan, Seminario V, 1957.

10) Jaques Lacan, Seminario XVI, 1968.

11) Sigmund Freud, Sobre las teorías sexuales infantiles, 1908. Conferencia 33, 1932.

12) Jaques Lacan, Seminario XI, 1964.

Miguel Ángel Rodríguez, psicoanalista, escritor.

licmar2000@yahoo.com.ar  

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