Miguel Ángel Rodríguez: «Déjalo ser»

  • David: Entonces, dominante, observé todas las cosas que adquirí con mi dinero, acumuladas por doquier hasta el horizonte donde se pierde el mundo, sintiéndome tan propietario de ellas y de él… como soy dueño de mi cuerpo.
  • Adrián: ¡A la pucha, qué momento!
  • David: Yes.
  • Adrián: ¿Pero cómo sería eso de que sos dueño de tu cuerpo?
  • David: No empieces; te conozco.
  • Adrián: Fundamentalo…
  • David: ¡Dejate de joder, es obvio! Por ejemplo… por ejemplo yo le digo a mi brazo “levantate y agarrá esa birome”; y mirá: sin más, lo hace.
  • Adrián: Ahh sí. Gran argumento. Ahora bien… ¿probaste con decirle “levantate y agarrá el Lucero del Alba”; o “tomá la hoz y a la muerte pasale guadaña”? Ponele una de esas tardes de domingo en las que tirado en la cama viendo Netflix, salir a comprar una cerveza te parece más difícil que meterla desde acá en el esquivo Arco del Triunfo, ¿probaste con decirle “levantate, agarrá billetera y llaves, andá al chino de la otra cuadra y traeme dos birras bien heladas”? ¿Y qué hay con ese sarpullido pertinaz que no se va de tu brazo ni con la orden de un juez? Porque se diría que el eccema en cuestión es más dueño de tu miembro que vos mismo… Ahora ponele, ponele, que hagamos como si la cosa funcionara cual te la creés y entonces le decís a tu brazo “levantate” y se levanta, y le decís “bajate” y se baja… Te pregunto: ¿Funciona de igual modo con tu pija? ¿Vos le indicás a tu pija “levantate”, ¡y se levanta!!?? Si es así pasame el celu, bajate los lienzos y de inmediato filmamos el video de tu amiguito erectándose o detumeciendo a tu entero capricho. ¡Otra que viral! Apenas lo colguemos en la Web provocará una pandemia sin precedentes de dimensiones galáxicas… Y enseguida yo seré el representante de David Subeybaja, la nueva estrella masculina del cine porno. Vamos a coger como nunca lo imaginamos. Dale, no seas vergonzoso, pelá y hacé tu monigotada, así te grabo…
  • David: Cortala; ¿okey?
  • Adrián: ¿Seguro…? Te dolería bocha. Sangrarías a raudales. Y ante un público mayoritariamente careta no creo que la crudeza mitológica de la escena garpe. Nos conocemos desde el jardín y sé que más acá de esa petulancia de nuevo rico que te excede seguís siendo aquel pibe cohibido, de barrio y bajo perfil. Recuerdo con vivacidad cierta anécdota que me contaste nervioso, arañado, al anochecer de un lejano sábado de primavera. Inhábil para negarte al pedido de aquella chiquilla que hoy es tu esposa, a la mañana fuiste a buscarla por su casa hacia un paseo en el Rosedal. Suben al bondi, se acomodan en el último asiento doble de la fila; charlan reposados, tortolitos. Hasta que de pronto surge ante tus ojos a poca distancia en el pasillo, la ineludible presencia, la belleza estupenda de un magnífico culo. ¿Y qué te pasa a vos? Que se te para ostensiblemente la verga. Y como la experiencia exponía que cierta intensidad celotípica en tu dulce Berta la transformaba de inmediato en un monstruo desquiciado, enseguida te dirigiste a tu pito al grito mudo de “¡bajate, bajate, bajate!” Pero no hubo caso che. Pues tu pene no respondió a tu llamado, sino al del soberbio ojete de la ignota pasajera. ¿Cómo podés afirmar entonces que vos sos dueño de tu cuerpo, si lejos de hacer lo que le ordenás, hace lo que se le canta al culo –ajeno-?
  • David: Ya entendí; ¿okey? Pasemos a otro tema.
  • Adrián: Okey. Y habiéndola nombrado… ¿En qué anda tu jermu, la Berta?
  • David: En escoba, ¿en qué va a andar? Nunca deja –y nunca es nunca- de romperme soberanamente las pelotas: es una bruja.
  • Adrián: Dejala vos. Tenés todo; divorciate y listo.
  • David: No puedo. Perderla. Me hace falta… mucha falta. Siempre necesité –y siempre es siempre- que me cague la vida, que me haga mal.
  • Adrián: Según el último informe de la ONU la población actual de mujeres en el planeta es de 3.650 millones. ¡Tiene que haber alguna que te haga mal mejor que ella! Quizás más joven; tal vez oriental… desde pendejo te atraen las chinas.
  • David: Las japonesas. No da lo mismo.
  • Adrián: ¿Y cómo las distinguís?
  • David: Preguntándoles dónde nacieron.
  • Adrián: ¿En castellano? Envidio tu simplicidad…
  • David: Lo que hacés, por envidia, es rebajar el don privilegiado de mi inteligencia práctica.
  • Adrián: Pero… ¿cómo sabés qué verdad hay en lo que ellas te dicen?
  • David: Sabelo: a mí, la verdad, de’ndeveras, me importa un carajo.
  • Adrián: De allí tu relación con Berta.
  • David: Hace mucho comprendí que tener poder y riquezas y es todo el valor –y todo es el único- sentido de la vida.
  • Adrián: Obvio. Entonces ya es hora de que David Subeybaja exhiba para el mundo su dominar a voluntad de obediencia debida lo que de hecho porta… en vez de gozar usándolo. Ser youtuber soldier: ¡carrera march… y flexiones de nabo!

Miguel Ángel Rodríguez, escritor, psicoanalista. Face: Migue Angel